Bartleby, el escribiente
Hace un tiempo confesaba aquí que, mes a mes, me obligaba a la publicación de al menos una entrada a fin de que en las listas anuales que muestra la barra lateral, la secuencia del calendario se exhibiera completa. Pretensión más obsesiva que racional, ya lo dije, que vengo a satisfacer este último día de setiembre pero, señores jueces, nunca más.
En pocos días este sitio cumplirá cinco añitos. No le haremos ninguna fiesta: lo inscribiremos en el preescolar y le compraremos un cajoncito de lustrín con el objeto de que se pague los estudios y comience a aportar a la economía del hogar.
Hasta aquí, sesenta etiquetas mensuales testimonian sus redondos sesenta meses de vida. En adelante es probable que haya agujeros de muy diversa extensión y profundidad. O un único agujero enorme de aquí a la eternidad, no se sabe.
El motivo fundante de esta decisión ya fue dicho: cada vez me implica mayor esfuerzo cumplir con aquella simple autoimposición mensual. Las causas son variadas y múltiples y sólo resumiré unas diez:
- La ausencia crónica de buenas ideas (buenas para mí, claro) que me entusiasmen lo suficiente como para motorizar la producción de nuevos artículos.
- El descarte de ideas malas que son aquellas que me parecieron buenas pero revisadas al día siguiente me pregunté qué atractivo le habría encontrado el día anterior.
- El desinterés en fundar secciones, algunas bosquejadas y abandonadas de facto, tales como el deterioro del lenguaje social o las búsquedas bizarras que a aquí conducen.
- Parcialmente derivada de la anterior, la insufrible reiteración que, observada allí afuera, termina por filtarse aquí dentro: escribir sobre lo que se repite tiende a ser repetitivo.
- Mi desgano generalizado pero fundamental si se trata de efectuar acciones vinculadas a espacios públicos y relaciones humanas, aún mediados por la escritura en internet.
- El enrarecimiento del debate político nacional y mi autocensura a publicar opiniones que serán leídas como "opositoras" (muy probable) u oficialistas (es más difícil).
- Basada en la previa, mi creciente desinterés en debatir, argumentar, explicar, discutir, polemizar, conversar y, por lo tanto, mantener algún intercambio al respecto.
- La sensación de que todo lo que pudiera publicar abordaría los mismos temas y problemas que entradas ya editadas pero, aquéllas, con mayores aportes y mejores facturas.
- El convencimiento de que una época, un ciclo o una etapa se hallan concluidos y el sentimiento de que no asoma por ahora nueva época, ni reciclado ni próxima etapa.
- La preocupante identificación con aquel oscuro y eficaz copista que se negaba a ejecutar sus labores con la contundencia de un argumento sencillo: preferiría no hacerlo.
En pocos días este sitio cumplirá cinco añitos. No le haremos ninguna fiesta: lo inscribiremos en el preescolar y le compraremos un cajoncito de lustrín con el objeto de que se pague los estudios y comience a aportar a la economía del hogar.
Hasta aquí, sesenta etiquetas mensuales testimonian sus redondos sesenta meses de vida. En adelante es probable que haya agujeros de muy diversa extensión y profundidad. O un único agujero enorme de aquí a la eternidad, no se sabe.
El motivo fundante de esta decisión ya fue dicho: cada vez me implica mayor esfuerzo cumplir con aquella simple autoimposición mensual. Las causas son variadas y múltiples y sólo resumiré unas diez:
- La ausencia crónica de buenas ideas (buenas para mí, claro) que me entusiasmen lo suficiente como para motorizar la producción de nuevos artículos.
- El descarte de ideas malas que son aquellas que me parecieron buenas pero revisadas al día siguiente me pregunté qué atractivo le habría encontrado el día anterior.
- El desinterés en fundar secciones, algunas bosquejadas y abandonadas de facto, tales como el deterioro del lenguaje social o las búsquedas bizarras que a aquí conducen.
- Parcialmente derivada de la anterior, la insufrible reiteración que, observada allí afuera, termina por filtarse aquí dentro: escribir sobre lo que se repite tiende a ser repetitivo.
- Mi desgano generalizado pero fundamental si se trata de efectuar acciones vinculadas a espacios públicos y relaciones humanas, aún mediados por la escritura en internet.
- El enrarecimiento del debate político nacional y mi autocensura a publicar opiniones que serán leídas como "opositoras" (muy probable) u oficialistas (es más difícil).
- Basada en la previa, mi creciente desinterés en debatir, argumentar, explicar, discutir, polemizar, conversar y, por lo tanto, mantener algún intercambio al respecto.
- La sensación de que todo lo que pudiera publicar abordaría los mismos temas y problemas que entradas ya editadas pero, aquéllas, con mayores aportes y mejores facturas.
- El convencimiento de que una época, un ciclo o una etapa se hallan concluidos y el sentimiento de que no asoma por ahora nueva época, ni reciclado ni próxima etapa.
- La preocupante identificación con aquel oscuro y eficaz copista que se negaba a ejecutar sus labores con la contundencia de un argumento sencillo: preferiría no hacerlo.