jueves, diciembre 29, 2005

Las cruces dejaron de llover

Tenía casi 8 años cuando descubrí que algo no era normal en mi vida. Todos mis compañeros de la escuela, el Teatro y el barrio se preparaban para el acto más trascendente de sus vidas: la comunión.
Cada domingo a la mañana recorría el barrio buscándolos, pero estaban en la misa de la Iglesia San José. Todos, excepto yo.
Un día le pregunté a mi mamá por qué yo no, y me respondió un apurado "porque no creemos en eso" y siguió peinándome porque "siempre llegás tarde". Asumí que no creía, pero aún no entendía en qué.
Recurrí entonces a mi padre, quien tenía una marcada tendencia por los largos discursos. Después de escucharlo más de media hora tuve una idea más clara: no creíamos en la Iglesia y él tampoco en Dios pero mi mamá sí, y en lo que yo quisiera creer cuando creciera estaría bien.
Cuando aún no había superado un dígito de vida no entendía la diferencia entre Iglesia y Dios, pero sí había comprendido que alguna debía existir.
Enfrenté por primera vez mi discordancia social: la comunión y posterior fiesta de cada uno de mis amigos. Me pregunté por qué se vestirían de novios/as, y saqué mi conclusión: "se casan con Dios".
Me preparé para lo que sería diferente, ellos accederían a algo que yo desconocía, y asumí que serían mejores (que antes y que yo), pero todo siguió igual. Definitivamente no comprendía.
Cuando alcancé los dos dígitos me dije que ya tenía edad para averiguar por mí misma de qué se trataba, y un domingo a la mañana fui a San José.
Me sentí inmensamente pequeña cuando entré en la iglesia, era un lugar enorme, el silencio se traducía en espacio, la imponente cruz al frente era atemorizante, aquí y allá los vitraux e imágenes de hombres que no sabía quiénes serían pero brillaban destruyeron toda mi seguridad, me sentí culpable por estar allí sabiendo que no creía, así que me propuse creer. Pero no lo logré.
Cuando llegó el cura que ofició la misa la magia terminó, era un hombre bajito, con rostro de cuervo, voz chillona y mirada aburrida.
Me ubiqué cerca del altar observando a mi alrededor para comprender el ritual e imitarlo. Nadie me había advertido que no podía interrumpir al cura cuando daba su sermón.
El hombre empezó a hablar. En un momento mencionó a Adan y Eva, y me sentí un poco mejor, esa parte la sabía, Adán, Eva, la serpiente y la manzana, pero cuando aparecieron Caín, Abel y la hermandad del mundo me confundí. Hice un cálculo mental, estaban el padre, la madre y los dos hermanos, uno mató al otro, y se fueron a otro lugar donde el sobreviviente se casó. Si no se casó con la madre, la serpiente o Dios, algo no cerraba. Como Papá Noel con pieles en verano.
"¿De dónde salió la esposa?" pregunté en voz lo suficientemente alta como para que me escuche. Una mujer vestida de negro a mi lado me dijo un rápido "callate, nena", pero insistí. "¡Señor!" le grité. Me miró con gesto de impaciencia y continuó su sermón.
En mi ignorancia lo llamé "Señor" y no "Padre". Después supe que ahí adentro el único señor era Dios, quizás por eso nadie me respondió. La mujer a mi lado me dijo que no fuera irrespetuosa y no interrumpiera al Padre. Entonces me callé.
Primer pecado: me hice preguntas y pretendí respuestas.
Conseguí una Biblia y me puse a leerla. Mientras tanto iba creciendo.
Ya era adolescente cuando llegué al punto final, de la Biblia y la Iglesia. Pero aún no me decidía por el ateísmo, quería creer en algo, pero no encontraba en qué.
Un timbrazo me puso frente a frente con dos amabilísimas mujeres que me explicaron que estaban allí para traerme La Palabra, y salvarme. Eran Testigos de Jehová.
Las escuché un rato, luego comencé a hacerles preguntas y a oponer sus argumentos con los míos. En un momento una de ellas, la más vieja, me dijo sonriente: "hacés preguntas que yo no puedo responder, tendrías que hablar con alguien que sepa más". De inmediato se apartaron un poco y discutieron las opciones. Volvieron y continuaron: "en este momento el único en la zona que podría darte esas respuestas es Alberto, así que vamos a transmitir tus dudas y vendrá a visitarte una de nuestras predicadoras". "¿Y Alberto?" pregunté sin entender. Con gesto de condescendiente obviedad me explicaron "Alberto es hombre".
Segundo pecado: me relacioné con hombres de igual a igual.
En algún momento la ciudad empezó a llenarse de seres extraños, siempre en pares, impecablemente vestidos, idénticos, con una valijita y un libro en la mano. Eran mormones. No tenía idea de lo que era eso, por lo tanto en cuanto se me acercaron me dispuse a averiguarlo. Estaban misionando, me explicaron que deben hacerlo por dos años en el país al que los envíen. Uno era peruano (un peruano rubio) y el otro de Miami (un miamense rubio). Me hablaron de la presencia de Jesús en América (del Norte, claro), de John Smith, y me preguntaron si me gustaría ver una foto de los Profetas. Cuando me la dieron los miré preguntándome/les si era una joda. Pero no, ese grupo de hombres de impecable traje, como Bill Clintones sonrientes, parecidos a ejecutivos de la General Electric, eran los Profetas modernos. Esos hombres cuidan el alma de los fieles.
Tercer pecado: vi agentes de Bolsa en los Profetas.
Indagué en religiones orientales, alternativas, no ortodoxas. Dejé de enumerar pecados cuando ya llevaba varias decenas, acumulados aquí y allá, esos primeros tres fueron mi cadena perpetua.
Por entonces ya había dejado atrás la adolescencia y mi curiosidad por aquel Dios tan funcional a los hombres. Me asumí como atea con cierta tendencia agnóstica. Ya había visto el poder de la Iglesia, de todas las Iglesias, su soberbia, su fascismo, sus crímenes.
Si acaso existiese algún Dios tengo algo en mi descargo: lo intenté.
No tuve opción, como dijo el Flaco: "las almas repudian todo encierro". Aunque estas nubladas cruces aún no comenzaron a llover.

