lunes, diciembre 31, 2007

Fechas, ritos y otras supersticiones

Fin de año, nochevieja, año nuevo, felicidades. Pocas cosas son tan arbitrarias como esa marca cronológica que pauta el cambio de año. No importa con qué tuviera que ver la fecha en sus orígenes, está signada por el carácter ya absurdo de toda supuesta motivación.
El 1 de enero carga con las huellas del nuevo amanecer pero no puede justificar el parentesco con tal fenómeno astronómico diario. Carga con las huellas del renacer primaveral pero no puede justificar el vínculo con ciclo biológico ninguno. El 1 de enero es ciento por ciento cultural y dice a gritos su ruptura con eso que se llama naturaleza.
No obstante, vivimos el pasaje de año como una fatalidad cósmica y lo aprovechamos para ordenar nuestras vidas, proyectar diversos e improbables cambios y prometer a nuestros semejantes que, ahora, sí. Como si una fecha caprichosa pudiera producir efectos en nuestras vidas. O sí. Probablemente sí.
Es evidente que somos como el zorro que pergeñó Antoine de Saint-Exupéry (El principito, Emecé, Buenos Aires, 1974):
-Hubiera sido mejor venir a la misma hora -dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
-¿Qué es un rito? -dijo el principito.
-Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora de las otras horas. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
De allí, también, aquello del cumpleaños y del aniversario que tantos mortales viven, año tras año, como días especiales, anormales, extraordinarios. Y, en general, de toda conmemoración: hay la necesidad de ritmar alegrías y tristeza, euforia y depresión, dolores y esperanza, de inscribir en el calendario qué día y a qué hora corresponde qué cosa. Por eso el año nuevo llega siempre en fecha, como a pedir de boca del ansioso del zorro. Felicidades.
Acarrea, por supuesto, negocios a su alrededor como todo fenómeno en la era capitalista. Por ejemplo, la venta de caros repuestos de agenda que, desde hace años, prevén un año de quince meses que va de enero a marzo. Obviamente, no existe su complemento de abril a diciembre y, año tras año, se debe pagar por un 25% de papel impreso redundante e inútil. Pero uno cambia su agenda, es un rito -dijo el zorro-, y sus fabricantes, paradójicamente, en diciembre hacen su agosto.
En Buenos Aires y sus suburbios, mientras brindemos y tiremos cuetes al aire, aumentará el costo del transporte público: fecha bisagra cultural y económica, el que va hacia el festejo no pagará lo mismo que el que regresa en virtud de cierta transformación (alrededor de un 20%) nada espiritual que opera este nuevo año.
La televisión cambia sustancialmente en esta fecha que establece el límite preciso entre los compilados retrospectivos del año que se va y las reposiciones de viejos programas hallados en una lata. La gente de la televisión parece salir de vacaciones en masa y sólo atina a dejar los equipos encendidos mientras toman el sol.
Entretanto, medran el pan dulce y el turrón y la sidra. Y el arbolito y la guirnalda (¡ah, la guirnalda!) que engalanan espacios tanto públicos cuanto privados para indicar que no todo puede ser, durante todo el año, más de lo mismo.
Y el cierre de cosas que no cierran ni a palos para poder insistir, en enero, con viejos errores y fracasos pero travestidos de nueva etapa.
Pero, claro, ¿quién no es al menos un poco como el ansioso zorro defensor de los ritos?, ¿quién no disfruta unos jueves de paseo sabiendo que los cazadores bailan? Hasta dios descansó rigurosamente el día séptimo cuando, cuentapropista y monopolista, pudo haber respondido antes al auténtico cansancio (crear el mundo no es poca cosa) que al ritmo sobrenatural de un franco hebdomadario fijo.
Hablando de semanas, el año tiene cincuenta y dos que terminan justo hoy, 31 de diciembre, y este sitio tenía, hasta la fecha, apenas cincuenta y una entradas en el período. ¿Cómo renunciar a la media de un artículo semanal cuando tal número redondo estaba al alcance del teclado?
Será que estamos a fin de año y uno quiere emprolijar las cuentas porque algo viejo termina y algo nuevo comienza. Y que, ahora, sí. O no. Probablemente no.
Pero un rito es un rito y una fecha es una fecha. Por lo tanto, valgan los tradicionales deseos de felicidad y prosperidad para 2008.
Y de que, al menos durante el año que empieza, se postergue esa lluvia que va a caer.

