martes, diciembre 26, 2006

Tanto va el cántaro a la fuente

Diego Estévez, juez cordobés a cargo de la vapuleada causa por la explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero en 1995, sobreseyó a los oficiales imputados bajo el argumento de que fue un accidente inimputable. También sentenció que el estallido no tuvo nada que ver con la causa por contrabando de armas que tuvo a Carlos Menem detenido durante unos meses en una quinta con piscina. El fallo desató un escándalo que motivó declaraciones presidenciales y un fiscal denunció a Estévez ante el Consejo de la Magistratura -que ya analizó la cuestión y lo absolvió en tiempo récord- por arbitrariedades e irregularidades varias en su intervención en la causa.
La prensa se ha ensañado con el magistrado alrededor de lo que a estas alturas es una nota de color: en su fallo y para descalificar pericias técnicas de la Universidad Nacional de Córdoba, Estévez citó una monografía acerca de explosivos disponible en el website El rincón del vago. La impunidad y la estupidez suelen ir de la mano. Y las vergüenzas periodísticas están a la orden del día ya que varios medios titularon sin pudor alguno que el juez fue denunciado por copiar de internet. En fin...
Según Clarín y La Nación, el magistrado se defendió diciendo que La Voz del Interior -el diario que reveló la cita a El rincón del vago- descalifica "a Internet como fuente de información", "el error es desconocer la validez de Internet como fuente de información".
Estévez reproduce el lenguaje del ciudadano común, poco analítico y nada informado que considera a la red, en sí misma, como fuente de algo. Hay que decir que no pocos periodistas, intelectuales y académicos caen una y otra vez en esta cantinela: "está en internet", "leí en internet", etc.
En primer lugar, es curioso que se trate y nombre a internet como un medio y no como lo que es, una suerte de soporte o vehículo para el despliegue de una diversidad creciente de medios: el mail, el chat, el foro, el blog, el portal de noticias y una muy larga serie de etcéteras con sus cruces, ramificaciones y articulaciones.
Cualquier recorrido por la historia de los medios contemporáneos reconoce una secuencia canónica: prensa gráfica, radio y televisión. En su uso social extendido, los tres comparten la característica de ser "medios llenos". Un diario en blanco no es diario, una radio en silencio no es radio, una televisión sin señal no es televisión. En definitiva, estos medios continentes se ofrecen siempre con ciertos contenidos.
Aludo a su utilización social y a los hábitos de masas porque todo radioaficionado sabe que una radio en silencio también es un canal disponible para ser llenado. Claro que en tal caso se trataría del mero dispositivo y no de lo que estamos habituados a denominar radio: ese medio que informa, entretiene, acompaña, pasa música.
Pero hay otros medios, algunos tan presentes en la vida cotidiana que se olvidan o ignoran. Por ejemplo, el teléfono con su implosión contemporánea a partir de la tecnología celular y, ahora, su incorporación de mensajes de texto y otras posibilidades. Y antes el telégrafo, cuya operación siempre detentó una institución no familiar ni personal al igual que el correo postal. A diferencia de prensa gráfica, radio y televisión, el correo, el telégrafo y el teléfono son "medios vacíos". Un teléfono en silencio es el modo de ser del teléfono pues en la medida que nadie llame a nadie, que nadie hable a nadie, es un puro canal a disposición. Se trata de medios continentes a la espera de posibles contenidos.
¿E internet? Internet es un paquete de medios de este último tipo, último aquí pero históricamente anterior. Una postal no funciona hasta que se le designe un destinatario y se la despache; un teléfono no funciona hasta que se le marque un número de destino o se atienda al requerimiento de una llamada entrante. Internet tampoco funciona hasta que se direccione el navegador hacia una URL, se ingrese a una cuenta de correo, etc. Es difícil defender que un inicio de conexión programado como "about: blank" implique que ya se "está en internet".
Hay quienes dicen que tal o cual cosa la leyeron en el diario, la oyeron en la radio o la vieron en la televisión. Expresiones demasiado vagas pero pertinentes aún en su imprecisión. En cambio nadie en su sano juicio dice que haya leído una noticia en el correo o la haya escuchado en el teléfono. El teléfono no es en modo alguno una fuente informativa; la fuente, en todo caso, será el sujeto -eventualmente la voz grabada, a título personal o institucional- que nos informa desde el otro lado de la línea. Como el correo, como el teléfono, internet no es fuente informativa de nada sino un complejo medio de conexión con una variedad inédita de fuentes diversas. Que hay que saber identificar y valorar, claro, como ha ocurrido siempre, porque desde los albores de la telefonía que sus usuarios discriminan entre el amoroso hijo pródigo, el acreedor impaciente, la pesada promotora y el idiota que ha vuelto a marcar el número equivocado.
Y hablando del idiota: internet -señor juez, señores periodistas, señora directora, señoritas maestras, señores padres, alumnos- no es una fuente mágica de la que brotan anónimos datos de colores.
A ver si nos espabilamos un poco porque de lo contrario, mañana se pondrá presos a unos infelices y en lugar de referir teoría del derecho, jurisprudencia y fuentes reconocidas se sostendrá muy suelto de cuerpo que "está en internet" porque lo escribió un tal Cinzcéu en Antes de la lluvia.