lunes, diciembre 26, 2005

Blanco sobre negro

En el verano del '47, en un pequeño pueblo austríaco llamado Thal, nace un niño. Su padre ha sido jefe local de la policía, ha adherido al nazismo tras la anexión del '38 y ha revistado como oficial del ejército; su madre es ama de casa. El pequeño Arnold crece en el corazón de una Europa devastada e inyectada por el Plan Marshall. A los 6 años su padre lo lleva a Gratz a ver una exhibición de Johnny Weismüller, viejo campeón olímpico de natación y famosa estrella de Hollywood en la piel de Tarzán de los monos. Quizás maravillado por aquellos galardones y obsesionado por el poder y la gloria, Arnold comienza una precoz carrera deportiva y otra de admiración por el carisma de Adolf Hitler, tal vez al calor de anécdotas paternas. Desde adolescente se dedica con tenacidad al fisicoculturismo y alcanza 7 veces el título de Mr. Olympia, 3 el de Mr. Universe y 1 el de Mr. World. Hacia el '69 su multipremiada musculatura lo conduce a EE.UU. y un año después hace sus primeras armas en la meca del cine mundial. El éxito lo envalentona y confiesa a un cronista que quisiera ser un dictador para que se lo recuerde por siglos. Entretanto, manosea, abusa o amenaza con violar al menos a 15 compañeras de set a lo largo de 30 años. La industria del cine lo hace millonario; las circunstancias políticas y algunos turbios negociados lo llevan a competir por la gobernación de la poderosa California. Frente a las denuncias de acoso sexual hechas públicas en ocasión de la campaña, reconoce haberse portado mal algunas veces, alega haber sido travieso y juguetón y no haber sabido que ofendía a aquellas mujeres: "estoy profundamente arrepentido y pido disculpas", dice. Respecto de algunas opiniones juveniles afirma: "hice declaraciones obscenas y locas y terribles, pero así era yo". Arnold gana la elección y asume el cargo en 2003.

En el invierno del '53, en un hospital público de New Orleans, nace un niño. Su madre es una joven de 17 años a quien le practican una brutal cesárea sin anestesia ya que ese derecho se reserva a los blancos. Nace negro en una ciudad racista y en medio de lo que él mismo llamaría un "ritual de sangre y escalpelos". El pequeño Stanley, para todos Tookie, crece en ese ambiente crudo, hostil y miserable. A los 6 años emigra con su madre a Los Ángeles lo cual no supone un cambio relevante. Hacia el '71 y con escasos 17 años co-funda los Crips, una pandilla con el primitivo fin de autodefensa en la jungla suburbana. Por supuesto, la banda se violenta, delinque y se extiende a toda California. A principios del '79, es asesinado el otro líder de los Crips y Tookie es detenido e imputado por un cuádruple homicidio en ocasión de robo. Tookie niega toda participación en los crímenes pero 2 años después es condenado en un proceso que a pedido de la fiscalía excluye a todo negro del jurado. Se ocultan pruebas relevantes y se atiende a evidencia circunstancial y a testimonios de otros imputados por delitos graves que -según admitió mucho más tarde la Cámara de Apelaciones- pueden haber mentido a cambio de reducir sus propias condenas. Tookie es sentenciado a la pena capital y queda recluido en San Quintín a la espera de su ejecución. No es un preso modelo y tras algunos años y varias reyertas es aislado en una celda de confinamiento. Solitario y final, Tookie piensa, reflexiona y cambia. Inicia un nuevo camino, repudia su pasado violento, reniega de sus propias opciones, escribe 9 libros dirigidos a niños y adolescentes en función educativa y preventiva. Desde la prisión utiliza su mítico liderazgo para intervenir en las guerras de pandillas con una política de antiviolencia. Su experiencia, su trabajo y su prédica alcanzan repercusión mundial y es varias veces nominado para el Premio Nobel de la Paz. En 2005, una institución oficial de los EE.UU. le otorga un galardón reservado a quienes han dedicado más de 4000 horas al servicio voluntario a la comunidad.

