jueves, septiembre 30, 2010

Bartleby, el escribiente

Hace un tiempo confesaba aquí que, mes a mes, me obligaba a la publicación de al menos una entrada a fin de que en las listas anuales que muestra la barra lateral, la secuencia del calendario se exhibiera completa. Pretensión más obsesiva que racional, ya lo dije, que vengo a satisfacer este último día de setiembre pero, señores jueces, nunca más.
En pocos días este sitio cumplirá cinco añitos. No le haremos ninguna fiesta: lo inscribiremos en el preescolar y le compraremos un cajoncito de lustrín con el objeto de que se pague los estudios y comience a aportar a la economía del hogar.
Hasta aquí, sesenta etiquetas mensuales testimonian sus redondos sesenta meses de vida. En adelante es probable que haya agujeros de muy diversa extensión y profundidad. O un único agujero enorme de aquí a la eternidad, no se sabe.
El motivo fundante de esta decisión ya fue dicho: cada vez me implica mayor esfuerzo cumplir con aquella simple autoimposición mensual. Las causas son variadas y múltiples y sólo resumiré unas diez:

- La ausencia crónica de buenas ideas (buenas para mí, claro) que me entusiasmen lo suficiente como para motorizar la producción de nuevos artículos.
- El descarte de ideas malas que son aquellas que me parecieron buenas pero revisadas al día siguiente me pregunté qué atractivo le habría encontrado el día anterior.
- El desinterés en fundar secciones, algunas bosquejadas y abandonadas de facto, tales como el deterioro del lenguaje social o las búsquedas bizarras que a aquí conducen.
- Parcialmente derivada de la anterior, la insufrible reiteración que, observada allí afuera, termina por filtarse aquí dentro: escribir sobre lo que se repite tiende a ser repetitivo.
- Mi desgano generalizado pero fundamental si se trata de efectuar acciones vinculadas a espacios públicos y relaciones humanas, aún mediados por la escritura en internet.
- El enrarecimiento del debate político nacional y mi autocensura a publicar opiniones que serán leídas como "opositoras" (muy probable) u oficialistas (es más difícil).
- Basada en la previa, mi creciente desinterés en debatir, argumentar, explicar, discutir, polemizar, conversar y, por lo tanto, mantener algún intercambio al respecto.
- La sensación de que todo lo que pudiera publicar abordaría los mismos temas y problemas que entradas ya editadas pero, aquéllas, con mayores aportes y mejores facturas.
- El convencimiento de que una época, un ciclo o una etapa se hallan concluidos y el sentimiento de que no asoma por ahora nueva época, ni reciclado ni próxima etapa.
- La preocupante identificación con aquel oscuro y eficaz copista que se negaba a ejecutar sus labores con la contundencia de un argumento sencillo: preferiría no hacerlo.

martes, agosto 17, 2010

El tiempo, el queso, el libro

Acabo de encontrar un ticket de supermercado de hace diez años en la posición de señalador de un librote que nunca leí pero, se ve, hace diez años abrí.
La cosa es que en esa brevísima compra elemental (pan, queso y una gaseosa para bajar el bocado) identifico el queso port salut a 6,89 pesos el kilo.
Cotejo con mis prolijos registros de aquel año y colijo que entonces yo producía un ingreso promedio de 200 kilos mensuales (precio al público más 21% de IVA) de queso.
Una década más tarde, laburo, carrera, ahorro e inversión mediante, mis ingresos son mayores, a saber: entonces tenía dos trabajos y ahora también, pero en uno de ellos la dedicación y el salario se duplicaron; entonces tenía una pequeña renta inmueble y ahora tengo dos, la segunda más pequeña; entonces no confiaba en los bancos y ahora tampoco pero me he resignado a que la mierda de un plazo fijo es más segura que guardar un puñado de dólares en la media y, a efectos de mis cuentas personales, cuento ese interés miserable como ingreso (y capital potencial a invertir en queso).
Como se ve, he "progresado" mucho en mi libre y franco ascenso pequeño burgués; trabajo más tiempo, percibo más salario, rento otro inmueble e invierto en finanzas. Seguramente hoy pueda comprar unos 300 ó 400 kilos del puto queso.
Pero hoy, casualmente, he ido a un supermercado de segunda (se denomina, creo, "de descuento") y elegido unos 300 gramos de la marca más económica de port salut. Se comprenderá que no soy capaz de decir qué marca de queso compré hace una década pero pongamos que, también entonces, la más barata. Pues no, de ningún modo podría comprar 300 ni 400 kilos de queso pero tampoco los 200 de aquella época ignominiosa en la que tras años de recesión vivíamos en la casi absoluta miseria y al borde de una crisis que estalló en 2001.
Podría preguntarse para qué carajo querría comprar 400, 300, 200 o incluso kilo y medio de queso pero es que esto no trata sobre la economía y el queso sino sobre la falsificación de los números, la declamación de la mentira y la perversión de los argumentos.
Hoy, en un programa ya emitido según avisó la pantalla, Martín Lousteau le decía a Jorge Lanata en Canal 26 que el menemismo fue una fábrica de pobres desamparados mientras que el kirchnerismo es una fábrica de pobres subsidiados. Coincido con la figura (pergeñada por un ex ministro kirchnerista) y me niego a optar entre dos mentirosas fábricas de pobres, que es el mejor planteo político que puede hacer el democratismo capitalista.

***

El librote dentro del cual hallé el ticket de supermercado se llama "Manual de historia de las instituciones argentinas" y su autoría es de Víctor Tau Anzoátegui y Eduardo Mártire. Voy a confesar acá su origen en mi biblioteca, mi sentimiento de culpa y mi decisión última al respecto.
Hace casi tres décadas pretendí ingresar (e ingresé, duré poco) a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Por entonces se debía aprobar un examen de ingreso y una de sus materias era Historia. Recuerdo haberme inscripto en un curso privado y haberlo comentado con una compañera de trabajo, Silvia, estudiante avanzada y/o graduada en Sociología. Silvia me dijo que me ayudaría mucho el "Manual de historia...", que ella lo tenía y me lo podía prestar con todo gusto, pero con la única condición de que se lo devolviera. Me sonó extraña la condición (¡cómo no se lo devolvería!) pero acepté y me quedé con el librote. Nunca lo leí porque, a poco, la UBA cambió sus reglas y trocó el examen filtro por un curso de ingreso (sin inclusión de Historia y que derivaría luego a CBC).
Silvia dejó de laburar en esa empresa y desapareció de los sitios que frecuentaba (vivía a una cuadra y media de mi domicilio). Poco después supe que estaba en París, usufructuando una beca o algo así, estudiando y laburando en ese otro mundo. No había internet ni Google, París... ¿era una fiesta? y un envío genérico a "Silvia (omitiré su muy común apellido); París, France" no avanzaría más allá de un seguro Departamento de Incineración de Boludeces.
He mudado cuidadosamente ese pesado y no leído volumen varias veces porque empeñé mi palabra de devolución allá hace 27 años, de un libro rubricado por Silvia, allá hace 28 años, caramente encomendado en préstamo.
No da para más. Este fin de semana se lo llevaré a mi sobrino por si algún pasaje le sirve para enriquecer una monografía y ofreceré su tenencia definitiva a su padre, mi hermano, mucho mejor y más pasional conocedor e interesado en la historia que yo.
Y Silvia... un día soñaré que te aparecés en la noche (o mandás fantasmas y otros seres horribles) que repetirán: "¡No devolviste el libro, no devolviste el libro, no devolviste el libro!". No, nunca te lo pude devolver.
Llamaré a mi abogado que argumentará que el crimen prescribió o bien argumentaré que poco importa un puto libro cuando toda la lluvia nos está por caer.