martes, diciembre 19, 2006

The gates of delirium

Sol y Luz (juro que son sus nombres) tenían tres años cuando se conocieron, en Jardín de Infantes, y son amigas desde entonces. Amigas de esas que están juntas incluso a distancia.
Hoy tienen 18 años (Sol es una semana mayor que Luz, lo cual es coherente) y viven junto a mi casa con Juan, el pequeño hijo de Luz, de 9 meses. Conozco a ambas desde que nacieron y verlas entrar para usar mi lavarropas, heladera, teléfono y/o tiempo es un ritual cotidiano.
Aún no eran las 9 de la mañana cuando entraron con gesto de espanto. Las miré interrogante. "Hay una cosa viva, peluda y negra así de grande en el departamento" dijo Sol mientras con sus manos indicaba unos 50 cm. Conociéndola reduje a la mitad ese dato, y aún así me pareció algo muy grande para ser peludo, negro, vivo y en un departamento. "¿En qué lugar?" respondí calmada, intentando contagiarlas. "Entre la ropa, en el placard, ahora está en el piso, entre la ropa del nene, está ahí, no sé dónde" respondió una de ellas mientras la otra asentía. "¿Un ratón? ¿un perro? ¿un gato?" arriesgué. "Una rata, o un murciélago" dijeron a lo Pimpinela.
Hacía unas semanas un pequeño murciélago despistado había entrado por su ventana provocando un ataque de histeria en ellas y en él al escucharlas. Pero un murciélago en un placard, caminando, me sonaba extraño, a menos que estuviese enfermo, pensamiento que me alarmó un poco.
"Me llevo a Janis" dijo Sol mientras levantaba a mi gatita que se había acercado inocentemente a saludarlas, y se fue con ella. Siempre les había dicho que el olor de un gato es lo más efectivo contra las ratas, pero no llevarse una y esperar que actúe como fuerza de choque en un sitio desconocido. Y mucho menos Janis, que fue criada por una perra y suele olvidar su naturaleza felina.
Fui detrás de mi gata en busca del peludo animal, un tanto indecisa respecto de qué hacer. El dormitorio parecía Bagdad después de Bush, con un palo habían sacado toda la ropa del placard creando una gran montaña en el suelo, haciendo mucho más complicada la búsqueda. Pero no era sólo la ropa, en una habitación de 3 x 3 había una cama doble, una cuna, una mesa, un placard y una silla, el espacio libre se reducía a unos pocos centímetros que ahora estaban cubiertos por ropa y algunos papeles.
"Está ahí" dijeron ambas señalando la puerta de ese caos. Ahí estaba también Janis, llorando desde lo que parecía ser un agujero negro, asustada. Intenté rescatarla, pero al meter la mano debajo de la cama, para llamarla, algo vivo, peludo, negro y así de grande se movió, y no era mi gata, de hecho parecía ser más grande que ella.
Hice una retirada táctica para meditar mientras les pedía más datos. "Mirá ahí" dijo Luz angustiada señalando una remerita blanca de su hijo sobre la cual se podía ver claramente lo que sería excremento de rata o murciélago. "¿Y Juan?" le pregunté notando su ausencia. "Está en la casa de mi vieja" aclaró Luz.
"Podemos traer a Crazy" dijo Sol, pero la idea de arriesgar también a mi perra no me sedujo. Tomé aire y volví a entrar en busca de Janis, quien asomó su cabeza por debajo de la cuna pidiéndome ayuda con la mirada.
"Es un murciélago" repetía Sol. No le temo a los murciélagos, al contrario, me parecen fascinantes, pero estando sanos no se arrastran, y son muy asustadizos y chillones, si se trataba de uno sin duda estaría enfermo. Si era una rata la lógica era la misma, y ambos seguramente atacarían al verse acorralados. La idea de que alguno resultase mordido por ese ser vivo, negro y peludo, o que continuase allí, a pocos metros de la cuna del bebé, no era admisible.