Hacia fines del otoño del '05, casi 27 años después de los crímenes que le valieron su sentencia y que siempre negó haber cometido, Tookie es un hombre distinto al joven que ingresó al corredor de la muerte de San Quintín. Millones de voces en todo el mundo claman por su vida: la ejecución depende de que Arnold conmute su pena por la de cadena perpetua. No obstante, Arnold decide que Tookie no está arrepentido, no está reformado, no está redimido y que la ley debe ser aplicada en todo su rigor. Arnold decide que Tookie es el mismo tal vez porque el propio Arnold es el mismo.
Aquel Tookie, este Tookie, todos los Tookies, son asesinados por aquel Arnold, este Arnold, todos los Arnolds, en los primeros minutos del último 13 de diciembre, bajo un cielo oscuro que amenaza largarse a llover.

sábado, diciembre 24, 2005

Una buena noche antes de la lluvia

Alguien siente que honrará una fecha sagrada, que aceptará un mandato social, que será una buena noche, que intentará una buena noche, que la ignorará, que intentará ignorarla, que es una buena excusa para compartir, que no le queda otra que compartir, que está más solo que nunca, que lo rodea demasiada gente, que al fin llegaron, que por fin terminen, que ojalá estuviera allá, que por suerte está acá, que este año es diferente, que todos los años es lo mismo, que una ausencia es insoslayable, que una presencia es insoslayable, que ojalá no llueva esta noche, que lloverá, pero no esta noche.

A cada alguien, felicidades.

martes, diciembre 20, 2005

Fusilados por la Cruz Roja

Odio esas presentaciones de Power Point cargadas de mensajes de autoayuda y metáforas patéticas. Las odio desde su música hasta su texto, pasando por las imágenes de conejos, angelitos y/o rostros felices en playas atardecidas.
Sé que quien las envía suele hacerlo con la mejor intención y afecto, lo que me hace sentir un tanto culpable por este post, pero nada que no mejore con un par de horas de sueño.
Hace unas horas recibí una, cuando la vi en mi mailera me dije "ay", pero cierta estupidez enquistada me llevó a abrirla y leerla de principio a fin. Era especialmente perversa.
Todos sabemos que leer uno de esos PP nos deja un claro mensaje de vida, aprendemos que cuando nos asalta un pensamiento negativo debemos cambiarlo por uno positivo, por lo tanto quitamos de nuestra mente el deseo de eliminar del planeta a quien redactó esa maravilla y corremos a buscar una casa de cambio. Todo depende de nosotros, la vida es bella. Si te va mal, si te deprimís, si quizás sos tan torpe como para preocuparte por algo, es tu culpa.
Este PP que acaba de iluminar mi vida, dejando a un lado su ortografia pésima y sintaxis peor, tiene también la virtud de ser especialmente largo. Cuando parece que va cayendo en la frase final toma aire y ataca de nuevo.
No voy a transcribirlo íntegro, por respeto a quienes lean, y porque sería un post interminable, sólo algunas frases.
La imagen de fondo del texto es un primer plano de una pareja hermosa y feliz (algo así como Meg Ryan y Tom Hanks al final de "Tienes un e-mail") en tonos tostados y negros. En la parte inferior algo que semeja una playa con siluetas negras, quizás queriendo simbolizar la humanidad, pero me recordaron zombis saliendo del cementerio en una película de terror de los 50.
La frase inicial es trascendente: "Dedícale menos tiempo a la limpieza de tu casa, siéntate en la baranda y admira el paisaje". Queriendo ser feliz dejé para lavar los platos otro día y no levanté el cenicero que acababa de tirar. Me asaltó el pensamiento negativo del negro Olmedo, pero de inmediato lo cambié por Kate Winslet en Titanic, hay barandas y barandas.
"No te fijes si hay hierbas dañinas en el jardín". Bien, ya le expliqué al rosal que es por la salud de mi alma. La frase debería continuar: "Fúmatelas", pero es apología del delito, así que dejémoslo así.
"Pasa más tiempo con tu familia y amigos y menos trabajando para extraños". Comprendí entonces el objetivo del sistema, tanto piquetero y desocupado reclamando, y sólo cuidan de la felicidad del pueblo.
"Me di cuenta que la vida es un conjunto de experiencias para ser apreciadas y no sobrevividas". Ahí me confundí, ¿si no sobrevivo cómo aprecio mis experiencias? ¿y si mi experiencia es haber quedado debajo de un Scania debo apreciarla o mejor trato de sobrevivir nomás?
"Ahora ya no guardo casi nada, uso copas de cristal todos los días". Bueno, al menos guarda las copas de cristal.
"Visto ropas nuevas para ir de compras al supermercado si estoy con ganas de vestirlas". Para tener ropas nuevas y compras en el supermercado debería pasar más tiempo trabajando para extraños ¿querrán decirnos que estamos condenados a menos que seamos hijos de Macri?
"Si no estás de acuerdo sé al menos leal, habla lentamente pero piensa con rapidez". O sea, si no estás de acuerdo no disientas porque eso no es leal, la lealtad es decir siempre que sí. Piensa rápido, pero no digas lo que estás pensando porque tenés que hablar despacio y para cuando digas lo que pensás hace por lo menos 15 minutos que estás pensando otra cosa.
"Si alguien te hace una pregunta a la cual no quieras responder sonríe y pregunta ¿por qué quieres saber?". Si no quieren responderte te preguntarán por qué quieres saber por qué quiere saber, lo que mejorará notablemente la comunicación entre todos los que recibieron este PP.
"Lée más libros, mira menos TV, vive una vida buena y honrada". Eso siempre lo tuve claro, si queremos ser buenos y honrados no tenemos que mirar TV, mejor compramos la última edición de "Cien formas de violar una caja fuerte".
"Nunca interrumpas a alguien que te esté demostrando afecto". ¿Nunca? ¿se puede usar como causal de divorcio que no queríamos interrumpir?
"El amor entre dos personas es mayor de que la necesidad que ellos tienen una por la otra". Wow. Esto quiere decir de que el todo es mayor de que la suma de sus partes.
En algo estuve completamente de acuerdo: "no guardes este mensaje si no concuerdas con lo que está escrito", no lo guardé, me resigné a la infelicidad eterna, no tengo la capacidad de apreciar la metáfora, apenas si puedo tratar de sobrevivir antes de que empiece a llover.