miércoles, julio 14, 2010

El fascismo se huele

Se comprenderá que el título de este artículo no puede responder a ningún parámetro científico, lógico ni racional sino a esa mera cuestión olfativa que mejor remite a la genérica (¿genética?) condición animal que a la específicamente humana... y específicamente contemporánea.
Se sabe que perros y gatos (entre otros hermanos de vida) huelen y en general les basta para aceptar o rechazar. Nosotros, humanos, olemos, admitimos o denegamos y después se nos pide argumentar, porque hace siglos que la pestilencia elemental no basta a nuestra parodia de racionalidad.
A mí las mal denominadas "redes sociales" (Facebook, Twitter y... ¿ninguna otra?) me han olido como el ojete al menos desde que se ha globalizado tal y tan puto nombre. Hoy día, tras un par de años de relativa marginalidad, esas "redes" constituyen las dos marcas comerciales insoslayables para toda otra marca, trust oligopólico o monopólico, gobierno de cualquier nivel, ONG que se precien de tales o bien perejil cualquiera que se suba al tren.
A mí las mal denominadas "redes sociales" (Twitter, Facebook... sobre todo Facebook) me huelen como el tujes. En medio siglo de vida jamás había atestiguado que todos o casi todos los medios de difusión, las empresas comerciales, las organizaciones sociales, los organismos estatales y varios millones de nadies dijeran (¿gratis?) que están en... ¡Facebook!, y hagan público el enlace a ese negocio a fin de que sus interlocutores puedan informarse respecto de lo que no dicen o dicen a medias en sus envíos específicos.
Es como si hace 10, 20 ó 30 años, una fiebre irracional (¿o un pingüe negocio?) hubiera arrasado la vida social de modo que todo el tiempo, todo el mundo hubiera repetido (¿gratis?) la misma marca: "bebemos Coca-Cola" o bien "estamos en FIAT" o bien "buscanos en Citibank".
Ministros de gobierno juegan allí (?) su rol de vivísimos y modernos; en fin... Se comprenderá, también, que no estoy en esas mierdas, pero la extensión de su popularidad es tan grande que dos por tres voy a parar a algún enlace que las implica. Y cliqueo, qué se le va hacer: una cosa son los principios y otra la operatividad. De este modo y en la busca de unas ignotas imágenes he ido a parar a una página del afamado Facebook que me instruye así:

Información básica
Descripción:
Pasos para ver las fotos:
1- Estar unido a esta pagina.
2- Clic en "SUGERIR ESTA PAGINA A MIS AMIGOS"
3- Esperar que se abra completamente el cuadro.
4- Donde esta el link, PJ: (www.facebook.com) pegar esto: javascript:fs.select_all();
5 -Esperar que se carguen todos tus amigos.
6- Click en "ENVIAR INVITACIONES"
7- Ir al link de abajo..

¿Qué dice Facebook respecto de mi condición de ciudadano del mundo? ¡Que no podré ser tal mientras no me afilie a su partido y, además, milite por su programa! Traduzco e interpreto a mi libre y leal parecer:

1- Afiliarse al partido comercial.
2- Acreditar espíritu militante militando: ok, firmaste la ficha pero ahora demostranos que sos capaz de hacer campaña.
3- Subordinación y valor: esperá; ya se abrirá el cuadro, o no, pero vos esperá que es la línea que te bajamos y punto.
4- ¿PJ? Bueno, ha de referirse a otra cosa, espero... Siguen las instrucciones duras acerca de dónde, cómo y qué hacer.
5- Y siguen: debo tener amigos y esperar que "se carguen". Yo no tengo amigos de la índole que ustedes sugieren.
6- No quiero "enviar invitaciones" a nadie porque no soy el militante que ustedes se figuran ni tengo a quién enviarlas.
7- Como no hice ni haré nada de lo anterior, no podré ni querré ir "al link de abajo" que quién sabe a qué cosas obligaría.

Afiliarse al partido comercial y acreditar espíritu militante. He aquí dos rasgos que ayudan a discriminar lo fascistoide o cuasi fascista de fenómenos de naturaleza más demócrata- liberal, esa cosa muy jodida pero de enunciación mucho más blanda. Y aclaro: lo fascista no estaría en los términos utilizados ni en las restricciones al acceso a un aparente servicio; lo fascista estaría (está) en el encumbramiento de tal servicio comercial al nivel de privilegiada "red social" (?) globalizada y universal que hace un tiempo se nos presenta como espacio imprescindible en el cual "todos" estarían y por lo tanto todos deberíamos estar.
Por eso, cuando la uniformidad y su uniforme (¿no están un poco hartos de esa "f" minúscula y blanca sobre fondo azul- celeste?) tienden a instalarse; cuando casi toda comunicación mediática tiende a una sola marca y a un solo modo; cuando la repetición toma la delantera respecto de la argumentación y la reflexión y cuando muchas, demasiadas "voces múltiples" no tienen nada diferente para decir(se): ¿no creen que quizás a hard rain's a- gonna fall?

