lunes, diciembre 31, 2007

Fechas, ritos y otras supersticiones

Fin de año, nochevieja, año nuevo, felicidades. Pocas cosas son tan arbitrarias como esa marca cronológica que pauta el cambio de año. No importa con qué tuviera que ver la fecha en sus orígenes, está signada por el carácter ya absurdo de toda supuesta motivación.
El 1 de enero carga con las huellas del nuevo amanecer pero no puede justificar el parentesco con tal fenómeno astronómico diario. Carga con las huellas del renacer primaveral pero no puede justificar el vínculo con ciclo biológico ninguno. El 1 de enero es ciento por ciento cultural y dice a gritos su ruptura con eso que se llama naturaleza.
No obstante, vivimos el pasaje de año como una fatalidad cósmica y lo aprovechamos para ordenar nuestras vidas, proyectar diversos e improbables cambios y prometer a nuestros semejantes que, ahora, sí. Como si una fecha caprichosa pudiera producir efectos en nuestras vidas. O sí. Probablemente sí.
Es evidente que somos como el zorro que pergeñó Antoine de Saint-Exupéry (El principito, Emecé, Buenos Aires, 1974):
-Hubiera sido mejor venir a la misma hora -dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
-¿Qué es un rito? -dijo el principito.
-Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora de las otras horas. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
De allí, también, aquello del cumpleaños y del aniversario que tantos mortales viven, año tras año, como días especiales, anormales, extraordinarios. Y, en general, de toda conmemoración: hay la necesidad de ritmar alegrías y tristeza, euforia y depresión, dolores y esperanza, de inscribir en el calendario qué día y a qué hora corresponde qué cosa. Por eso el año nuevo llega siempre en fecha, como a pedir de boca del ansioso del zorro. Felicidades.
Acarrea, por supuesto, negocios a su alrededor como todo fenómeno en la era capitalista. Por ejemplo, la venta de caros repuestos de agenda que, desde hace años, prevén un año de quince meses que va de enero a marzo. Obviamente, no existe su complemento de abril a diciembre y, año tras año, se debe pagar por un 25% de papel impreso redundante e inútil. Pero uno cambia su agenda, es un rito -dijo el zorro-, y sus fabricantes, paradójicamente, en diciembre hacen su agosto.
En Buenos Aires y sus suburbios, mientras brindemos y tiremos cuetes al aire, aumentará el costo del transporte público: fecha bisagra cultural y económica, el que va hacia el festejo no pagará lo mismo que el que regresa en virtud de cierta transformación (alrededor de un 20%) nada espiritual que opera este nuevo año.
La televisión cambia sustancialmente en esta fecha que establece el límite preciso entre los compilados retrospectivos del año que se va y las reposiciones de viejos programas hallados en una lata. La gente de la televisión parece salir de vacaciones en masa y sólo atina a dejar los equipos encendidos mientras toman el sol.
Entretanto, medran el pan dulce y el turrón y la sidra. Y el arbolito y la guirnalda (¡ah, la guirnalda!) que engalanan espacios tanto públicos cuanto privados para indicar que no todo puede ser, durante todo el año, más de lo mismo.
Y el cierre de cosas que no cierran ni a palos para poder insistir, en enero, con viejos errores y fracasos pero travestidos de nueva etapa.
Pero, claro, ¿quién no es al menos un poco como el ansioso zorro defensor de los ritos?, ¿quién no disfruta unos jueves de paseo sabiendo que los cazadores bailan? Hasta dios descansó rigurosamente el día séptimo cuando, cuentapropista y monopolista, pudo haber respondido antes al auténtico cansancio (crear el mundo no es poca cosa) que al ritmo sobrenatural de un franco hebdomadario fijo.
Hablando de semanas, el año tiene cincuenta y dos que terminan justo hoy, 31 de diciembre, y este sitio tenía, hasta la fecha, apenas cincuenta y una entradas en el período. ¿Cómo renunciar a la media de un artículo semanal cuando tal número redondo estaba al alcance del teclado?
Será que estamos a fin de año y uno quiere emprolijar las cuentas porque algo viejo termina y algo nuevo comienza. Y que, ahora, sí. O no. Probablemente no.
Pero un rito es un rito y una fecha es una fecha. Por lo tanto, valgan los tradicionales deseos de felicidad y prosperidad para 2008.
Y de que, al menos durante el año que empieza, se postergue esa lluvia que va a caer.

sábado, diciembre 22, 2007

Hogar libre de fascismo

Hoy me llegó la factura de Edesur. Edesur -Empresa Distribuidora Sur S.A., es decir, un invento jurídico- es el monopolio que provee de energía eléctrica a la región urbana en la cual resido. Cuando entro a mi casa, un departamento accesible mediante pasillo a cielo abierto, preside mi trayecto la estrella de Edenor -Empresa Distribuidora y Comercializadora Norte S.A.- cuyas oficinas centrales y cartelón luminoso que alumbra mis retornos al hogar está a doscientos metros, dentro de la zona que monopoliza Edesur. Ok, yo tampoco lo entiendo.
Edesur me ha enviado su última factura por unos económicos $ 23,63 -u$s 7,50- que habría consumido durante todo un bimestre. No me interesa discutir tal pequeño importe sino el curioso fenómeno por el cual la empresa acompaña el envío de su facturación con un creciente número de publicidades. Muchas, cada vez más.
1) La propia factura hace años que incluye al pie un aviso de Missing Children en Argentina. No quisiera desarrollar hipótesis alguna acerca de una institución que no conozco ni investigué; sólo señalar que en el envío de hoy se requiere información sobre una tal Laura del Rosario Orona de 18 años. Convengamos que se trata de una big girl but not a child pero lo curioso es que la mala fotografía remite a una niña que difícilmente supere los 10 años.
2) También dentro de la propia factura, Cinemark y Edesur me invitan a utilizar seis cupones para acceder a salas de cine con descuento: entre $ 8 y $ 11 por una entrada más un pochoclo (sic). La oferta empezó hace 40 días y recién me avisan hoy, pero aún tengo otras 40 jornadas antes de que caduque. Qué bien. Gracias.
3) Más abajo, en el talón que se quedaría el banco si yo pagara en un banco, la factura incluye una oferta de préstamo de un tal Banco Columbia -otro evidente invento jurídico- según la cual podría obtener $ 500 y pagarlos durante seis meses con un costo financiero total del 21% que más o menos duplica la inflación según las mediciones extraoficiales y la cuatriplica o quintuplica según los falsos índices oficiales.
4) El envío suma un folleto de La Caja que me ofrece un seguro automotor para un automóvil que no tengo ni tendré y me promete el obsequio de un bolso Primicia con carrito que sinceramente no preciso. Creo, porque hay tantas notas al pie en letra ilegible que quizás no sea así sino todo lo contrario.
5) También se me remite el newsletter bimestral de noviembre/ diciembre que por alguna razón me llega a diez días del año siguiente. En un arranque de creatividad publicitaria se denomina "Comunicándonos con Ud." -algún día relevaré cuán pelotudos son todos los nombres de newsletters. Hay que decir que semejante cosa al menos informa: la cuestión legal acerca del negligente PUREE -Programa de Uso Racional de la Energía Eléctrica-, los consumos estimados de diferentes aparatos domésticos.
6) Y acá quería llegar, porque de esto quería hablar. El envío incluye un pack de dos autoadhesivos circulares que, en un arrebato de ignorancia, denomina calcomanías. Ambos están rubricados por el Ministerio de Salud, Presidencia de la Nación. Uno reza "En mi habitación no se fuma" y remite al sitio gubernamental www.libresdetabaco.gov.ar. Edesur invita: "Ingresá a la web joven contra el tabaco". Ajá, hay una web joven contra el tabaco con extensión gov.ar. Es decir, sostenida por un gobierno viejo y pagada con el trabajo de todos. Y orientada a la caterva de lúmpenes mantenidos a los que se pide pegar un adhesivo en la puerta del cuarto que aún usurpan en casa de sus padres, quienes pagan todos los gastos.
7) Pero el segundo autoadhesivo es más claro y fascista. El círculo celeste encierra una blanca casita muy infantil y el slogan oficial sentencia: "Hogar libre de humo de tabaco". Edesur agrega la prescripción: "Despegá la calcomanía y pegala en la entrada de tu casa". Ni en pedo.
8) Todos tenemos el derecho de no aceptar que se fume en nuestros hogares. Puertas adentro de la casa se desarrolla eso que se denomina privacidad e incluso intimidad. Así como algunos no fuman ni permiten que se fume, otros encienden velas a tal o cual virgen, prescriben normativas alimentarias y/o establecen límites horarios al acceso.
9) Ahora bien, resultaría curioso -por no decir fascista- que el gobierno estimulara que en los accesos a las viviendas particulares se colocaran letreros que dijeran: "acá sólo se es devoto de la virgen desatanudos" o "en esta casa no se permiten fiambres ni embutidos". Y que Edesur se prendiera cual alegre partícipe, como si tuviera algún rol social- moral- religioso más allá del de brindar y facturar la provisión de electricidad.
10) Hay algún pasaje bíblico que no soy capaz de citar, en el cual la exposición pública de una marca diferencial inscripta en la puerta de la casa pretendía salvar al hogar de no sé qué cosa. Ok, adelante, inscriban lo que quieran. Pero déjenme decir que cuando el Ministerio de Salud de la Nación impulsa semejante inscripción y apuesta a la movilización de masas -rasgo fascista vital- detrás de tal superstición y distinción de corte totalitario, algo está muy mal.
Entre tanto, la gente vota a Fernández, a Scioli, a Macri, y le importan tres carajos estas sutilezas que aquí intentamos decir. Y está muy bien.
Pero no se diga que no dijimos cuándo, por qué y de qué manera nos iba a llover.

domingo, diciembre 09, 2007

Lanús, Tigre, Arsenal

El fin de año futbolístico sorprende al medio argentino con tres novedades en medio de la mediocridad: Lanús, Tigre, Arsenal.

Quería escribir sobre Lanús desde hace un par de meses, con independencia del resultado final del certamen. Mucho se ha dicho acerca de que desde la asumida profesionalización del fútbol local en 1931, los primeros 36 campeonatos, entonces anuales, se los repartieron los únicos cinco clubes grandes. Quizás por aquello de que a nadie -excepto a mí- importa el subcampeón, poco y nada se ha dicho acerca de que, por veinte años, esos cinco grandes también se repartieron todos los subcampeonatos. En 1951 Banfield rompió la regla y obligó a Racing -a la postre tricampeón- al desempate para definir el torneo. Cinco años después, Lanús puso en jaque a River -que arrasó la década- y terminó subcampeón a un par de puntos. Y nada más(*). Hasta que en 1967 se reformuló el calendario futbolístico y Estudiantes de La Plata pateó todos los tableros y abrió la historia moderna del fútbol de esta región.
Iba a escribir sobre aquel Lanús de 1956 y su famosa línea media de Nicolás Daponte, Héctor Guidi -un centrojás que inscribió su nombre en una calle de la ciudad- y José Nazionale, que tiraba caños a los forwards contrarios dentro de su propia área. Y también sobre el exquisito Dante Lugo y los juveniles Alfredo Rojas y José Ramos Delgado, luego figuras de Boca, River y la selección nacional. Pero al fin no escribí. También iba a escribir sobre otro Lanús que hacia la segunda mitad de los 60 brilló de fútbol y goles con Héctor Minitti, Martín Pando -después el propio Ramón Cabrero, hoy artífice del campeonato- Manolo Silva, Bernardo Acosta y Juan José De Mario en el ataque. Pero tampoco escribí. Ni siquiera escribí sobre el Lanús que en 1996 ganó la Copa Conmebol, un mal invento comercial que no puede opacar el mérito deportivo de sus players.
Este Lanús a mí no me sorprende aunque su triunfo me alegra. La base del equipo viene jugando buen fútbol al menos desde que hace dos años Cabrero asumiera su dirección. Hace año y medio fue merecido subcampeón y un año atrás le estropeó a Boca el ya vendido tricampeonato en la mismísima Bombonera -después Estudiantes se encargó de demostrar quién era el mejor. Para este último torneo, fue el equipo que entre altas y bajas hizo menos cambios en su plantilla: cinco vs. cinco. Un plantel que equilibra veteranos con mayoría de juveniles y que está fuertemente identificado con el club, la ciudad y la historia. Como se cansó de repetir Diego Valeri, salir campeón junto a los amigos no tiene precio -para todo lo demás hay una tarjeta...-, y como dijo Cabrero, quienes hoy festejan son sus vecinos de más de medio siglo.
Un equipo titular, según la vieja usanza: Bossio; Ribonetto y Hoyos; Graieb, Pelletieri y Velázquez; Blanco, Fritzler, Sand, Valeri y Acosta. Y Aguirre, Biglieri, Salomón, Benítez, Quintana, Lagos, etc.

