domingo, febrero 26, 2006

Figuración

Hace unos días, haciendo el zapping nuestro de cada día, me detuve en el canal Utilísima por agotamiento de pila de mi control remoto. Mientras meditaba la idea de moverme para solucionar la situación dejé que mi interés se centrara en la pantalla.
El programa era Reciclart, un nombre muy sugestivo, y en él una sonrisa con una mujer detrás nos enseñaba a hacer una "bellísima lámpara para el living". Este engendro consistía en ocho batidores de alambre unidos a una base circular de madera con sus mangos formando un cono sobre cuyo vértice se asomaba un portalámparas.
De inmediato me surgió una duda: ¿cómo hago para reciclar ocho batidores en perfecto estado?. Pronto comprendí mi ignorancia: comprando nueve. Cualquiera sabe que en toda casa hay al menos diez batidores, ocho cucharones y una docena de coladores.
Mientras explicaba el difícil arte de unir con alambre los mangos de los batidores la conductora repetía: háganlo así, divertido. Resulta que ahora todo debe hacerse divertido. Ni siquiera es que una se divierta, no, es hacer que sea divertido, un costurero divertido, una torta divertida. "Hilvanen los dobladillos divertidos", decía hace unos días una sonrisa utilísima. “Mirá que divertido quedó” le decía otra a la cámara mientras mostraba un grotesco payaso-portalápices cuyos pies ocuparían al menos la mitad de cualquier escritorio ejecutivo y el cual debía venir con un curso que nos enseñase a sacar un lápiz sin insertarlo en la enorme bola roja que se suponía una nariz (cualquier coincidencia entre el inicio de la era de lo divertido y la caída del gobierno de De la Rua es mera).
Yo no debo ser una persona divertida ya que ver esas cosas me deprime.
Imaginé que algo se les había escapado al diseñar esa lámpara, por ejemplo el concepto de reciclaje, por lo tanto volví a ver el programa sólo para constatar mi error. No se les escapó, simplemente decidieron que es un detalle menor. Así reciclar se convierte en usar una serie de objetos nuevos para algo que no es su fin específico, lámparas con batidores y coladores, mesitas con sillas, arbolitos de Navidad con el Kohinor, un hermoso bar con un carretel de madera para cable de barcos (¿a quién no le sobra en el galpón uno de esos viejos carreteles de un metro de diámetro del puerto?).
Inevitablemente recordé ese pastiche infernal que en las escuelas les hacen hacer a los chicos para enseñarles a reciclar papel, dejándoles la idea de que reciclar es ensuciar todo para producir algo que no sirve para nada.
¿Se podrán reciclar cerebros? Yo por las dudas reciclaré mi paraguas antes que empiece a llover.

