Te quiero igual
Hace algunos años me enganché en una sala de chat. Nunca había chateado y tenía un fuerte prejuicio contra el chat, pero me sedujo la idea de interesantes debates que sugería el hecho de ser el sitio de Jorge Lanata, Data 54.
A la distancia creo que sería acertado decir que el 5% de mi tiempo en esa sala de chat lo ocupó un interesante debate, el 95% restante fue boludeo, a veces divertido, pero las menos.
Obviamente como el chat no es más que un medio, se reprodujeron todos los lugares comunes de la sociedad.
En poco tiempo fue un club de "amigos", sectario, con situaciones similares a las de la peor telenovela de Migré, a veces con un sublime toque almodovariano.
Pero lo que me llamó la atención fue la rapidez con la cual algunas personas nos querían. Bastaba con usar tres veces seguidas el mismo nick, y bingo, amor asegurado.
Sé que el amar/odiar grupal es preadolescente, esa edad de los mejores amigos y peores enemigos (los de la otra cuadra), en la que todo desborda y se habla a los gritos (una cuestión hormonal) pero ver eso en hombres y mujeres adultos realmente me sorprendió.
Todo empezó con un saludo y un "los quiero mucho" (en mayúsculas), y me pregunté a quién se lo diría. Después comprendí que era a todos, hasta al bot vigía, esa gente que pone amor delante del ventilador. Como esos PPS dirigidos a "la persona más querida", o "tu mejor amigo", y son reenvíos masivos a toda la libreta de direcciones (y a veces ni conocés a quien lo envió).
En poco tiempo se generalizó, y todos (casi, nobleza obliga) querían a todos, incluso a esos que en privado defenestraban.
También comprendí que el decirle a alguien "te quiero mucho" parecía obligar al otro a responder "yo también". Solía salir de esas incómodas situaciones respondiendo "yo también me quiero mucho", lo que sonaba simpático, ya que era leído desde el juego de palabras y no se atendía a lo que no estaba diciendo.
Como todo grupo, era dinámico, por lo tanto cada tanto alguien que estaba dejaba de estar, y aparecía otro, pero el nivel de amor grupal siempre se mantenía.
Me sentí un tanto deprimida, asumí que debo ser una vieja amargada, ya que para mí el amor es algo complicado, y no ando desparramándolo sin compromiso por el mundo.
Con el tiempo empecé a valorar y respetar a algunas de esas personas que confluían en ese espacio, con más tiempo empecé a quererlas. En algún momento le dije a alguna de esas personas que la quería, y me sonó tan torpe, tan trillado, tan vaciado de significado.
Un político dirá que algo se producirá en sucesivas etapas, jamás dirá que es un proceso, porque "proceso", en Argentina, tiene un significado, y la elección de palabras dice todo. Hace un tiempo no tenía problemas en decirle a alguien "tu actitud es insufrible", ahora ni loca, porque todo es actitud, y ya no sé lo que significa.
Entonces fue necesaria la adjetivación, o adverbiación, "te quiero de verdad", "te quiero mucho en serio".
Todo el mundo sabe que el enunciado de sentimientos sin acciones coherentes con él no significa nada, ni las acciones en sí mismas, que pueden significar cualquier cosa, pero extraño un momento en el cual decirle a alguien que lo querías, en cualquiera de las formas del amor, era un momento importante, casi siempre difícil, íntimo, y no tenía esa onda de remera del Che o deseos de paz mundial.
Con tanto amor en el aire mi único refugio es saber que puedo querer igual, aunque vaya a llover.
A la distancia creo que sería acertado decir que el 5% de mi tiempo en esa sala de chat lo ocupó un interesante debate, el 95% restante fue boludeo, a veces divertido, pero las menos.
Obviamente como el chat no es más que un medio, se reprodujeron todos los lugares comunes de la sociedad.
En poco tiempo fue un club de "amigos", sectario, con situaciones similares a las de la peor telenovela de Migré, a veces con un sublime toque almodovariano.
Pero lo que me llamó la atención fue la rapidez con la cual algunas personas nos querían. Bastaba con usar tres veces seguidas el mismo nick, y bingo, amor asegurado.
Sé que el amar/odiar grupal es preadolescente, esa edad de los mejores amigos y peores enemigos (los de la otra cuadra), en la que todo desborda y se habla a los gritos (una cuestión hormonal) pero ver eso en hombres y mujeres adultos realmente me sorprendió.
Todo empezó con un saludo y un "los quiero mucho" (en mayúsculas), y me pregunté a quién se lo diría. Después comprendí que era a todos, hasta al bot vigía, esa gente que pone amor delante del ventilador. Como esos PPS dirigidos a "la persona más querida", o "tu mejor amigo", y son reenvíos masivos a toda la libreta de direcciones (y a veces ni conocés a quien lo envió).
En poco tiempo se generalizó, y todos (casi, nobleza obliga) querían a todos, incluso a esos que en privado defenestraban.
También comprendí que el decirle a alguien "te quiero mucho" parecía obligar al otro a responder "yo también". Solía salir de esas incómodas situaciones respondiendo "yo también me quiero mucho", lo que sonaba simpático, ya que era leído desde el juego de palabras y no se atendía a lo que no estaba diciendo.
Como todo grupo, era dinámico, por lo tanto cada tanto alguien que estaba dejaba de estar, y aparecía otro, pero el nivel de amor grupal siempre se mantenía.
Me sentí un tanto deprimida, asumí que debo ser una vieja amargada, ya que para mí el amor es algo complicado, y no ando desparramándolo sin compromiso por el mundo.
Con el tiempo empecé a valorar y respetar a algunas de esas personas que confluían en ese espacio, con más tiempo empecé a quererlas. En algún momento le dije a alguna de esas personas que la quería, y me sonó tan torpe, tan trillado, tan vaciado de significado.
Un político dirá que algo se producirá en sucesivas etapas, jamás dirá que es un proceso, porque "proceso", en Argentina, tiene un significado, y la elección de palabras dice todo. Hace un tiempo no tenía problemas en decirle a alguien "tu actitud es insufrible", ahora ni loca, porque todo es actitud, y ya no sé lo que significa.
Entonces fue necesaria la adjetivación, o adverbiación, "te quiero de verdad", "te quiero mucho en serio".
Todo el mundo sabe que el enunciado de sentimientos sin acciones coherentes con él no significa nada, ni las acciones en sí mismas, que pueden significar cualquier cosa, pero extraño un momento en el cual decirle a alguien que lo querías, en cualquiera de las formas del amor, era un momento importante, casi siempre difícil, íntimo, y no tenía esa onda de remera del Che o deseos de paz mundial.
Con tanto amor en el aire mi único refugio es saber que puedo querer igual, aunque vaya a llover.