El tiempo está a favor de los pequeños
Hace ocho meses el mundo era dialéctico, mis pasiones se repartían entre política internacional y enseñanza, noticieros y pizarrones, fútbol y cine, adolescentes y algún adulto o similar.
Hace ocho meses el asesinato de Benazir Bhutto, la política fascista en la Franja de Gaza o el circo de la valija hubieran ocupado el centro de mi atención.
Hace ocho meses Cielo se instaló en mi casa y en mi vida. Tenía entonces diez meses y el dedo en la boca.
En esos diez meses conoció la desatención, violencia, y, finalmente, el abandono. No un abandono estridente, ni abrupto, ni siquiera declamado, sino la última etapa de algo que se gestó al mismo tiempo que ella.
Nos encontramos ambas, unidas por lazos de sangre y algo más, en uno de esos momentos en los cuales no hay alternativas y no sirven las palabras y los juicios, somos lo que hacemos.
Haciendo, hace ocho meses, Cielo se instaló en mi casa y en mi vida.
En poco tiempo revolucionó todo, tras trece años desde los últimos pañales ya había olvidado cuánto cambia la vida cuando un bebé irrumpe en ella.
Inevitablemente recordé la escena de Look who's talking (Mira quién habla) en la cual, con la incomparable voz de Janis Joplin y su Cry, baby de fondo, Kristie Alley llena la mamadera de café, sólo que yo la llené de yerba.
Cuando llegó a mí aún no decía ni una palabra, se refugiaba en su dedo en la boca, hoy habla hasta dormida (literalmente).
Con ella "retrocedí" desde el discurso a la palabra, ya no puedo ver el bosque porque debo enseñarle cómo se llama cada árbol, y para eso primero tengo que verlo yo.
Hoy me contagia su fascinación por los nombres, por nombrar, por saber "cómo se dice", y de ese modo ir dándole forma y sentido al mundo socializado, y a ella en él.
"Ella tiene miedo de no saber nombrar lo que no existe", decía Alejandra Pizarnik, y la veo en Cielo, en su pequeña voz y su mirada ansiosa cuando pregunta "¿ete?" a cada paso, esperando el nombre, el sustantivo, el verbo, no importa, sólo esperando poder aprehenderlo desde la palabra.
Y me sorprendo una y otra vez por la ausencia absoluta de frustración, no existe el fracaso, sólo ensayo y error. No sé en qué estúpido momento aprendemos a avergonzarnos de nosotros mismos, a compararnos con lo que debería ser y asustarnos. No sé en qué inútil eslabón de crecimiento los fracasos no enseñan más que el hecho en sí de fracasar, y nos quedamos ahí. Cielo aún no llegó allí, y si es más sabia que yo, nunca llegará.
Mi vida bloguera, como todo lo demás, se alteró, incluyendo en el proceso una mudanza a un lugar más apropiado. Lentamente voy acomodando mis días a sus 24 horas, y, aún cuando desde mi adolescencia supe lo que es incluir un bebé en la vida, admito que no me resultó tan sencillo, quizás porque no tuve nueve meses para prepararme, sino apenas unos días para decidir.
Pero todo esto, que a nadie le importa, es sólo una introducción, quizás una explicación (que él no necesita), o simplemente el pie necesario para agradecerle a Cinzcéu por no permitir que haya agua estancada Antes de la lluvia.
Hace ocho meses el asesinato de Benazir Bhutto, la política fascista en la Franja de Gaza o el circo de la valija hubieran ocupado el centro de mi atención.
Hace ocho meses Cielo se instaló en mi casa y en mi vida. Tenía entonces diez meses y el dedo en la boca.
En esos diez meses conoció la desatención, violencia, y, finalmente, el abandono. No un abandono estridente, ni abrupto, ni siquiera declamado, sino la última etapa de algo que se gestó al mismo tiempo que ella.
Nos encontramos ambas, unidas por lazos de sangre y algo más, en uno de esos momentos en los cuales no hay alternativas y no sirven las palabras y los juicios, somos lo que hacemos.
Haciendo, hace ocho meses, Cielo se instaló en mi casa y en mi vida.
En poco tiempo revolucionó todo, tras trece años desde los últimos pañales ya había olvidado cuánto cambia la vida cuando un bebé irrumpe en ella.
