Kill Language: Vol. 2
Se planteaba en la entrega anterior que si definitivamente vamos a hablar mal, al menos exhibamos un repertorio amplio de barbaridades. A tales efectos se ofrece aquí la segunda y última parte de un listado parcial de tonterías que suenan en los medios y también más allá.
- Como se sabe, las disciplinas deportivas suelen dividirse en categorías conforme el rendimiento demostrado. En las categorías más bajas se compite por el ascenso a niveles de mayor jerarquía; en las más altas, entre otros objetivos, por mantener la jerarquía. No hay noticia de que unos equipos derrotistas se disputen la meta deportiva de alcanzar el nivel inferior.
Bueno, sí, hay noticia y es muy frecuente: se trata de "la lucha por el descenso", frase tan común del periodismo deportivo mundial cuya búsqueda vía Google arroja tres millones de entradas. En su empeño por descender estos equipos han de contratar discapacitados motrices o veteranos retirados tras las olimpíadas de Münich. Así cualquiera desciende.
- Y hablando de categorías deportivas, unas pocas palabras acerca de las juveniles, cuyos nombres están todos mal puestos. Un plantel de jóvenes de hasta 20 años cumplidos, no debería denominarse sub- 20 ya que sub significa debajo y los 20 años están por debajo de los 21 pero en absoluto de los propios 20.
Valga entonces otra premisa lógica que se suma a las que ignora el gobierno porteño: así como los últimos diez incluyen los últimos dos y las partes constitutivas no están cerca del todo, queda dicho que nada puede estar por debajo de sí mismo.
- Hay una barbaridad que suelen repetir, no tanto (pero también) los comentaristas profesionales como los deportistas involucrados. De cara a un próximo partido que, es obvio, puede arrojar tres resultados finales, el jugador declara algo así: "Sabemos que no podemos ganar pero vamos a dejar todo en la cancha".
Podría pensarse que el partido está arreglado para el triunfo adversario y, ante el fraude descarado, el equipo robado expondrá toda su entereza y dignidad deportiva. No, no se trata de eso: el tipo quiso decir que saben que pueden no ganar, cosa que ni falta hace aclarar puesto que se sabe siempre.
En una misma línea incoherente, cuando el cuerpo técnico no ha definido el equipo y el jugador no sabe si será titular o suplente, afirma: "Sé que no puedo jugar pero me mato entrenando". Claro que podés jugar, lo que no podés es hablar en castellano.
- Quizás porque por estos lares la zeta suena como ese y la ese final sea marca registrada de plural, la palabra "feliz" parece estar perdiendo su concordancia de número. Quien hace mucho que repite el error es Juan Román Riquelme, a quien rara vez se lo nota feliz pero confiesa estarlo muy seguido. Riquelme parece haber hecho escuela y cada vez con más frecuencia se oyen manifestaciones como ésta: "Estamos muy feliz de haber conseguido un triunfo". La Escuela de Los Que Están Muy Feliz viene haciendo estragos en la lengua española y su slogan de cabecera devuelve más de trescientas mil entradas, Google mediante.
De ningún modo: yo estoy muy feliz y vos estás muy feliz, por lo tanto, estamos muy felices. Ambos, nosotros, todos, muy felices.
- Así como en términos de felicidad Riquelme tiene problemas de número, otro tanto le ocurre a Juan Sebastián Verón en materia de repetición. Tal vez porque es habitual que le pregunten varias veces la misma pavada, suele desconocer cuántas veces respondió. Por ejemplo, dice: "Nosotros vamos a salir a ganar" y ante la siguiente pregunta reitera: "Te vuelvo a repetir: vamos a salir a ganar". No sólo Verón, por supuesto: el fenómeno está en plena expansión y es usual que se use la muletilla para referir a una segunda mención, es decir, a una repetición simple.
La cosa es así: la primera vez te digo, la segunda te repito (si preferís, te vuelvo a decir) y recién la tercera te vuelvo a repetir porque ya te repetí la anterior. Y no te vuelvo a repetir más.
- Desde hace ya bastante se ha impuesto un hábito verbal exasperante que consiste en preceder los sustantivos con el sintagmita "lo que es". Quienes usan y abusan de esta ridiculez no salen a la calle sino a lo que es la calle, no viajan al centro sino a lo que es el centro y no dominan el idioma sino lo que es el idioma.
Esta vez no es un futbolista quien se me figura como ejemplo canónico, sino Borja Blázquez, cocinero y comunicador. Este joven vasco coloca lo que es el producto (porque además llama producto al principal ingrediente, por ejemplo, un pescado) en lo que es la sartén, agrega lo que es la sal, sirve lo que es el plato y saluda a lo que es el público mirando a lo que es la cámara. Basta, Blázquez, callate y cociná.
- Por último, nada. Se viene imponiendo la costumbre de empezar toda respuesta con esta molesta muletilla cuyo significado es nada, es decir, ninguno. A veces se intercala en el discurso como una suerte de pausa; a veces se refuerza con una previa negación. Por ejemplo: "Contanos, ¿qué proyectos artísticos tenés para este año?; "No, nada".
El lector desprevenido habrá comprendido que el tipo no tiene plan alguno: quizás esté en un pozo depresivo, se tome un año sabático o busque trabajo de plomero. No es así: está ensayando una obra de teatro, terminando de grabar un disco, estudiando un guión cinematográfico y evaluando una oferta de la televisión. Ocurre que el lector no es el oyente: "No, nada", se dice sin énfasis, casi con desgano, como restando interés a la pregunta, a la respuesta y al tema en cuestión.
-Entonces, para ir cerrando, Cinzcéu, ¿creés que esta entrada interesará a los lectores y cosechará muchos comentarios?