viernes, diciembre 16, 2005

Ahora dicen que gana el oficialismo

Visto:

Que Los que acá dicen a propósito de los 2 (dos) meses de existencia del blog han propuesto una consulta entre sus lectores respecto del que pudieren considerar mejor post de cada uno de los que acá dicen en post de fecha 9 del corriente mes y año intitulado "Otro mes antes de la lluvia", y
Considerando:
Que por el presente post y en este mismo acto asumo, de manera provisional y ad referendum de las instancias que la normativa previene, las funciones de autoridad electoral y recontador de votos en conformidad con no sé qué leyes o decretos en los que no creo pero que los hay, los hay,
Que este post resulta autorreferencial de manera molesta y evidente pero que, a su vez, todos los sufragantes y aún los no sufragantes por acción u omisión merecen se contabilice, recuente y haga público el resultado de la referida consulta,
Resuelvo:
Que llegó la hora del escrutinio provisorio y la tendencia indica un claro triunfo del oficialismo y una fuerte dispersión de la oposición. Hay un total de 8 (ocho) votos válidos incluido el de Los que acá dicen, que esto es democracia en serio.

Candidatos a mejor post suscripto por Cinzcéu:
"Algunas cosas inconcebibles": 1 voto (12,5%)
"Father & son": 1 voto (12,5%)
En blanco: 1 voto (12,5%)

Candidatos a mejor post suscripto por Grismar:
"Cuando comenzamos a nacer": 3 votos (37,5%)
"Alicia en el país": 2 votos (25,0%)
En blanco: 1 voto (12,5%)

Alguna mención nula por superposición en la misma categoría y alguna otra ampliada a opciones alternativas, no hacen más que ampliar el espectro de lo gustable u opinable.
Considérese que aquellos que dicen deberse a su público y/o escribir para sus lectores, lo bien que hacen, pero ¿para cuáles de ellos? Supongo que para todos y para ninguno por aquello de que en la variedad está el gusto pero ya me estoy saliendo de la retórica que reclama mi gestión.
Publíquese, archívese (eso lo hace Blogger con un solo click) y agradézcase una vez más a todos (eso lo hago yo: gracias a todos) antes de que se largue a llover.