sábado, diciembre 22, 2007

Hogar libre de fascismo

Hoy me llegó la factura de Edesur. Edesur -Empresa Distribuidora Sur S.A., es decir, un invento jurídico- es el monopolio que provee de energía eléctrica a la región urbana en la cual resido. Cuando entro a mi casa, un departamento accesible mediante pasillo a cielo abierto, preside mi trayecto la estrella de Edenor -Empresa Distribuidora y Comercializadora Norte S.A.- cuyas oficinas centrales y cartelón luminoso que alumbra mis retornos al hogar está a doscientos metros, dentro de la zona que monopoliza Edesur. Ok, yo tampoco lo entiendo.
Edesur me ha enviado su última factura por unos económicos $ 23,63 -u$s 7,50- que habría consumido durante todo un bimestre. No me interesa discutir tal pequeño importe sino el curioso fenómeno por el cual la empresa acompaña el envío de su facturación con un creciente número de publicidades. Muchas, cada vez más.
1) La propia factura hace años que incluye al pie un aviso de Missing Children en Argentina. No quisiera desarrollar hipótesis alguna acerca de una institución que no conozco ni investigué; sólo señalar que en el envío de hoy se requiere información sobre una tal Laura del Rosario Orona de 18 años. Convengamos que se trata de una big girl but not a child pero lo curioso es que la mala fotografía remite a una niña que difícilmente supere los 10 años.
2) También dentro de la propia factura, Cinemark y Edesur me invitan a utilizar seis cupones para acceder a salas de cine con descuento: entre $ 8 y $ 11 por una entrada más un pochoclo (sic). La oferta empezó hace 40 días y recién me avisan hoy, pero aún tengo otras 40 jornadas antes de que caduque. Qué bien. Gracias.
3) Más abajo, en el talón que se quedaría el banco si yo pagara en un banco, la factura incluye una oferta de préstamo de un tal Banco Columbia -otro evidente invento jurídico- según la cual podría obtener $ 500 y pagarlos durante seis meses con un costo financiero total del 21% que más o menos duplica la inflación según las mediciones extraoficiales y la cuatriplica o quintuplica según los falsos índices oficiales.
4) El envío suma un folleto de La Caja que me ofrece un seguro automotor para un automóvil que no tengo ni tendré y me promete el obsequio de un bolso Primicia con carrito que sinceramente no preciso. Creo, porque hay tantas notas al pie en letra ilegible que quizás no sea así sino todo lo contrario.
5) También se me remite el newsletter bimestral de noviembre/ diciembre que por alguna razón me llega a diez días del año siguiente. En un arranque de creatividad publicitaria se denomina "Comunicándonos con Ud." -algún día relevaré cuán pelotudos son todos los nombres de newsletters. Hay que decir que semejante cosa al menos informa: la cuestión legal acerca del negligente PUREE -Programa de Uso Racional de la Energía Eléctrica-, los consumos estimados de diferentes aparatos domésticos.
6) Y acá quería llegar, porque de esto quería hablar. El envío incluye un pack de dos autoadhesivos circulares que, en un arrebato de ignorancia, denomina calcomanías. Ambos están rubricados por el Ministerio de Salud, Presidencia de la Nación. Uno reza "En mi habitación no se fuma" y remite al sitio gubernamental www.libresdetabaco.gov.ar. Edesur invita: "Ingresá a la web joven contra el tabaco". Ajá, hay una web joven contra el tabaco con extensión gov.ar. Es decir, sostenida por un gobierno viejo y pagada con el trabajo de todos. Y orientada a la caterva de lúmpenes mantenidos a los que se pide pegar un adhesivo en la puerta del cuarto que aún usurpan en casa de sus padres, quienes pagan todos los gastos.
7) Pero el segundo autoadhesivo es más claro y fascista. El círculo celeste encierra una blanca casita muy infantil y el slogan oficial sentencia: "Hogar libre de humo de tabaco". Edesur agrega la prescripción: "Despegá la calcomanía y pegala en la entrada de tu casa". Ni en pedo.
8) Todos tenemos el derecho de no aceptar que se fume en nuestros hogares. Puertas adentro de la casa se desarrolla eso que se denomina privacidad e incluso intimidad. Así como algunos no fuman ni permiten que se fume, otros encienden velas a tal o cual virgen, prescriben normativas alimentarias y/o establecen límites horarios al acceso.
9) Ahora bien, resultaría curioso -por no decir fascista- que el gobierno estimulara que en los accesos a las viviendas particulares se colocaran letreros que dijeran: "acá sólo se es devoto de la virgen desatanudos" o "en esta casa no se permiten fiambres ni embutidos". Y que Edesur se prendiera cual alegre partícipe, como si tuviera algún rol social- moral- religioso más allá del de brindar y facturar la provisión de electricidad.
10) Hay algún pasaje bíblico que no soy capaz de citar, en el cual la exposición pública de una marca diferencial inscripta en la puerta de la casa pretendía salvar al hogar de no sé qué cosa. Ok, adelante, inscriban lo que quieran. Pero déjenme decir que cuando el Ministerio de Salud de la Nación impulsa semejante inscripción y apuesta a la movilización de masas -rasgo fascista vital- detrás de tal superstición y distinción de corte totalitario, algo está muy mal.
Entre tanto, la gente vota a Fernández, a Scioli, a Macri, y le importan tres carajos estas sutilezas que aquí intentamos decir. Y está muy bien.
Pero no se diga que no dijimos cuándo, por qué y de qué manera nos iba a llover.

