miércoles, febrero 28, 2007

Superlógico

Recibí hace unos días un mail masivo cuyo asunto era "Test psicológico". Al abrirlo encontré un archivo adjunto que contenía el anunciado ¿test?, más bien una suerte de ejercicio que informaba haber sido creado y puesto en práctica por la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada.
Su objetivo era "comprobar si el sentimiento que nos une a alguien es amor verdadero o solamente un deslumbramiento pasajero". Un poco extraño que una Facultad de Psicología trate de definir sentimientos, pero soy curiosa, así que seguí.
Después de las instrucciones aclaraba que si el sujeto al que nos referimos "es una antigua relación... este test servirá para comprobar si es una relación con futuro". Pensé que una "antigua relación" pudo haber comenzado y terminado hace décadas, por lo tanto su futuro ya lo conozco, pero no quise ser tan detallista (también que el futuro de la relación existirá sí o sí, aún cuando se quiebre, pero ya era exagerar).
La consigna era simple, aunque con especificaciones un tanto complicadas. Me pareció reconocerlas de algún lugar, pero no pude encontrar en mi memoria el dónde o cuándo.
Se trataba de hacer un listado de adjetivos que definieran al sujeto del amor en cuestión, un mínimo de diez "virtudes" y otros tantos "defectos". Me pregunté qué hace una Facultad de Psicología hablando de la virtud y el defecto, pero seguí.
No se debían usar sinónimos, y sólo un término para cada definición. Ahí se me complicó un poco. Si alguien es terco y en determinados momentos puede llegar a la necedad ¿es necio?. Si no tolera algunas cosas ¿es intolerante? ¿la intolerancia es un defecto?. No sé si se necesitará conocer mucho al otro, pero sin duda sí tener un amplio vocabulario.
En ningún momento aclaraba el tipo de relación o amor que "analizaría", pudo ser hacia un hermano o perro, así que, aunque casi siempre se refieren al amor de pareja, permitía cierta libertad.
Preparé un café, encendí un cigarrillo y me senté frente a un papel en blanco. Desmenuzar a algunas personas queridas requiere un ambiente apropiado.
Dividí la hoja en tres columnas, y cada una la subdividí en dos. Comencé entonces a escribir a medida que iban surgiendo las "virtudes y defectos" de tres personas por las que creo sentir amor verdadero.
Creo-sentir-amor-verdadero, cuatro palabras que sin duda hacen a la competencia psicológica.
Me di cuenta que no era tan simple llegar a esos diez términos: inteligente, leal, honesto, sincero... ¿cómo explicaba "coherente políticamente con mis ideales" en una palabra? ¿compatible?. Eso es enorme, también define a quien le guste mirar películas o comer chocolate, pero no encontré otra. Para equilibrar puse "incompatible" en la otra columna, lo cual era absolutamente cierto.
Me sorprendió comprobar que fue un poco más simple llegar a los diez "defectos", en los tres casos.
Después de rebuscar y forzar adjetivos llegué a esas sesenta palabras que me dirían si se trata de un deslumbramiento pasajero, y me sirvió para comprobar la repetición de la mayoría de esos términos, en ambas columnas, en mis tres conejillos de Indias. Evidentemente son muy parecidos.
Busqué entonces el "resultado" (¿?) al final del archivo, el cual no había leído, tal como indicaban al inicio.
La conclusión era simple y esclarecedora: si encontré más defectos que virtudes, o bien no pude completar las diez, no hay futuro, y si, por el contrario, no le encontré más de tres defectos, es un deslumbramiento pasajero. Agradecí no haber optado por Crazy, no sabría más de tres "defectos" y sería cruel para ambas enterarnos que sólo me deslumbró pasajeramente.
Lamenté que no exista aún el Nobel a la Pavada. Imagino que tienen el mismo valor "torturador, asesino, fascista", "egocéntrico, terco, pesimista", o "machista, violento, mentiroso", que el ser considerado vale lo mismo que ser prolijo, o la honestidad se equipara con la buena caligrafía.
Obviamente detalles como que si la consigna indica diez posiblemente nos esforcemos por llegar a diez no cuentan. Según la Universidad de Granada, si encontramos menos de diez en cualquier sentido, la relación está condenada al fracaso, por lo tanto si somos lo suficientemente obsesivos como para querer cumplir consignas a rajatabla tenemos el amor verdadero asegurado.
Conocer lo que consideremos defecto en otro y aún así quererlo como es no significa nada porque es psicología, seguramente si queremos a alguien cuyos males equiparan a sus bienes somos inconcientemente masoquistas. Y si el listado defectuoso es más largo que el virtuoso pero no deseamos cortar la relación mejor sería que fuésemos rápidamente a suicidarnos en nombre del amor verdadero.
Detalle al margen es que la mayoría de esos adjetivos en sí mismos no definen a nadie (inteligente era Mussolini, y leal, Goebbels).
Otro detalle al margen es que ningún amor verdadero garantiza el futuro de ninguna relación, pero eso ya es de postgrado.
Completé las dos columnas en los tres casos ¿qué significará? ¿que tengo amores equilibrados? ¿que conozco bastantes adjetivos? ¿que me dejo deslumbrar pasajeramente por test estúpidos cuyo futuro conozco a priori?
Teniendo en cuenta que dos de esas columnas correspondían a mi hijo de trece años y a mí misma, el "deslumbramiento pasajero" tiene ya un rato largo.
Le doy a la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada, más que la duda, la certeza de que no tiene nada que ver con esta ridiculez que circula por la web, pero no pude evitar preguntarme ¿alguien creerá que sí?.
Encendí otro cigarrillo, y, mientras hacía un barquito de papel con mis amores, escuché que alguien en algún lugar anunciaba nubosidad en aumento.