miércoles, diciembre 14, 2005

Los mutantes del frío/ calor

Cuando yo era chico, en invierno hacía frío y en verano hacía calor.
Durante mi infancia era común que el pasto amaneciera escarchado y que se congelara la superficie del agua en un balde que dormía a la intemperie. Yo no vivía en Alaska sino en un suburbio de la ciudad de Buenos Aires. Como en invierno hacía frío, uno se abrigaba. Mi madre me abrigaba seguramente demasiado: camisetas de algodón y de lana, camisas frisadas, pulóveres, camperas, bufandas y, a veces, una gorra con orejeras. Ahora que lo pienso, casi como si hubiera vivido en Alaska. Pero que hacía frío, hacía frío y en todos lados: en mi casa, en la escuela, en otros pocos lugares que frecuentaba.
En verano, hacía calor y uno se desnudaba hasta donde permitían las buenas maneras y los usos sociales. El mundo climático de mi infancia era claro en términos de temperatura y uno, a grandes rasgos, sabía a qué atenerse. Después vinieron el calentamiento global, el efecto invernadero y el agujero de ozono, ya no se supo cómo carajo salir vestido y pasó a la historia aquello de guardar la ropa de invierno porque pueden darse 35° en noviembre pero volver los 10° ó 12° en mitad de diciembre.
Pero el tema no es la labilidad climática que, en definitiva, tal vez no sea de tal magnitud y a mí me lo parezca porque ahora vivo en el centro, porque con los años cambió mi metabolismo o simplemente porque recordamos lo que nos viene en gana y lo deformamos a nuestro antojo.
El tema es que ese presunto cambio del clima se dio junto a unos maravillosos inventos tecnológicos tales como el aire acondicionado y los equipos frío/ calor que, a su vez, provocaron una mutación de la especie científicamente denominada el ingeniero en refrigeración y calefacción. Y ahí sí que la cagamos porque se ha demostrado una mutación más apta y, por lo tanto, dominante del hábitat y ecosistema del ser humano.
Desde entonces, las exageradas prevenciones de mi madre se volvieron inútiles porque abrigarse para un día de 8° resultó inconveniente para sufrir los 26° de un espacio cerrado en el cual uno debe permanecer -por ejemplo, porque es su oficina de trabajo- y lo mismo cuando en la calle se verifican 36° y dentro del local, a duras penas, se alcanzan unos 18°. Además, esta mutación refrigerante/ caloventora que, como otras, dice no poder hacer nada porque la temperatura depende del "sistema", parece manejarse con los rigores del calendario antes que con la temperatura ambiente. Entonces, si en julio el termómetro sube a 25°, pues estamos en julio y en julio, ¡calefacción! Y si en enero baja a 15°, ¡refrigeración! Y ya no se puede ir al cine en verano porque hay que llevar más abrigo que para conocer Laponia ni en invierno porque uno parece estar cruzando las selvas del Ecuador.
Una opción sería volver a guardar la ropa de invierno pero en la oficina y, luego, la de verano -dejar un short y un par de ojotas para trabajar cómodo durante agosto- pero de todos modos quedaríamos indemnes en otro montón de sitios donde estamos obligados a pasar un rato vestidos para otra ocasión.
Éste es el verdadero cambio climático de nuestra época: el que impulsan los mutantes del frío/ calor que, junto a otras mutaciones aún más peligrosas, van a terminar por hacer llover.

viernes, diciembre 09, 2005

Otro mes antes de la lluvia

Antes de la lluvia cumplió su segundo mes de vida. El tiempo transcurrido suele dejarnos sensación de fugacidad pero no en este caso: más que dos meses parecen cuatro años. Todavía se pregunta qué es un blog pero ya no le importa demasiado la respuesta. De vez en cuando aún llora, berrea y se caga encima pero aprendió a reír, de sí mismo, de nosotros, y a partir de allí, del mundo.
La mayoría de edad no viene sola, viene con el voto. Por lo tanto, decidimos elegir, cada uno de los padres de la criatura, el post del otro que por alguna razón considera el mejor o simplemente el que más le gustó. Según nuestro criterio "Prensa, semántica y colectivos" y "Cuando comenzamos a nacer" se llevan el galardón.
Antes de la lluvia intuye que sus lectores también son mayores de edad y le gustaría conocer sus opiniones en voto no universal, no secreto y no obligatorio.
Gracias a quienes leen, a quienes comentan y a quienes no lo hacen.
Aún queda mucho por decir antes de que empiece a llover.

