Tanto va el cántaro a la fuente
Diego Estévez, juez cordobés a cargo de la vapuleada causa por la explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero en 1995, sobreseyó a los oficiales imputados bajo el argumento de que fue un accidente inimputable. También sentenció que el estallido no tuvo nada que ver con la causa por contrabando de armas que tuvo a Carlos Menem detenido durante unos meses en una quinta con piscina. El fallo desató un escándalo que motivó declaraciones presidenciales y un fiscal denunció a Estévez ante el Consejo de la Magistratura -que ya analizó la cuestión y lo absolvió en tiempo récord- por arbitrariedades e irregularidades varias en su intervención en la causa.
La prensa se ha ensañado con el magistrado alrededor de lo que a estas alturas es una nota de color: en su fallo y para descalificar pericias técnicas de la Universidad Nacional de Córdoba, Estévez citó una monografía acerca de explosivos disponible en el website El rincón del vago. La impunidad y la estupidez suelen ir de la mano. Y las vergüenzas periodísticas están a la orden del día ya que varios medios titularon sin pudor alguno que el juez fue denunciado por copiar de internet. En fin...
Según Clarín y La Nación, el magistrado se defendió diciendo que La Voz del Interior -el diario que reveló la cita a El rincón del vago- descalifica "a Internet como fuente de información", "el error es desconocer la validez de Internet como fuente de información".
Estévez reproduce el lenguaje del ciudadano común, poco analítico y nada informado que considera a la red, en sí misma, como fuente de algo. Hay que decir que no pocos periodistas, intelectuales y académicos caen una y otra vez en esta cantinela: "está en internet", "leí en internet", etc.
En primer lugar, es curioso que se trate y nombre a internet como un medio y no como lo que es, una suerte de soporte o vehículo para el despliegue de una diversidad creciente de medios: el mail, el chat, el foro, el blog, el portal de noticias y una muy larga serie de etcéteras con sus cruces, ramificaciones y articulaciones.
Cualquier recorrido por la historia de los medios contemporáneos reconoce una secuencia canónica: prensa gráfica, radio y televisión. En su uso social extendido, los tres comparten la característica de ser "medios llenos". Un diario en blanco no es diario, una radio en silencio no es radio, una televisión sin señal no es televisión. En definitiva, estos medios continentes se ofrecen siempre con ciertos contenidos.
Aludo a su utilización social y a los hábitos de masas porque todo radioaficionado sabe que una radio en silencio también es un canal disponible para ser llenado. Claro que en tal caso se trataría del mero dispositivo y no de lo que estamos habituados a denominar radio: ese medio que informa, entretiene, acompaña, pasa música.
Pero hay otros medios, algunos tan presentes en la vida cotidiana que se olvidan o ignoran. Por ejemplo, el teléfono con su implosión contemporánea a partir de la tecnología celular y, ahora, su incorporación de mensajes de texto y otras posibilidades. Y antes el telégrafo, cuya operación siempre detentó una institución no familiar ni personal al igual que el correo postal. A diferencia de prensa gráfica, radio y televisión, el correo, el telégrafo y el teléfono son "medios vacíos". Un teléfono en silencio es el modo de ser del teléfono pues en la medida que nadie llame a nadie, que nadie hable a nadie, es un puro canal a disposición. Se trata de medios continentes a la espera de posibles contenidos.
¿E internet? Internet es un paquete de medios de este último tipo, último aquí pero históricamente anterior. Una postal no funciona hasta que se le designe un destinatario y se la despache; un teléfono no funciona hasta que se le marque un número de destino o se atienda al requerimiento de una llamada entrante. Internet tampoco funciona hasta que se direccione el navegador hacia una URL, se ingrese a una cuenta de correo, etc. Es difícil defender que un inicio de conexión programado como "about: blank" implique que ya se "está en internet".
Hay quienes dicen que tal o cual cosa la leyeron en el diario, la oyeron en la radio o la vieron en la televisión. Expresiones demasiado vagas pero pertinentes aún en su imprecisión. En cambio nadie en su sano juicio dice que haya leído una noticia en el correo o la haya escuchado en el teléfono. El teléfono no es en modo alguno una fuente informativa; la fuente, en todo caso, será el sujeto -eventualmente la voz grabada, a título personal o institucional- que nos informa desde el otro lado de la línea. Como el correo, como el teléfono, internet no es fuente informativa de nada sino un complejo medio de conexión con una variedad inédita de fuentes diversas. Que hay que saber identificar y valorar, claro, como ha ocurrido siempre, porque desde los albores de la telefonía que sus usuarios discriminan entre el amoroso hijo pródigo, el acreedor impaciente, la pesada promotora y el idiota que ha vuelto a marcar el número equivocado.
Y hablando del idiota: internet -señor juez, señores periodistas, señora directora, señoritas maestras, señores padres, alumnos- no es una fuente mágica de la que brotan anónimos datos de colores.
A ver si nos espabilamos un poco porque de lo contrario, mañana se pondrá presos a unos infelices y en lugar de referir teoría del derecho, jurisprudencia y fuentes reconocidas se sostendrá muy suelto de cuerpo que "está en internet" porque lo escribió un tal Cinzcéu en Antes de la lluvia.