martes, junio 22, 2010

Elogio mundial de la estulticia

Hace mucho que no publico una entrada de tan inminente actualidad: en horas empieza a definirse el pasaje a octavos de final en la Copa Mundial de la FIFA 2010 que, normalmente y sin tanta pompa, todos denominamos "el Mundial".
El Mundial viene bastante mal barajado para las expectativas tanto históricas como recientes de los candidatos de siempre. Demasiados grupos cerraron su segunda y anteúltima fecha con riesgos diversos para varios grandes y concretas amenazas de quedarse afuera en la ronda inicial. A saber:
-El Grupo A viene comandado por Uruguay y México que con un empate dejan afuera al último subcampeón, Francia, y al organizador, Sudáfrica.
-El Grupo B lo lidera cómodamente Argentina que aún no tiene asegurada su clasificación: si pierde con Grecia puede pasar cualquier cosa y si no pierde, clasifica, pero a su espalda puede pasar de todo.
-El Grupo C está abierto. Eslovenia (puntero)- Inglaterra es una final pero EE.UU.- Argelia, también. El último en la tabla, Argelia, si gana por dos goles pasa de ronda con independencia de lo que ocurra entre ingleses y eslovenos.
-El Grupo D exhibe a Ghana un punto arriba de Alemania y Serbia y último a Australia. Si Ghana gana (perdón) y también Australia, ambos europeos se vuelven a casa.
-El Grupo E ya clasificó a Holanda y dejó fuera a Camerún, pero Japón y Dinamarca se juegan en un mano a mano con carácter de final.
-El Grupo F lo lidera Paraguay pero aún nada está sentenciado: hasta el último, Eslovaquia, puede clasificar si logra golear a Italia.
-El Grupo G está casi cerrado a favor de Brasil y Portugal. Costa de Marfil tiene la posibilidad remota de golear a Corea del Norte y/o que Portugal caiga goleado por Brasil. Las diferencias entre ambos resultados deberían ser, sumadas, de 10 goles, por lo que los marfileños ya están casi afuera.
-El Grupo H es otro intríngulis. Chile puntea pero enfrenta a España que si le gana lo supera en la tabla. Por su parte, Suiza juega con Honduras (dos jugados, dos perdidos) y si gana por dos goles, está en octavos de final. Pero pongámosle que Chile vence a España y los suizos caen 0-3 ante los hondureños: ¡Honduras pasaría a octavos!
Visto el complejo, cambiante e interesante panorama y la probabilidad de empates diversos en la tabla de posiciones de cada grupo, me asaltó la duda acerca de cómo se resuelven esos evidentes empates en toda la línea. Ejemplifico con el caso más obvio, tal vez no el más probable pero quién sabe, referido al Grupo F. Si supusiéramos que en la próxima fecha ambos partidos se empatan en uno, Paraguay clasificaría y Eslovaquia se volvería, pero Italia y Nueva Zelanda quedarían empatados absolutamente en todo: 3 jugados, 3 empatados, 3 puntos, 3 goles a favor y 3 en contra y un empate (1-1) en su enfrentamiento directo.
Yo creía saber cómo se resolvía: del modo más antideportivo, es decir, arrojando una moneda al aire. Pero como me asaltó la duda me puse a investigar y encontré esta reciente perla en el sitio oficial de la FIFA que cita el Articulo 39 del reglamento de la Copa:

Según el reglamento de la Copa Mundial de la FIFA 2010, la clasificación de cada selección en cada grupo se decidirá según los criterios siguientes:
a) mayor número de puntos obtenidos en todos los partidos del grupo;
b) diferencia de goles en todos los partidos del grupo;
c) mayor número de goles a favor en todos los partidos del grupo.
Si dos o más selecciones obtienen el mismo resultado conforme a los tres criterios arriba mencionados, su posición se determinará de la siguiente manera:
d) mayor número de puntos obtenidos en los partidos del grupo entre los equipos en cuestión;
e) diferencia de goles en los partidos del grupo entre los equipos en cuestión;
f) mayor número de goles marcados en los encuentros del grupo entre los equipos en cuestión;
g) sorteo por parte de la Comisión Organizadora de la FIFA.


Vayamos por partes.
a) Obviamente que el primer criterio es la sumatoria de puntos al cabo de los tres partidos. Muy bien reglamentado.
b) Otra regla bastante obvia: a igualdad de puntos se prioriza la mejor diferencia de gol y el +2 relega al +1, al 0 y al -1.
c) Y otro hábito futbolero: ante la misma diferencia de gol, por ejemplo igual a 0, el 3-3 relega al 2-2, al 1-1 y al 0-0.
Ahora viene lo jugoso.
d) La formulación "mayor número de puntos obtenidos en los partidos del grupo entre los equipos en cuestión" resulta medio una boludez. Primero, no puede haber tales "partidos" plurales sino uno único. Segundo, debería decir, más simple: a igualdad en a), b) y c) clasifica quien haya ganado el partido entre ambos; ¡como si el "número de puntos" pudiera repartirse de otro modo que para uno, para el otro o por igual!
Acá debería finalizar todo algoritmo lógico para cualquier ser humano medianamente apto que no integre los organismos de decisión de la FIFA. Éstos últimos, no obstante, avanzan dos pasos más, exhibiendo su completa estupidez:
e) Si venimos de d), muchachos, y no pudimos resolver la cuestión, es porque estas dos selecciones han empatado cuando se enfrentaron. La "diferencia de goles en los partidos del grupo entre los equipos en cuestión" es igual a cero porque el empate se define como el resultado que alcanzan dos equipos que conquistan la misma cantidad de goles a lo largo de un partido. ¿Ok?, ¿comprenden?
f) Y si venimos de d), orangutanes, no hay "mayor número de goles marcados en los encuentros del grupo entre los equipos en cuestión", ¡porque empataron y el empate se define por haber convertido la misma cantidad de goles, pedacito de animales!
Por lo tanto, dos selecciones que empaten en puntos, diferencia de gol y goles a favor y hayan empatado en su confrontación directa, van a sorteo para decidir cuál pasa a octavos de final.
Un horror deportivo pero, al menos, un método, cuya eficacia los organizadores de uno de los mayores eventos comercio- globales se empeñan en dilatar mediante pseudo- reglas falaces que suenan tan boludas como la lluvia que, tan boludamente, nos va a caer.

lunes, mayo 31, 2010

Silencio, hospital

Es el último día de mayo y hace mucho que estoy empeñado en que la lista que muestra los meses de publicación -"Lo que ya han dicho", a la derecha de su pantalla, mi estimado lector- y el número de artículos publicados en cada uno no exhiba el agujero de un mes calendario faltante. Por supuesto que no es necesario que así sea y tampoco es demasiado razonable pero es un viejo capricho que, al menos por ahora, se hizo tradición.
El humilde objetivo se satisface con una publicación mensual. No hace falta que sea inteligente ni interesante sino apenas que exista y, sin embargo, requiere de un esfuerzo cada vez mayor. Desde hace un largo tiempo ocurre en este sitio lo opuesto a lo que pasaba en épocas de su fundación: el hecho más trivial ameritaba la escritura y los artículos se atropellaban unos a otros. Ahora, en lo que a mí respecta y por motivos varios, nada me resulta de interés suficiente y/o no me estimula el deseo de escribir.
No pretendo que esto constituya una originalidad de este sitio: demasiados blogs siguen derroteros semejantes. Más bien parece ser la norma que un puñado de honrosas excepciones tiende a confirmar. Gráficamente, el fenómeno puede expresarse con la forma de un tobogán.
Inauguramos este espacio el 8 de octubre de 2005 y en los veinticuatro días de aquel primer mes calendario publicamos 16 artículos; en noviembre, 15; en diciembre, 10. La proyección anual de 41 publicaciones en menos de tres meses sería de 176 artículos. En el otro extremo, en los primeros cinco meses de este año las entradas eran -ésta es la séptima- hasta hoy 6 lo que proyecta una producción anual de 14,4 publicaciones.
Por supuesto, la caída más pronunciada se observa entre 2005 y 2006, es decir, entre la ficción de las 176 entradas matemáticamente proyectadas a partir de la breve euforia inaugural y la no ficción de los 71 artículos efectivamente publicados al año siguiente. Luego la cifra decae a uno por semana (52) en 2007, uno por quincena (26) en 2008 y apenas poco más de uno por mes (15) durante 2009.
En cambio, si en lugar de números anuales se focaliza la producción mes a mes, su expresión gráfica se parece más bien a la del pulso cardíaco de un paciente que entró en coma hace ya un par de años.
Visto el cuadro clínico, esta entrada innecesaria y por demás olvidable viene a cumplir el rol del aparato que monitorea el funcionamiento del respirador. Como puede verse, he satisfecho el objetivo de la publicación mensual mediante un método muy viejo: el de ponerse a decir que no se tiene nada para decir.
En fin, ya vendrán tiempos mejores si antes no se viene la lluvia.