martes, diciembre 06, 2005

Buscando desesperadamente a Google

Siempre he tenido curiosidad por saber cómo buscan quienes buscan información en internet y no la hallan. Hace un tiempo, alguien precisaba unos datos públicos tales como el nombre del embajador norteamericano en Argentina y los apellidos de los tres máximos dirigentes de la CGT. Me contó que había estado horas buscando en vano. Cuando llegué a mi casa, entré a Google y empleé unos veinte segundos -mi conexión no es muy rápida- entre ambas búsquedas.
Mi pregunta ha comenzado a responderse desde que Antes de la lluvia incorporó el servicio que brinda Ecoestadística el cual, entre otras cosas, permite conocer las cadenas de búsqueda que han conducido a diversos usuarios hasta el blog. Lamentablemente me queda la incógnita respecto del uso de comillas porque me cuesta creer ambos extremos: que ningún usuario las haya utilizado o que toda cadena sea una secuencia entrecomillada. Como era de esperar, hay un poco de todo, como en botica.
En primer lugar, las que considero búsquedas inteligentes y bien diseñadas, que no son pocas. Pueden articular dos términos tales como "vallas móviles", "enseñanza ciencias", "coreografía grupal" o "nicks tristes", optar por una suerte de holofrase como en el caso de "proceso de la lluvia" o "cultura de la imagen" o apelar, con mejores posibilidades, a una mayor acotación como en "doblando la curva creedence", "radio continental sabatino arias" o "romina gaetani en mar de fondo" (a Arias y Gaetani los vuelvo a mencionar porque parece que hay varios que los andan buscando y los quiero confundir un poco).
Después están las búsquedas de un único término. Claro que si el término fuese "Nabucodonosor" o "trinitrotolueno" podría ser más o menos productivo, pero no, el término es "contactos", "alicia", "macizos", "dni", "sexo". Es decir, hay quien abre la página de un buscador, escribe "sexo" en la barra de búsqueda... ¡y le da enter! Acabo de hacer la prueba porque no iba a perderme la experiencia: Google arroja 9.750.000 entradas. Cómo carajo puede llegarse por esa vía hasta este blog, es algo para lo que no tengo hipótesis.
La otra cara de estas búsquedas reticentes son las cadenas extensas y complejas con profusión de artículos, conjunciones y preposiciones. Por ejemplo, "lo positivo y negativo de las migraciones", "ley de mayoria de edad va a bajar de 21 a 18", "traducción de la canción on the corner creedence" o "diario clarin dia 3 de noviembre incidentes en estacion haedo". De allí que en las estadísticas del blog, la palabra más buscada sea "de".
Hay también un fenómeno curioso en "comentar paternalismo en la ley antitabaco", porque ¿a quién se dirige ese verbo?, ¿es una orden al buscador? Puede ser, porque en un sentido próximo, hay quienes le indican al buscador que busque -como si pudiera hacer otra cosa- y escriben, por ejemplo, "buscar reportajes o videos el canillita" o "buscar blogs".
Y hay aparentes poetas o gente que tal vez fuma cosas raras antes de buscar. Así tenemos "caniles soñar", "chat saussure" o "perro de pasto alemán", donde no queda claro si el alemán es el pasto o el perro pero ya se sabe que la poesía admite este tipo de ambigüedades y licencias.
Pero posiblemente el premio a la cadena de búsqueda más extraña haya que otorgarlo al delirante que en lugar de ponerse a estudiar ortografía, pretende hacer llover sobre alumnos y profesores y busca un manual de técnicas en internet: "como hacer llober en la sala de clase". Para colmo viene a parar a este blog antilluvioso por convicción.
Por último, la única de todas las búsquedas que probablemente haya conducido al usuario al sitio preciso que buscaba: "pelotudeces en la web". Sí señor, bingo, es acá, bienvenido, acomódese donde guste y, por favor, ya que está, vigíleme al loco aquél que anda preguntándole al perro de pasto cómo se hace para hacer llover.