"Voy a pedir que me asesoren" les dije, y me fui. En el pasillo me crucé con el flaco del segundo piso y le pregunté qué podía hacer. "Llamá al 911" me dijo. Ante mi sonrisa continuó "en serio, llamalos, ellos te dan el número de la gente de la Municipalidad que se encarga de cosas así, por ahí te dicen que cuando lo agarres se los lleves para ver si está sano o te dan una idea de cómo cazarlo".
Llegué a mi casa y llamé. La chica que me atendió no estaba dispuesta a darme ningún número a menos que antes le dijese mi nombre y la dirección donde se produjo "el hecho". Se los di y respondió "ya le paso el dato a un móvil"... y me cortó cuando intentaba decirle que no. Volví a llamar, no quería a la policía, pero el teléfono que nunca da ocupado demostraba que no es cierto. Antes de darme tiempo a comunicarme una camioneta flamante de la Policía de la Provincia estacionó frente a mi puerta. Salí y le expliqué a la mujer y al hombre de azul lo que en realidad quería.
"Nosotros no sabemos cómo resolver la situación" me dijo la mujer mientras entraba al departamento y su compañero se alejaba para hablar con alguien por radio. Un par de minutos después un segundo patrullero se detenía en la puerta y de él descendían dos corpulentos policías. "Ellos saben" dijo el que los había llamado. Y un tercer patrullero apareció "de respaldo", y un cuarto porque vio a los otros tres desde la esquina por la cual circulaba.
"Es sólo una rata o un murciélago", les dije a los ocho policías que miraban el dormitorio sin hacer nada, "¿tenía que venir toda la fuerza? ¿quieren que salga en Crónica?" continué. La mitad de ellos se rió, y del resto tres entraron valientemente en busca del ser peludo y el otro se quedó en la puerta diciéndome "yo no entro ni loco".
La mujer policía me pidió que la acompañe a la calle para tomar algunos datos "para el informe". Cuando llegamos vi estacionar un taxi desde el cual la abuela y la tía de Sol gritaban, pálidas "¿Qué pasó?". "Es sólo una rata o un murciélago" les dije y antes de poder explicar escuché gritos aterrados de las chicas. Entré corriendo, pensando que al fin habían localizado al ser peludo, pero no, uno de los miembros de la fuerza había encontrado un peluche negro y gritando "ahí está" se los había tirado a los pies a las dos aterrorizadas amigas. "Esto es para Policías en acción" les dijo Luz mientras Sol, más diplomática, les gritaba "no sean hijos de puta".
La búsqueda se había intensificado, al mejor estilo allanamiento sacaban todo de todos lados, colchones, ropa, muebles. Por supuesto, dejándolo regado por lo que quedaba sano del departamento.
Yo fumaba en un rincón imaginando la placa roja de Crónica (Murciélago toma adolescentes y bebé de rehenes - Policía ya lo tiene identificado) cuando llegó la tía de Sol para contarme que acababa de ir a la panadería de la esquina en la cual le habían informado que el despliegue policial se debía a que habían secuestrado a Juan.
Casi una hora después el más grande de los uniformados me preguntó con seriedad bizarra "¿qué hicieron las menores al momento de descubrir al animal?". "Corrimos a la casa de ella" respondieron ambas anticipándome. "Bien" continuó "hemos buscado en todo el inmueble y concluímos que quizás el animal se dio a la fuga en el momento en el que las menores lo abandonaron". No pude evitar la carcajada que pareció ofenderlo, dio media vuelta y se fue.
Minutos después no había más policías en el barrio, el departamento parecía haber sido sacudido por un terremoto y las chicas me miraban desconcertadas. La rata, o el murciélago, había escapado del largo brazo de la ley.
Miré la hora, descubrí que llegaría tarde a trabajar y me despedí. "¿Qué hacemos?" preguntaron suplicando una respuesta. Antes de cerrar la puerta las tranquilicé asegurándoles que, si no llueve, mañana les consigo un gato.

