jueves, octubre 13, 2005

Algunas cosas inconcebibles

Un pastor religioso interrumpe la exhibición de un film cualquiera en un cine cualquiera y solicita un minuto para propagar la palabra de su dios; un candidato político interrumpe un partido cualquiera en una cancha cualquiera y solicita un minuto para promocionar su plataforma electoral; un locutor publicitario interrumpe una conferencia cualquiera en un salón cualquiera y solicita un minuto para anunciar las bondades de su yogur, su gaseosa o su champú.
Lo dicho: algunas cosas inconcebibles. ¿Entonces por qué resulta normal y habitual que unos sujetos cualesquiera interrumpan una y otra vez las clases universitarias para "pasar un aviso"?
Aviso que suele abarcar los más diversos contenidos: a veces es la denuncia abstracta y militante de algo que debería importar, a veces es la invitación a una charla de interés para unos pocos iniciados, a veces es el reclamo de solidaridad con carentes de la más diversa índole -algunos, profesionales de la mendicidad-, a veces es la directa promoción de una fiesta con birra, música y danza, a veces es la publicidad de alguna empresa económica con disfraz de compromiso social.
Demasiados docentes suelen ser sensibles, demagógicos y permisivos y entonces el anunciante se pone el cassette y, cual vendedor de subte, repite sin pasión ni atención lo que ha memorizado a fuerza de insistencia para un público que no escucha. Porque he aquí la cuestión nodal: el público no es una cosa previa, el público es algo a producirse.
Los interruptores de clases creen que pueden usufructuar un supuesto público cautivo. Su concepción de público es formalista, superficial y estúpida: consideran que se trata de un conjunto de personas sentadas y quietas, todas mirando al frente y guardando respetuoso silencio; no son capaces de evaluar que esas personas están allí reunidas y convocadas por otros intereses y razones y que, por esos mismos intereses y razones, se obligan a soportar con cara de nada el tedioso monólogo del locutor de turno.
Por supuesto, la necedad atraviesa soportes, lenguajes y formatos y del mismo modo que confía en una comunicación basada en el speech memorizado y reiterado ante quienes no han sido seducidos para su escucha, apuesta a la saturación del espacio público para comunicar más y mejor. Así las agrupaciones estudiantiles copan desde siempre los pasillos de circulación con inmensas mesas pintarrajeadas y miden su penetración política en términos de quién la tiene más grande. Y colocan enormes pancartas del tamaño de puertas obstaculizando las puertas y fijan carteles en lugares increíbles de modo que cuelguen justo delante de los ojos del incomodado transeúnte. Exhiben una concepción de la comunicación que reduce su complejidad al emplazamiento físico de su soporte y consideran que cualquier cosa que se ponga por delante del eje de la mirada y del recorrido corporal de un ser humano argumenta con aceptable eficacia.
Pero, claro, no sólo las agrupaciones estudiantiles: también una caterva de psicoterapeutas baratos, radioaficionados de FM, difusores de la ideología zen, militantes documentalistas, vendedores de sánguches artesanales, asambleístas del conurbano, defensores de pobres y ausentes y otros especímenes agrupados alrededor de la idea de que la cosa consiste en imponerse por delante de un trayecto.
El edificio desde el cual se generan estos comentarios alberga dos carreras: Ciencias Políticas y Ciencias de la Comunicación. Nada más y nada menos. Por lo tanto, señores cientistas de la comunicación y la política, pónganse un cuarto de pila, resístanse a la propia necedad y dejen de joder con sus avisos porque "cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena; y descendió la lluvia..." y la casa se la llevó el carajo (Mateo 7, 26-27).
Y de cierto os digo que va a llover.

9 comentarios:

Grismar

"...consideran que cualquier cosa que se ponga por delante del eje de la mirada y del recorrido corporal de un ser humano argumenta con aceptable eficacia." ¿hay mucha diferencia con la consideración de muchos piquetes?

Espirtual Fighter

No entendi el comentario de grismar.

Grismar

Ok, va de nuevo, corregido y aumentado:
Cinzcéu dijo: "...consideran que cualquier cosa que se ponga por delante del eje de la mirada y del recorrido corporal de un ser humano argumenta con aceptable eficacia." Y yo pregunté: "¿hay mucha diferencia con la consideración (lo que consideran) muchos piquetes (metodología piquetera)?". O sea, ¿la metodología de muchos piqueteros no se sustenta también en considerar que cualquier cosa (piqueteros, gomas, palos...) que se ponga por delante del eje de la mirada ...(por donde quiero pasar) argumenta con aceptable eficacia?

Anónimo

Los piquetes, cortan rutas, pero abren caminos. Comparar a un boludo que repite un espiche como en el colectivo, con gente que esta en las ultimas, me parece una comparación un tanto arriesgada. El sema en comun entre los dos universos es muy chiquito.

Grismar

Piquetera, separemos las aguas. Hablamos de metodología. Si vamos a hablar de movimientos piqueteros también separemos las aguas. La definición "gente que está en las últimas" no es una política. Cuando esa gente que está en las últimas se organiza de algún modo y toma una fábrica para ponerla a producir es una cosa, cuando se reúnen para pedir que les aumenten un plan es otra. Si el camino que abren es la continuidad de una política asistencialista funcional al clientelismo, no me gusta el camino que abrieron.

Cinzcéu

Con este comentario abro una serie que luego editaré como "Cinzcéu: el maestro ciruela" y además me permito una suerte de editorial.
Comparar una estrategia semiótica (porque si hablamos de semas y universos de sentido, hablemos de semiótica) con la supuesta condición económica de actores sociales ("gente que está en las últimas") no es arriesgado, es lisa y llanamente equivocado.
No voy a discutir acá sobre "piqueteros" (quizás en un futuro post) sino sobre una elemental capacidad de distinción entre aspectos o niveles de los fenómenos.
La analogía que hace Grismar puede ser discutible, pero no es válido discutirla desde otra entrada. Con tal criterio reduccionista, no se podría hablar de diseño gráfico sin remitir a las ganancias de los diseñadores, no se podría hablar de plusvalía sin remitir a estrategias publicitarias y no se podría hablar de desocupación sin remitir a la carencia fundante del sujeto.
Ésos (los que se apoyan en que "todo tiene que ver con todo") son los mejores caminos para no hablar con seriedad de nada. Y por más que a veces pongamos humor e ironía, es exactamente lo opuesto de lo que queremos hacer acá.

Cinzcéu

Sin contar que el tamaño del sema en común (grandote, mediano, chiquito, etc.) ameritaría una nueva "teoría de la magnitud semántica".

Grismar

Cinzcéu, no cuestiones los semas chiquitos, corrés el riesgo de ser tildado de antisemita.

Anónimo

Grismar, ya entendí, concebir semas chiquitos hace parir piqueteros.