jueves, febrero 23, 2006

Subí que te llevo

Yo no tengo registro de conductor lo cual no es preocupante porque tampoco manejo ni tengo auto. Ya me he arrepentido y confesado ante suprema autoridad y lavé toda probable culpa. El problema es que otros tiene registro y auto y manejan y para colmo son gente generosa y solidaria con el sencillo ciudadano de a pie. A lo largo de mi corta vida -aún espero vivir muchos nuevos desperfectos- la amistosa y desinteresada oferta de traslado automotriz devino varias veces pequeño calvario. A saber:
a) El chicler y la cruceta
Excursión juvenil a Cuyo en la Ford F100 de un ex-compañero de secundaria. En mitad de la ruta, la camioneta comienza a hacer unos ruidos que su dueño considera inusuales: luego sabríamos que fallaba el chicler de alta, golpeaba la cruceta y no sé cuántas terribles cosas más. Días de talleres mecánicos en lugar de viñedos y montañas, breves cursos incomprensibles de carburación, horas vacías de pura perplejidad y embole.
b) La manguera del coso
Buenos Aires. Consigo un laburo de encuestador domiciliario: tomo un colectivo, hago mi trabajo y regreso a mi hogar temprano y en paz con la tarea cumplida. Hasta el día en que un compañero se compra un Fiat 600 y me impone su nuevo transporte. Discuto al reverendo cuete: ¿quién puede resistir racionalmente las ventajas de un auto? A los mil metros el Fiat corta no sé qué manguera imprescindible y caminamos doscientas cuadras buscando el bendito repuesto.
c) El burro de arranque
Vacaciones en Necochea. Previsor y responsable, el día del retorno calculo todo excepto la camaradería de un amable propietario automotriz. "¿Cómo vas a ir en colectivo hasta Quequén con la nena y los bolsos?, ¡no!, ¡si yo te alcanzo en diez minutos!". Pasa el tiempo, el auto no arranca, llama a no sé quién, discuten en maorí sobre viejas y nuevas tecnologías, me voy al carajo -agradeciendo a todos, claro, si lo que vale es la intención- y merced al gesto solidario acabo abordando el tren ya en marcha con niña y bolsos colgando.
d) El reventón de la goma
Viaje a Florianópolis. Cinco a bordo de un Renault 12 que se lleva el mundo por delante hasta el primer puente fronterizo donde lo que se lleva puesto es un humilde vidrio y revienta un neumático. Paysandú un 1° de enero a la hora de la siesta es el jardín del edén: unos cuantos pájaros, dos perros y un ángel a punto de caer; las gomerías se crearon después. Ya en destino alternamos entre playas insulares y talleres continentales debido a no sé qué otro trauma infantil del Renault.
e) El reventón (parte II)
¿Por qué gente de mi ciudad festejará su onomástico en el interior del país? Cumpleaños en City Bell un sábado a la noche y un compañero que se ofrece de onda a llevarnos en su -otro- Renault 12. Subimos a la autopista -sépase que los automovilistas no van por las mismas calles tortuosas que el transporte público- y en minutos estalla un neumático. Ok, ya sé: bajamos del auto, me pasás el auxilio, ajusto las tuercas, buscamos una gomería, etcétera. Al menos no era Paysandú, ni año nuevo ni hora de la sagrada siesta.
Esta serie de ricas experiencias me han llevado a concluir que el estado natural de un automóvil es el reposo. De manera excepcional y por razones que la ciencia aún no ha establecido, a veces arrancan, a veces avanzan y a veces llegan enteros a destino.
Por lo tanto quiero dedicar estas líneas a todos los automovilistas amables, generosos, solidarios y desinteresados que han ofrecido llevarme en sus máquinas infernales.
A los que condujeron cientos de kilómetros mientras yo contemplaba el paisaje, a los que no les costaba nada llevarme hacia donde se dirigían, a los que eligieron viajar en su propio auto y en mi compañía, les doy las gracias, pero no, no, gracias, prefiero caminar, hace bien al corazón, me tomo un colectivo... o dos, muchas gracias, no, no, en serio: es que ando corto de tiempo, no traje la llave cruz y para colmo está a punto de largarse a llover.