No hay antecedente de un subcampeón del fútbol argentino que recién hubiera accedido a primera división tras 27 años de militar en el ascenso. Hace dos décadas Rosario Central fue campeón en el mismo año de su regreso pero había jugado apenas una temporada en la segunda categoría. Tigre lo hizo. Sorprendió con su ansiado ascenso ganándole la promoción a Chicago en Victoria y en Mataderos, pisó fuerte en la primera fecha derrotando a Gimnasia en La Plata y no se bajó de su pretensión de fútbol ordenado y efectivo hasta la última fecha del torneo. Dio un ejemplo a tanto plantel carísimo y a tanto equipo pijotero: durante todo el torneo puso tres en defensa y soltó tres -a veces dos y medio pero a veces cuatro- en ataque.
Cuando todo el periodismo deportivo hablaba de Independiente y Boca -en ese orden-, Tigre jugaba y sumaba. Cuando todos hablaban de las inciertas posibilidades de River, San Lorenzo y Racing, Tigre jugaba y sumaba. Cuando todos hablaban de Boca y Lanús -en ese orden-, Tigre jugaba y sumaba. Terminó siendo el único rival de fuste en la disputa del torneo mientras los cinco grandes ya se asesinaban en sus internas mafiosas, traspasaban sus negocios electorales, se disgregaban en sus crisis terminales y/o jugaban un mediocre fulbito de metegol.
Un equipo titular: Islas; Ferrero y Blengio; Morero, Castaño y Martínez; Ayala, Galmarini, Lazzaro, Rusculleda y Ereros. Y Morel, Diz, Alessandria, Pappalardo, Torres, Giménez, etc. Y un detalle relevante: la numeración del 1 al 11, otrora rigurosa y hoy fuera de control, en Tigre ha sido la regla de su formación: con apenas un par de excepciones, Tigre fijó de antemano los números titulares en las espaldas del equipo que sería y fue titular.

Arsenal de Sarandí está sospechado y no es para menos: es el club fundado por Julio Grondona (Sr.) -presidente de AFA desde hace tres décadas, vicepresidente de FIFA, mafioso reconocido, artífice de la cesión de todo el fútbol a un puñado de tránsfugas del cual es el jefe indiscutido- y está presidido por Julio Grondona (Jr.). Pero yo quiero creer que los jugadores del club no son agentes de la camorra sino auténticos futbolistas que quieren ganar, deportivamente y en la cancha.
Arsenal ha obtenido por primera vez un título internacional -aún se debe uno nacional en primera división- y ha barrido en el camino a varios grandes: San Lorenzo, el entonces último campeón local; un chico pero del país del mejor fútbol: Goiás; River, un grande que no clasifica a la Sudamericana porque, de tan grande, es invitado vitalicio; el popularísimo América de México. Ningún equipo atraviesa invicto tales instancias -sólo cayó contra América en la segunda final y fue campeón por cuestión de goles- si no tiene orden, juego, fútbol.
Arsenal se coronó campeón de una Copa de bajo valor futbolero pero que Boca abandonó en la primera fase, River resignó en su propio estadio y Sao Paulo -como aquella zorra que no alcanzaba las uvas- dice que no quiere jugar más.
Un equipo titular: Cuenca; Mosquera y Matellán; Gandolfi, Casteglione y Díaz; Villar, San Martín, Calderón, Gómez y Yacuzzi. Y Andrizzi -héroe del partido decisivo-, Raymonda, Biagini, Damonte, Garnier, Espínola, etc. Y un detalle referido a juveniles y veteranos, uno de los puntas que salió a disputar el título casi duplica la edad del otro: la experiencia de José Luis Calderón suma 37 años; el atrevimiento de Alejandro Gómez, apenas 19.

Lanús, Tigre, Arsenal. Tres maneras de trabajar en serio, de dar tiempo al tiempo sin desesperar, de atender a objetivos sin histeriquear. Tres lugares para observar -en eslabones menores de la misma cadena, por supuesto- que pese a los grandes negociados, sus nominaciones publicitarias, sus automotrices japonesas, sus monopolios mediáticos y sus múltiples ramificaciones mafiosas, al fin de cuentas el fóbal se juega en una cancha, once contra once hombres, con una pelotita de por medio.
Tres razones para alzar una copa pese a que, más temprano que tarde, los restos del buen fútbol terminen arrasados por la lluvia.

(*) Fe de errata del 23/12/07. Entre 1951 y 1956, hubo otro subcampeón fuera de los cinco grandes: el gran Vélez Sársfield de 1953.

viernes, noviembre 30, 2007

El que se hace ilusiones

A veces, cuando el ritmo de publicación de este sitio se desacelera y/o se llena de agujeros, me siento tentado de hacer la gran blogger: enlazar una noticia reciente y escribir frases como "mirá vos", "qué cosa" o "lean acá". Después se me pasa. Pero algún síntoma persiste, como esa tos que es eco último del resfrío.
La cuestión es que ayer el Ministerio de Cultura de España ha otorgado el Premio Cervantes 2007 a Juan Gelman. Mirá vos, qué cosa, lean acá... o en El País.
Los poemas de Gelman siempre han sido de los mejores que he leído. Mejor dicho, los poemas de un Gelman temporalmente acotado a su producción de los años sesenta del siglo pasado. Antes hay búsqueda juvenil de unas retóricas y de unas temáticas, después hay figuras brillantes y muchos años de oficio, pero en los textos de los sesenta hay, para mi gusto, el vértigo emotivo de las rupturas poéticas del lenguaje.
Hoy lo releo y me sigue maravillando pero allá lejos y hace tiempo, cuando accedí por vez primera a sus entonces Obras completas (Corregidor, Buenos Aires, 1975), simplemente me partió la cabeza. Me produjo ese efecto de "¡ah, se trataba de esto!". O, si se quiere, de "mirá vos, qué cosa, lean acá" que hoy día no significa lo mismo.
Mérito a medias de Gelman porque después supe que no era el primero sino el primero que yo leía, pero en sus desvíos sintácticos, en sus inventivas ortográficas y en sus paradojas semánticas, empecé a pensar la plasticidad, la complejidad y la utilidad de esa cosa que se llama lenguaje. Articulado al decir popular del aquí y ahora. Y que uno vive tratando de poner a punto, cual motoneta de tercera o cuarta mano.
Digresión casi filosófica. Leí esas Obras completas de prestado, hace casi treinta años, y a la fecha no he devuelto el volumen. Pocos años después asumí que debía devolverlo y, con ese plan, me compré la última reedición. El mismo día de su compra, lo presté a un compañero aparentemente deslumbrado por la poesía de Gelman y a la fecha no me lo ha devuelto. Quizás influido por las circularidades que cultivó Jorge Luis Borges, decidí que había purgado mi culpa y podía conservar el ejemplar en mi poder. Y por la certeza de que su propietario original había prosperado de tal modo en su carrera política que ya podía comprarse los libros que quisiera aunque quizás no quisiera.
Gelman ha recibido el Premio Cervantes por su obra y si bien a mí me importan tan poco los premios como a un falso meteorólogo, me alegra tal reconocimiento. Aunque más no sea por estos breves poemas que -junto a esas maravillosas "Traducciones" de John Wendell, Yamanokuchi Ando y Sidney West- han marcado una parte vital de mi juventud:
Esa mujer se parecía a la palabra nunca,/ desde la nuca le subía un encanto particular,/ una especie de olvido donde guardar los ojos,/ esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.
Atención atención yo gritaba atención/ pero ella invadía como el amor, como la noche,/ las últimas señales que hice para el otoño/ se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.
Dentro de mí estallaron ruidos secos,/ caían a pedazos la furia, la tristeza,/ la señora llovía dulcemente/ sobre mis huesos parados en la soledad.
Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,/ con un cuchillo brusco me maté,/ voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,/ él moverá mi boca por la última vez.
"Gotán" en Gotán, 1962.

el que se hace ilusiones/ el bello malviviente pregunta/ ¿por qué bajo la gloria de este sol/ tristeo como un buey?
¿por qué crepito y lloro/ como cegado por un fuego/ y hago ruidos humanos/ bajo la gloria de este sol?
¿cuándo nos crecerán las manos/ amados indefensos?/ dice el gran besador/ el que se hace ilusiones
después mira el silencio/ que crece como un pueblo/ y escribe en cada gente/ "viva la gloria de este sol"
"Preguntas" en Cólera buey, 1963.


O este otro fragmento que escribió en algún otro momento, en algún otro lugar:

hoy llueve mucho, mucho,/ y pareciera que están lavando el mundo/
mi vecino de al lado mira la lluvia

sábado, noviembre 17, 2007

Sola en la cancha

Siempre me gustó observar el modo en que los medios informan los hechos policiales, cuándo se pone el acento en la víctima y cuándo en el delincuente o delito, cómo se va enunciando la proximidad, casi familiaridad, de ciertas víctimas con técnicas de negociador que cualquiera que haya visto alguna vez Standoff conoce, y el "joven secuestrado" se convierte en "Mariano" o "Axel"; o se destaca la profesión indicando que se trata de una víctima VIP, que supone más espacio o tiempo en el medio, ya que no es lo mismo "mujer violada en Catamarca" que "cirujana plástica asaltada en Palermo", y, obviamente, mucho menos que "chofer de Mirtha Legrand pasó semáforo en rojo".
Hace algunas semanas la noticia en todos los medios era el asesinato de tres policías en una planta de comunicaciones del Ministerio de Seguridad provincial. Las primeras informaciones daban cuenta de la búsqueda de dos barrabravas.
Cuando lo escuché me pregunté de qué club, ya que aquí, en La Plata, donde se cometió el crimen, hay un par de equipos locales, además del simple hecho de que se puede ser barrabrava de cualquiera. De inmediato me di cuenta de lo absurdo de mi duda, no sólo porque no tenía la menor relevancia sino porque estaba pensándolo como lo presentan los medios, y el "ser" barrabrava adquiría status de profesión.
Hace unos meses asesinaron a Martín Acro, identificado por todos los medios como "barrabrava de Ríver", y se imputó el crimen a algunos de sus ¿colegas?. El tema entonces era la lucha interna entre barras bravas, quedando implícito que todos sabemos de qué se trata. Y todos sabemos.
Pensé que quizás la RAE podría haber incluído el término y su status profesional entre los tantos que forman parte de su última actualización (la mayoría de los cuales no se usan desde la década de los cincuenta, pero de ese modo podían hacer el combo actualización-arcaísmo).
La RAE me derivó de "barrabrava (individuo)" (sic) a "barra brava", dos términos, y me informó que la frase sustantiva significa "grupo de individuos fanáticos de un equipo de fútbol que suelen actuar con violencia".
Ahí se me complicó un poco, si barra brava es un conjunto, un colectivo, no puede ser un individuo, o, en todo caso, debería indicar que se trata del individuo perteneciente a una barra brava; pero no es grave, solemos entendernos a pesar de la RAE.
Lo cierto es que no existe la profesión de barrabrava, aunque parezca, aunque tantos se identifiquen con ella, aunque sean full time, aunque aún no estén sindicalizados y aunque "ganen" más que cualquier simple empleado estatal, pero en el saber colectivo se "es" barrabrava como se "es" abogado, maestro o plomero.
Me surgen entonces algunas dudas ¿en los expedientes judiciales se aceptará esa definición como profesión? ¿existen listas legales, blanqueadas, en los clubes, de estos personajes? ¿cuáles son los requisitos para ser miembro? Si en su definición, a priori, se establece una ilegalidad ("actuar con violencia"), darle a alguien (o a sí mismo) status de tal ¿no es apología del delito? Cuando se define a alguien como delincuente, ladrón, mafioso o violador está implícita la condena, pero ser barrabrava no parece implicar un juicio de valor, sino de simple descripción de actividad.
Quizás sea muy ingenuo de mi parte asombrarme, quizás no debería resultarme extraño que el barrabrava ya no necesite una cancha, ni un partido de fútbol, para existir como tal, quizás sea tan lógico como que la lluvia no necesita viento.