viernes, abril 30, 2010

Marte ataca

Es bien sabido que en este país los medios de prensa mienten (incluso éste que apenas es medio y no es de prensa) y constituyen el gran partido de la oposición. También se sabe que todo funcionario del Ejecutivo miente, así como toda voz ligada al oficialismo. Pero este deporte nacional -ni el pato ni el fútbol: la mentira- sólo se juega en cuestiones domésticas, diría que menores. De allí que la presidente Cristina Fernández agite que hay "un país real y otro virtual", el de la gente y el de los grandes medios; y que la diputada Silvana Giudici la desmienta mediante la misma falacia pero inversa: sí los hay pero es justo al revés, el de la gente y el del oficialismo versero. Verás que todo es mentira, escribió Enrique Santos Discépolo, pero no estaba del todo acertado.
La verdad hay que buscarla en los intersticios del discurso, tanto de los medios privados cuanto de los gubernamentales. La verdad hay que buscarla en el argumento menor o marginal, en la nota de color o bien fuera de caja, en la información de relleno o bizarra.
Eso: bizarra. En esos espacios uno halla -si es capaz, como yo, de leer bien- las grandes verdades trascendentes que el barullo político oculta menos por acción conciente que por necia omisión de las cosas relevantes.

No hablés con marcianos
Este subtítulo, por supuesto, es mi traducción libre del libre titulado de la última edición de The Sunday Times: "Don't talk to aliens, warns Stephen Hawking".
La advertencia resulta de una prudencia elemental. Visto lo muy vasto del universo es estadísticamente probable -afirma Hawking- que los aliens existan pero -reflexiono yo- las especies terrestres, en particular la humana, enfrascada como está en polemizar sobre boludeces, no se lo toma demasiado en serio y por ahí a uno lo recluyan en un psiquiátrico por el mero hecho de dirigirle la palabra a un extraterrestre.
En nuestro país y por mencionar sólo dos casos, La Nación opositora titula "Stephen Hawking admitió la existencia de extraterrestres" y Telam, la agencia oficial(ista) de noticias, baja un cambio en el título, manda un "casi seguro" y señala en su bajada que "los humanos deberían hacer todo lo posible para evitarlos".
Es lo que yo decía: no hablés con marcianos.

¿No será mucho, Ministro?
Esta pregunta -retórica e irónica, claro- fue mi primera reacción, ignorante, a una brevísima nota de TN que reproducía declaraciones de Eduardo Sileoni, Ministro de Educación de la Nación, al término de la presentación del libro educativo "Los medios y el Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010" realizada en compañía de Julio Grondona y Diego Maradona, entre otros reconocidos educadores.
La Copa Mundial de la FIFA es un colosal fenómeno cultural, sostuvo Sileoni y a continuación precisó que "el último Mundial fue visto por 27 mil millones de personas".
En este punto tuve una suerte de revelación. Recordé que los extraterrestres existen (o casi seguro, en fin, es lo mismo), que quizás sean nómadas y conquistadores, que podrían llegar hasta aquí con el objetivo ruin de saquearnos y someternos.
En un relámpago de lucidez comprendí todo. Los aliens ya están acá y desde hace años. Según los números que maneja Sileoni habría al menos cuatro o cinco por cada ser humano. La legítima incertidumbre de Hawking acerca de qué formas podrían llegar a tener se hace certeza: tienen forma de persona y miran los Mundiales por TV. Los extraterrestres llevan una vida humana normal (o casi seguro, en fin, es lo mismo) pero cometen un error en su estrategia de conquista planetaria que los vende: se hacen los otarios durante los censos nacionales pero responden a las mediciones del rating televisivo.
Como la sumatoria de los censos nacionales arroja unos 6 mil y pico de millones de humanos en el planeta y el Mundial 2006 lo vieron 27 mil millones de personas, queda claro que hay más de 20 mil millones de aliens que vieron el último Mundial. Y eso sin contar a los muchos marcianos que no les gusta el fútbol: imaginensé.
No había salido aún de mi conmoción cuando hallé otra verdad recluida en un pliegue de página, en un rinconcito olvidado.

Estudian a un marciano
Este subtítulo es interpretativo, sí, pero quiero brindar servicio a la humanidad y advertirla de lo que se le viene: ¡Don't talk to aliens! ¿Ok?
La noticia se halla publicada, por ejemplo, en el oficialista a rajatabla El Argentino que la copia de punta a punta, sin mención alguna de fuente, de la ultraoficialista Telam pero también en el monopólico y destituyente sitio de TN que, dicho sea de paso, también roba casi todo -ni el pato ni el fútbol: la mentira y después, el choreo, casi en empate técnico.
Se trata de un indio de verdad, es decir nativo de la India, que dice que hace 74 años que no come ni bebe absolutamente nada. Y no hablamos de vino o de birra, ¿eh?: hace 74 años que no toma ni agua.
Un equipo de científicos comandado por el Ministerio de Defensa de la India lo estaría estudiando. El interés del Ministerio de Defensa se vincularía a que un soldado en la frontera del desierto que no comiera ni bebiera sería mucho más barato que uno que pide pan y se muere si no le dan. Lo del equipo de científicos que le creería a un viejito psicótico en brote delirante -y/o muy hábil simulador en su exposición mediática- contra siglos y siglos de la más básica ciencia biológica era más difícil de entender.
Pero ahora me resulta obvio de obviedad absoluta que el anciano no es ningún indio sino uno de miles de millones de marcianos que habitan el planeta. Uno de los más de 20 mil millones que vió el último Mundial por TV. Se ve que le falló algún gen, algún chip o lo que sea tengan adentro estos aliens y cometió la pelotudez de censarse; capaz que hasta tramitó el DNI o se anotó en la AFIP india.
Por favor, científicos serios: no le dirijan la palabra, no se le acerquen, usen barbijo y alcohol en gel, pónganlo ya en cuarentena, no le contradigan el delirio, aparten de mí ese cáliz, que ese perro no me toque, si te he visto no me acuerdo.
Y, por favor, periodistas serios, ayuden: no está en juego ningún modelo sino la vida en el planeta, sin duda amenazada por lluvias extraterrestres.

lunes, marzo 08, 2010

Kill Language: Vol. 2

Se planteaba en la entrega anterior que si definitivamente vamos a hablar mal, al menos exhibamos un repertorio amplio de barbaridades. A tales efectos se ofrece aquí la segunda y última parte de un listado parcial de tonterías que suenan en los medios y también más allá.