lunes, febrero 20, 2006

No tendrás otro film delante de mí

Fiel a mis hábitos, el último viernes no tuve ganas de cocinar y me dirigí a una fonda rotosa a cenar un matambre a la pizza con fritas que es una (la única) especialidad de la casa. Esperaba que en el televisor que allí cuelga se exhibiera un partido por la Copa Toyota Libertadores (Atlético Regional Chimborazo vs. Deportivo Universitario Canicas o algo así) o una inaudible secuencia de videoclips de MTV Latino. Pero no, acababa de empezar El Padrino, primera parte, mal subtitulada pero al menos no doblada (lo cual hubiera sido inútil pues no se oía casi nada) por la insufrible señal TNT.
Debo confesar que El Padrino es quizás la única película que siempre veo. Si hago zapping y la descubro, la miro hasta el final, la haya empalmado en la tarantela que ameniza la fiesta de bodas de Connie Corleone o en el diálogo en que Sally Tessio juega su última resignada carta ante Tom Hagen. Si la encuentro, la veo: no puedo evitarlo.
El Padrino es la obra cumbre de la historia del cine: lo anterior y lo posterior podrá incluso ser excelente pero jamás logrará siquiera empardarla. Es la película de un gran guionista y un gran director que tuvieron su momento de iluminación hace treinta y cuatro años y no pudieron sostener un nivel semejante. Francis Ford Coppola volvió a fulgurar siete años más tarde con su Apocalypse now y se retiró, no del cine de calidad sino del incómodo sitial en que El Padrino lo puso para siempre.
El Padrino no es perfecta: hay un fragmento de escena de unos tres o cuatro segundos que, por suerte, demuestra que la más grande obra siempre exhibe un fallido, incluso un horror. No diré cuál es por respeto a ese monumento fílmico. Jodido como soy, cada vez que la veo me prometo descubrir algo más que sea perfectible (ayer me han referido alguna inconsistencia que yo no detecté) pero vengo fracasando una y otra vez.
Todos los rubros técnicos están al servicio de ese efecto de perfección: guión, diálogos, actuación, encuadre, luz, musicalización, arte, vestuario, montaje, etcétera.
Y por si fuera poco, una escena que está entre las mayores del cine universal: la última charla entre Vito y Michael en el jardín de los Corleone. El ida y vuelta del diálogo entre los negocios y la intimidad, entre lo trascendente y lo trivial, los niveles de ocupación y preocupación del uno y del otro, las actuaciones sin fisuras de Brando y Pacino, la puesta de cámara y el montaje final, el vino y la referencia al vino, la remisión al pequeño Tony que ya lee historietas, los comentarios sobre el pasado, el presente y el futuro, el balance paterno y la contención filial.
Todo, todo, puesto al servicio de una colosal escena que singulariza para siempre la herencia, la historia, la ternura, la paternidad, la ley y los relevos del poder. Charla de padre a hijo que deviene charla de hijo a padre, de padre a padre, de hijo a hijo y de hombre a hombre. No hay palabra, gesto, luz, sonido, plano o secuencia del montaje que desentone: es la única forma fílmica de decir la sucesión y trescientas cosas más.
Y el resto, brillante. Cátedra de cine (y de mucho más) para tanto experto en todo que dicta clases en escuelas de nada. Para ellos, una propuesta que no podrán rehusar: vuelvan a ver El Padrino, gócenla, súfranla, analícenla, estúdienla, incluso cópienla pero cállense la boca.
Porque ya bastante nos llueve encima y no saben cuánto más nos va a llover.

miércoles, febrero 15, 2006

Maravilla, el Nieto N° 82

Ayer despertamos con la noticia de que las Abuelas de Plaza de Mayo habían localizado, identificado y recuperado a su Nieto número ochenta y dos. Valga aclarar que estos Nietos son bebés secuestrados o nacidos durante el cautiverio de sus madres luego asesinadas por la dictadura genocida de los años '70 y '80 que fueron vendidos o entregados a diferentes familias, en algunos casos a los mismos asesinos de sus padres, en otros a quienes desconocían su verdadero origen.
Este niño es ya un hombre con 28 años y una decisión activa hacia el reencuentro de su familia biológica que, de hecho, acaba de ocurrir. Abuela y Nieto suturaron un retazo de su historia sin perjuicio de las ausencias forzosas que no tienen chance de sutura pero sí de suplencia en ese encuentro que apenas podemos imaginar y jamás podríamos describir.
Este país durante varias décadas ha exhibido muy pocos ejemplos de dignidad, quizás sólo cuatro, de los cuales tres confluyen en una misma ausencia: las fábricas puestas a producir por sus obreros, el temprano enfrentamiento de las Madres con la dictadura, la reivindicación de sus orígenes por parte de los Hijos y el trabajo lento e incansable de las Abuelas. Podremos olvidar algunos y discutir otros pero no hay demasiados más.
¿Qué nos maravilla? No lo sabemos con certeza. Tal vez la búsqueda y el recorrido consecuente de un camino productivo. No alternativo porque "lo alternativo" resulta con demasiada frecuencia la máscara vergonzosa de una negociación y una capitulación; sí paralelo, íntegro, productivo, intransigente. Un camino que jamás perdió de vista su objetivo más allá de los cambios políticos de las pasadas tres décadas.
Seguramente nunca coincidamos punto a punto con las posturas políticas de cada Abuela ni de su presidenta Estela Barnes de Carlotto como seguramente nunca coincidamos punto a punto con las posturas políticas de cada obrero cuentapropista, neopropietario o cooperativista. Pero, ¿cómo no respetar y saludar a quien dice: "en la desesperación tengo política, resuelvo ésto de este modo, sin mella alguna a mi dignidad"?, ¿cómo no respetar y saludar a quien obtiene rotundos resultados sin vender por un miserable plato de lentejas o por un posicionamiento político su integridad moral?
Cada Nieto reencontrado es un breve punto de sutura de la Historia. Cada Nieto reencontrado, a nosotros, que hemos tenido el privilegio azaroso de no haber sufrido esa amputación, nos dispara una misma primitiva reflexión: ¡hijos de puta, no lo lograron y no lo lograrán!
En un país donde la escena política "progresista" parece resumirse en kirchneristas, cromañones, neoliberales, izquierdaunidos, víctimasvarias, indigenistas, sindicaleros, callejeristas, antipapeleros y subsidiaristas, cada Nieto reencontrado es un soplo de aire fresco y un fragmento de recuperación social.
Maravilla. Y a veces es el único refugio de la esperanza en este puto mundo que promete llover.