sábado, noviembre 10, 2007

Google & Wikipedia again

Ayer Esteban Podeti, colaborador de Clarín.com en su curiosísima sección denominada "blogs" publicó el artículo "¡Cómo usar Google incorrectamente!". Podeti es un humorista -un buen humorista- y su blog albergado y sostenido por el gran diario argentino es un blog humorístico.
Podeti aborda un par de tópicos que ya tratamos por aquí: que Google es un robot estúpido y que Wikipedia es un copiador pelotudo.
El blog de Podeti es humorístico pero su agudo humorismo puede criticarse desde su propia lógica crítica. El artículo confunde dos niveles absolutamente distintos y los amalgama con relativa impericia, cuando no malicia: el del buscador y el de la fuente. Y también hemos hablado de este elemental criterio de la fuente en referencia específica a internet.
Algunos comentarios incurren y potencian la misma confusión: "Google y la Wikipedia más de una vez me sacaron las papas del fuego"; "Parece que no es apropiado hablar mal de Gugll y de Wiskipeda... Reastaste un montón de puntos" [éste estaría borracho o drogado]; "Wikipedia es Dios y Gúgle su profeta"; etc. El de Podeti es, lo dije, un blog humorístico.
Hay un tipo de pelotudo contemporáneo que coincide 100% con la definición de Podeti y endiosa al enunciador de Wikipedia: "('es que hice el Bachillerato', se pavonea), y Google, siguiendo su burda técnica de recomendación, lo pone al frente de cualquier tema, sea la vida de Ringo Starr o la fusión en frío; y admira a Walter Ikipedia en silencio. 'Qué bocho que es', piensa".
Pero Podeti asocia y empasta dos fenómenos tan distintos y dos objetivos tan opuestos que no puedo menos que apelar a su necesaria diferenciación.
Google es, efectivamente, el más exhaustivo y obsesivo bibliotecario pelotudo. Bienvenido en su inmensa potencialidad técnica, impensable para el más capacitado bibliotecario inteligente.
En la biblioteca de mi barrio, que ostenta muchas menos entradas que Google, hay Una excursión a los indios ranqueles, Introducción a una antropología de la cultura mapuche y Nuevas andanzas del indio Patoruzú. ¿Está mal? ¿Puedo culpar a la biblioteca o a su catálogo si soy un franco nabo?
A mí no me pasa lo que a Podeti: casi nunca Google me muestra primero (ni segundo, ni tercero) la basura que presupone Wikipedia. Será porque busco mejor o porque tengo más suerte. A mí Google me muestra más o menos lo que le pido: un listado exhaustivo que yo debo jerarquizar en términos de mis saberes y de mis criterios. Me lo muestra ordenado conforme a un algoritmo complejo y, sí, cuantitativo a full y basado en enlaces a enlaces y en entradas a entradas. A ver, cualitativistas, artistas, sensibilistas y demás: ¿han armado un mecanismo más amplio, eficaz o mejor? Entonces no jodan.
Wikipedia puede aparecer al tope de las búsquedas de Google porque se ha empezado a instituir como saber colectivo y eficiente. Google no es culpable, del mismo modo que no es culpable la biblioteca que catalogue un volumen de Paulo Coelho o de Ernesto Sábato. ¿Culpable de qué? ¿De hacer su humilde, preciso y responsable trabajo técnico?
La diferencia entre Google y Wikipedia es enorme y amerita ser explicitada. Google es un buscador, hoy líder de todos los buscadores. A un buscador se le pide que busque y no que evalúe según parámetros de gusto, estilo o pertenencia sociocultural.
Wikipedia es un negocio inteligente y artero que se está posicionando como enciclopedia universal sobre la base de habilitar y sostener entradas anónimas de idiotas útiles a los cuales nadie supervisa ni corrige y nadie reconoce ni paga. Y de explotar la estupidez generalizada, carente de criterio por definición. Wikipedia es la expansión de la impunidad y Google es la herramienta que, en todo caso, daría cuenta de tal expansión.
Nunca fui partidario de matar al cartero.
Cuando millones entran a Wikipedia a investigar nada, Google nos dice que millones entran a Wikipedia a investigar nada. Sinceridad total y eficiencia a full. Otro tema es quiénes entran a dónde a investigar qué y asumen que Wikipedia es algo distinto de cero.
Ruego que se apuren a entender de qué va esta cosa porque por acá se dice que una fuerte lluvia va a caer.

domingo, noviembre 04, 2007

El falso meteorólogo

Todo empezó por necesidad. Dicen que la necesidad tiene cara de hereje y por qué habría de tener sólo la cara; por qué la herejía sería antes apariencia que existencia.
Desde mis primeras y dudosas letras, creo que algo me decía que allí, en la escritura, había algo por crear. Un mundo, claro, pero también la propia historia e identidad.
Recorrí el previsible camino del cómodo bachillerato y las fallidas opciones académicas. Escribí consabidos textos adolescentes y me gané la vida aquí y allá. Continué una escritura fragmentada, indecisa y oscilante entre el poema, el relato, la crónica y la canción. Escribí una novela, dos novelas, que en vano envié a concursos pese a la crítica favorable de los círculos íntimos. Muté al guión de cine con resultados análogos.
Pero no es relevante mi trayectoria literaria, pobre cuando no falsa. La historia se remonta a contrapelo y me divierten esas sinopsis biográficas de solapa que en verdad no dicen nada y todo el sentido está dado por la propia publicación; a partir de ella se inventa la improcedente biografía del autor; no había antes historia ni había autor.
Tampoco importa contar en qué yo andaba cuando, por azar, se me abrió la puerta del periodismo gráfico. Baste consignar que precisaba de un empleo para solventar mis gastos. Mi primer trabajo fue redactar el pronóstico meteorológico para el día posterior. A poco constaté que la fuente no poseía mayores certezas ni se regía por mayores rigores que los que dictaba mi imaginación. Todo pronóstico era un albur y la norma prescribía pronosticar tormenta en vísperas de Santa Rosa y ascenso de temperatura en tiempos de San Juan. Cuando, día por medio, la comunicación con el Servicio Meteorólogico resultaba imposible, optaba por delinear amenazantes nubarrones o despejar cielos primaverales conforme me dictara mi estado de ánimo y la fase de la estación. Debo de haberlo hecho conforme a las expectativas, ya que al poco tiempo se me propuso un pase a redactor. Lo acepté porque implicaba un incremento de mi magro salario, no hubo otra razón.
El jefe de redacción era un tipo duro, adusto y convencido de la relevancia de su rol social, un comunicador en el cabal sentido del término. Mi primera tarea consistió en entrevistar a un aburrido fulano que se pretendía autorizado a exponer sobre no sé qué cuestión. Me importaba un bledo lo que el tipo decía, pero le dediqué varias cómplices sonrisas y desgrabé hasta los silencios que el sujeto producía entre afirmación y afirmación. Luego, me serví una ginebra, encendí un cigarrillo y me dispuse a darle forma a la nota. Por momentos sospeché estar subvirtiendo lo que el sujeto sostenía, pero a mi juicio sonaba francamente mejor.
A la mañana siguiente entregué el trabajo. Mi jefe leyó de un tirón con las cejas fruncidas, apretó los labios y sacudió la cabeza en señal de aprobación. Se publicó sin modificaciones y yo esperé en vano durante largos días la llamada del fulano para denunciarme y acusarme de tergiversación. El tipo, finalmente, llamó. Habló con mi jefe y se deshizo en elogios para con mi labor.
A las dos semanas estalló una huelga ferroviaria y me asignaron la tarea de cubrir los aspectos humanos del conflicto. Son palabras de mi jefe: "aspectos humanos del conflicto". Anduve todo un día de aquí para allá, recorriendo estaciones y talleres sin hallar material de interés. En el sindicato, un empleado me cerró las puertas en la cara sin ningún argumento. Me senté en un bar y me asumí probablemente despedido.
Pensé y pensé en Chazarreta. Chazarreta era un personaje de una de mis fallidas novelas. Hombre del interior, padre de familia, activista sindical. Yo conocía a Chazarreta mejor de lo que conocía a nadie. Pedí otra ginebra, lo senté frente a mí y literalmente lo entrevisté. Y Chazarreta me respondió. Tuve la inútil precaución de referir a "un activista que opta por no revelar su nombre". La nota se resolvió con suficiencia, mi jefe volvió a balancear su cabeza de arriba hacia abajo e incluso sonrió, satisfecho.
Después vinieron crónicas que produje por completo en la intimidad de un ruidoso bar, en general casos policiales en los cuales una suscinta declaración abría numerosas puertas y caminos al ingreso de personajes de mi narrativa que actuaban por su cuenta e incluso me sorprendían. Resolvían por mí el testimonio de tan difícil captación.
Cuando se me indicó cubrir el doble asesinato de un legislador y su secretaria, el atronador silencio que rodeaba al crimen me obligó a poner a alguien a hablar.
El resto se conoce: diez días en tapa, conmoción nacional, repercusión mundial. En mis laureadas crónicas desfilaron todos los personajes de mis fallidas novelas. Volvió Chazarreta, esta vez como lacónico portero de un edificio vecino. Renunciaron dos ministros y otros seis funcionarios: habrán tenido sus razones.
No viví el Delfín de Plata como mi consagración profesional, quizás porque me importe un bledo la consagración profesional. Traté de usufructuar tal frágil éxito poniendo una de mis viejas novelas a consideración de una empresa editorial. La reescribí, es cierto, pues cuesta defender lo que uno fue pero no es. Tuve el honor de ser entrevistado por un joven emprendedor que ostentaba el cargo de algo así como Gerente Editorial.
-"La escritura es impecable -me dijo el tipo- pero la ficción no está vendiendo. ¿Por qué no escribe sobre la cuestión ésa del diputado? Ahí tiene material de sobra y el público está ávido de esas cosas".
Asentí, le solté un par de pelotudeces, lo saludé con mi mejor sonrisa y me comprometí a no sé qué. De todos modos, él me olvidó segundos después.
El famoso Delfín me catapultó a la categoría de redactor especial. Gano mucho más y escribo lo que quiero. De hecho, estoy publicando mis novelas por capítulos bajo el incierto rótulo de "columna de opinión" y, a veces, filtro a Chazarreta y a otros personajes en supuestas crónicas testimoniales.
Cambio nombres y circunstancias que es todo lo que se me reclama. Y ya ajeno a mis inicios meteorológicos, nunca hago referencia a la lluvia que va a caer.

miércoles, octubre 24, 2007

Candidatas

¿Puede la reproducción de un título de un solo término asumido como propio constituir plagio? En todo caso no es éste el caso porque confieso que estas reflexiones me fueron germinadas por el agudo y lúdico artículo Candidatas que hace unos días publicara Gabriel Báñez.
Y ahora, a hablar de las inminentes elecciones presidenciales que son -dicen por allí- la quintaesencia de la civilidad e incluso -lo escuché hoy- la instancia más relevante de un país. Un país organizado y ciclotímico -esto lo asumo yo- que pauta lo importante con riguroso cronómetro y lo reduce a la cada vez más abierta payasada electoral.
Candidatas y cándidas: términos demasiado semejantes como para obviar su evidente raíz común y, entonces, no ir a investigar un poco al DRAE, fuente no tanto de conocimiento cuanto de argumento.
candidato, ta. (Del lat. candidātus).
1.m. y f. Persona que pretende alguna dignidad, honor o cargo.
2.m. y f. Persona propuesta o indicada para una dignidad o un cargo, aunque no lo solicite.
3.m. y f. coloq. Arg. y Ur. Persona cándida, que se deja engañar.

cándido, da. (Del lat. candĭdus).
1.adj. Sencillo, sin malicia ni doblez.
2.adj. Simple, poco advertido.
3.adj. blanco (de color de nieve o leche).
Como esto es Argentina -yo creo que vale para el mundo pero me restrinjo al DRAE- resulta que una candidata es, a la vez, quien pretende una dignidad y quien se deja engañar; quien es propuesta para un cargo y quien, sin malicia ni doblez pero poco advertido, entra como caballo/ lla a cualquier establo.
Candidatas son la Cris (Kernández de F), la Lili (Carrió) y candidatos el Rober (Lavagna), el Ricar (Leyde Murphy) y así; todos tan humanas/os y cercanas/os. Pero candidatos también son el resto de los ciudadanos "blancos" obligados por la norma a sufragar el domingo por alguno de estos clowns de turno. Todos somos iguales ante la ley, como afirma la sacrosanta Constitución Nacional. Lo que no sabía hasta hoy con tal meridiana claridad semántica -claridad política tenía desde hace un tiempito- es que todos somos, en alguna acepción, candidatos: los postulados y los pelotudos.