miércoles, febrero 21, 2007

Orgullo ajeno, el Nieto Nº 86

Hace poco más de un año nos maravillábamos por la recuperación del Nieto Nº 82. La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo no descansó y hoy anuncia, con la sonrisa que no puede ocultar, la recuperación del Nieto número ochenta y seis.
En un año más de trabajo incansable estas Abuelas, que dedicaron sus vidas a recuperar la identidad de los niños nacidos en cautiverio o secuestrados durante la dictadura militar, recuperaron y reunieron con sus familias biológicas a cuatro Nietos, ya hombres y mujeres. El último de ellos es Pablo Casariego Tato, hijo de Norma Tato y Jorge Casariego, secuestrados en abril de 1977 por fuerzas militares.
Gracias a los datos aportados por testigos se pudo establecer que Pablo nació en condiciones infrahumanas en el Pabellón 1 de Campo de Mayo y fue secuestrado por el médico del Ejército Norberto Atilio Bianco quien en 1984, denunciado por ese secuestro, huyó con su mujer y cómplice a Paraguay.
La lucha de Abuelas por la extradición y reconocimiento legal de su Nieto acaba de concluir con el incuestionable análisis de ADN que devuelve a Pablo su historia, su identidad, su pertenencia.
Como dijimos en febrero de 2006, podemos no coincidir con algunas opiniones y posiciones políticas de Abuelas o de su presidenta, pero no podemos dejar de subrayar la dignidad de esas mujeres que no pierden de vista su objetivo y no renuncian a su lucha, aún bajo amenaza y riesgo de sus propias vidas, aún con todas las trabas que ponen a su camino.
Un objetivo que es de cada una de esas abuelas porque se trata de su sangre, de los hijos e hijas de sus hijos e hijas, pero un objetivo que es de toda una sociedad porque se trata de Abuelas y de Nietos poniendo un poco de justicia entre tanta injusticia, haciendo día a día la Historia aún cuando muchos pretenden poner a esa Historia su punto final y archivar sus actas, en el estado en que se encuentren, en los estantes de la Memoria.
Las Abuelas conocen la labor que aún tienen por delante y saben que justicia, memoria, verdad y dignidad significan que hasta el último de los Nietos recupere su identidad arrebatada. Ochenta y seis significa un hito más en el camino pero no es ni será el número definitivo. Y así como tantas veces dijimos sentir vergüenza ajena, hoy no podemos sentir menos que orgullo ajeno ante ese nuevo rayo de sol que desafía a la tormenta.