domingo, diciembre 09, 2007

Lanús, Tigre, Arsenal

El fin de año futbolístico sorprende al medio argentino con tres novedades en medio de la mediocridad: Lanús, Tigre, Arsenal.

Quería escribir sobre Lanús desde hace un par de meses, con independencia del resultado final del certamen. Mucho se ha dicho acerca de que desde la asumida profesionalización del fútbol local en 1931, los primeros 36 campeonatos, entonces anuales, se los repartieron los únicos cinco clubes grandes. Quizás por aquello de que a nadie -excepto a mí- importa el subcampeón, poco y nada se ha dicho acerca de que, por veinte años, esos cinco grandes también se repartieron todos los subcampeonatos. En 1951 Banfield rompió la regla y obligó a Racing -a la postre tricampeón- al desempate para definir el torneo. Cinco años después, Lanús puso en jaque a River -que arrasó la década- y terminó subcampeón a un par de puntos. Y nada más(*). Hasta que en 1967 se reformuló el calendario futbolístico y Estudiantes de La Plata pateó todos los tableros y abrió la historia moderna del fútbol de esta región.
Iba a escribir sobre aquel Lanús de 1956 y su famosa línea media de Nicolás Daponte, Héctor Guidi -un centrojás que inscribió su nombre en una calle de la ciudad- y José Nazionale, que tiraba caños a los forwards contrarios dentro de su propia área. Y también sobre el exquisito Dante Lugo y los juveniles Alfredo Rojas y José Ramos Delgado, luego figuras de Boca, River y la selección nacional. Pero al fin no escribí. También iba a escribir sobre otro Lanús que hacia la segunda mitad de los 60 brilló de fútbol y goles con Héctor Minitti, Martín Pando -después el propio Ramón Cabrero, hoy artífice del campeonato- Manolo Silva, Bernardo Acosta y Juan José De Mario en el ataque. Pero tampoco escribí. Ni siquiera escribí sobre el Lanús que en 1996 ganó la Copa Conmebol, un mal invento comercial que no puede opacar el mérito deportivo de sus players.
Este Lanús a mí no me sorprende aunque su triunfo me alegra. La base del equipo viene jugando buen fútbol al menos desde que hace dos años Cabrero asumiera su dirección. Hace año y medio fue merecido subcampeón y un año atrás le estropeó a Boca el ya vendido tricampeonato en la mismísima Bombonera -después Estudiantes se encargó de demostrar quién era el mejor. Para este último torneo, fue el equipo que entre altas y bajas hizo menos cambios en su plantilla: cinco vs. cinco. Un plantel que equilibra veteranos con mayoría de juveniles y que está fuertemente identificado con el club, la ciudad y la historia. Como se cansó de repetir Diego Valeri, salir campeón junto a los amigos no tiene precio -para todo lo demás hay una tarjeta...-, y como dijo Cabrero, quienes hoy festejan son sus vecinos de más de medio siglo.
Un equipo titular, según la vieja usanza: Bossio; Ribonetto y Hoyos; Graieb, Pelletieri y Velázquez; Blanco, Fritzler, Sand, Valeri y Acosta. Y Aguirre, Biglieri, Salomón, Benítez, Quintana, Lagos, etc.