lunes, diciembre 11, 2006

Desconfío de la vida

Regresando al mundo después de algunos días de inexistencia encendí el televisor y TN me informó que acababa de morir Augusto Pinochet. Mi reacción fue una mezcla de "qué bien", "qué mal", "hummmm".
Qué bien, un asesino menos en el mundo. Qué mal, no pagó ninguno de sus crímenes. Hummmm ¿murió?.
Luego vi las calles de Santiago llenas de gente festejando, y grupejos junto al hospital en el que supuestamente murió llorando la pérdida de su prócer. De estos últimos no es necesario decir mucho, sólo tuve que tomar unas gotas de Hepatalgina.
No pude evitar comparar esos festejos con la reacción aquí, en Argentina, ante la muerte de algunos de los genocidas del Proceso, pero hay algo de lógica, en Chile Pinochet condensó en su persona la dictadura, las persecusiones, desapariciones, desde la toma de La Moneda, durante casi dos décadas, aquí en cambio la propia miseria interna de los responsables los llevó a alternar en el poder. Aquí no hay un representante del genocidio, hay varios. Quizás la figura que en ese sentido se asemeje más a Pinochet sea Jorge Rafael Videla, pero ni siquiera. Aquí no hay un Hitler, un Franco, un Mussolini, un Stalin, un Pinochet, hay Videlas, Masseras, Agostis, Galtieris y demás.
En Chile salieron a festejar, nadie dudó. Me dije a mí misma que soy un asco de desconfiada, que está muerto realmente, como Yabrán, y me dispuse a escuchar en la radio los partidos de Boca- Lanús y Estudiantes- Arsenal.
"Va a ganar Boca, ya sabés" me había dicho un amigo poco antes. "Sí, pero no sé" respondí. No había nada de fútbol en mi duda, ni siquiera pensando en Bossio. "A Boca le conviene volver a perder, una final deja mucha plata" le dije, y encendí la radio.
No dudaba del triunfo de Estudiantes, un triunfo como tantos otros, después de hacer sufrir durante largos minutos. Pero no debo opinar respecto de un equipo del cual llevo la camiseta puesta desde que supe lo que era una pelota.
Y Boca perdió, y el pincha ganó, y el miércoles la mitad más dos del país se detendrá expectante.
Encendí la PC, leí los comentarios al post anterior y me encontré con la publicidad de Carlos, que no ofrecía uno gratis, ni un MP4 de premio, sino algo mucho más sugestivo: aprender a ser seductores jugando con la mente de los demás.
Pinochet había muerto, Estudiantes llegó a una merecida final, estaba de buen humor, por lo tanto no me dejé llevar por el impulso de eliminar ese comentario tan pertinente al blog y, como soy también muy curiosa, bajé y leí el texto anunciado.
Después de leerlo me deprimí, sin duda jamás llegaré a ser una mujer seductora.
"La seducción es lo que sustrae al discurso de su sentido y lo aparta de su verdad" comienza, y ya me complica. Yo creía que el sentido lo daba el discurso, y encima me habla de "verdad". Por más que haya invocado a Aristóteles, Husserl, Kant, no hubo caso, no entendí. Todo es seducción, sí, hasta ahí iba comprendiendo.