Entonces, correspondería algún slogan publicitario o algo así que sirviera de cierre a mi muy pobre campaña.
Toma 1: "Si Ud. es sencillo, simple y poco advertido, no vote a quien pretende alguna dignidad, honor o cargo". Muy DRAE, pero horrible.
Toma 2: "Si Ud. es cándido y se deja engañar, jódase pero ¡no me joda a mí!". Justo, pero nada político.
Toma 3: "Si Ud. es candidato, no vote candidatos". Bueno, pero no se entendería.
Toma 4: "Váyanse todos al carajo si no pueden ver que voten lo que voten, si votan, vendrá la lluvia". Sincero, pero demasiado agresivo.
Toma 5: "No sea candidato de los candidatos, ¡vote nulo!". Esta me gusta, pero le falta lluvia.
Toma 6: "No sea el candidato cándido del candidato que le vende espejos, ¡no vote antes de la lluvia!". Justo, pero violento y medio ombliguista.

Entiendo que no soy capaz de cerrar este artículo con coherencia y que eso me pasa por meterme con temas electorales. Valga, entonces, una cita apócrifa que hallé en un container futuro -encuentro pila de cosas raras entre la basura- como más o menos digna sutura:
"La candidez del candidato (a)sumido en su simple blancura era el objetivo más relevante del candidato (a)sumido en su fría carrera hacia el poder político. Por definición, el segundo siempre cagaba al primero: estaba en su naturaleza de escorpión demócrata. Toda esta tremenda pendejada pertenece a la situación histórica en la que se encontraba la especie humana antes de la lluvia".

martes, octubre 16, 2007

Perdiendo el tiempo

Supongo que, siendo fiel a mi estilo, debería escribir un post sobre las inminentes elecciones y la campaña electoral.
Escribir, por ejemplo, Cristina está cebada y protesta, indigna, la oposición a lo lejos.
O alguna metáfora del despiste del avión de la primera dama devenida en primera candidata, o de la crítica acérrima de TN y compañía por la ausencia de debate entre los candidatos (que, casualmente, casi siempre se lleva a cabo en ese medio).
O sobre lo inédito de que sean dos mujeres quienes ocupan la punta, sin caer en el patético feminismo que ya he leído por ahí. O simplemente un paneo sobre la paupérrima campaña.
Pero dicen las encuestas que Cristina gana y sin vueltas, y aunque creo tanto en encuestas como en el horóscopo, temo que es verdad.
Y no es que no quiera escribir porque me deprime, ni que no me asquée ver que el argumento político más usado por la oposición es que Cristina es bipolar (aunque más bipolar parece Lilita, dándole la mano a López Murphy y a Binner), sino que no tengo ganas, que estoy harta, hastiada, podrida, aburrida, indignada, saturada y un poco cansada de la obviedad, mediocridad y total ausencia de caminos alternativos y de política en este juego llamado democracia.
Entonces, no voy a decir nada sobre la campaña electoral. Simplemente enviaré a mi hijo a la escuela cuando no haya más paros docentes, iré a un hospital cuando no haya sólo guardias de emergencia por huelga, trataré de aprovechar para hacer trámites cuando no hayan parado los estatales, caminaré por la ciudad intentando rodear alguna de las tantas manifestaciones diarias contra los gobiernos provincial y nacional. Luego haré mate, cantaré "qué culpa tiene el tomate", me sentaré frente a la pc, encenderé un cigarrillo y escribiré el post sobre la amistad que dije alguna vez que escribiría, evitando preguntarme por qué va a ganar CFK y si eso que se escucha a lo lejos es un trueno.

sábado, octubre 06, 2007

La destruKción del INDEC y la "papa gobierno"

El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) ha comunicado vía su Indice de Precios al Consumidor (IPC) que la variación del costo de vida durante junio de 2007 ha sido del 0,70% respecto del mes anterior. Durante julio, en cambio, el incremento se redujo al 0,50%. Para los mismos períodos, y siempre según la información oficial del INDEC, el Indice de Salarios (IS) registró una variación mensual, respectivamente, del 2,54 y 2,27%.
Si estoy sacando bien las cuentas, dice el INDEC que en el referido bimestre los salarios aumentaron cuatro veces más que los precios de servicios y bienes de consumo. Tal dato estadístico es un cabal dato peronista que habla muy bien de la lucha intransigente del gobierno popular y democrático por redistribuir el ingreso en favor de los más desposeídos. El único inconveniente es que se trata de un dato completamente falso.
En la producción de datos estadísticos, cualesquiera sean, siempre entran en juego y se articulan dos variables: un saber específico acerca de números y fórmulas matemáticas y un saber general basado en criterios y sentidos comunes. Tras casi tres décadas de laburar dentro o al borde de este campo, he debido estudiar un poco de los primeros; por el contrario, si pude trabajar, aprender y vivir de esto fue porque se me han dado, desde siempre, bastante bien los segundos. Y fue gracias a los segundos que he podido simular bastante mi relativa ignorancia respecto de los primeros.
El INDEC es un organismo técnico del Estado que tiene la función de medir cosas y medir cosas siempre es un problema; pero un problema es algo a resolver, no a disolver. Escuchaba el otro día a uno de tantos técnicos desplazados por la infame intervención kirchnerista -en El juego limpio por el canal TN- decir que ya en enero hubo una diferencia entre una medición provincial y el índice nacional. El INDEC, entonces, habría explicado que su índice no había tomado el mayor costo local de la medicina prepaga porque tal incremento no estaba legalmente autorizado. Esta argumentación oficial es llanamente aberrante y amerita, de por sí, procesar al funcionario a cargo de hacer pública semejante boludez. De hecho, está procesado, pero la Justicia es una cosa demasiado lenta que de ciega parece no tener nada.
Si hay algo que el INDEC no debe ni puede hacer es asumir una función de fiscalización, inspección o corrección de sus objetos de análisis. Cuando uno mide, releva o analiza debe prescindir de lo "autorizado" porque de lo contrario no mediría, relevaría ni analizaría nada. Digamos que salgo a investigar el consumo de sustancias psicoactivas pero no registro ninguna confesión de haber fumado un porro porque no está "autorizado". ¿Qué carajo mediría? Nada. Un relevamiento cualquiera del nuevo INDEC intervenido acerca de hechos delictivos daría resultado cero porque ninguno está "autorizado". Para que el INDEC y sus encuestadores resulten confiables es preciso -y siempre lo fue- que el relevamiento no se contamine con inapropiadas funciones de instrucción de algún aparente ideal que, dicen, debería ser.
Hay, además, una larga serie de cuestiones teórico- prácticas debatidas al interior del INDEC -y no sólo allí- desde siempre. No quisiera extenderme en tecnicismos así que trataré de sintetizar. Y para ello nada mejor que la papa que, ya se ha dicho, no existe.
El IPC se basa en una canasta básica de consumo y tal canasta radica en lo que la población declara consumir. La gente, no sé por qué, dice comprar papa, bastante papa. Es fácil: el INDEC debe relevar cuánto paga el ciudadano medio por la papa, registrar las eventuales alzas y bajas de ese precio y nada más. Pues no, el INDEC intervenido ya no mide un carajo sino que se instituye en censor: declara que -amañados e inservibles subsidios mediante, que pagamos todos- la papa debe estar a $1,40 y por lo tanto eso le cuesta al consumidor promedio.
Y callate, porque si decís algo distinto, te echamos.
Debo confesar -nobleza obliga- que la semana pasada fui a un supermercado y rodeé un par de veces la góndola de papas y otras hortalizas. La papa -la papa de verdad- oscilaba entre los $3,60 y $4,70 pero al cabo descubrí una bolsita de dos kilos a $1,40 de algo así como la papa. Cuando digo una me refiero a una: tan solita estaba la bolsita que miré para todos lados, no fuera cosa que hubiera una cámara oculta esperando escrachar al boludo que la llevara; hacía meses que no veía un precio semejante.
Se trata -la compré, la cociné, la ingerí- de una papita de cáscara colorada que tiene poco sabor y, en comparación con la papa de siempre, más desperdicio. Se come bien, del mismo modo que también se comen tantas cosas al alcance del ser humano. En mi siguiente visita al mismo local, este fin de semana, la así denominada "papa gobierno" estaba agotadísima y en su lugar sólo había un poco de tierra. Y a su lado, una papa que no bajaba de $3,90.
Vayamos, entonces, a otra discusión teórico- práctica de la época en que el INDEC era un organismo de medición: cuando el papel higiénico pasa de 60 a 30 metros y, a la vez, de $0,60 a $0,45, ¿baja de precio o aumenta? Aumenta un 50% por más que algún soldadito obsecuente del actual gobierno interventor decida registrar un decremento estadístico del 25%. Y cuando el papel higiénico desaparece de la oferta comercial y en su lugar hay trapos viejos, diarios viejos o un cartel que sugiere limpiarse el culo con yuyos silvestres, ¿podría sostenerse que el producto continúa a $0,45? Me parece que no.
Me consta que la encuesta diaria en el Mercado Central de Buenos Aires no mide (¿medía?) cosas tales como el precio de la manzana. El genérico "manzana" observa (¿observaba?) distinciones según variedad, tamaño, calidad y origen que el viejo INDEC tomaba de las propias nominaciones y apreciaciones del mercado de frutas. Una dulce y jugosa red deliciosa de 300 gramos nunca fue lo mismo que una pobre manzanita verde sólo apta para compota.
El nuevo INDEC afirma -según Clarín- que los incrementos de precios no impactan en "el comportamiento reales [sic] de los consumidores, quienes generan un efecto sustitución ante variaciones de precios, reemplazando un producto por otro". Es decir que si, por ejemplo, aumentara el costo de la medicina, los consumidores la sustituirían por la brujería, que es más barata. Y si, por ejemplo, la carne de vaca disparara su precio, comeríamos palomas, ratas y lagartijas que son de acceso gratuito... para quien las cace.
Se supone que el gobierno manipula los datos estadísticos con un objetivo político- electoral: que todos creamos que no hay inflación y que la papa -y hay verduras y hortalizas que duplican y triplican el incremento de la papa- está baratísima. Ocurre que nadie puede creer semejante pelotudez, sencillamente porque todos compramos papa, entre otras muchas cosas que han aumentado. Y que no hay actor social, fuera y aún dentro del gobierno, que no haya denunciado con pelos y señales esta aberración político- estadística; esta barbaridad que destruye la función misma de un organismo público.
Y voy a decir algo que lamento tener que decir, pero es cierto: ni durante la dictadura militar- genocida de los 70, ni durante la liquidación estatal- menemista de los 90, un gobierno se atrevió a destruir de este modo salvaje, impune, ilegal y escandaloso un organismo técnico del Estado y su ya débil capital de credibilidad social.
Tengo en la manga otros detalles de cómo opera esta política pseudo- centro- izquierdista (¿?) sobre jefaturas de incuestionable carrera; escenas infames de armas de fuego sobre el escritorio (no es metáfora) como silencioso refuerzo de explícitas amenazas: sabemos de tu vida privada, tus opciones ideológicas, tus cosas de familia, te estamos monitoreando, ¿entonces qué vas a hacer?
Néstor Kirchner lo hizo. Y lo hace. Y lo hará hasta que Cristina Fernández tome la posta matrimonial y decrete, por necesidad y urgencia, que el INDEC nunca existió.
Y que la lluvia es esa cosa horrible que hostigaba el pasado -esa memoria que no alcanza a Julio López, desaparecido demasiado reciente para entrar en la medición- pero ya nunca más, nunca más nos lloverá.

