domingo, agosto 31, 2008

La misma piedra

Un par de meses atrás escribí un artículo que no me gustó lo suficiente como para publicar acá. Ni en ningún otro lado, claro. Trataba sobre cierta suerte de primerizo que solía asistirme en mis debuts como jugador de tal o cual juego, cómo la fortuna me abandonaba a partir de posteriores incursiones y de qué modo uno tiende a considerar que es capaz de prever resultados regidos por el azar.
Allí explicitaba una excepción: "Hace poco más de una década Clarín lanzó un juego que, se suponía, de azar tenía poco y nada. Se llamaba 'El Gran DT' y consistía en armar una suerte de selección y registrarla por correo postal: los futbolistas elegidos sumaban o restaban puntos conforme a su desempeño efectivo en las fechas del campeonato local. Inscribí mis equipos, racionalmente seleccionados en función del reglamento del juego y, obviamente, jamás gané nada. Supe revisar las frecuencias estadísticas de los puntajes obtenidos por los cientos de miles de participantes y cuál no fue mi sorpresa al verificar que su gráfico delineaba una perfecta curva normal, es decir, el dibujo que observa una distribución aleatoria. Ganar una fecha de 'El Gran DT' no era más difícil que quedar último; lo difícil era zafar de la inmensa zona gris que amontonaba la gran mayoría de los resultados. Podía ganar la fecha un erudito que estudiaba al minuto las novedades del fóbal -se podían realizar cambios vía telefónica y, por ejemplo, reemplazar a un esguinzado en la práctica del viernes- y que sabía qué fulanos bajaban su rendimiento cuando pisaban la cancha de Banfield o de Huracán. Pero en general la ganaba una viejita que había incluído al arquero suplente de Belgrano -por ejemplo, porque se llamaba como un nieto suyo- y, justo esa tarde el tipo debutaba por lesión del titular, atajaba seis tiros libres, metía un gol de penal y se consagraba la gran figura. De ese fin de semana, porque después volvía a la reserva, le rescindían el contrato y abría un parripollo a dos cuadras del estadio".
Lo que por entonces no sabía es que, con la monta de Clarín, 'El Gran DT' ya estaba en las gateras, listo para volver a sembrar sus falsas ilusiones, esta vez vía web. De haberlo sabido no hubiera escrito nada y me hubiera puesto a armar mi competitivo equipo que es exactamente lo que hice ni bien supe del retorno del certamen.
Mientras la reciente información periodística parece dejar en claro que el gobierno nacional se halla asociado a mafias transnacionales del narcotráfico, yo ando ocupado en cambiar a un zaguero de Colón de Santa Fé -que me acaba de aportar cero punto y la próxima fecha cumplirá suspensión- por uno de Lanús o de Gimnasia y Esgrima de Jujuy. Mientras John Mc Cain acaba de designar a su candidata a vice, Sarah Palin, gobernadora de Alaska -o de Kamchatka, no recuerdo- con el mismo look de "mujer bonita pero inteligente con varios toques de cirugía facial pero bien hechos" que ostentan mandatarias, periodistas y patinadoras por un sueño, yo ando dedicado a evaluar la conveniencia de sacar a un volante de Godoy Cruz de Mendoza y poner a otro -más oneroso pero más ofensivo- de San Martín de Tucumán. Y aún no se terminó de jugar la primera fecha de este loco torneo cuyo premio se pierde en el momento mismo de la inscripción. Pero, ¡ojo! que mi jugador estrella metió tres goles y fue figura de la cancha. ¿Quién sabe?
Tengo, incluso, trabajo postergado que en algún momento deberé hacer, pero la obvia prioridad es evaluar si mis delanteros han convertido, si no se han lesionado y si mantienen la confianza del cuerpo técnico y el apoyo de la parcialidad. En dos o tres semanas -a lo mucho un mes- me bajará la fiebre, mandaré al carajo esta reverenda tontería y comenzaré a ocuparme en otra cosa, quizás más absurda, más pavota o más infantil.
Lo que no es fácil de entender es cómo, a veces con plena conciencia, algunos tropezamos una y otra (y otra, y otra) vez con el mismo aguacero.