Reírse de los defectos del prójimo está mal porque pueden creer que también nos reiremos de nuestro interlocutor de turno. Ahora entiendo, no debemos burlarnos porque no nos conviene, nada de una cosa moral, no mezclemos.
Debemos mostrarnos autosuficientes y seguros. Sí, nada seduce más que estar con alguien que parezca controlar al mundo, lo vi en una película.
Y autocontrolados, más vale, nada de autenticidad si queremos seducir. ¿Nos deprimimos? ¿nos rayamos? nada de mostrar eso, lo que debe seducir no somos nosotros, sino el personaje que fabricamos con ese fin.
Si después de seducir la persona seducida descubre que eso no éramos nosotros y nos manda a freír caretas ya es otro capítulo.
"En la seducción queremos que la otra persona (o grupos de personas) hagan lo que nosotros queramos"... "nunca dé a nadie la oportunidad de decir que no". Eso es respeto. Nada menos seductor que permitirle al otro ser quien es y sentirse libre.
Ahora, yo sigo sin entender, si todos seducimos, todo seducido hace lo que nosotros queremos, y nosotros también somos seres seducidos que hacen lo que quiere un seductor, entonces ¿quién es el que quiere algo por sí mismo?.
"Hacerse indispensable y luego quitar de golpe todo el interés, cuando menos lo esperen"... "deben depender de usted, por lo menos de forma emocional"... "si conoce secretos de la otra persona que sólo usted sabe... insinúe esto de vez en cuando para que no lo olvide". Bárbaro, a ver si entendí: tengo que hacer que alguien se convierta en un esclavo emocional, hacerlo sufrir cada tanto y usar la confianza que depositó en mí como arma. Eso es amor.
Coherente con la consigna anterior luego nos informa que "lo racional es ser independiente psicológicamente". Bien, estamos de acuerdo. Pero si "depender psicológicamente de alguien no implica una elección", ¿cómo es que "usted es responsable de sus propias emociones" y "nadie puede controlar sus sentimientos salvo uno mismo"? ¿soy yo o hay algo que no cierra?.
¿Y por qué leer que la definición que más le gusta al autor es la de Dyer: amor es la capacidad y la buena disposición para permitir que los seres queridos sean lo que ellos elijan para sí mismos, sin insistir en que hagan lo que a tí te satisfaciera o te gustase, me suena muy descolgada dentro de ese texto? ¿Será que soy medio tonta y la idea es seducir sólo a quienes no ame?
Da para mucho más (las Reglas para influir en las personas son una fuente inagotable), demasiado, párrafo por párrafo podría disentir, pero ya asumí que viviré el resto de mis días sabiendo que jamás seduciré. Y peor aún, como no quiero ser dependiente emocional nunca podré ser seducida. Me deprimí otra vez.
Mejor continúo siendo la desconfiada que el miércoles irá a la cancha esperando que no llueva.