martes, febrero 14, 2006

Imágenes paganas

Día de San Valentín, Día de los enamorados, fiesta para tarjeteros, floristas, bomboneros y demás. No sólo nadie sabe exactamente de dónde surge la fecha sino que todos parecen estar de acuerdo en que se trata sólo de un nuevo invento comercial, pero todos compran flores, mandan tarjetas o regalan algo. La docilidad con la que aceptamos que nos manipulan es increíble, la culpa es de una supuesta tradición la cual casualmente se convirtió en tal porque todos compran flores...
Nos despertamos un día y nos avisan que la semana que viene será la de la dulzura, días del no fumar, del amigo, la mujer, etc. y todos decimos que ya no saben qué inventar, pero ya que es, compremos.
Si se trata de inventar, aún quedan unos cuántos días libres en el almanaque, y siempre hay santos a quien echarles la culpa. Aún no existe el Día de la mentira, ni el Día de los amores frustrados, ¿por qué no existe el Día para mí? ¿por qué aún no se instauró el Día del Blogger? Nuestra condición humana está llena de Días faltantes.
En Navidad todos nos sentimos buenos, el Día del amigo tenemos que reunirnos, el de los enamorados demostrar que lo estamos (al menos ese día) y cuando se trata de regalos la mayoría entramos en varias categorías, somos amigas de nuestro enamorado que no debe olvidar el chocolate de la dulzura ni el paquete en el arbolito. Y más les vale no olvidarse, porque una cosa es cuestionar que hayan inventado un día para vender y otra que no nos regalen nada.
Aquí y allá se leen felicitaciones para los enamorados ¿por qué se los felicita? ¿por estarlo a pesar de todo? La culpa parece tenerla un supuesto obispo italiano que, lógicamente, se opuso a un malvado emperador romano perseguidor de cristianos y se convirtió en el mártir necesario. Cuenta la leyenda que estando preso se enamoró de la hija del guardiacárcel, lo que no parece suscitar ningún inconveniente moral dentro de la Iglesia, no sé si en esa época la castidad no era necesaria, o era necesario decir que se enamoró.
Quizás ya haya llegado el momento de empezar a ofrecer paraguas para el cercano Día de la lluvia.

lunes, febrero 13, 2006

¿Biblioqué?

Nuestro amigo Vitore ha pasado la posta de algo denominado "bibliomeme" a Grismar & Cinzcéu quienes, además de ser dos personas distintas, a veces somos capaces de citar dos libros diferentes. Se trata de transcribir un pasaje de un libro que nos haya impresionado especialmente, y, claro, hay muy diversos tipos de impresión. A continuación ambas selecciones:

"sólo la sed
el silencio
ningún encuentro

cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra"

"ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destino
de sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe"

Alejandra Pizarnik, Árbol de Diana, poemas 3 y 6, Sur, Buenos Aires, 1962.

"Según Peirce, como puede verse, se trata de afirmar ambos extremos, aun cuando sean aparentemente los extremos de una paradoja. Es preciso afirmar a la vez que hay una 'realidad' cuyo ser no depende de nuestras representaciones, y que la noción misma de 'realidad' es inseparable de su producción al interior de la semiosis; es decir que, sin semiosis, no habría 'real' ni 'existentes'. Porque son las leyes mismas de los signos las que nos llevan a postular que en el mundo hay cosas que no son signos."

Eliseo Verón, La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad, Gedisa, Barcelona, 1987.