lunes, septiembre 24, 2007

Te quiero igual

Hace algunos años me enganché en una sala de chat. Nunca había chateado y tenía un fuerte prejuicio contra el chat, pero me sedujo la idea de interesantes debates que sugería el hecho de ser el sitio de Jorge Lanata, Data 54.
A la distancia creo que sería acertado decir que el 5% de mi tiempo en esa sala de chat lo ocupó un interesante debate, el 95% restante fue boludeo, a veces divertido, pero las menos.
Obviamente como el chat no es más que un medio, se reprodujeron todos los lugares comunes de la sociedad.
En poco tiempo fue un club de "amigos", sectario, con situaciones similares a las de la peor telenovela de Migré, a veces con un sublime toque almodovariano.
Pero lo que me llamó la atención fue la rapidez con la cual algunas personas nos querían. Bastaba con usar tres veces seguidas el mismo nick, y bingo, amor asegurado.
Sé que el amar/odiar grupal es preadolescente, esa edad de los mejores amigos y peores enemigos (los de la otra cuadra), en la que todo desborda y se habla a los gritos (una cuestión hormonal) pero ver eso en hombres y mujeres adultos realmente me sorprendió.
Todo empezó con un saludo y un "los quiero mucho" (en mayúsculas), y me pregunté a quién se lo diría. Después comprendí que era a todos, hasta al bot vigía, esa gente que pone amor delante del ventilador. Como esos PPS dirigidos a "la persona más querida", o "tu mejor amigo", y son reenvíos masivos a toda la libreta de direcciones (y a veces ni conocés a quien lo envió).
En poco tiempo se generalizó, y todos (casi, nobleza obliga) querían a todos, incluso a esos que en privado defenestraban.
También comprendí que el decirle a alguien "te quiero mucho" parecía obligar al otro a responder "yo también". Solía salir de esas incómodas situaciones respondiendo "yo también me quiero mucho", lo que sonaba simpático, ya que era leído desde el juego de palabras y no se atendía a lo que no estaba diciendo.
Como todo grupo, era dinámico, por lo tanto cada tanto alguien que estaba dejaba de estar, y aparecía otro, pero el nivel de amor grupal siempre se mantenía.
Me sentí un tanto deprimida, asumí que debo ser una vieja amargada, ya que para mí el amor es algo complicado, y no ando desparramándolo sin compromiso por el mundo.
Con el tiempo empecé a valorar y respetar a algunas de esas personas que confluían en ese espacio, con más tiempo empecé a quererlas. En algún momento le dije a alguna de esas personas que la quería, y me sonó tan torpe, tan trillado, tan vaciado de significado.
Un político dirá que algo se producirá en sucesivas etapas, jamás dirá que es un proceso, porque "proceso", en Argentina, tiene un significado, y la elección de palabras dice todo. Hace un tiempo no tenía problemas en decirle a alguien "tu actitud es insufrible", ahora ni loca, porque todo es actitud, y ya no sé lo que significa.
Entonces fue necesaria la adjetivación, o adverbiación, "te quiero de verdad", "te quiero mucho en serio".
Todo el mundo sabe que el enunciado de sentimientos sin acciones coherentes con él no significa nada, ni las acciones en sí mismas, que pueden significar cualquier cosa, pero extraño un momento en el cual decirle a alguien que lo querías, en cualquiera de las formas del amor, era un momento importante, casi siempre difícil, íntimo, y no tenía esa onda de remera del Che o deseos de paz mundial.
Con tanto amor en el aire mi único refugio es saber que puedo querer igual, aunque vaya a llover.

lunes, septiembre 17, 2007

Que se nos deje en paz

Como dice Grismar hacia el cierre de su último artículo, Antonin Artaud suele dejar sin palabras, excepto las balbuceadas, garabateadas, borroneadas palabras escritas por el propio Artaud.

La verdad es un efecto de sentido de la discursividad, pero la verdad a la que me refiero es el aspecto de ese (d)efecto que propone y convoca la intuición de lo indecible. De eso, quizás, y sólo de eso, hayan tratado los diversos textos de Artaud y esa compulsión vital por el compromiso del cuerpo, por la salud o por la locura, que al fin de cuentas son los dos nombres arbitrarios de la condición humana. Por lo tanto, tras meditar qué decir como comentario a una magnífica entrada que dice todo o casi todo de lo muy poco que puede decirse, decidí escribir otra entrada, derivante, o no, quién sabe. Y opté por una entrada casi autobiográfica, de revisión caprichosa de la propia historia, de situación relativa respecto de un recorrido, o no, quién sabe.

Uno: Fui a buscar un libro flaquito que es el único de autoría atribuída a Artaud que atesora mi brevísima biblioteca. Es una cosa llena de historia. Tapa violeta con retrato del ya deteriorado autor -ya sometido a benéficas e innumerables sesiones de electroshock- sobre un estallado e irregular fondo blanco. Se llama Textos como si eludiera su poder decir nada más que lo obvio respecto de lo que no es capaz de decirse. Está editado por López Crespo Editor en Buenos Aires hacia mayo de 1976, y es una edición técnicamente pobre pero digna; sus hojas se desprenden tal vez porque no tengan otro destino que el desprendimiento. La selección y traducciones corresponden a Antonio López Crespo y Alejandra Pizarnik, lo cual me lleva a pensar, injustamente, que remiten en exclusivo a la Pizarnik quien redactó el último de sus varios prólogos: "Sí, el Verbo se hizo carne. Y también y sobre todo en Artaud, el cuerpo se hizo verbo. ¿En dónde, ahora, su viejo lamento de separado de las palabras?". Etcétera.

Dos: Me robé ese librito en alguna librería de la Avenida Corrientes hace -¿el crimen prescribió?- casi treinta años. La sustracción delictiva de libros en mesas de librería es un motivo clásico del supuesto intelectual anarco-algo, pero resulta que yo no soy ni he sido tal cosa y por más que revise y revise mis contados anaqueles, no hallo otro volumen obtenido de ese modo ilegal. Hay, sí, un par de libros tomados en préstamo y jamás devueltos como hay un par de espacios vacíos fundados en la operación inversa, pero ésa es otra categoría. La cuestión es que aquí tengo un libro expropiado y arrancado de su eventual lugar de impertinente pertenencia, sólo uno, y es, causalmente, el único que poseo del muy lúcido Artaud.

Tres: Unos años después y por amorosas razones de convivencia, compartí mi pobrísima biblioteca con un ser humano en pleno proyecto, una niña semianalfabeta entre sus tres y seis años. Hoy reabro el ejemplar de Textos, relevo sus páginas y constato que la número 15 era la primera absolutamente en blanco. Era, porque aquella niña, con un criterio que me sorprende y maravilla, decidió inscribir algo entre esos textos de Pizarnik y Artaud: una suerte de sol primitivo, unos círculos irregulares, otro más grande y final que parece incluir una firma o una cadena de ADN o vaya a saberse qué. Aquella niña no hizo un solo garabato fuera de esa única página en blanco, escribió donde se invitaba a la escritura, y yo no puedo dejar de pensarlo fuera de tanta desesperada convocatoria primigenia y libertaria del propio Artaud.
Aunque pueda equivocarme de sujeto individual: tres lustros después, volví a dejar esa nimia biblioteca al alcance de mi sobrina, otra niña de la misma edad que juzgó oportuno escribir sobre el propio continente: el mueble, otro espacio convocante con su seductor color blanco. Cualesquiera de las dos haya sido, ¿a quién realmente podría importar?

Cuatro: Y antes, unos cuantos años antes, yo había participado de un taller literario bastante pedorro por no decir algo mucho peor. Por entonces había leído casi nada de Artaud, lo suficiente para intentar cierta producción poética a partir de sus recursos provocativos, reproducidos de un modo demasiado inocente, demasiado elemental, demasiado livianito. Lo suficiente para que me echaran del taller y, con mi expulsión, sancionaran y decretaran el fin de ese indigno proyecto de educación artística. Eran tiempos de dictadura militar y el (ir)responsable del espacio era un cuadro peronista que militaba haciendo muy buena letra, según me explicó largamente durante la instancia de mi explícita separación. Me dijo que estaba abocado a un trabajoso proyecto político y que no podía permitirse que yo lo pusiera en riesgo con semejante pelotudez. Y yo, que era un nabo, lo entendí claramente.

Después supe más acerca de muchas cosas, o creí saber algo más sobre algunas pocas, lo cual es lo mismo. Y siempre Artaud me susurró al oído sus atrocidades, sus crueldades o sus realidades que, bien miradas, son las de todos y cada uno en todos y cada uno de nuestros días.
Y la cita, claro: "Sabemos hasta qué deformación consentida, hasta qué renunciamiento de nosotros mismos, hasta qué parálisis de sutilezas nuestro mal nos obliga cada día. No nos suicidamos todavía. Entre tanto, que se nos deje en paz".
Un manifiesto completo -y completamente legítimo- de plena cara a la inminente lluvia pero antes de la lluvia que va a caer.

miércoles, septiembre 12, 2007

Artaud

"El deber del escritor, del poeta, no es ir a encerrarse cobardemente en un texto, un libro, una revista de los que ya nunca más saldrá, sino al contrario/ salir afuera/ para sacudir/ para atacar/ al espíritu público/ si no/ ¿para qué sirve?/ ¿Y para qué nació?" decía Antonin Artaud en su Carta a los Poderes (compilado de textos escritos para la publicación La Révolution Surréaliste, 1925).
Fue el primer texto de Artaud que leí, cuando aún era una niña que se creía una adolescente que se creía adulta, y me fascinó. Tuve un instante "de esto se trata" de esos que recorremos para ir creciendo, o, como diría mi hijo, el instante "te cayó la ficha".
El Flaco Spinetta con su propio Artaud profundizó mi fascinación surrealista.
Pasaron luego Bretón, Verlaine, Baudelaire, Rimbaud... pero jamás alcancé con ellos esa magia empática que Artaud reclamaba desde El Teatro y su Doble, y jamás alcanzó.

Hace unos días vino un reciente desconocido a mi casa, alguien que cree firmemente en el "dime lo que lees y te diré quién eres", y se entretuvo en recorrer mi biblioteca. "Cuánto surrealismo, te hacía más posmo" dijo, riéndose hasta que mi expresión lo decidió a cambiar de tema. "Artaud me cansa, era un depresivo total" desvió, tomando la curva demasiado rápido como para ver el barranco.

Artaud pasó parte de su vida internado en instituciones psiquiátricas, los Asilos de Locos, esas "víctimas individuales por excelencia de la dictadura social". Seguramente era depresivo, definición que he leído en más de una biografía, pero lo que "sacó afuera" es su angustia.
La depresión es egocéntrica, el yo deprimido se ahoga en su propio caldo de dolor e impotencia y desde allí sume y consume al mundo en su opaca resignación. La angustia reconoce el mundo desde la receptividad del absurdo y la muerte, y desde allí produce, crea la destrucción.
Leer Artaud es caer en su poder onírico, pero, lejos del sentido social del sueño, caemos en la pesadilla.
Nada en sus textos exuda la ominosa cadencia depresiva, sino una violenta implosión que arrasa con el universo establecido, que cuestiona el juicio social desde la condena.
Leer Artaud es resistir el cada vez más masivo discurso de la locura como valor agregado del ser social, en el cual todos somos locos y eso es cool, para reconocer su verdadero valor, el concreto y efectivo quiebre que aterra tanto como la muerte, lo incontrolable.
Y esa locura, la que no se reconoce a sí misma como tal, como uno no se reconoce como otro, no busca ocultarse, sostiene "la legitimidad absoluta de su concepción de la realidad". Es el otro, el que identifica su realidad con la social, quien intenta olvidarla, ocultándola detrás de algún muro, desmembrándola en psicopatías específicas, desvirtuándola en civilizados y amables "qué loco que sos". O negando la enceguecedora brillantez con un "era depresivo".
Artaud ofende. Sus palabras agreden. Leerlo desde nuestra civilizada socialidad implica un esfuerzo, una negación a todo lo establecido para leer desde nuestra individualidad, ya que "todos los actos individuales son antisociales".
Leerlo me dejó siempre sin palabras, sin pensamientos, sólo allí, con la extraña sensación del ser desarticulado, como frente a una tormenta.

lunes, septiembre 03, 2007

Puto el que lee

Hace un par de semanas intercambiamos con Grismar unos enlaces acerca de algo que la prensa mundial juzga noticiable. Tal vez porque la noticiabilidad de un cable internacional no se evalúa ni discute, se reproduce sin más; tal vez porque su difusión sea parte de acuerdos comerciales confidenciales o porque la gacetilla de prensa bien colocada resulta más barata y eficaz que la pauta publicitaria tradicional. La cosa es que Clarín.com informa:
Un software detectó que la CIA y el Vaticano intervinieron perfiles y contenidos de Wikipedia
Desde las computadoras de esas instituciones se incluyeron comentarios y adjetivos en artículos sobre el presidente de Irán y el líder del Partido Republicano de Irlanda del Norte, entre otras personalidades. La herramienta también detectó que el Partido Demócrata estadounidense introdujo calificativos negativos en el perfil de un presentador de radio conservador.