jueves, diciembre 07, 2006

Yo vengo a ofrecer mi corazón

En las últimas 12 horas mi teléfono me informó que me convertí en la feliz ganadora de la adjudicación de un Volkswagen Gol 0 Km y de la instalación de un servicio de alarma y atención del hogar totalmente gratuito ofrecido por Telefónica en complicidad con vaya a saber una qué empresa. Por supuesto que el VW debía comprarlo y lo gratuito es la colocación de la alarma en comodato, las cuotas mensuales y un plus por gastos "administrativos" no son parte del premio, abuso de mi parte esperar tanto.
Volkswagen lo hace simple, una grabación dispara un "¡¡¡Felicitacionessss!!! es ud. ganador ..." y repite el mensaje casi deletreando (denumerando) el número al cual yo debería llamar para enterarme de la módica suma por la cual seré poseedora del Gol cuya adjudicación me gané. Telefónica en cambio apela al contacto humano directo y "buenas tardes, la llamo de Telefónica de Argentina, mi nombre es ... ¿con quién tengo el gusto de hablar?" es el preámbulo aprendido y repetido sin respirar por algunos cientos de empleados que aseguran que mi nombre fue seleccionado entre miles, aunque me resulta un tanto sospechoso que también hayan seleccionado el de mi hermano y un par de amigos. Y más sospechoso aún que eligieran mi nombre de una guía en la cual no figura ¿será algo personal?.
Hay que ser muy tonto para no comprar el pack de 6 paquetes de galletitas en el cual me informan que tendré "uno gratis", o el detergente que me regala 200 cc, ni hablar del set de cucharitas que viene con una linterna de regalo, o las revistas que traen una repisa para armar y completaré comprando sólo una docena. Tanto como no llamar en los próximos 15 minutos de cualquier momento en el cual esté al aire la publicidad de la aspiradora que si me apuro me regalará un cable para enchufarla en la moto. O comprar la cantidad necesaria de yogures o gaseosas que me permitan acceder a un plato o vaso con el logo del producto. Debemos admitir que los consumidores somos niños mimados.
Sacar la cuenta para descubrir que 6 paquetes de las mismas galletitas cuestan menos que el pack, que la docena de revistas es más cara que un placard de algarrobo, que el detergente de 500 cc que me regala 200 cc cuesta lo mismo que aquel de la misma marca de 700 cc, y el vaso con el logo más caro que una docena de vasos comunes, ya es mala fe de mi parte.
Asumo que soy una persona desconfiada desde muy chica, ya desde aquella época en la cual preguntaba qué ganaba Papá Noel, y no creo en premios, regalos ni ofertas. Pero también debo asumir que debe funcionar, ya que cada día es mayor la oferta en ese sentido.
Supongo que es difícil sustraerse de la seducción del "me gané...", si termino pagando por algo que no tenía interés en comprar es un detalle, lo importante es no desperdiciar el premio. Tampoco es importante que sólo quisiera un paquete de galletitas, no se puede perder el que gentilmente me ofrecen gratis.
La otra cara es el premio posible, una gaseosa puede significarme una cámara digital, una lata de tomates puede esconder un teléfono celular y en un kilo de yerba pueden estar mis vacaciones en Brasil o México (¿por qué será que nunca en Cuba?).
Quizás deba cambiar mi forma de pensar y ser más perceptiva a los beneficios inmensurables que el mercado pone a mi alcance, de hecho debería apurarme para adquirir uno de los 10 primeros paraguas con molotov de regalo que ofrece Antes de la lluvia S.A.

domingo, diciembre 03, 2006

Cucarachas

Anoche esperaba mi cena en una mesa callejera y, a escasos centímetros, una nutrida colonia de grandes cucarachas que eventualmente caían sobre mí me obligó a mudarme unos metros hacia la calzada. También me sugirió el guión de un cortometraje basado en una historia real, sin vanas pretensiones artísticas y de presupuesto minimalista.

Escena 1. Exterior. Noche.
Abre plano sobre una vieja pared de ladrillos sobre la cual corretean decenas de cucarachas bajo una luz blanca. De fondo suenan intermitentes motores de automóviles y voces de transeúntes. Es el único plano de toda la película porque se trata de un cortometraje muy independiente y muy experimental.


GUIONISTA: (Over) Hace años escribí un guión que narra la historia de un deterioro. Una única locación, cuatro personajes y unos efectos del encierro, la duración y el abandono que entre otras cosas se figuran con la proliferación de cucarachas. En varios momentos los protagonistas hablan de cucarachas, pegan pisotones y manotazos y discuten estrategias contra ellas. La película reclamaba cucarachas. No dinosaurios como Jurassic Park o Godzilla, ni un gorila gigante como King Kong, ni una ballena blanca como Moby Dick, ni siquiera un cerdo como Babe o un perro como Lassie: tal como le señalé al primer director, apenas una o dos anónimas cucarachas.

