martes, octubre 11, 2005

Pajarillo verde en la noche sin dios

Hay quienes opinan que La noche del 10 es un show televisivo liviano y frívolo, un pastiche de lugares comunes, un collage de emociones baratas y una expresión estética de lo feo. Pero ojo al piojo, señores observadores de superficie: cuando se trata de temas que nos comprometen a todos, el programa se juega entero y planta la bandera de la justicia social con la misma energía y seriedad que un Punto doc, un Código o un Informe central.
Ayer no fue el Día de la Raza pero casi, a juzgar por el oportuno feriado nacional. Por lo tanto, La noche de 10 se hizo cargo de la tragedia indigenista y expuso en su lujoso piso a unos cuantos sujetos con vinchas de colores. Porque ésa es la construcción contemporánea prevalente del aborigen: un tipo demasiado parecido al que se cruza a diario en el bondi, en el subte, en la fábrica, en la oficina, en el aula, en cualquier esquina de la ciudad de Buenos Aires o de cualquier otra ciudad del continente pero con una vincha, un poncho y un reclamo étnico a flor de labios. Las diferencias relevantes con la construcción que hacían los libros de lectura de hace unas décadas -después zafé de leerlos- son dos: a) aparecían casi en pelotas y no pedían ni siquiera pantalones porque b) eran parte de una Historia suturada por el tipo que hoy retratan los billetes de cien mangos. Era un verosímil de lo que alguna vez había sido el indígena que hoy ha vuelto maquillado de indígena contemporáneo. El verosímil, porque el "indígena" nunca se ha ido a ninguna parte.
La pantalla gigante que se despliega en el piso de La noche del 10 -en la cual suele corretear ese enano infantilizado menos parecido a Maradona que a Astroboy- dio entonces cabida a quien, presumo, debe ser una autoridad en materia de indigenismo: Eduardo de la Puente. De la Puente denunció la tala de bosques, dijo que reducía los árboles a dos maderitas -ejemplificó con dos maderitas que sostenía en sus manos- y comenzó a golpearlas (era una metáfora de algo que no me quedó muy claro). Entonces, la solidaridad, el despertar conciente, la unión en la lucha y la magia de lo espontáneo: todos en el piso tenían preparadas sus maderitas y comenzaron a golpearlas. Es cierto, sin ton ni son, una música colectiva y carente de toda rítmica que, supongo, simbolizaba la diversidad y literal desconcierto de lo social o algo por el estilo.
Después Diego (Maradona, que no parece tener ancestros de origen danés ni sajón) y Sergio (Goycochea) presentaron rápidamente a los invitados, un puñado de mapuches, wichis, tobas, diaguitas, mocovíes y después habló un "indígena" (lo siento, no recuerdo su etnia) que, entendí, vive en una "reserva": no me pareció que cuestionara esa noción de ghetto sino todo lo contrario. Más allá de los bosques y maderitas de de la Puente, el reclamo básico y central de estos aborígenes parece ser la tierra: quieren que se les dé tierra. ¿Por qué merecerían tierra? Porque son "indios" y han sido despojados. De esto último no hay dudas, pero el programa político suena un tanto regresivo. Y un poco racista, porque supone que el origen étnico o el color de piel otorgaría algún derecho distintivo: un racismo "a favor" de comunidades relativamente marginadas, de acuerdo, pero racismo al fin.
Luego los aplausos y los besos que en La noche del 10 jamás pueden faltar y unas artesanías idénticas a las de cualquier feria artesanal que los aborígenes obsequiaron a Diego. Todo con la gracia y la fluidez de un acto escolar improvisado minutos antes por la maestra de tercero debido a unas repentinas anginas de la señora directora.
Y después el regreso a las charlas anodinas y forzadas de un dream team que ayer formó con Cecilia Bolocco, Mariano Martínez, Hernán Crespo y Alfredo Casero (la figura de la cancha, muy por debajo de lo que puede rendir mejor acompañado). Y después creo que ingresó Joaquín Sabina pero el partido y yo habíamos entrado en un pozo de sopor.
Cambié de canal y, no sé por qué, me quedé pensando en aquel motivo popular del folklore venezolano que pinta una aldea demasiado ancha y triste y canta como los dioses la señora Cecilia Todd: "Pajarillo verde ¿qué te puede dar un indio?/ pajarillo verde por mucho que tú lo quieras/ Ay, ay, ay, ay, una ensarta de cangrejos/ pajarillo verde y eso será cuando llueva".
Y vaya si lloverá.

7 comentarios:

Grismar

Como atea practicante mi fe me prohibe ver a dios, pero tu descripción del piso tocando toc-toc me suena a "todos somos aborígenes", lo cual por definición es cierto para casi todos.
La historia humana es una sucesión de invasiones, despojos y masacres. En algún punto podríamos decir que el verdadero "aborigen" fue el hombre de Cromagnon, pero la metáfora me supera.

Cinzcéu

¿Cuál hombre de Cromagnon? ¿Ibarra o Chabán?
Imperdonable mi omisión en la formación del dream team: de centrojás jugó Florencia de la V.

Anónimo

Debido a que no me encontraba en mi casa y tuve que trasladarme a mitad de programa, me perdí del bloque que se les dedicó a los aborígenes, si bien llegué a escuchar algo de lo que hablaban. Es por eso que no le dediqué palabras a este segmento.
No se, por un lado me pareció muy bien que se los tenga en cuenta, y se tengan en cuenta sus reclamos dándoles un lugar en este programa que, quiérase o no, es visto por millones de personas. Pero por el otro, no se, algo no me termina de convencer. Por alguna razón me da la ligera sensación de que la producción utiliza a toda la gente como forma de captar al público y vender una imagen que no se si es realmente la que tienen.
No se si habrás visto un programa anterior, en el que Maradona trajo a todos los chicos que jugaban en el campito donde jugaba él de chico, prometíendoles que les iba a construir una cancha. A juzgar por las caras de los chicos, no era un asunto que los hiciera demasiado felices, parecía que hubieran sido llevados en contra de su voluntad para "mostrar" que Diego es bueno y humilde, y bla bla.
Y de ahí a los aborigenes me parece que la distancia es corta, o al menos a mi me quedó esa sensación.

Isa

Así en el fútbol como en la tele, lo importante es que sea un buen espectáculo. Y un espectáculo que se precie debe tener una trama, unos personajes, un espacio, lo suficientemente estereotipados. Un universo de motivos y verosímiles. La ruptura del verosímil del buen salvaje (como la pretensión de la ética y el fair play) son operatorias de quiebre esperables de la vanguardia...

Isa

Y, me pregunto, ¿a qué se debe esta inmersión en la metafísica del blog?

Espirtual Fighter

Lamentable el programa del Diego. Diego: ¿estas seguro dejaste la falopa?

1+

Alma de artista: si "te da la sensación de que la producción utiliza a toda la gente como forma de captar al público y vender una imagen que no sabés si es la que tienen" es porque estás empezando a entender como funcionan los medios, simplemente.
Por mi parte, cada vez que veo a ese conductor (son muy pocas) al que le cabe muy bien la definición de "enano infantilizado" que Cinzcéu utilizó para el dibujito animado, conociendo la imagen y el discurso previos del personaje, no puedo evitar pensar en Michael Jackson... asociaciones ivoluntarias que uno hace ante ese tipo de maniquíes.
Además, en toda la producción y el libreto de los invitados hay un tufito a "apología de la rehabilitación" que no deja de molestarme un poco.