domingo, diciembre 04, 2005

Alicia en el país

Cada tanto Alicia viene a visitarme, prepara unos mates y me habla de amores y política. Siempre la escucho en silencio, sé que sólo necesita decir algo.
En el 76 Alicia era adolescente, delegada de su escuela. Había militado en la Juventud Socialista desde que pudo conciliar sus ideales con un partido hasta que la dictadura militar proscribió toda militancia, y aún después.
Aprendió a disimular, a dividir su vida, ocultando su militancia de padres y amigos que no la comprenderían. Se repartió entre noches de rock y porros, y tardes en el local del partido, discutiendo el periódico. Aprendió a escapar de la policía a la salida de un recital y a llevar bolitas y limón a las marchas. "Las bolitas para los caballos y el limón para protegerte de los gases" explicaba cada vez que los mencionaba.
En aquel momento la lucha era un boleto secundario.
Una tarde de septiembre de ese año una conocida le dijo, susurrando: "ayer se llevaron a Víctor, a la noche, de la casa, le encontraron algunos periódicos y libros". Alicia recordó su habitación, en la que en perfecto desorden se mezclaban discos de Spinetta y Yes con textos del partido y Artaud. Pero no llegó a tener miedo. "Se llevaron" significaba que estaba preso, que no era culpable de nada, y que lo liberarían en unos días. Aún era muy adolescente.
En aquel momento, también, conoció a Pablo. Él tocaba la guitarra sentado contra un árbol de la plaza, ella se acercó y se quedó en silencio hasta que la miró interrogante. "Hola, soy Alicia", él bajó la vista, se miró y respondió "yo no". Alicia siempre dijo que se enamoraron en ese momento. Yo siempre pensé que la memoria y la magia se confundieron, pero qué importa.
Su doble vida se complicó un poco más. Desde hacía un tiempo tenía un novio "formal", amigo de amigos y reconocido por la familia. Ahora se ríe cuando recuerda cómo se sentía atrapada por esa relación, sin saber de qué modo cortarla.
Pero el amor es más fuerte.
1978, el mundial, las Madres dando vueltas por la Plaza. Pablo y Alicia ya habían aprendido que "se llevaron" significaba el vacío, la desaparición, la pregunta aún no respondida, aunque no concebían su magnitud. En esos años habían hecho el amor en todas las formas imaginables, en el sexo, la música, la poesía, las discusiones, cada acto, cada palabra y cada silencio, cada abrazo en el que Pablo le aseguraba que estaba a salvo. No había peligro, sabían que los rodeaba una realidad entrelíneas, agujeros negros se abrían de repente en su universo, y alguien ya no estaba, como los muñequitos de Los diez indiecitos de Agatha Christie, así de real, así de irreal. Pero ellos tenían todo resuelto, sus vidas y el mundo, ese mundo que se ahogaba y los necesitaba, eran invencibles, nada podría alterar lo inalterable.
Eran las 4:15 de la madrugada cuando la despertó un sonido absurdo. Tardó unos segundos en comprender que era el teléfono. No llegó a decir "hola" cuando la voz de la madre de Pablo estalló en su conciencia. "Se lo llevaron, andate, voy a buscarlo, lo único que pudo decirnos sin que lo vean fue: llamala". Y ella la llamó.
Diez minutos después Alicia salía de su casa, con un bolsito en el que no sabía qué llevaba, unos pesos en el bolsillo, y rumbo desconocido. Cuando llegó a la esquina vio que pasaban por la opuesta, rumbo su casa. Agradeció que respetasen no ingresar en contramano, o se hubiesen encontrado frente a frente, ella y su bolso y aquel auto verde oscuro sin chapa con cuatro hombres en su interior.
Días después supo que habían llegado pateando puertas, gritando, del único modo que sabían expresarse, como si esos gritos lograsen opacar la cobardía que escondían detrás de sus armas. Sus padres les dijeron que no sabían nada de ella desde hacía días, que creían que se había escapado con el novio.
25 de junio de 1978, final entre Argentina y Holanda, el que no saltaba era un holandés. Alicia sabía que Pablo posiblemente estuviese en la comisaría 1ra, en el centro. Supo que el partido había terminado cuando escuchó el grito, un único grito de miles.
En la calle todos se preparaban para llegar al centro, con sus banderas, su argentinidad y su alegría. Frente a la puerta de lo que había sido su casa desde aquella madrugada se detuvo una camioneta en la cual empezaron a subir vecinos, ese día viajarían gratis al centro. Sin pensarlo se trepó cuando ya estaba en movimiento.
Nunca había visto tanta gente, tanta felicidad, ella sólo quería abrirse paso hasta llegar a la comisaría, sólo para detenerse frente a ella, como si pudiese atravesar las paredes, quizás verlo por algún resquicio. Sabía que era torpe, pero sólo quería estar cerca, poder creer que estaba cerca.
Unos minutos después de observar ese portón se dio cuenta que desde ahí también la veían a ella, uno de los policías de guardia había dejado de agitar su banderita para mirarla con desconfianza. Comprendió que debía irse. Se mezcló en pocos segundos entre los miles de cuerpos que avanzaban hacia no sabía dónde como una única masa. En cuanto pudo se apartó, y se quedó observándolos desde un espacio extrañamente vacío cuando a su lado se detuvo un auto del que bajaron varios muchachos, no mucho más grandes que ella. Uno la miró, le puso una mano en el hombro diciéndole: "¿qué te pasa? ¿qué es esa cara? hoy es un día para festejar". Ella lo miró sin responder. Por un instante él pareció ver algo más, darse cuenta que algo más existía, ver el horror, la impotencia, el dolor sin nombre, y se detuvo, sin dejar de mirarla. Otro de los muchachos retrocedió, lo tomó por un brazo y se lo llevó gritando entre risas: "dejala, debe ser brasilera".
Cada tanto Alicia viene a visitarme, me habla del amor que no dejaron ser, y de política. Siempre la escucho en silencio, sé que sólo necesita sentir por unos instantes que dejó de llover.