Cedemos aquí la posta, si la desean, a 1+ y al Mono Sapiens y les deseamos que no llueva.

martes, febrero 07, 2006

Más boludo que el agua de los fideos

Los comentarios que se dejan en este blog llegan a nuestra casilla de Gmail y, en aquella otra pantalla, aparecen asociados a unos enlaces patrocinados, es decir, a avisos publicitarios administrados por Google. Poderosos motores de búsqueda rastrean los términos incluidos en el mensaje, seguramente asocian unos con otros, quizás los vinculan a frecuencias estadísticas y definen la pertinencia de los vínculos a exhibir a fin de optimizar la eficiencia de la comunicación publicitaria.
Veamos unos pocos ejemplos observados durante las últimas semanas:
-Cuando el Mono dice "¿No será usted provinciano? ¡O peor...! Mestizo y de Racing Club...", el dispositivo informa: "Banfield superó a Tiro Federal, Gimnasia a Central y Olimpo a Instituto".
-Cuando 1+ dice: "... y que la nieta encontró en el cuaderno de recetas de su abuela", podemos leer: "No dejes que te olviden: Con el libro de familiadirect.com nunca te olvidarán!".
-Cuando Peregrino dice: "Si los animales no supieran instintivamente cómo funciona todo en la jungla y dependieran de los medios, los depredadores estarían más gordos", accedemos a: "La Voz del Papa: un mandamiento siempre nuevo".
-Cuando Baker dice: "Es una reivindicación que parte de la opresión, no del poder"; Google comunica: "Tarjetas postales gratis. Animadas en Flash, mucha variedad".
-Cuando Vitore dice: "En España, en Europa, esconderemos la cabeza como el avestruz", se anuncia: "Hoteles baratos: Descuentos en reservas online. Hoteles en todo el mundo".
A veces la relación parece justificada pero en un sentido inverso:
-Cuando Grismar dice: "No pude evitar hacer un paralelismo con algunos discursos de Bush", se le ofrece: "Grandes oradores: Con Thinking Heads. La primera Agencia de Conferenciantes".
-Y cuando digo: "Es una categoría vaga, prejuiciosa y oportunista que le viene bárbaro a quienes viven de los 'estudios de género'", me responden éstos: "Identidades. Centro de sexología y estudios de género. Consultorio gratuito y confidencial".
A veces el mensaje hace referencia al nombre de nuestro blog o juega de modo cómplice con el cierre que siempre damos a los posts, entonces Google repite un anuncio nada pertinente: "Paraguas Pasotti. Paraguas de moda. Made in Italy desde 1956". Hace meses que nos quieren vender estos paraguas.
Es que estos sistemas inteligentes lo son en un sentido bastante restringido. No entienden nada de asociaciones, condensaciones, desplazamientos e inversiones en el plano del sentido. La figura retórica y en particular la familia de la metáfora, basa toda su eficacia en la sorpresa, en la innovación, en la invención de un lazo semiótico allí donde aún no lo había. De allí que un uso figural específico pierda valor cuando se repite y se instala en el decir social. El lenguaje cotidiano, se ha dicho, está hecho de metáforas muertas, muertas a fuerza de utilización. Hay que romper cierta previsibilidad y provocar cierto estupor para denominar "ratón" a un periférico plástico enchufado a una terminal informática o a un tipo pobre o pequeño o rápido o movedizo, pero una vez dicho aquí y allá, una y otra vez, el juego se acaba: game over sin bonus, sin plus de sentido.
El mejor sistema de búsqueda semeja un psicótico en pleno brote delirante, fijado a la letra del significante, incapaz de jugar con el lenguaje. Pero no se trata del insuficiente desarrollo de los programas sino que, como en un caso de esquizofrenia, lo que hay es un fallo constitutivo e insuperable que impone un límite absoluto a determinada función.
Se sabe que ciertos sujetos con patologías mentales graves, pueden mostrar discapacidad en algunas áreas y genialidad en algunas otras. El cine ha abordado el tema más de una vez: en A beautiful mind, basada en el caso real del matemático John Nash que alcanza el Nobel de Economía; en Rainman, donde el supuesto autista Raymond Babbit exhibe una velocidad y capacidad de memorización supranormal.
Los sistemas informáticos seguirán avanzando en sus ya enormes posibilidades de memoria, búsqueda y organización de datos pero no podrán operar con figuras del lenguaje, es decir, con el lenguaje, lo cual los transforma en un loco que nos auxilia en su inmensa capacidad unilateral. Sabrán exactamente en fracción de segundo cuántas veces se halla registrada la frase "más boludo que el agua de los fideos" en todos los servidores del planeta pero no podrán entenderla, desmontarla, subvertirla o disfrutarla en ese ejercicio que el sujeto humano realiza para poder soportar y soportarse. Podrán vincularla a una fábrica de pastas o a un recetario de cocina e incluso podrán procesarla como un fragmento solidificado del lenguaje pero no podrán relacionarla con sabores insulsos y residuos inútiles de la cocción aplicadas a la valoración -negativa y ofensiva pero de violencia atenuada y fuerte resignación- de otro sujeto humano.
En definitiva, ninguna inteligencia artificial podrá ir más allá -y para una máquina ya sería demasiado- de salir a comprar un paraguas cuando lee que se largará a llover.