- Como se sabe, las disciplinas deportivas suelen dividirse en categorías conforme el rendimiento demostrado. En las categorías más bajas se compite por el ascenso a niveles de mayor jerarquía; en las más altas, entre otros objetivos, por mantener la jerarquía. No hay noticia de que unos equipos derrotistas se disputen la meta deportiva de alcanzar el nivel inferior.
Bueno, sí, hay noticia y es muy frecuente: se trata de "la lucha por el descenso", frase tan común del periodismo deportivo mundial cuya búsqueda vía Google arroja tres millones de entradas. En su empeño por descender estos equipos han de contratar discapacitados motrices o veteranos retirados tras las olimpíadas de Münich. Así cualquiera desciende.

- Y hablando de categorías deportivas, unas pocas palabras acerca de las juveniles, cuyos nombres están todos mal puestos. Un plantel de jóvenes de hasta 20 años cumplidos, no debería denominarse sub- 20 ya que sub significa debajo y los 20 años están por debajo de los 21 pero en absoluto de los propios 20.
Valga entonces otra premisa lógica que se suma a las que ignora el gobierno porteño: así como los últimos diez incluyen los últimos dos y las partes constitutivas no están cerca del todo, queda dicho que nada puede estar por debajo de sí mismo.

- Hay una barbaridad que suelen repetir, no tanto (pero también) los comentaristas profesionales como los deportistas involucrados. De cara a un próximo partido que, es obvio, puede arrojar tres resultados finales, el jugador declara algo así: "Sabemos que no podemos ganar pero vamos a dejar todo en la cancha".
Podría pensarse que el partido está arreglado para el triunfo adversario y, ante el fraude descarado, el equipo robado expondrá toda su entereza y dignidad deportiva. No, no se trata de eso: el tipo quiso decir que saben que pueden no ganar, cosa que ni falta hace aclarar puesto que se sabe siempre.
En una misma línea incoherente, cuando el cuerpo técnico no ha definido el equipo y el jugador no sabe si será titular o suplente, afirma: "Sé que no puedo jugar pero me mato entrenando". Claro que podés jugar, lo que no podés es hablar en castellano.

- Quizás porque por estos lares la zeta suena como ese y la ese final sea marca registrada de plural, la palabra "feliz" parece estar perdiendo su concordancia de número. Quien hace mucho que repite el error es Juan Román Riquelme, a quien rara vez se lo nota feliz pero confiesa estarlo muy seguido. Riquelme parece haber hecho escuela y cada vez con más frecuencia se oyen manifestaciones como ésta: "Estamos muy feliz de haber conseguido un triunfo". La Escuela de Los Que Están Muy Feliz viene haciendo estragos en la lengua española y su slogan de cabecera devuelve más de trescientas mil entradas, Google mediante.
De ningún modo: yo estoy muy feliz y vos estás muy feliz, por lo tanto, estamos muy felices. Ambos, nosotros, todos, muy felices.

- Así como en términos de felicidad Riquelme tiene problemas de número, otro tanto le ocurre a Juan Sebastián Verón en materia de repetición. Tal vez porque es habitual que le pregunten varias veces la misma pavada, suele desconocer cuántas veces respondió. Por ejemplo, dice: "Nosotros vamos a salir a ganar" y ante la siguiente pregunta reitera: "Te vuelvo a repetir: vamos a salir a ganar". No sólo Verón, por supuesto: el fenómeno está en plena expansión y es usual que se use la muletilla para referir a una segunda mención, es decir, a una repetición simple.
La cosa es así: la primera vez te digo, la segunda te repito (si preferís, te vuelvo a decir) y recién la tercera te vuelvo a repetir porque ya te repetí la anterior. Y no te vuelvo a repetir más.

- Desde hace ya bastante se ha impuesto un hábito verbal exasperante que consiste en preceder los sustantivos con el sintagmita "lo que es". Quienes usan y abusan de esta ridiculez no salen a la calle sino a lo que es la calle, no viajan al centro sino a lo que es el centro y no dominan el idioma sino lo que es el idioma.
Esta vez no es un futbolista quien se me figura como ejemplo canónico, sino Borja Blázquez, cocinero y comunicador. Este joven vasco coloca lo que es el producto (porque además llama producto al principal ingrediente, por ejemplo, un pescado) en lo que es la sartén, agrega lo que es la sal, sirve lo que es el plato y saluda a lo que es el público mirando a lo que es la cámara. Basta, Blázquez, callate y cociná.

- Por último, nada. Se viene imponiendo la costumbre de empezar toda respuesta con esta molesta muletilla cuyo significado es nada, es decir, ninguno. A veces se intercala en el discurso como una suerte de pausa; a veces se refuerza con una previa negación. Por ejemplo: "Contanos, ¿qué proyectos artísticos tenés para este año?; "No, nada".
El lector desprevenido habrá comprendido que el tipo no tiene plan alguno: quizás esté en un pozo depresivo, se tome un año sabático o busque trabajo de plomero. No es así: está ensayando una obra de teatro, terminando de grabar un disco, estudiando un guión cinematográfico y evaluando una oferta de la televisión. Ocurre que el lector no es el oyente: "No, nada", se dice sin énfasis, casi con desgano, como restando interés a la pregunta, a la respuesta y al tema en cuestión.

-Entonces, para ir cerrando, Cinzcéu, ¿creés que esta entrada interesará a los lectores y cosechará muchos comentarios?
-No, nada. Sé que no puede leerse lo que es este artículo pero te vuelvo a repetir, nada, estamos muy feliz de escribir acá antes de que caiga lo que es la lluvia.

lunes, marzo 01, 2010

Kill Language: Vol. 1

Hace algunas semanas, El guinõ comentaba un latiguillo del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: "en dos años hicimos más que en los últimos diez". Como allí se señala, debería ser claro que los últimos dos son parte necesaria de los últimos diez y por lo tanto la proposición resulta ofensiva para la lógica formal y para el sentido común. Se sabe que Mauricio Macri, un muchacho malcriado con ninguna dote para el discurso verbal, nunca va más allá de la repetición de slogans publicitarios que no siempre se entienden en virtud de su pésima dicción. No obstante, la triple mención de esa incoherencia acerca de los dos y los diez años en escasos cinco minutos de una reciente entrevista televisiva puede resultar demasiado.