viernes, diciembre 02, 2005

Una cierta porteñidad: tango, pampa y pasado

En Buenos Aires hay una vieja fonda que desde hace años funciona como comedor colectivo y espacio de camaradería para turistas de todo el mundo que por unos miserables euros o dólares degustan las mejores carnes e intentan dialogar en idiomas que ninguno maneja pero en algún nivel todos creen comprender. He visto cómo un sordomudo que suele vender sus chucherías mesa a mesa se ha quedado largos minutos haciéndose señas con unos jóvenes que luego explicaron la charla gestual a sus compañeros de velada, mitad en español y mitad en inglés, para que pudieran cazar algo una pareja de daneses y un surcoreano que ya andaban por los postres.
El sitio cuenta con unos camareros solícitos y campechanos, alguno de los cuáles suele gritar intempestivamente breves trozos de canciones, besuquear a los clientes y sacar y hacerse sacar fotografías semejando, antes que un trabajador gastronómico, el personaje esquizoide de un film de los hermanos Marx. Yo de vez en cuando ceno allí porque no me sienta del todo mal hacer parte de esa curiosa filmografía.
Como la fonda se ubica en el centro de San Telmo, ofrece una variada parrilla al carbón y es frecuentada por extranjeros, sus responsables se han visto obligados a porteñizarla y como el asado de tira, los pingüinos de tinto, la cortada de adoquines y el camarero cantarín parecían resultar insuficientes, han pegado una larga serie de imágenes sobre sus paredes mal pintadas. Y como es una larga serie, no sé cuánto podré sintetizar...
a) Los infaltables mapas: uno del territorio nacional y dos de distintos recortes del centro de Buenos Aires.
b) Los íconos del tango: fotos de Edmundo Rivero, Hugo del Carril, Juan D'Arienzo y orquesta, Aníbal Troilo con su bandonéon, Aníbal Troilo con el Polaco Goyeneche, Aníbal Troilo con Astor Piazzolla, Carlos Gardel con su chambergo, Carlos Gardel sin su chambergo y Carlos Gardel.
c) Los afiches del pasado: dos parejas bailando -una a la usanza de los salones pitucos de los años '20 y la otra campera- en una supuesta promoción del tango Imitando, un par de quizás simuladas promociones de películas tangueras -sí, claro, de Gardel-, un cartelito con otra pareja bailando tango dentro de un óvalo rodeado de filetes porteños que reza "Buenos Aires querido", una aparente publicidad de colonia con exactamente la misma pareja pituca de Imitando que esta vez anuncia "Los perfumes de moda del tango".
d) El folklore y la pampa: un banner vertical de reminiscencias didácticas con trajes regionales, instrumentos musicales y más parejas bailando y la ineludible postal de Florencio Molina Campos para los almanaques de Alpargatas, esta vez un jinete criollo domando su bagual y la leyenda "Hijo... 'el país!".
e) Los íconos del cine y la TV: Tita Merello, Luis Sandrini y -colada en el retrato matrimonial- Malvina Pastorino, Tato Bores con Fidel Pintos, el Capitán Piluso con Coquito, Alberto Olmedo con Jorge Porcel, Mingo Tinguitella con Aníbal. Curiosamente, fuera del tango y de la pampa, la porteñidad (y no venga un rosarino en defensa de la rosarinidad de Olmedo) se extiende casi hasta los '80.
f) El retrato de Marilyn Monroe: como la Pastorino, evidentemente desubicada en la escena, pero en este caso sin coartada marital.
g) Las pinturas muy feas: la mayoría ignota en sus horribles marcos dorados y, como quien no viene para nada al caso, una reproducción de Dos niños comiendo melón y uvas de Bartolomé Murillo.
h) La foto del mozo cantor: tantas se habrá sacado que al fin el tipo se ganó en buena ley su lugar en el hall of fame del restorán.
i) La descripción y precio de los platos del día sugeridos por la casa -yo pedí vacío con puré a $ 6.-, la carne tierna pero apenas pasada, el puré un grumo bastante feo- escritos con marcador sobre papel de envolver.
La porteñidad, entonces, levemente anclada en una argentinidad que la contiene, parece tratar básicamente de unas pocas cosas: el tango, la pampa y el pasado.
El tango se toca, se canta, se baila y se filma pero, claro, en el pasado y hoy apenas si se re-produce for export o for report como las re-producciones que pueblan las paredes del bar porque allí lo más antiguo es el atizador del parrillero. La pampa es eso que algunos dicen que una vez llegaba hasta los bordes de la ciudad con sus guapos orilleros de chambergo y pañuelo al cuello, sus facones y sus aperos pero ya se sabe que la gente repite cualquier cosa que le pareció escuchar.
Y el pasado. El pasado es el chirimbolo que -devaluación mediante- se ha puesto de moda ofrecer a la venta, la chuchería devastada o mutilada que a veces no tiene más de 25 años. El pasado es ese relato fragmentario, a veces inverosímil, siempre esquemático que se nos reitera desde la escolaridad primaria y que -dicen- empezó allá por 1810 cuando unos vecinos porteños salieron con paraguas porque se estaba por largar a llover.