viernes, febrero 03, 2006

El cielo puede esperar

Alejandro cumplirá 23 años. Vivió casi dos en una cárcel. Lo conocí hace un tiempo, a él y a su madre.
La noche que cumplía 21 años decidió festejar con amigos en un pool. Casi al amanecer se fue caminando con tres amigos, hasta que los detuvo la Policía de la Provincia de Bs As. Tenían documentos, aliento a alcohol y porros en los bolsillos. Se los llevaron. Supusieron que tendrían que aguantar que se sacaran las ganas de golpearlos y después de unas horas los liberarían, eso ya era casi un ritual de sábado a la noche. No contaban con las marchas de Blumberg.
En ese momento Blumberg y sus aliados copaban todos los medios con sus reclamos de "justicia" fascista que implicaba "mayores atribuciones a la Policía", un formulismo para decir que tuviera carta blanca para seguir violando los derechos que desde siempre violaban en silencio. En ese momento los votos dependían de quién fuese capaz de mostrarse más duro, más inflexible, ser "garantista" se convirtió en mala palabra.
Alejandro sólo había ido a festejar su mayoría de edad, no tenía idea de que aquello que pasaba en los noticieros cambiaría su vida.
El juez que intervino, con sus dos causas abiertas por corrupción, decidió que no saldrían, que irían a juicio. La "Justicia" estaba siendo muy cuestionada, tenían que demostrar que trabajaba.
Los siguientes 18 meses ese juicio pasó de una instancia a otra, sin llegar a ninguna sentencia, mientras Alejandro vivía cada día dentro de una jaula.
"Los penales están desbordados" respondió el fiscal cuando su madre exigió que lo saquen de la comisaría en la cual estaba hacía 6 meses. Era la comisaría de Presidente Perón, un lugar preparado para albergar 12 detenidos por unas horas, en la cual convivían desde hacía años más de 60. Un recinto único, de unos 8 x 12 metros, sin ventanas, sin patios, cuya única privacidad eran una mantas colgadas que formaban una suerte de campamento. Dentro de esas "carpas" podían aislarse apenas de los demás por algunas horas. Sólo una conciencia extrema de la obligación de tolerarlo todo pudo lograr que esos 60 hombres conviviesen en esas condiciones sin matarse unos a otros. El sol era algo que se filtraba por una claraboya en el techo por unos pocos instantes. El cielo era apenas luz o sombra en ese pequeño cuadrado opaco. Aprendieron a aislarse desconectándose de su entorno, sólo así podía uno dormir mientras otro jugaba "un picadito" con una pelota de papel y otro escuchaba la radio.
"Cada papel tarda tres meses en pasar de un cajón a otro del mismo escritorio" me contaba la madre de Alejandro consumida por la impotencia. Y no era porque no tuviese un abogado, había gastado hasta el último centavo y se había endeudado por varios años para pagarle a un "buen abogado" que sólo le decía que fuese paciente, que "en la actual situación del país...".
El 31 de diciembre en la casa de Alejandro esperaron todo el día y la noche que él llamase por teléfono. Le habían llevado la tarjeta necesaria para hacerlo, y él llamaba al menos una vez por semana. Cuando se hicieron las 12 de la noche la madre me dijo: "algo le pasó, lo sé". Traté de explicarle que era su paranoia, su angustia, que posiblemente los teléfonos estaban saturados, que quizás ese día no les habían permitido usarlos, ya que implicaba que un guardia acompañase uno a uno a los detenidos hasta el aparato, en una oficina fuera de las celdas. Pero ella insistía "algo le pasó". Al día siguiente le respondieron que "no podemos dar información de los detenidos, pero todos se encuentran en buen estado de salud". Ella sabía muy bien que sólo dirían eso si había pasado algo. Luego lo supo: la noche del 31 tres detenidos planeaban escaparse aprovechando el festejo de medianoche y alguien los denunció. A las 23:30 llegó una "brigada especial" cuya única acción fue destruir todo lo que los detenidos tenían, llegando a perversiones como