No hay antecedente de un subcampeón del fútbol argentino que recién hubiera accedido a primera división tras 27 años de militar en el ascenso. Hace dos décadas Rosario Central fue campeón en el mismo año de su regreso pero había jugado apenas una temporada en la segunda categoría. Tigre lo hizo. Sorprendió con su ansiado ascenso ganándole la promoción a Chicago en Victoria y en Mataderos, pisó fuerte en la primera fecha derrotando a Gimnasia en La Plata y no se bajó de su pretensión de fútbol ordenado y efectivo hasta la última fecha del torneo. Dio un ejemplo a tanto plantel carísimo y a tanto equipo pijotero: durante todo el torneo puso tres en defensa y soltó tres -a veces dos y medio pero a veces cuatro- en ataque.
Cuando todo el periodismo deportivo hablaba de Independiente y Boca -en ese orden-, Tigre jugaba y sumaba. Cuando todos hablaban de las inciertas posibilidades de River, San Lorenzo y Racing, Tigre jugaba y sumaba. Cuando todos hablaban de Boca y Lanús -en ese orden-, Tigre jugaba y sumaba. Terminó siendo el único rival de fuste en la disputa del torneo mientras los cinco grandes ya se asesinaban en sus internas mafiosas, traspasaban sus negocios electorales, se disgregaban en sus crisis terminales y/o jugaban un mediocre fulbito de metegol.
Un equipo titular: Islas; Ferrero y Blengio; Morero, Castaño y Martínez; Ayala, Galmarini, Lazzaro, Rusculleda y Ereros. Y Morel, Diz, Alessandria, Pappalardo, Torres, Giménez, etc. Y un detalle relevante: la numeración del 1 al 11, otrora rigurosa y hoy fuera de control, en Tigre ha sido la regla de su formación: con apenas un par de excepciones, Tigre fijó de antemano los números titulares en las espaldas del equipo que sería y fue titular.

Arsenal de Sarandí está sospechado y no es para menos: es el club fundado por Julio Grondona (Sr.) -presidente de AFA desde hace tres décadas, vicepresidente de FIFA, mafioso reconocido, artífice de la cesión de todo el fútbol a un puñado de tránsfugas del cual es el jefe indiscutido- y está presidido por Julio Grondona (Jr.). Pero yo quiero creer que los jugadores del club no son agentes de la camorra sino auténticos futbolistas que quieren ganar, deportivamente y en la cancha.
Arsenal ha obtenido por primera vez un título internacional -aún se debe uno nacional en primera división- y ha barrido en el camino a varios grandes: San Lorenzo, el entonces último campeón local; un chico pero del país del mejor fútbol: Goiás; River, un grande que no clasifica a la Sudamericana porque, de tan grande, es invitado vitalicio; el popularísimo América de México. Ningún equipo atraviesa invicto tales instancias -sólo cayó contra América en la segunda final y fue campeón por cuestión de goles- si no tiene orden, juego, fútbol.
Arsenal se coronó campeón de una Copa de bajo valor futbolero pero que Boca abandonó en la primera fase, River resignó en su propio estadio y Sao Paulo -como aquella zorra que no alcanzaba las uvas- dice que no quiere jugar más.
Un equipo titular: Cuenca; Mosquera y Matellán; Gandolfi, Casteglione y Díaz; Villar, San Martín, Calderón, Gómez y Yacuzzi. Y Andrizzi -héroe del partido decisivo-, Raymonda, Biagini, Damonte, Garnier, Espínola, etc. Y un detalle referido a juveniles y veteranos, uno de los puntas que salió a disputar el título casi duplica la edad del otro: la experiencia de José Luis Calderón suma 37 años; el atrevimiento de Alejandro Gómez, apenas 19.

Lanús, Tigre, Arsenal. Tres maneras de trabajar en serio, de dar tiempo al tiempo sin desesperar, de atender a objetivos sin histeriquear. Tres lugares para observar -en eslabones menores de la misma cadena, por supuesto- que pese a los grandes negociados, sus nominaciones publicitarias, sus automotrices japonesas, sus monopolios mediáticos y sus múltiples ramificaciones mafiosas, al fin de cuentas el fóbal se juega en una cancha, once contra once hombres, con una pelotita de por medio.
Tres razones para alzar una copa pese a que, más temprano que tarde, los restos del buen fútbol terminen arrasados por la lluvia.

(*) Fe de errata del 23/12/07. Entre 1951 y 1956, hubo otro subcampeón fuera de los cinco grandes: el gran Vélez Sársfield de 1953.