Si definitivamente vamos a hablar mal, al menos exhibamos un repertorio más amplio de barbaridades. A tales efectos, se ofrece aquí un listado parcial de tonterías que suenan en los medios y también más allá.
Como se me alargó más de lo previsto, va en dos entregas sucesivas.

- La creatividad publicitaria del gobierno de la Ciudad es inagotable. A propósito de un par de arenales dispuestos para asolearse, la comunicación oficial repite en las radios públicas: "La ciudad tiene playas y están muy cerca: en Parque Roca, Villa Soldati y en Parque de los Niños, Núñez".
El problema es análogo al anterior, sólo que la incoherencia lógico- temporal ha devenido inconsistencia lógico- espacial. Núñez y Villa Soldati, barrios de la ciudad, no se hallan "muy cerca" sino que son parte constituyente de ella. Resulta extraño pensar la parte como cercana al todo: nadie dice, por ejemplo, "La vivienda tiene dormitorios y están muy cerca: uno pasando el baño y otro junto a la cocina".

- Y una más de los mismos equipos creativos (ésta ni siquiera la crearon ellos) respecto de la prevención del dengue: "Antes que preocuparse, mejor ocuparse". ¿Ocuparse de qué? Ya se sabe: cambiar el agua de los floreros, sacar los neumáticos del patio (¿quién no tiene unos cuántos neumáticos juntando agua en el patio?), etcétera. En definitiva, "descacharrizar", término que este aviso no utiliza pero todos sabemos qué significa: combatir el mosquito.
Ahora bien, preocuparse es, justamente, ocuparse antes (en eso consiste toda acción preventiva) con lo cual el curioso slogan debería interpretarse como "Antes de ocuparse antes, mejor ocuparse". "Pero, ¿cuándo?", podría preguntar un oyente confundido; "¡Antes!", podría responder el locutor preventista.

- Un aviso publicitario del programa El juego limpio explica de qué va la cosa: "Nelson Castro te muestra lo que verías si la realidad fuera transparente". En rigor, "si la realidad fuera transparente", nadie vería absolutamente nada. Transparente es el aire, ¿vieron? No, no vieron el aire, porque es transparente.
Una realidad transparente sólo permitiría ver lo que pudiera haber tras ella, literalmente en el más allá. ¿Qué muestra Castro en El juego limpio?, ¿es un programa metafísico o espiritista?
La metáfora de la transparencia no aplica a la realidad sino a la discursividad que la produce. La pretensión de El juego limpio sería la de un discurso transparente que muestra la realidad tal como es; no deformada u ocultada por esos otros discursos opacos que transparentan tan mal.

- Hace algunas décadas el discurso periodístico impuso un concepto cuyo conocimiento devino indispensable: la sensación térmica. Antes bastaba con saber la temperatura ambiente y, antes, con inferirla a partir de nuestra sensación (térmica, por supuesto) pero hoy se ha vuelto necesario conocer el número que mide esa abstracta y colectiva sensación.
Lo curioso es que en su reducción a una sola palabra, se haya optado por el término inespecífico y no por aquel que diferencia y significa por comparación. En efecto, sobre el eje común que es el frío/ calor ambiente medible como la temperatura, digamos, objetiva, se ha impuesto un concepto tan "térmico" como el anterior: la sensación, digamos, subjetiva, al efecto de significar algo así como: "Ojo, porque hace 30° pero vas a sentir como 35°".
Luego, carece de sentido hablar de la temperatura versus "la térmica" ya que lo térmico sólo puede remitir a la temperatura. Por otro lado, es sabido que "la térmica" es un interruptor que se activa al calentarse un circuito eléctrico; nombre por demás adecuado pues hace sistema con el resto de las llaves existentes en una casa o local que nada tienen que ver con la temperatura (las que accionan cerraduras, las de paso de agua o gas, las de encendido de artefactos, etc.).
Pero todo esto es accesorio respecto de lo escuchado hace unos días en boca de un comunicador del canal TN al cual estas cosas del lenguaje le nefregan debido a su limitada capacidad de raciocinio. Lo usual es que cuando temperatura y sensación coinciden se diga que coinciden mediante frases tales como "la térmica es la misma" o bien "no se observa variación". Lo realmente curioso es que ante una temperatura de 35° y una sensación de la misma magnitud, un periodista profesional anuncie sin ningún pudor: "No hay sensación térmica". ¿No hay?, ¡mirá vos! ¿Por qué no salís con pasamontañas, bufanda y sobretodo? Total, ¡no hay sensación térmica!
Y además salí sin paraguas, porque está a punto de llover pero ¡no hay sensación de lluvia!

[Continuará]

miércoles, febrero 17, 2010

Sé que no sé

Hace unos días todos los medios nos informaban que Eduardo Vázquez, baterista de Callejeros, había intentado asesinar a su esposa quemándola. Era un hecho, nada de accidente, ni siquiera de hecho confuso, sino un claro e intencional deseo de matar.
Poco después un amigo de Vázquez no dudó en decir frente a todas las cámaras que no creía en lo que decían, que debía tratarse de un accidente. Fue el primero.
Los titulares de C5N, TN, y demás, sentenciaban, condenaban, con placas que rezaban frases tales como "El drama de Callejeros". Quedó claro de inmediato que Vázquez no podría ser jamás Eduardo Vázquez sino el baterista del grupo. Y el grupo es Cromañón.
Que los medios mienten, manipulan, inventan y tergiversan toda la información no es novedad, pero hay casos testigos de la mala leche. Creo que éste es uno.

No habían pasado aún 24 horas y ya se hablaba de las denuncias de su esposa por violencia, de sus palabras cuando la internaron, frases por cierto muy claras y coherentes para una mujer con las quemaduras que ella sufría. Y, por supuesto, lo que ella supuestamente dijo es que su marido intentó matarla.

Los estudios de televisión se llenaron de "especialistas" que nos explicaban que no era casual que intentase matarla con fuego, Eduardo Feinmann (¿qué puedo decir sobre él?) dejó de llamar "asesino" a la Hiena Barrios y comenzó a decirlo de Vázquez, con cara de "yo soy jugado y llamo a las cosas por su nombre". Y como no podía hacer otra cosa criticó la página de Callejeros en la que el grupo dice lo lógico, que están shockeados, que no saben qué pasó, y se solidarizan con ambos. No sé qué esperaba Feinmann que dijesen.

Poco después, porque la realidad sigue su curso más allá de las cámaras, comenzaron a surgir las dudas, las declaraciones, tanto de Vázquez como de los médicos que atendieron a Wanda Taddei y desmintieron que hubiese dicho lo que decían que dijo, sino un sólo balbuceo: "pucho, alcohol". Cuando leyeron la declaración de Vázquez en TN, la remataron con un "ésto no se lo cree nadie". Resulta que yo sí la creía, o, al menos, no la descartaba.