Inevitablemente recordé la escena de Look who's talking (Mira quién habla) en la cual, con la incomparable voz de Janis Joplin y su Cry, baby de fondo, Kristie Alley llena la mamadera de café, sólo que yo la llené de yerba.
Cuando llegó a mí aún no decía ni una palabra, se refugiaba en su dedo en la boca, hoy habla hasta dormida (literalmente).
Con ella "retrocedí" desde el discurso a la palabra, ya no puedo ver el bosque porque debo enseñarle cómo se llama cada árbol, y para eso primero tengo que verlo yo.
Hoy me contagia su fascinación por los nombres, por nombrar, por saber "cómo se dice", y de ese modo ir dándole forma y sentido al mundo socializado, y a ella en él.
"Ella tiene miedo de no saber nombrar lo que no existe", decía Alejandra Pizarnik, y la veo en Cielo, en su pequeña voz y su mirada ansiosa cuando pregunta "¿ete?" a cada paso, esperando el nombre, el sustantivo, el verbo, no importa, sólo esperando poder aprehenderlo desde la palabra.
Y me sorprendo una y otra vez por la ausencia absoluta de frustración, no existe el fracaso, sólo ensayo y error. No sé en qué estúpido momento aprendemos a avergonzarnos de nosotros mismos, a compararnos con lo que debería ser y asustarnos. No sé en qué inútil eslabón de crecimiento los fracasos no enseñan más que el hecho en sí de fracasar, y nos quedamos ahí. Cielo aún no llegó allí, y si es más sabia que yo, nunca llegará.
Mi vida bloguera, como todo lo demás, se alteró, incluyendo en el proceso una mudanza a un lugar más apropiado. Lentamente voy acomodando mis días a sus 24 horas, y, aún cuando desde mi adolescencia supe lo que es incluir un bebé en la vida, admito que no me resultó tan sencillo, quizás porque no tuve nueve meses para prepararme, sino apenas unos días para decidir.
Pero todo esto, que a nadie le importa, es sólo una introducción, quizás una explicación (que él no necesita), o simplemente el pie necesario para agradecerle a Cinzcéu por no permitir que haya agua estancada Antes de la lluvia.
5 comentarios:
Te equivocás, Grismar: todo esto nos importa a todos los que nos importa. Y es verdad que nadie necesita explicaciones, pero algunos deseamos entradas como ésta, ciento por ciento vitales y, entonces, tan políticas y trascendentes como cualquier otra. "Ella tiene miedo de no saber nombrar lo que no existe" pero la imagen muestra que "ella" (Cielo) no tiene miedo de cosas innombrables que sí existen. Y algo más: si el tiempo no estuviera a favor de los pequeños, el agua estancada nos ahogaría sin más. Excelente entrada que más de uno esperábamos, antes de la lluvia.
Un beso, y otro a la inquieta (e inquietante) Cielo.
Es que este mundo bloguero lo convertimos en algo tan humano y amigable con los que uno acostumbra a leer, que apetece saber cosas como las de Cielo, contadas en primera persona. Esto no es una crónica de algo que está pasando, sino de algo que "te" está pasando. Solo puedo decir, enhorabuena. Aquí en Madrid está lloviendo lluvia hermosa de agua limpia... Alguna lluvia buena tenía que haber... Besos.
Suponía que tu ausencia del blog se debía a motivos muy atendibles, pero nunca imaginé semejante motivo deambulante y parlante... Un beso, y otro para Cielo.
Cinzcéu: ella (Cielo) no tiene miedo de ella (Crazy), el único problema es que cree que todo cuadrúpedo ladrante es una "Quisi" y puede impunemente arrancar sus orejas o morder su cola. Gracias. Un beso.
Vitore: no suelo escribir en primera persona, excepto como pie a algo mayor, pero es cierto que en algún momento dejamos de leer sólo el post y empezamos a ver a quien está detrás. Igual, prometo no convertir el blog en una crónica del crecimiento de Cielo. Besos.
1+: hace unos meses tampoco yo imaginaba un motivo semejante, lo que demuestra que la vida es una cosa extraña. Un beso.
Qué hermoso!
me fascinó! me alegra que esta pequeña logre nombrar no sólo lo existe... sino en honor a Pizarnik... también lo que no existe...
llena a Cielo con estrellas... enséñale a nombrar, enséñale a amar y a soñar... porque ESO es lo que le hace falta a la tierra... UN CIELO HERMOSO!
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