Una herramienta de Internet creada para revelar la identidad de las organizaciones que colaboran con las páginas de Wikipedia asegura que instituciones como la CIA, el Partido Demócrata estadounidense y el Vaticano intervinieron contenidos.
Wikipedia es una enciclopedia libre elaborada por voluntarios, en la que los artículos son creados a través de la Web. La mayoría de las modificaciones detectadas por el software Wikipedia Scanner son correcciones ortográficas o aclaraciones de datos inexactos.
Sin embargo, la prensa británica informó que el programa detectó que desde computadoras de la CIA se incluyó una interjección de descrédito (Wahhhhhh!) delante del párrafo sobre los planes presidenciales del presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, así como modificaciones en los perfiles de Oprah Winfrey y del miembro de la CIA, Peter Goss.
Además, desde el Vaticano se modificó la entrada del dirigente del líder del Partido Republicano de Irlanda del Norte, Gerry Adams, y desde el Partido Demócrata estadounidense se introdujeron calificativos negativos en el perfil de Rush Limbaugh, un presentador de radio de tendencia conservadora.
That's all, folks. Me permito unos comentarios (y unos adjetivos, por qué no) a esta noticia y a estos temas que bien podrían iniciar una serie muy extensa pero, por ahora, quedarán en cuatro y ya es mucho.
1. No sabía que en las páginas de Wikipedia colaboraran organizaciones de ninguna índole, excepto la Fundación Wikimedia que recauda unos dineros aquí y allá para sostener una estructura rentada de -dicen ellos- dos empleados en Florida y un ingeniero en California. Más bien tiendo a ver entradas anónimas de pésima calidad -me refiero a contenidos, rigurosidad, bibliografía, ortografía, sintaxis y una larga serie de etcéteras- y cuando hallo alguna referencia a sus editores, se trata de nicknames o direcciones IP. Si colaboraran organizaciones, podría caer la fantasía de una comunidad hecha de individuos igualmente libres, participativos, responsables y autorizados; podría revelarse que en la inmensa mayoría de los temas, cualquier publicación especializada, dentro o fuera de la web, es mucho más confiable que unos Carlos JG, Driver-17 o 20.11.14.83.
2. La expresión "desde las computadoras de esas instituciones" revela nada sobre "la identidad de la organización que colabora" (esta estupidez es literal de la nota de la BBC que Clarín.com enlaza). Yo mismo escribo desde la terminal de un Ministerio y juro que no he sido instruido por el Ministro ni por ninguno de sus secuaces; de hecho no están enterados y les importa un comino. La CIA ha de estar llena de empleados que hacen un poco de huevo -alguien debe hacer el trabajo sucio: archivar legajos, atender teléfonos, regar helechos, tipear boludeces- y no sólo de agentes encubiertos y expertos en inteligencia graduados en West Point. Y hablando de inteligencia, no suena creíble que la CIA tenga un Programa de Inclusión de Interjecciones de Descrédito en Wikipedia. Sería el PIIDW o El Pidu en la jerga interna: "Estoy laburando en El Pidu pero no te puedo tirar más data porque es re-secreto, man".
3. Lo mismo el Vaticano, frente a cuyas computadoras debe haber mucha gente haciendo tiempo mientras espera el retorno del mesías y su prometida salvación. No me figuro al Pepe (perdón, al Papa) Ratzinger impulsando una Campaña Ecuménica de Modificación de Entradas en Wikipedia o CEMEW; tampoco a sus benditos adláteres tomándose en serio la misión pastoral de suprimir enlaces o adjetivar artículos. Poco verosímil que un joven cuadro del Opus Dei le dijera a un colega: "Yo trabajo para La Ceméu pero, por un convenio de intercambio estoy haciendo una pasantía en El Pidu. Son mucho más zarpados que nosotros: el otro día uno entró a Wikipedia y agregó 'turco mal parido' en la entrada de Bin Laden. No sabés cómo nos cagamos de la risa".
4. Pero lo más curioso es lo que la noticia no afirma pero, me parece, desliza: intervenir perfiles y contenidos de Wikipedia con descréditos (wahhhhhh!) y adjetivos (racista, intolerante) no sería correcto, menos si lo hicieran miembros de organizaciones como la CIA, el Vaticano o el Partido Demócrata yanqui. ¿Y por qué no? En la introducción de su versión castellana, el sitio invita: "Wikipedia es una enciclopedia escrita de forma colaborativa por sus lectores. […] No tengas miedo de editar páginas en Wikipedia -cualquiera puede editar, y recomendamos a nuestros usuarios que sean valientes editando páginas" (bastardilla en el original). Cualquiera significa cualquiera -es el bastión propagandístico del proyecto- y no veo el problema de que editara cualquiera de la CIA o cualquiera del Vaticano; tampoco que utilizara el criterio y los términos que su valentía habiliten para expresar en libertad lo que le venga en ganas. ¿O no era así de abierto, amplio y general el convite?, ¿o la invitación no aplica para enclaves confesionales y vigilantes imperialistas?

Wikipedia en particular y el concepto wiki en general (wiki wiki= rápido) resultan la versión informática de un fenómeno de muy larga data: los graffitis en paredes y puertas de los baños públicos.
Se sabe que cualquier sanitario que registre el perfil "Boca, el más grande" convoca a la libre colaboración de un usuario anónimo que, tarde o temprano, corregirá: "Boca, el más grande PUTO". Y lo hará velozmente para evitar que una fracción de la barra brava xeneize con urgencias urinarias lo sorprenda en plena acción cooperativa.
Más tarde, un también anónimo simpatizante de Boca -que bien podría ser, además, comisario de la Federal u Obispo de alguna diócesis- tachará o borrará y plasmará su contribución: "River, el más grande PUTO". Sólo hasta que otro, por ejemplo un sufrido seguidor de Tigre, decida participar de la escritura colectiva: "River Y Boca, el más grande PUTO, Tigre campeón". Y después siempre llega el analista social que engloba y califica, flechita mediante, todos los aportes al abierto work in progress: "Este país está como está por los negros de mierda". Y así.
La enciclopedia libre ya está escrita en los retretes del mundo y en sus acápites innumerables ya está escrita esa sentencia infantil pero aguda, lúcida pero pavota, que ironiza a la vez sobre la relevancia del propio texto y la contingencia de sus lecturas: "Puto el que lee".
Qué se le va a hacer: lo wiki ya existía antes de la web social 2.0 e incluso antes de la web a secas, como es probable que ya existieran garabatos anónimos y colectivos en el París ilustrado y efervescente de Diderot, D'Alembert y sus reconocidos e identificables colaboradores. Los nuevos gurúes y los vivos de siempre nunca llegan primero, sólo un rato antes que sus epígonos de turno.
Por otra parte, la rapidez nunca ha sido buena compañera de ningún saber sólido: basta imaginar cuántos se habrán calado hasta los huesos antes de que el hombre aprendiera a leer los indicios de una fuerte lluvia por caer.

miércoles, agosto 29, 2007

Nada personal

Hace unos meses me robaron el celular, lo cual no es nada extraño. Cuando alguien baja de un auto en una zona céntrica, deja la puerta abierta porque "vuelvo enseguida" y el aparatito ahí arriba, brillando bajo el parabrisas, casi merece que lo roben.
Como buena ciudadana llamé de inmediato a Personal para informar del desliz y para que me cortasen la línea. Una cosa es que comprenda que algún circunstancial transeúnte haya sido tentado por mi estupidez, y otra que haga llamados que yo pague.
Un "buenosdías, muchasgraciasporcomunicarseconPersonal, minombreesfulano ¿enquélapuedoayudar?" respondió luego de hacerme pasar por varias decenas de opciones del tipo "si usted quiere comunicarse con alguien marque uno, si usted es pesimista agréguele el tres" y de obligarme a escuchar el jingle de la empresa tantas veces que podría jurar que quedó en el aire el resto del día. Informado el percance me comunicaron que de inmediato se suspendería el servicio de mi línea, y mis opciones.
Estas opciones se limitaban a dos: comprarles a ellos un nuevo aparato, con lo que conservaría mi número, o darlo de baja, previo pago de una multa. Me enteré entonces que ese teléfono que me habían regalado unos meses atrás me comprometía, en una suerte de contrato que yo no firmé (y quien me lo regaló asegura que tampoco) que estipula que si quiero darlo de baja antes de doce meses tendré que pagar una multa, más el mes en curso, equivalente a unos cuantos meses de uso.
Luego de algunas puteadas que el pobre empleado escuchó con suspiro de conocedor, aprovechando el instante en el que tomé aire, me informó que podía adquirir un nuevo móvil en alguna de las sucursales o bien por teléfono, y me lo enviarían a mi domicilio en las siguientes 72 horas. "Voy a comprarlo y después llamo para que me activen el chip" le respondí tratando de no pensar en estupideces como el abuso, la justicia o el asesinato. "Bien" me respondió con un tono de duda que deben practicar meses antes de tomar el puesto. Lógicamente consiguió lo que buscaba, que le pregunte si había algún inconveniente. "Ninguno" se apresuró en responder "excepto que en ese caso debe limitarse a lo que tenga la sucursal en existencia".
Imaginé estúpidamente que no podían ser tan hijos del imperio como para que no hubiera varios modelos en su stock. Pero lo son, el teléfono menos caro que tenían costaba medio sueldo docente, aunque, claro, tenía mp4, grabadora y licuadora de mano.
Después de varios intentos me resigné a pedir por teléfono uno más acorde a mi sueldo, color negro (detalle requerido y aclarado específicamente), el cual en 72 horas me enviarían, en caso contrario que me comunique al *150.
Cinco días y varias horas de jingle después me comuniqué. Tomaron mi reclamo aclarando gentilmente que si en 72 horas aún no lo había recibido me comunique al *150.
"Por eso yo no uso celular" me dijo un cuasiamigo. Comentario un tanto inoportuno y poco sostenible. Con ese criterio no debería tener teléfono fijo, TV o vivir en este planeta.
Cuatro reclamos cada 72 horas después llegó el dichoso aparatito en una caja que bien podía contener un teléfono público. Debajo del primer envoltorio con el logo del correo, otro con el logo de Personal, luego otro sin logo, y un cuarto por las dudas. Al fin asomó una caja, dentro de la cual había otra caja, esta vez la del teléfono. Luego de retirar papeles, cajas, boletas, manuales y publicidades varias me encontré al fin con el aparato, exactamente la marca y modelo que pedí... en un nacarado rosa.
Confieso haber tardado un par de minutos hasta que mis neuronas volvieron a hacer sinapsis. Gris, azul, hasta rojo, hubieran causado menos estupor. Debo confesar también que tengo cierta rosafobia.
Mientras hacía explotar compulsivamente las burbujas de la bolsita que lo contenía marqué *150.
"Su pedido indica el modelo Z375 pink" me informó algún minombrees. No es mi culpa si quien lo tomó no distingue entre pink y black.
"No quiero un teléfono rosa" aclaré explotando siete burbujas juntas. "Pero es el que pidió" fueron sus últimas palabras antes de que misteriosamente se cortase la comunicación.
"Tendría que hablar con un supervisor" me explicó otro después de varios intentos. "Ustedes amenazan con que la comunicación puede estar siendo grabada" le dije al supervisor "busquen la mía y listo".
Opciones: efectuar el reclamo que sería respondido en las próximas 72 horas, en caso contrario comunicarme con el *150, esperar que en las siguientes 72 horas, en caso contrario..., vinieran a retirar el aparato, volver a comunicarme con ellos y hacer un nuevo pedido, esperar que en las siguientes 72 horas... o joderme.
Debo reconocer que esta pobre gente tiene serios problemas de comunicación, además de informáticos, ya que el sistema se les cae en cuotas. Se les cae en los reclamos, pero no en las ventas, se les cae cuando tienen que acreditar, nunca para cobrar.
Se les cayó el sistema cinco veces antes de activarme el chip, que no pudo activarse porque se les cayó el sistema pero dentro de las 72 horas se activará, en caso contrario comunicarme con el *150 o marcar 0800-LLUVIA.

jueves, agosto 23, 2007

Fantasmas eran los de antes

En Cinecanal han estado dando White Noise (Voces del más allá, 2005), un film nada trascendente (en rigor es malo) basado en una atenta producción, un alto presupuesto y la solvencia actoral de Michael Keaton. La cosa es más o menos así: Anna y Jonathan Rivers son un matrimonio feliz hasta que ella desaparece y al cabo reaparece muerta tras un aparente accidente. Poco después el viudo se engancha en la captación de señales que la mina le manda desde el otro mundo exhortándolo a que vaya de acá para allá y arriesgue su propia vida en el salvamento de desconocidos. Y el tipo va. Finalmente unos fantasmas horrendos toman venganza contra él por hacer caso a su esposa muerta e interferir sus planes perversos.
Es difícil no asociar con Ghost (La sombra del amor, 1990). En ambos filmes, variaciones de unos viejos temas: el finado que no puede irse del todo, el alma en pena que clama justicia, el espíritu que no ceja en sus afanes de comunicar. Nada de muertos vivos que regresan como zombis de cuerpos mutilados o podridos sino típicos fantasmas que tienen unas tareas pendientes y regresan para hacerlas. En Ghost, Sam Wheat fue asesinado y persigue a su joven viuda, Molly, con prevenciones, advertencias y tardías declaraciones de amor. Como buen muerto, Sam carece de medios para los trabajos de la comunicación y debe recurrir a la anatomía de Oda Mae Brown, una medium entre las ánimas y sus deudos. Finalmente unos fantasmas horrendos hacen justicia con el criminal quien, para colmo, andaba cual lobo en celo detrás de Molly.
Sam, triunfante, se despide de su amada viuda y se retira en paz, bañado en luz, a disfrutar de toda la eternidad. Jonathan, ¿triunfante?, queda despatarrado y tieso en el fondo de una barraca, toma la posta de su insufrible esposa y promete romper las paciencias de quienes siguen vivos. No aprendió nada.
En Ghost el muerto deviene muerto definitivo y la sobreviviente sobrevive libre del acoso del mal: triunfo del amor y premio eterno. En White Noise la muerta sigue muertísima, el sobreviviente muere en pos de una justicia estéril y termina pidiendo perdón, desde el más allá y vía radio de FM, a su hijo huérfano de madre... y padre: culpa, disculpa y derrota en toda la línea.