romper cartas y fotos familiares, y, por supuesto, golpearlos hasta agotarse, con más ganas esa noche porque les habían arruinado el festejo. La idea era simple: "éstos saben quiénes son lo que se iban a rajar, si no hablan que se jodan". Y sí, Alejandro sabía quienes pensaban escaparse, pero no iba a decirlo, no sólo por no ser buchón, ni por espíritu de cuerpo, solidaridad o lealtad, sabía que si hablaba sufriría las represalias de los de "adentro", y si callaba de los de "afuera". Y las de afuera le daban un poco más de seguridad, quizás no lo matarían para evitar consecuencias legales, su caso ya estaba en un juzgado.
La madre de Alejandro comprendió en ese momento que no debía seguir esperando que actúe la "Justicia" e instruyó a su abogado para que deslice dentro del Tribunal que llevaba la causa que su cliente estaba "fuera de control" y se estaba comunicando con algunos conocidos periodistas para llevar el caso a los medios. Unos días después recorrió los 80 km que la separaban de Presidente Perón y al llegar le informaron que su hijo ya no estaba allí. "No sabemos, tiene que preguntar en el Servicio Penitenciario" fue el único dato. En el Servicio Penitenciario le explicaron que "eso lo maneja el Tribunal actuante, debe preguntar allí", en el Tribunal actuante respondieron que "los traslados dependen del cupo que tenga el Servicio Penitenciario, consulte allá". Doce horas después Alejandro llamó por teléfono y supieron que estaba en el Penal de Junín, a sólo 600 km. Casualmente se había encontrado lugar allí, no en alguno de los tres Penales más cercanos.
Pero Alejandro estaba feliz, "estoy bárbaro, vieja, ya casi soy libre" le dijo el primer día. Los enormes pabellones, celdas para dos, y sobre todo el patio, ver por primera vez en seis meses el cielo, era la libertad. Él siempre decía que estaba bien, incluso cuando ella le preguntaba por qué tenía la boca partida o un vendaje en la pierna en la que había recibido un puntazo, siempre respondía sonriendo que eran "pavadas internas, no te preocupes".
Mientras tanto ella veía entrar y salir, o jamás entrar, a sacerdotes violadores, asesinos, corruptos de todos los niveles.
Un año más pasó antes de que el juez lo citase a declarar. Alejandro se presentó a la audiencia, se declaró culpable, el juez le dio sentencia hasta mayo de 2006 y firmó su inmediata libertad condicional. Era 28 de diciembre. Lo trasladaron directamente a la Unidad 9 de La Plata, para liberarlo "en cuanto llegue la notificación desde el Penitenciario, esta noche". Esa noche esperaron afuera de la Unidad, pero no salió. Cuando al fin encontraron una respuesta supieron que lo habían trasladado nuevamente a Junín, "un error en la orden, señora, el número de expediente judicial no coincide con el de la condicional", algún empleado del tribunal había puesto un 6 donde debía ir un 9. Era 28 de diciembre, quizás el empleado pensó que era una buena broma de Día de los Inocentes.
Al día siguiente en el Juzgado se hicieron cargo del error, lo solucionaron y enviaron la orden. Pero era 29 de diciembre, no había traslados programados, tendrían que esperar hasta el 30. 24 horas más encerrado con la libertad firmada por un juez hacía otras 24. Era un hombre libre que no podía salir, porque la liberación debía hacerse en la Unidad 9.
El 30 terminó, y Alejandro seguía detenido. "No hay móviles para el traslado, señora, es la fecha, tiene que esperar que den la orden para liberarlo allá, pero mañana empieza la Feria, así que hasta febrero no sé, no creo".
La madre de Alejandro sí sabía. Ese 31 de diciembre el juez se enteró que una loca pensaba encadenarse en la puerta del Tribunal y llamar a los medios. Milagrosamente llegó la orden para que un patrullero fuese a Junín a buscar a un detenido. Ninguna loca les iba a arruinar las vacaciones.
Alejandro sabe que, aunque casi todos prefieran ignorarlo, detrás de esas paredes todos los días llueve.