Para completarla aparecieron los familiares de víctimas de Cromañón, no todas (nunca fueron más que un grupo), sino aquellas que aún exigen que todos los integrantes de Callejeros estén presos, haciendo misas por la salud de Wanda (no vi que las hicieran por cualquiera de las otras víctimas que comparten sala con la mujer del baterista, también quemadas), y hablando en varios medios, diciendo cosas como que a ella le pasa exactamente lo mismo que a sus hijos. Creo que Wanda Taddei, compañera y esposa de Eduardo Vázquez, no estaría muy de acuerdo con esa comparación. Comparación que, además, no tiene ningún sentido, aún en el caso de que realmente se hubiese tratado de un intento de asesinato, ella está quemada, ninguna víctima de Cromañón lo estaba, y fue un hecho privado.

Escuché las cosas más absurdas, como que empaparte con alcohol y encender un cigarrillo no puede quemarte. Quienes lo dicen no pasaron jamás por la experiencia, ni tienen en cuenta el material de la ropa que vestían, que es clave en casi todos los casos de quemaduras.

Pero la presión de la mala leche no termina. Cuando la declaración de Vázquez fue considerada por el propio fiscal como coherente con las pruebas, cuando se desmintieron todas las acusaciones mediáticas, incluyendo los dichos de Wanda y las denuncias de violencia, cuando se blanqueó lo que realmente dijo, cuando los dos hijos de ella relataron lo mismo que dijo Vázquez (y cualquiera sabe que chicos de ocho y cinco años no son bebitos que no saben lo que vieron ni lo pueden contar, y que no defenderían a quien intentó matar a su madre), cuando todo apunta y apoya la versión del accidente (accidente estúpido y de zarpados inconcientes, pero eso es otra cosa), el juez Eduardo Daffis Niklison le niega la excarcelación, decide que si sale "podría entorpecer el normal curso de la investigación" (yo me pregunto cómo), y al mismo tiempo admite que "no hay elementos que lo puedan incriminar", y que hay que esperar que Wanda Taddei declare.

Es inevitable pensar si este juez no pensará igual que Homero Simpson frente a la Venus de Jalea: "si lo dice la tele debe ser cierto".

Vázquez lleva más tiempo preso que miles cuyo delito estaba probado, y nadie puede explicarme por qué. Dicen que no se puede confiar en la Justicia porque deja libre a criminales, pero no veo que muchos griten por lo opuesto, por dejar encarcelado a alguien de quien no se tiene un sólo indicio de culpabilidad más allá de la mala leche mediática que lo crucificó por ser baterista de Callejeros.

Obviamente cuando los hechos empezaron a desmentir todo lo que habían dicho, los medios hicieron lo tradicional, pasaron el caso a la página 20. Por suerte llegó la lluvia para darles tema.

sábado, enero 23, 2010

Anochecer de un día (apenas) agitado

En mi casa la temperatura supera uno o dos grados la denonimada sensación térmica. Eso ocurre sólo durante el verano porque en invierno suele estar un par de grados por debajo. Visto que a más de 35° ya no iba a dormir ni media hora más, llené la bañera, sintonicé la Radio de la Ciudad o la 92.7 o la FM Tango -nunca sabré cuál es el estricto nombre de esa emisora pública que en enero sólo emite tangos y síntesis de noticias porque está de vacaciones- y me sumergí en ella -en la bañera- a fin de paliar los ingentes calores.

Allí, es decir, dentro de la bañera, mis neuronas se enfriaron lo suficiente como para hacer sinapsis. Con una voz para nada alucinatoria y asumidamente yoica me dije: "Hoy es justo el día, andá y sacá el pasaje". "Ok, salgo de la bañera, me seco, me visto y se acabó", me respondí en un rapto de errada decisión.

Veinte minutos después me hallaba esperando infructuosamente el colectivo 61 para dirigirme a la terminal ferroviaria de Plaza Constitución, sita a escasas quince cuadras de mi domicilio. No viene. Hay otro que me lleva, el 143... ¡Uy!, ahí viene, pero ¿dónde carajo parará? Apelo a mi memoria emotiva y me parece que ahí. Corro, llego antes que el ómnibus y me paro junto a un tipo que en ese momento le hace señas. Yo también le hago señas y el colectivo para donde no hay indicación escrita de que pare: una a favor, digamos.

El 143 recorre escasas quince cuadras a velocidad mínima y para en todos los semáforos y en todas las paradas. Incluso para en una donde no baja ni sube nadie: el tipo para el bondi y abre sus puertas por las dudas; luego reinicia su marcha cansina, para nada veloz. Al fin, tras muy largos minutos, alcanza Plaza Constitución en el preciso momento en que comienzan a caer gruesas gotas de lluvia y deja a sus pasajeros -cuestión de paradas- como a doscientos metros de la estación ferroviaria, que recorro bajo la lluvia.

Ya en la estación me informo en la ventanilla de informes, hago una breve cola en un sitio equivocado y, finalmente, me dirijo al lugar que corresponde a mi demanda. Lo que quiero, es justo explicitarlo, es comprarle a Ferrobaires un pasaje a Mar del Plata para marzo. Me deprimo bastante. El salón es inmenso en sus tres dimensiones, inhumanamente inmenso. Todas sus puertas y ventanas al exterior se hallan clausuradas y su iluminación se reduce a una serie muy insuficiente y, además, muy mutilada de lámparas de bajo consumo. Saco un número: el 971; están atendiendo al 946. Hay un par de sillones que se hallan ocupados por gente dormida, todo a su largo, quizás desde hace semanas; el resto son unas deprimentes sillas plásticas de jardín distribuídas sin ton ni son. De inmediato, una de las cuatro ventanillas activas llama al número 947: me ilusiono -falsamente- con la velocidad del trámite tras la lentitud del colectivo para hacer quince putas cuadras.

Hay otra ventanilla activa que da cuenta de una moda pedorra y de un absurdo completo: se trata de un puesto de atención exclusivo para discapacitados. Como es exclusivo, su operador ha de pasar horas haciendo huevo porque no hay tal proporción de discapacitados que demanden pasajes ferroviarios hacia el interior de la provincia. No obstante un tipo, del que no alcanzo a identificar discapacidad alguna, se acerca y algo negocia allí. Estoy a punto de hacerme pasar por retrasado mental pero no me parece ético y nunca he sido buen actor. Además, carezco de certificación oficial de mi retraso.