Pero más allá de estos finales, otra diferencia. Anna no precisa servirse del cuerpo de ningún medium; basta que Jonathan se provea de unos sencillos equipos informáticos para que ella se le aparezca en pantallas y parlantes con sus "my love" y sus "go now!". No sólo ella: también otros espíritus fallecidos o por fallecer. Eso sí, con pésima calidad de imagen y sonido porque no es fácil producir buenos audiovisuales una vez que se ha muerto.
White Noise incluye separadores que semejan la imagen difusa que muestra el monitor de Jonathan y cualquier otro televisor que no capte o capte mal la señal emitida. A veces, unas figuras reverberan en sus equipos y Jonathan las graba, colecciona y reproduce en VHS. Esos registros respetan encuadres típicos del discurso audiovisual: el espíritu de Anna en plano pecho, los fantasmas malos en plano conjunto, unas letras de molde en plano detalle. Incluso coinciden con las que veremos en pantalla: la mujer que suplica por su bebé desde el interior del auto accidentado, el fragmento de cartel que indica el sitio del último salvataje, aparecen en los planos del filme tal como los habíamos visto -también en el filme, por supuesto- en el monitor de Jonathan, junto con Jonathan.
No pude dejar de recordar The Ring (La llamada, 2002) en la cual Samara Morgan, una niña asesinada por su madre demente, distribuye en VHS un fatal film de su supuesta producción independiente. El curioso video es de un cabal interés poético y llama la atención esa artística y esas técnicas pergeñadas por una niña, medio loca, muerta y abandonada en el fondo de un pozo: muchos cineastas no le llegan a los talones, adultos, medio sanos, vivos y rodeados de costoso equipamiento.
Por si esto fuera poco, al día siguiente veo The Mothman Prophecies (Mensajero de la oscuridad, 2002) en la cual el viudo John Klein recibe y graba llamados de su querida esposa fallecida y de un tal "hombre polilla", un fantasma que la tiene clara respecto de lo que va a pasar y se comunica por teléfono con decenas de mortales sin responsabilidad alguna por la facturación del servicio.
Parece que aún hace década y media, los espíritus vagaban sin ton ni son hasta encarnar transitoriamente en un cuerpo que les permitiera interactuar con el mundo de los vivos: un medium. En estos tiempos, ya no: las ánimas se las arreglan para comunicarse a través de los medios técnicos que utilizamos a diario.
¿Resulta que los fantasmas nos dicen lo que dicen en lenguajes audiovisuales? ¿Hay en el más allá cámaras, micrófonos e islas de edición? ¿Hay tecnología para emitir señales por aire, cable o satélite? ¿Con qué cuerpos podrían operar los muertos tales dispositivos mediáticos?
Tal vez un segmento de la discursividad mediatizada se haya naturalizado a tal punto que ya integra cierto verosímil junto a mitos de larga data: el del muerto que regresa, el del espíritu que reclama, el de la lluvia que va a caer.

viernes, agosto 17, 2007

Cuando pase el temblor

Cuando escuché la noticia del terremoto que sacudió Perú el miércoles pasado, y especialmente la mención de la provincia de Cañete, lo primero que vino a mi mente es mi amigo Polo, arequipeño, y su mujer, Marisol, oriunda de San Vicente, capital de la provincia, donde vive casi toda su familia. Sólo después pensé en la magnitud del desastre más allá de lo personal.
Al comunicarme con ellos supe que los caminos oficiales para obtener información no les brindaron ninguna ayuda, y sólo a través de una red de conocidos (Internet mediante) pudieron saber que sus familiares estaban a salvo, si es que se puede hablar de estarlo en esas circunstancias.
Hablando con gente que me crucé en estos días comprobé que casi todos tienen algún amigo, o, al menos, conocido, peruano. Quizás por ser ésta una ciudad universitaria, y porque la comunidad peruana dentro de la UNLP es enorme.
Leyendo aquí y allá supe que hoy, viernes, dos días después del sismo, el gobierno argentino despachó un Hércules con ayuda para las víctimas, que llegó después de la enviada por España y Francia. Un avión de la FAB (Fuerza Aérea Boliviana) fue el primero en llegar, a pocas horas del desastre.
Bolivia, el país pobre de la pobre Sudamérica, contó en unas pocas horas con doce toneladas de medicamentos y alimentos para enviar, además de quince voluntarios de búsqueda y rescate. Estados Unidos, the biggest of the world, aún está pensando si mandar aspirinas o mejor un equipo antiterrorista, por las dudas.
Leyendo un poco más me topé con algunas noticias que no tuvieron gran trascendencia, lo cual, ante la magnitud de lo ocurrido en Perú, tiene sentido.
La primera se refería a un terremoto de 3,5 grados de magnitud Ritcher que ocurrió ayer, jueves, en California, donde una semana antes se había registrado otro de 4,5 grados. Ambos con epicentro en zonas deshabitadas, sin víctimas, por lo tanto, poco noticiables. Casualmente, también ayer, otro movimiento sísmico, esta vez de 4,7 grados Ritcher, se registró en el centro de Chile, con epicentro en Pichilemu, 210 kilómetros al sur de Santiago.
Para completar el panorama, hoy, cuando aún se sienten las réplicas en Perú, otro sismo, de 6,2 grados, con epicentro 300 kilómetros mar adentro, sacudió la costa de Indonesia.
Los que dicen que saben de estas cosas opinan que no hay relación entre los cinco movimientos sísmicos en un lapso de tres días. Creo recordar que son los mismos que cuando un tsunami mata a medio millón de personas, un huracán a cinco mil o un terremoto a cincuenta mil, dicen que es imposible predecir, que no hay forma, que hay demasiado en la lógica del planeta que nuestra lógica no comprende. Pero ellos, que no pueden predecir, predicen que no pasará nada, que es pura casualidad.
Que el planeta se sacude a diario, que cada minuto en algún lugar del mundo saltan los sismógrafos, ya se sabe, pero cuando cuatro de ellos superan los 4 grados de magnitud Ritcher quizás habría que pensar un poco antes de soltar un alfiano "no hay problema". No se trata de alarmismo, ni de que estemos al umbral del famoso "Big" del cual tanto se habla en la costa oeste de EE.UU., sino de tener al menos un poco de coherencia, si no puedo predecir el sí, tampoco el no.
Mucho se habló de la paradoja de la destrucción de Pisco el día que se conmemora la muerte de José de San Martín, poco se dijo de la nada paradójica muerte de cientos por lo precario de sus viviendas.
Mucho se dijo de los aviones que desde ayer llegan a Lima con ayuda para las víctimas, poco se dice de los miles que tratan de sobrevivir sin agua, sin techo, sobre un suelo que aún tiembla, donde no llega aquello que se supone que esos aviones transportan.
"Un terremoto de la misma magnitud en una ciudad como Tokyo o Los Ángeles, con edificación antisísmica, hubiera causado muchas menos pérdidas", dijo un ignoto académico por CNN. No sé si hablaba de pérdidas de vidas, bienes, o de ambos, pero creo que Darwin se refería a otra cosa con lo de "selección natural", a menos que ya entonces predijera la cercana tormenta.

domingo, agosto 12, 2007

Réquiem por la coma vocativa

Soy de los que cultivan la firme creencia de que la escritura del lenguaje verbal, sin prisa pero sin pausa, se está yendo al carajo. No soy de los que de manera rápida (y entonces, superficial) afirman que la causa del problema se origina en la utilización de internet y los medios que alberga. Entiendo que la cosa es bastante más compleja y no encuentro ninguna relación necesaria entre servirse de mails, chats o blogs y escribir con total prescindencia de la gramática de la lengua en la que se pretende escribir. Quizás la relación sea inversa y, por razones que no alcanzo a entender, internet resulte una plataforma atractiva para que escriban quienes no saben escribir ni su propio nombre. De todas maneras, basta leer una sola noticia en la prensa gráfica o seguir unos minutos los videograph televisivos para constatar que el fenómeno es muy extenso y está en constante ampliación.
Lo que preocupa, en mi caso, no es la alteración de una supuesta pureza del idioma ni la violación de unas reglas formales perimidas en su uso. No soy de los que se alarman por la intrusión de neologismos o palabras foráneas en nuestro flexible castellano que, como toda lengua, no es más que un compendio históricamente inestable de términos griegos, latinos, árabes, nahuatls, quechuas, ingleses y demás. Lo que preocupa, en mi caso, es que la escritura (vaya perogrullada) es soporte y vehículo de comunicación y de un tiempo a esta parte, a veces me resulta más fácil leer algo bien escrito en otro idioma que descifrar la escritura de esta suerte de neoespañol.
Las manifestaciones son innumerables por lo que enumeraré sólo unas pocas:

1. Si partimos del grafema, la unidad ultramínima, ya encontramos problemas con las "k" que sustituyen a las "q", las "w" que reemplazan a las "u", etc. Por otra parte, en caligrafía manuscrita (y acá no pueden echarse culpas informáticas, creo) las "a", "e" y "o" pueden constituir trazos idénticos en un mismo texto de un mismo autor.
2. Las palabras se reducen sensiblemente, pierden vocales o consonantes y sustituyen partes caídas por apóstrofes o letras "x". Así tenemos "x" que significaría "por", "q' " que significaría "que", y el entonces muy lógico "xq' ". Otros términos se acortan sin más, como "info". Hay que decirlo, ambas operaciones ocurrieron siempre y así nacieron la letra "ñ" y todos los apócopes.
3. La ortografía pierde todo consenso social y se transforma en transcripción aleatoria de fonemas. El problema es que el consenso fijaba una norma y hacía previsible la lectura. Ahora, por estos lares en que las "s", "c" y "z" suenan igual, sus grafemas resultan intercambiables. O la "j" y la "g". O la "y" y a veces la "ll", a veces la "i". Ni hablar de la "h", muda, que existe al cuete.
4. Los signos de puntuación ya no se encuentran en los sitios que prestaban servicio y las aparentes frases se hacen eternas e ilegibles. Algunos de ellos se han mudado y agrupado en nuevos barrios enfáticos. Así, en los confines de oraciones incomprensibles, aparecen familias numerosas de signos de interrogación y/o de admiración, a veces vecinas de unos puntos suspensivos que ya nunca son tres sino diez, veinte o más.
5. La mayor parte de los acentos ha muerto de muerte natural y algunos sobrevivientes se refugian al azar sobre vocales solidarias pero sólo a veces pertinentes. Resulta curioso que alguna gente no carente de educación ni de capacidad, sostenga muy suelta de cuerpo que, cuando escribe un mail, no usa acentos. Incluso he leído el blog mal escrito de un periodista profesional que afirmaba que allí no cabían ésas ni otras sutilezas. Tendría la misma lógica defender que, cuando escribo una carta, no uso puntos ni comas u omito las letras "d" y "v".