GUIONISTA: (Off) Acá, por libro, tiene que ir un plano detalle de una cucaracha.
DIRECTOR 1: (Off) No sé, no sé... Yo no quisiera mostrar insectos.
GUIONISTA: (Off) A ver: hablan de cucarachas, discuten sobre cucarachas, aplastan cucarachas, uno de ellos está como loco con las cucarachas... ¡se debería ver al menos una cucaracha!, ¡es cine!
DIRECTOR 1: (Off) Y además, ¿cómo hacés para filmar a una cucaracha?
GUIONISTA: (Off) La ponés ahí arriba y encendés la cámara. Es un plano rápido. No necesitás que estudie el guión ni que ensaye: la filmás y listo. ¿Cuál es el problema?
DIRECTOR 1: (Off) No sé, no sé... A mí me gusta más que no se vean.

GUIONISTA: (Over) La película se terminó sin cucarachas. Y sin otras cosas tales como el respeto a la historia original. Yo, por ejemplo, nunca comprendí el tema ni el desenlace. Un par de años después surgió la posibilidad de hacer una remake que siguiera el libro al pie de la letra. Lo dirigió el impulsor y productor del anterior proyecto, también disconforme con los resultados de la primera versión. Por las dudas, volví con mi alerta autoral.

GUIONISTA: (Off) Pero esta vez precisamos cucarachas, dos o tres cucarachas nomás pero no puede ser que en toda la película no se vea una sola cucaracha.
DIRECTOR 2: (Off) ¡Y claro!, ¡cómo no va a haber cucarachas! Es central, no se puede contar esta historia sin cucarachas, ¡por supuesto que va a haber cucarachas!

GUIONISTA: (Over) Debo confesar que la segunda versión es mucho más fiel al libro por más que razones presupuestarias hayan suprimido un par de escenas. Y modificado otro par. Incluso hay que decir que el tono se respeta y el final se entiende. Pero...

GUIONISTA: (Off) Acá ¿no iba el plano de una cucaracha sobre la mesada?
DIRECTOR 2: (Off) ¡Pucha!, ¡tenés razón!, ¡se nos pasó! (A un tercero) ¡Che!, ¿escuchaste?, ¡cómo se nos pasó el plano de la cucaracha!
GUIONISTA: (Off) Y ahí, cuando se escucha el pisotón, ¿por qué no se ve el zapato ni lo que pisa?
DIRECTOR 2: (Off) Ah, falta un plano detalle. En algún momento lo tendríamos que rodar y lo insertamos ahí.
GUIONISTA: (Off) ¿Y no era más fácil rodarlo en locación y dentro del plan general? ¡Eran dos minutos nomás!
DIRECTOR 2: (Off) Mirá: no me vas a creer pero ¿sabés lo que es conseguir una cucaracha? ¡En invierno no se consiguen cucarachas!
FIN

Es un guión breve, sencillo y económico, factible de rodar y editar tal como está escrito. Yo consigo todas las cucarachas, un farolito para iluminar la pared e incluso puedo hacer las tres voces. También lo puedo dirigir. No hay arte ni vestuario porque las cucarachas siempre van en pelotas. No hay problemas de sonido porque las cucarachas no hablan. No hay conflicto con el sindicato de actores porque las cucarachas no actúan. No hay riesgo de denuncia por parte de los protectores de animales porque no las pisamos ni depredamos su hábitat. Y no hay nada que negociar con el nefasto Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales porque no es un proyecto de interés nacional, ni de interés especial, ni de interés simple. Ni siquiera es un proyecto de interés.
Productores desinteresados, por favor, ponerse en contacto urgente porque las cucarachas buscan las hendijas poco antes de la lluvia.