Han pasado unos 15 minutos y todo sigue fijado al número 947. Estoy fatalmente deprimido y estoy cagado de calor, como el resto de los que habitamos ese salón. No sé sabe qué dialogan, gesticulan ni resuelven clientes y operadores que hace un cuarto de hora se hallan cara a cara en cada una de las ventanillas. Recuerdo varios textos de Kafka y me digo que no es justo, que soy un exagerado, un neurótico y un impaciente. Pasan otros 2 minutos y, simplemente, me voy al reverendo carajo. Me tomo el subte y combino bajo tierra para llegar, un poco tarde, a mi laburo. Otro infierno, el subte, no sólo de temperatura sino de espera, lentitud y masas que van de aquí para allá, se atropellan y se llevan por delante.

En ese -lento al pedo- viaje en subte pienso en Puerto Príncipe y en Buenos Aires, pienso en que mi calor y mi fracaso puntual del día son absolutamente nada ante la debacle haitiana, la muerte masiva, la pérdida total, el riesgo de vida.

Entro a mi oficina donde aún funciona el aire acondicionado -lo cortarán en un rato- y su frescura me hace olvidar el pequeño infierno del que vengo, la ineficacia de mi infernal periplo porteño y, por supuesto, también Haití.

Justo cuando entro, un flor de gilastro absoluto que se asume jefe de algo está contando, como novedad absoluta... ¡que llovió!

Sí, ya sé, me acaba de llover -hace menos de una hora- y, mucho más y peor, nos llueve allá, nos llueve acá y nos llueve en todos lados.

miércoles, enero 13, 2010

Apocalypse now

Hace un par de semanas cometí el error de ir a ver "2012". Convengamos que aquello de "estábamos advertidos" es muy noble por parte de su creador, ver una nueva película apocalíptica de Roland Emmerich, padre de engendros como Día de la independencia y El día después de mañana, es estar advertido respecto de lo que veremos.
Efectos especiales a full, de esos que tanto ama (tanto que los repite en una misma película), un guión paupérrimo, plagado de lugares comunes y todos los estereotipos del cine catástrofe de Emmerich: la mala relación de padre e hijos que se afianza al enfrentar el peligro y descubrir que papá es un héroe; Estados Unidos siempre primero y generoso, advirtiéndole al mundo (a algunos) que se está por acabar (una joya la escena en la que el loco de Yellowstone se inmola al grito de "recuerden que Charly les avisó primero"); la increíble valentía y honor del presidente (de EEUU, claro); los perros, que en manos de los desplazados que buscan su destino son símbolo de que el amor es más fuerte, y en manos de la Reina de Inglaterra, de la bajeza de los poderosos; velocidad, escapes y destrucción a niveles superlativos, detenidos de repente para que alguien haga un discurso en el cual, nuevamente desde EEUU, se muestre a la humanidad lo que es ser humano, discursos tan obvios como el de cualquier político.
En síntesis, una basura. Emmerich ya destruyó a la humanidad de cuantas formas se le cruzaron, supongo que si aún no hizo catarsis seguirá haciendo explotar cosas en su Día de la Independencia 2, la cual amenazó con estrenar en breve. Y así nos seguimos acostumbrando a que todo es una película.
Pero hay un detalle, tanto Emmerich como otros seguidores de la teoría apocalíptica de 2012 (mayadictos, nostradamuólogos, revelacionistas, etc.) ponen la culpa lejos de los humanos. Nosotros sólo somos las víctimas de alguna erupción solar, alineación planetaria, agujero negro nebular o asteroide errado de camino. Dicen que Dios, que obviamente sabe de todo, es el que nos avisa, según algunos religiosos para que nos demos cuenta y cambiemos ese destino (pequeña paradoja). Un poco difícil se les hace explicar cómo podríamos cambiar algo si todo viene de afuera.

Ayer, sin estridencias ni efectos especiales, tembló Haití. Hablan de más de cien mil muertos, de Puerto Príncipe destruída, de más de tres millones de personas afectadas. No hablan mucho acá, porque acá habla Redrado, Cristina, Boudou, Patronelli, Abbondanzieri, o sea, acá pasan cosas, y Haití quedá allá. La noticia pasa por el gendarme argentino que murió debajo de los escombros de lo que era la sede de la ONU, o por sus miembros, el arzobispo y los cascos azules.

Miami queda ahí nomás de Haití, y convengamos que si la tierra hubiese temblado allí, aunque no hubiera más que un puñado de víctimas, sería noticia en todos los medios. Pero Haití es apenas un tercio de la isla La Española, un lugar conocido por ser el más pobre de América y uno de los más pobres del mundo, recordado quizás por ser centro de devastación de huracanes en los últimos años, nunca reconocido por ser el primero en el cual los esclavizados se rebelaron y acabaron con la esclavitud.

Un lugar en el cual el 80% de la población vive en la más absoluta pobreza, esa que no conocemos, que recién se estaba empezando a recuperar del último huracán de 2009 y se encontró en pocos segundos con su pequeño universo destruido. Admitamos que si hay algún dios tiene un extraño sentido del humor.

No hay que ser demasiado detallista para ver que algo no está del todo bien en este planeta, sin teorías apocalípticas ni ecologismo extremo, sólo con leer algunos diarios y tener un poco de memoria de los últimos años. Con un simple recuento queda en evidencia que en la última década murió mucha más gente por catástrofes naturales que en la Primera Guerra Mundial. No le quiero dar ideas a Emmerich, pero parece que habría que mirar un poco para adentro antes de echarle la culpa al sol, a la única especie que destruye su propio hábitat.

Casualmente hace poco estuve leyendo algunas conclusiones publicadas en el Congreso de Geología realizado en Londres en septiembre de 2009, en el cual se establece la relación entre el cambio climático y la actividad geológica, y relevando algunos datos parece evidente el crecimiento exponencial de la actividad sísmica.

No quiero parecerme a Al Gore y mucho menos olvidar que la pobreza de Haití, y de tantos lugares que, casualmente, han sido los más afectados por la naturaleza, como algunos países de la costa asiática, es una cuestión política, como lo es la poca relevancia que el tema tiene para los medios. Pero una cosa no quita la otra, más bien suma. Países más pobres no sólo tienen una infraestructura mucho más expuesta a la destrucción sino que no cuentan con los recursos para sobrellevar la crisis y recuperarse de ella. Es humanamente vergonzante que los dos hospitales de Puerto Príncipe, como casi toda la ciudad, hayan colapsado y aún, a 24 horas, estén esperando que de otros países llegue ayuda sanitaria y maquinaria que les permita encontrar sobrevivientes y remover escombros. Pero también lo es que, antes del sismo, un tercio de la población dependiese de la ayuda económica que le envían sus familiares desde esos otros países.

Algo no está del todo bien en este planeta, en gran parte es metástasis de un sistema ya histórico, pero le agregamos un virus letal: la reacción del otro sistema, el natural, que funciona como palillos chinos y al que le quitamos su base.

No sé si el mundo se acabará en 2012, pero parece que Emmerich tiene razón, sólo los más poderosos están en condiciones de ponerse a salvo del diluvio.