Pero hablando de comas, recordé a qué quería referirme: a las comas vocativas, ésas que siempre deben separar la interpelación de la persona interpelada en el texto. Tales comas de uso obligatorio están en franca extinción. No pretendo promover su conservacionismo como si se tratara del aguará guazú, el oso panda o la ballena azul, sólo que su añorada ausencia me hace releer esas interpelaciones una y otra vez hasta inferir, tal vez, su sentido.
Leo, por ejemplo, "Pedro compra leche". Me pregunto que relevancia tendría y porqué me lo cuentan a mí, hasta que razono que es una tarea que le encomiendan a Pedro: "Pedro, compra leche". ¡Ah, ok! ¿Y por qué no le dicen "comprá" como decimos los rioplatenses? Sí, claro, le dicen "comprá", pero le escriben "compra" debido al lamentable deceso del tilde.
Imagínese la enorme diferencia jurídica entre el descriptivo "Carlos mata a tu madre" del eventual testigo y el imperativo "Carlos, matá a tu madre" del infame instigador.
Vamos a un ejercicio práctico de lectura. Supongamos que recibo un correo de Fulano que inicia "Cinzceu como estas". Paso uno: reponer los acentos. "Cinzcéu como éstas". ¿Como éstas?, ¿como éstas cuáles? Paso dos: corregir el paso uno. "Cinzcéu como estás". Ya inferí que se dirige a mí, Cinzcéu, pero falta algo, ¿como estás triste?, ¿como estás viejo?, ¿como estás loco? Paso tres: revisar el paso dos. Ah, entiendo, es una fórmula de saludo, una interrogación amable acerca de cómo me encuentro. Pasos cuatro, cinco y seis: reponer el omitido acento, colocar la extinta coma, agregar signos de pregunta. Ahora sí.
-"Cinzcéu, ¿cómo estás?".
-"Bien, Fulano, gracias, interpretando dónde carajo irán los tildes y otros signos en tu atento mail. Y vos, ¿cómo estás?".
-"yo bien ak ando esperando q' haga lindo dia xq' dice mengano q' por hay se hecha a llover!!!!!!!!!............. :("
-"Y sí, Fulano, tiene razón Mengano: mientras escribamos así, menos nos entenderemos y mucho más probable que se eche a llover".

lunes, agosto 06, 2007

Imagine

Hace unos pocos días los ríos Támesis y Severn crecieron por lluvias de tal modo que inundaron grandes zonas rurales y urbanas de Inglaterra y el País de Gales. Casi todos los medios le dedicaron al hecho tiempo y espacio considerables, y así todos pudimos enterarnos de los miles que debieron trasladarse a los centros de evacuación, de las cuatro víctimas fatales, con nombre, edad y circunstancia en la cual lamentablemente murió cada uno. También pudimos ver imágenes de sitios como Gloucester bajo agua, y muchos datos, como que el Primer Ministro Gordon Brown ordenó crear un Comité de emergencia llamado Cobra, que miles de personas carecían de agua potable en sus casas, por lo que el gobierno se vio forzado a proveerla, y de energía eléctrica por el cierre preventivo de la planta eléctrica de Castlemead, y algunos datos menores, como que Inglaterra aumentó el fondo para inundaciones de 600 a 800 millones de libras, que el titular de Medio Ambiente, David Miliband, anunció que las zonas damnificadas recibirán indemnizaciones, y que las aseguradoras temen que los reclamos lleguen a los dos mil millones de libras (2,9 millones de euros). También que las aguas provocaron un "pánico de compra" que llevó a miles de ingleses a vaciar los mercados.
Mientras leía esos datos recordaba que estamos en época de monzones, lo cual durante siglos fue una bendición económica para grandes zonas de Asia, pero en los últimos años provocaron desastres. Por eso no me sorprendió escuchar que en India, Nepal, Bangladesh y parte de China las inundaciones habrían provocado miles de anónimos muertos, y más de 25 millones de evacuados, ni que la escasez de agua potable no provenía sólo de sus canillas, sino del mundo que los rodea. De electricidad ni hablar.
Que miles de autoevacuados en embarcaderos o en los techos de sus casas, sin agua ni alimentos, esperen por días que, con suerte, alguien los rescate, que los brotes de malaria y encefalitis comiencen a crecer y no haya ni médicos ni medicinas, que estén simplemente allí, sobreviviendo o no, parece parte de un paisaje repetido, que no asombra a nadie, que no conmueve a nadie.
Por supuesto que no es una comparación válida, no significa que en Asia sufran y en Inglaterra no, en ambos lugares se enfrentaron a una catástrofe natural similar. Lo que no se parece en nada es lo que sucede a partir de allí, que tiene todo que ver con lo que sucedía antes del agua.
Cuando escuché la noticia en TN me llamó la atención que se refirieran a los millones de evacuados asiáticos como "desplazados", luego leí en varios medios el mismo término, mientras que los británicos eran "evacuados". Era un detalle marginal, pero, como soy curiosa, recurrí a la Real Academia para que me explicase el por qué de la diferencia, y allí me informaron que "desplazado" es "dicho de una persona: inadaptada, que no se ajusta al ambiente o a las circunstancias", mientras un "evacuado" es aquel "que ha sido obligado a abandonar un lugar por razones militares, políticas, sanitarias, etc.". Comprendí, el nepalés es un inadaptado que no se ajusta al agua, el inglés fue obligado a abandonar un lugar.
No sé por qué recordé el final de una vieja película, A time to kill (Tiempo de matar), de Joel Schumacher, cuando el abogado Jake Brigance (Matthew McConaughey) describe para el jurado la brutal violación de una niña negra y termina con la famosa frase "y ahora... imaginen que es blanca".
Veamos cómo viven en Asia las inundaciones, cómo es cada uno de sus días desde que los ríos desbordaron, y ahora... imaginemos que son blancos, de clase media, occidentales. O mejor aún, imaginemos que llueve para todos.

martes, julio 31, 2007

Teoría y prácticas de la publicidad

Sea por experiencia laboral, por formación profesional, por inquietud intelectual o simplemente porque sí, me interesan los temas de la comunicación publicitaria. Casi toda la pseudociencia aplicada a la cuestión se puede resumir en un par de premisas básicas, por no decir tontas: a) imponer un mensaje a cuantos más, mejor; b) medir la eficacia en términos de efectos contables.
Por supuesto que hay algunas otras cosas a tomar en cuenta. Por ejemplo, cuestiones de target que en última instancia se terminan definiendo mediante las clásicas variables de sexo, edad y nivel socioeconómico, pese a la mucha perorata al respecto y modas como la del multitarget que es una versión aggiornada del cuantos más, mejor. Por ejemplo, racionales ajustes en pos de la eficiencia y la optimización del costo- beneficio ya que nadie en su sano juicio pautaría el aviso de una prótesis peneana en un medio orientado a amas de casa. ¿O sí? Qué sé yo, quizás sí, por aquello de que cuantos más, mejor.
Ya me he referido a algunas cosas inconcebibles tales como imponer speeches o carteles sin atender al público ni intentar seducirlo, a propaganda electoral telefónica o electrónica que irrumpe en la privacidad de cualquiera y a los curiosos y absurdos resultados de AdWords y otros planificadores automáticos de pautas publicitarias en la ancha web. En este mismo sentido, por supuesto, entra todo el spam: yo no sé cuántos en el mundo habrán comprado Viagra, acciones en alza o paquetes de soft tras la necia insistencia de esos estúpidos robots pero, lo que es a mí, me tienen los huevos al plato.
Me acordé de esto a propósito de un reciente artículo en El guinõ que, entre otras cosas, refiere ciertas condiciones para un blog exitoso según recomiendan analistas iluminados en estas lides de la blogósfera y el universo blog. En mi barrio a estos tipos los llamábamos chorro o bolú; ahora se los denomina experto o gurú. Esas condiciones, claro, responden a la premisa mágica del cuantos más, mejor y al recuento de unos ilusorios efectos: más entradas, más enlaces, más visitas, más saludos, más trucos de feria para estar un rato al tope en las listas de un buscador.
¿Pero de qué y cómo habla tal blog exitoso? ¿Qué leen, si es que leen, los que leen? ¿Por qué vuelven, si es que vuelven? ¿Qué privilegian, qué dejan allí y qué se llevan? No importa, como no importa qué dice el último spam entrometido, el próximo spot del candidato o el aviso descremado de un nuevo yogur cero por ciento… ¿o era de un nuevo modelo de automóvil familiar? Sólo recuerdo que decía algo de no pensar, vivir hoy, disfrutar. Sobre todo de no pensar.

Y hablando de estas cosas, también me acordé de unos avisos que duermen en la cartelera informática de una de las instituciones en las que trabajo. El espacio estaba concebido, creo yo, para el intercambio de bienes y servicios entre los empleados: el que vende la cuna de su hijo ya crecido, el que busca alquilar un departamento en el centro, el que permuta un lote en la costa por una camioneta, cosas así. ¿Cuánto puede tardar semejante medio gratuito en llenarse de avisos de terceros que desbloquean celulares, copian y piratean discos o tienen más muebles en venta que los galpones del Ejército de Salvación? Como se decía muy antes: menos que canta un gallo.
Supongo que muchos de estos improvisados publicitarios harán un favor desinteresado a amigos, vecinos o parientes; otros estarán asociados a prósperos negocios y algunos quizás cobren un porcentaje o vendan el espacio a un precio módico. Un día, las autoridades responsables se cansarán del abuso, volarán la cartelera de un plumazo y el tipo que precisaba vender la cuna para comprar la cama se joderá.
Pero el abuso no consiste sólo ni centralmente en promocionar servicios comerciales brindados por terceros sino en no respetar en lo más mínimo los rubros previstos en la cartelera, porque -¡máxime si es gratis!- cuantos más, mejor. ¿Por qué publicar el aviso de venta de un juego de muebles en el rubro "muebles" si se lo puede imponer a todo aquel que entre a buscar cualquier otra cosa? ¿Cuántos habrán necesitado alquilar dos ambientes y terminaron por comprar un Ford del 89? ¿Cuántos habrán buscado un libro de segunda mano y terminaron desbloqueando un celular? ¿Ninguno? No importa, porque cuantos más, mejor.
He aquí algunos -hay cien- ejemplos; en su transcripción respeté la redacción y sintaxis originales porque no sea cosa que se trate de auténticas piezas creativas y yo las venga a estropear:
- Desbloqueo y reparaciòn de celulares desde $25,(dependiendo del modelo), Servicio técnico. [En los rubros: computación, libros, música, mascotas, muebles, turismo].
- Vendo jueg. comedor-baiut 2,5 m.-6 sillas esterilladas y tapizadas-mesa 1.8 m. cerrada con cristal en la tapa- roble claro macizo- impecable-hay fotos [En los rubros: computación, inmuebles, libros, música, mascotas, turismo].
- TRABAJOS DE PINTURA(EXTERIOR INTERIOR)IMPERMIALIZACION DE TECHOS, ELIMINACION COMPLETA DE HUMENDAD,EXPERIENCIA Y CALIDAD,EL MEJOR PRESUPUESTO. [En los rubros: libros, música, mascotas, muebles].
- SE VENDE FORD ESCORT MOD. 89 C/CERT , AIRE LEVANTA VIDRIO GNC Tanque 60 TITULAR P/AL DIA ALARMA, LLANTAS DEL 16. [En los rubros: computación, inmuebles, libros, mascotas].
- BUSCO PERSONA SEPA COSER A MAQUINA Y A MANO. [En los rubros: inmuebles, libros, muebles, turismo].
Y un caso curioso, fuera de la serie, porque el aviso figura en un único rubro y porque la generosa oferta no supone abuso alguno; sólo indiferencia o rechazo activo de la premisa según la cual el mundo resulta más previsible y mejor comunicable si se aplica algún criterio de clasificación:
- REGALO UN PAR DE MULETAS. [En en el rubro... ¡libros!].
Yo, que entré buscando un atlas geográfico para aprender dónde queda cada cosa, salí andando en unas muletas que no precisaba pero que no me atreví a rechazar.
Y, agradecido, dejé mi propio mensaje publicitario en los rubros "automóviles", "inmuebles", "mascotas", "música" y -cuantos más, mejor- "otros":
Regalo paraguas Pasotti. Paraguas de moda. Made in Italy desde 1956. Hay fotos. Stock limitado. Llame ya, antes de que se largue a llover.