viernes, octubre 16, 2009

Exabrupto

Exabrupto (de ex abrupto): 1. m. Salida de tono,
como dicho o
ademán inconveniente
e inesperado, manifestado con viveza.

DRAE

En las últimas horas este país generoso se ha partido, como le es caro y habitual, alrededor de un exabrupto específico que no es más que otro botón de muestra de las muchas salidas de tono, los dichos y ademanes, las obvias inconveniencias, los sorprendentes desvíos y las manifestaciones vivas (o avivadas) que ritman su breve y aparente historia. Como aborrezco de toda cosa nacionalista, supongo que otras regiones jugarán recursos comparables para el sostenimiento de alguna estructura identitaria pero, por estos lares, la cosa resulta ser así, y miles de miles toman partido a favor o en contra del síntoma como si tuviera alguna utilidad tomar partido por la fiebre en lugar de preguntarse por la enfermedad.
En las últimas horas dudé mucho acerca de qué escribir e incluso de si escribir, a la vez que leía decenas y decenas de otras lecturas. Por fin decidí publicar una reflexión de hace poco más de cinco años; previa a la fundación de este espacio que acaba de cumplir cuatro. Y no se los hemos festejado porque -parafraseando a Juan Sebastián Verón- tal vez no haya demasiado que festejar.

Respecto del Diego, el sujeto y el objeto
Nadie (que yo sepa) ha dicho algo inteligente sobre el problema Diego Maradona. Yo tampoco. Creo firmemente (no sólo en este caso) que una adicción jamás es el problema pero repetir esta pavada las 24 horas del día calma, tranquiliza, a quienes la repiten y a quienes la escuchan. Es decir, obtura.
A mí me parece que el problema central se llama Maradona y Maradona es un objeto social. Un objeto social muy particular que se ha construido durante más de tres décadas como por fuera de toda Ley: encanta que haya uno que no está sujeto, es imprescindible creer que lo hay.
"Durante más de tres décadas" no constituye un fallido de mi parte ni un error histórico ni una exageración retórica. Yo tomé conocimiento de Maradona-objeto hace 33 años, cuando una nota de El Gráfico sostuvo que un cebollita de 10 años (fotografía incluida) sería mejor futbolista que Pelé. Y hace 28, un emocionado compañero de secundaria llegó un lunes de octubre afirmando que "ayer debutó en primera el mejor jugador del mundo".
Yo no soy un investigador experto en la construcción social de Maradona pero presumo que tal objeto había comenzado a rodar mucho antes en el marco más acotado y más familiar de Villa Fiorito y La Paternal.
Hay, claro, un Diego-sujeto pero esa sujeción le importa tres pitos a nadie a lo ancho del planeta. Quizás a su padres, quizás a sus hijas, quizás a su ex-mujer, quizás a un par de amigos (si los tuviera). Quizás al propio Diego.
¿Pero quién desbarataría al sujeto agazapado tras semejante objeto? ¿Quién sería capaz de escucha en los intersticios que lo hablan? ¿Qué autoridad señalaría fallas en el discurso del Diego, del Diez, del D10s? Y no me refiero, por supuesto, a capacidad ni disposición profesional (de algunos profesionales, que obviamente nunca serán los activos productores de la tesis de "ese" problema ni del conductismo farmacológico) sino al lugar aparentemente sin salida al cual el objeto ha recluido al sujeto.
Hace unos días, alguien no ajeno al trabajo cotidiano con las operaciones de construcción social de éstos y otros objetos me preguntó si alguna vez había visto a Diego cara a cara, en vivo. Yo –confesé y confieso– nunca lo vi. "Yo sí –me dijo, no sin cierta emoción– y es impresionante…".
El sujeto que encarna ese objeto colectivo (y lo colectivo no lo excluye sino todo lo contrario), impresionante en su completud, brillo, magnitud, no puede escucharse ni ser escuchado. Oscila entre el discurso que engrosa y reviste el carácter mítico de su excepcionalidad y el acting out que, vedado de toda posiblidad de interpretación psicoanalítica, deviene en cambio interpretante de su personalidad incomparable y su idolatrada excentricidad.
Ahora la cosa empieza a cerrar. Diego ha sido "sedado" (curioso eufemismo que debe leerse como "drogado"… ¿no era ése el problema?), secuestrado, recluido contra su voluntad en una discutible institución de rehabilitación y entregado a "cuatro psiquiatras, un kinesiólogo y un enfermero especializado" (¿?), según sostenía hoy alguno de los movileros apostados en Ituzaingó con el objetivo de no discontinuar la necesaria construcción mediática del objeto.
Y ya la Psiquiatría, la Curatela y la Gran Puta Institucional empiezan a decir explícitamente (con una voz autorizada y refrendada por la Ley) lo que ya se venía diciendo en la tribuna, en la calle, en el café y en cuanto foro televisivo se tocara cualquier tema ("el Diego es de todos", etc.): hay que apropiárselo como objeto; hay que negarlo (seguirlo negando) como sujeto, incluso como sujeto de derecho.
Es posible que se lo termine declarando "inhábil" (de hecho, ya se lo estaría "re- habilitando"). Paradojal, cuando Diego es lo que es (objeto social) debido a que "su habilidad es de otro mundo". En rigor, tendría su lógica: una habilidad de otro mundo es pura inhabilidad en éste.
Un objeto es un objeto. No querer ni poder escuchar otra cosa (incluida la responsabilidad social de su construcción) es el mejor y más recto camino hacia la obturación de todas las preguntas. Todas, y no sólo las que eventualmente Diego tuviera para hacer.

Mis disculpas por traer una tan vieja reflexión mientras tantos otros producen nuevas y en tiempo récord, fundan sitios web, imprimen remeras y/o utilizan el síntoma para sostener una posición menos política que mítica. En todo caso, que continúen succionando el objeto -un modo entre otros de darle forma y volumen- y se hagan cargo de la lluvia que nos va a caer.