-No, nada. Sé que no puede leerse lo que es este artículo pero te vuelvo a repetir, nada, estamos muy feliz de escribir acá antes de que caiga lo que es la lluvia.
- Como se sabe, las disciplinas deportivas suelen dividirse en categorías conforme el rendimiento demostrado. En las categorías más bajas se compite por el ascenso a niveles de mayor jerarquía; en las más altas, entre otros objetivos, por mantener la jerarquía. No hay noticia de que unos equipos derrotistas se disputen la meta deportiva de alcanzar el nivel inferior.
Bueno, sí, hay noticia y es muy frecuente: se trata de "la lucha por el descenso", frase tan común del periodismo deportivo mundial cuya búsqueda vía Google arroja tres millones de entradas. En su empeño por descender estos equipos han de contratar discapacitados motrices o veteranos retirados tras las olimpíadas de Münich. Así cualquiera desciende.
- Y hablando de categorías deportivas, unas pocas palabras acerca de las juveniles, cuyos nombres están todos mal puestos. Un plantel de jóvenes de hasta 20 años cumplidos, no debería denominarse sub- 20 ya que sub significa debajo y los 20 años están por debajo de los 21 pero en absoluto de los propios 20.
Valga entonces otra premisa lógica que se suma a las que ignora el gobierno porteño: así como los últimos diez incluyen los últimos dos y las partes constitutivas no están cerca del todo, queda dicho que nada puede estar por debajo de sí mismo.
- Hay una barbaridad que suelen repetir, no tanto (pero también) los comentaristas profesionales como los deportistas involucrados. De cara a un próximo partido que, es obvio, puede arrojar tres resultados finales, el jugador declara algo así: "Sabemos que no podemos ganar pero vamos a dejar todo en la cancha".
Podría pensarse que el partido está arreglado para el triunfo adversario y, ante el fraude descarado, el equipo robado expondrá toda su entereza y dignidad deportiva. No, no se trata de eso: el tipo quiso decir que saben que pueden no ganar, cosa que ni falta hace aclarar puesto que se sabe siempre.
En una misma línea incoherente, cuando el cuerpo técnico no ha definido el equipo y el jugador no sabe si será titular o suplente, afirma: "Sé que no puedo jugar pero me mato entrenando". Claro que podés jugar, lo que no podés es hablar en castellano.
- Quizás porque por estos lares la zeta suena como ese y la ese final sea marca registrada de plural, la palabra "feliz" parece estar perdiendo su concordancia de número. Quien hace mucho que repite el error es Juan Román Riquelme, a quien rara vez se lo nota feliz pero confiesa estarlo muy seguido. Riquelme parece haber hecho escuela y cada vez con más frecuencia se oyen manifestaciones como ésta: "Estamos muy feliz de haber conseguido un triunfo". La Escuela de Los Que Están Muy Feliz viene haciendo estragos en la lengua española y su slogan de cabecera devuelve más de trescientas mil entradas, Google mediante.
De ningún modo: yo estoy muy feliz y vos estás muy feliz, por lo tanto, estamos muy felices. Ambos, nosotros, todos, muy felices.
- Así como en términos de felicidad Riquelme tiene problemas de número, otro tanto le ocurre a Juan Sebastián Verón en materia de repetición. Tal vez porque es habitual que le pregunten varias veces la misma pavada, suele desconocer cuántas veces respondió. Por ejemplo, dice: "Nosotros vamos a salir a ganar" y ante la siguiente pregunta reitera: "Te vuelvo a repetir: vamos a salir a ganar". No sólo Verón, por supuesto: el fenómeno está en plena expansión y es usual que se use la muletilla para referir a una segunda mención, es decir, a una repetición simple.
La cosa es así: la primera vez te digo, la segunda te repito (si preferís, te vuelvo a decir) y recién la tercera te vuelvo a repetir porque ya te repetí la anterior. Y no te vuelvo a repetir más.
- Desde hace ya bastante se ha impuesto un hábito verbal exasperante que consiste en preceder los sustantivos con el sintagmita "lo que es". Quienes usan y abusan de esta ridiculez no salen a la calle sino a lo que es la calle, no viajan al centro sino a lo que es el centro y no dominan el idioma sino lo que es el idioma.
Esta vez no es un futbolista quien se me figura como ejemplo canónico, sino Borja Blázquez, cocinero y comunicador. Este joven vasco coloca lo que es el producto (porque además llama producto al principal ingrediente, por ejemplo, un pescado) en lo que es la sartén, agrega lo que es la sal, sirve lo que es el plato y saluda a lo que es el público mirando a lo que es la cámara. Basta, Blázquez, callate y cociná.
- Por último, nada. Se viene imponiendo la costumbre de empezar toda respuesta con esta molesta muletilla cuyo significado es nada, es decir, ninguno. A veces se intercala en el discurso como una suerte de pausa; a veces se refuerza con una previa negación. Por ejemplo: "Contanos, ¿qué proyectos artísticos tenés para este año?; "No, nada".
El lector desprevenido habrá comprendido que el tipo no tiene plan alguno: quizás esté en un pozo depresivo, se tome un año sabático o busque trabajo de plomero. No es así: está ensayando una obra de teatro, terminando de grabar un disco, estudiando un guión cinematográfico y evaluando una oferta de la televisión. Ocurre que el lector no es el oyente: "No, nada", se dice sin énfasis, casi con desgano, como restando interés a la pregunta, a la respuesta y al tema en cuestión.
-Entonces, para ir cerrando, Cinzcéu, ¿creés que esta entrada interesará a los lectores y cosechará muchos comentarios?
-No, nada. Sé que no puede leerse lo que es este artículo pero te vuelvo a repetir, nada, estamos muy feliz de escribir acá antes de que caiga lo que es la lluvia.