miércoles, febrero 14, 2007

Apremios ilegales

Hace unos días, haciendo zapping, me topé con uno de esos semidocumentales sobre terrorismo que florecieron en masa a partir del 11-S. El canal era Infinito, el canal "esotérico", donde podemos ver desde el horóscopo hasta cómo cazar fantasmas.
Dentro de los métodos adoptados por diferentes países "víctimas" del terrorismo, o sea, EE.UU., Inglaterra e Israel, me llamó la atención un innovador sistema para evitar atentados a los medios de transporte público israelíes.
Se aplica, por el momento, a los colectivos (invento argentino, según la Bersuit). Consiste en una doble entrada, el estribo para ascenso de pasajeros puede quedar cerrado entre dos puertas, creando una cabina hermética blindada, de forma tal que incluso si el terrorista de turno se inmolara, haciéndose explotar dentro de ella, los daños al resto del vehículo serían menores.
Por supuesto que al verlo en acción lo primero que me pregunté es cómo se activa, ya que no me resultó lógico que quienes porten una bomba tengan un boleto especial (que obviamente sería sólo de ida).
La televisión suele aclararnos las dudas de inmediato, el chofer del colectivo tiene al alcance de su mano el botón que pone en funcionamiento las puertas que aislan al terrorista, dejándolo aprisionado en un cubículo de no más de un metro cuadrado. Blindaje transparente, claro, para poder ver la cara del atrapado sin salida.
Como soy un poco ingenua seguí preguntándome qué es lo que pondría en acción este sistema, más allá del dato técnico del botón. La respuesta era obvia: la cara del pasajero según el criterio del chofer.
Me acordé de inmediato de la mala facha de 1+, imaginándolo allí encerrado tratando de explicar que él es argentino.
En ese mismo programa se ponía énfasis en la casi imposibilidad de reconocer a un terrorista suicida, ya que puede tratarse de un anciano o un niño, hombre o mujer, de cualquier edad y clase social.
Volví a preguntarme qué es lo que, más allá de tener cara de palestino, podría originar que el chofer encierre a algún pasajero. Si no caemos en tonterías como que "la mirada los delata" y demás absurdos, dejar en manos de un chofer de colectivo el poder de policía parece un tanto extremo, por no decir fascista.
Traté de ponerme en el lugar de ese chofer, en la responsabilidad que representa para él no sólo controlar su vehículo, el tránsito, el pasaje, los horarios, sino también detectar al que lleva la bomba. Sin duda debe ser un poco estresante, lo suficiente como para que cualquiera se la pase encerrando pasajeros.
Pensé también en ese pasajero eventual que de repente se encuentra con alguien a pocos metros de él, con la consigna "aquí hay una bomba". Por mucha confianza que tenga en sus sistemas de seguridad no me suena que se quede tranquilamente sentado viendo si explota o no.
Por supuesto que no aclararon el proceso por el cual debe pasar luego aquel a quien un chofer vio como terrorista, ni si entregarán constancias para las llegadas tarde a sus trabajos o casas de estudio, algo así como "certificamos que Fulano llega tarde por haber sido detenido por portación de apariencia".
En libre asociación recordé otro documental que vi hace unos meses, sobre "armas no letales para disolver disturbios".
Se trata de un arma que emite rayos (no sé de qué tipo) que producen en aquellos que los reciben la sensación de estar siendo quemados. Pero, claro, sólo la sensación, no quema realmente, sólo produce dolor.
Unos cuantos valientes miembros de la milicia estadounidense sirvieron de conejillos de Indias: intentaron resistir el efecto el mayor tiempo posible, pero en pocos segundos se desbandaron. La huída fue acompañada de loas a la efectividad y promisorio futuro del arma.
Motines, manifestaciones, piquetes, todo disuelto sin dejar rastro. Y por qué quedarse sólo allí, por qué no irradiar un par de kilómetros a la redonda de la Casa Blanca, o hacer hablar a aquel que quedó aprisionado en el colectivo. El alcance es inimaginable.
Recuerdo una de las premisas fundamentales de los apremios ilegales: no dejar rastro. Policía y demás fuerzas de seguridad saben cómo causar dolor sin dejar marca, para evitar posibles represalias.
Pero soy muy mal pensada, ninguna relación existe entre lograr que grupos de personas tengan que huir por sentir que se queman a la picana con cadena o el golpe a toalla mojada.
"Sin hacer daño" es la premisa, aunque no puedo evitar preguntarme el alcance que le dan al "daño".
Lo que me quedó claro es que se preocupan por nosotros, nada de subir a un colectivo con temor a explotar, nada de recibir una bala en una manifestación. Todo limpio, sano, tan claro como una lluvia de verano.

viernes, febrero 09, 2007

Tiempo de lectura

Desde hace varios años, una tal Campaña Nacional de Promoción de la Lectura auspiciada por el Ministerio de Educación se viene metamorfoseando de un modo un poco oportunista y bastante epiléptico. Por ejemplo, hace un tiempo y bajo el lema "Leer también es una pasión", regalaba libritos en estadios de fútbol a exaltados hinchas que, mayormente, viven leyendo la prensa en busca de noticias deportivas. Ahora hay unos pocos vagones de subte atestados de banners. Yo caí por azar en uno de la vieja Línea A. Los afiches son feos pero esta no es una nota de crítica estética. En ellos, una serie de famosos fomenta la lectura en los siguientes términos:

-Alejandro Lerner: "tomense un ratito para leer en familia... ¡hace muy bien!"
-Magdalena Aicega: "...leer en familia puede convertirse en un momento inolvidable..."
-Julio Bocca: "los papás tienen que ayudar a los hijos a elegir sus libros libremente..."
-Jorge Guinzburg: "leer no es como volar... pero es lo que más se parece."
-Soledad Pastorutti: "leer para mover el mundo. Hacete el tiempo para tu hijo, leele un libro..."
-Julián Weich: "¿Cómo te sentís cuando lees un libro, mejor o peor? Dale, leé y después me contás."
-Dady Brieva: "...de chico leía poco, sin embargo pude inculcarle a mis hijos el amor por la lectura."
-Magdalena Ruiz Guiñazú: "Un país que no lee, es un país que se margina. No privemos a nuestros hijos de la felicidad de leer."
-Nik: "Aprendí a hacer volar mi imaginación a través de la lectura..."

El remate de la campaña consiste en unos breves fragmentos de ignotos cuentos infantiles que se interrumpen con: "¿Querés saber cómo termina? Seguí leyendo en casa con tus hijos...".
La selección de notables que baja línea lectora -un compositor romántico, una jugadora de hockey, un bailarín de ballet, un dibujante humorístico, unos periodistas- conductores- productores de TV, etc.- puede haber resultado de una onerosa encuesta social o del brainstorming de cuatro genios pero en definitiva parece decir que no hace falta ser poeta, novelista ni intelectual para comprender y difundir el valor de cierto tipo de lectura.
Cada frase da para un comentario mordaz. Por ejemplo, la verdad ímplicita atribuída a Brieva: para alcanzar el éxito profesional y social no tiene mucha relevancia haber leído durante la infancia. O la paradoja puesta en boca de Bocca que maliciosamente me figuro como un "nene, elegí libremente Platero y yo o ya vas a ver cuando venga tu padre". Pero no quiero extenderme en este análisis sino en otro.

1- El afiche no tiene quien le escriba. En primer lugar las frases -que parecen consistir, curiosamente, en versiones gráficas de expresiones orales- están mal escritas. Entre otros detalles, hay un uso abusivo y falto de criterio de los puntos suspensivos, las mayúsculas iniciales aparecen al azar, los signos de interrogación están mal utilizados y las reglas de acentuación oscilan sin ton ni son entre el castellano oficial y sus usos rioplatenses.
2- Alpargatas sí, lectura… un ratito. La campañita habla, entre otras cosas, la separación radical entre lectura y vida cotidiana. Para leer hay que tomarse "un ratito" que puede devenir "un momento inolvidable", por lo tanto "hacete el tiempo". Leer es como ir los domingos a misa de nueve o cortarse el pelo algún sábado del mes o visitar una vez al año a unos tíos pesados; un ritual que viene a interrumpir -y para eso están- el diario vivir.
3- ¡A ver si la cortan con los libros!. La lectura resulta inseparable de la literatura y ésta del soporte y formato del libro. No habría lectura de diarios, revistas, folletos, historietas, avisos publicitarios, pantallas informáticas. Como dice el refrán, más vale un Coelho en libro que cien Borges posteando. Yo aprendí a leer y a gustar de leer con los packaging -por entonces los llamábamos envases- que había sobre la mesa pero, claro, ni me "hacía el tiempo", ni eran libros ni soy ejemplo de nada.
4- Leer es un placer genial, sensual. Dos veces la gastada metáfora del vuelo -y faltó la del viaje- en tan breve secuencia parece demasiado. El libro sería como una dosis terapéutica de LSD; ya dice Lerner que leer "¡hace muy bien!" y Weich sugiere que "te sentís mejor". Todas las imágenes visuales serían una mezcla de heroína y paco que destruye el cerebelo y atrofia el sistema neuronal. Si sumamos el "amor por la lectura" y "la felicidad de leer" tenemos cartón lleno en materia de lugares comunes.
5- Papá, leeme otra vez ese cuento… Pero la perla es el concepto (tan bonito) de "leer en familia". ¿Y eso qué será?. A mí me convoca esa escena mítica de núcleos primarios reunidos alrededor del hogar encendido leyendo a viva voz pasajes de la Biblia. No sé si no ví algo así en La familia Ingalls y antes en Selecciones del Reader's Digest pero la imagen continúa poblando folletos de sectas más o menos evangélicas.
El cierre institucional dice "leyendo en casa con tus hijos" sin especificar roles de lectura de cada cual. ¿Será juntarse en el comedor a leer, cual en biblioteca pública, cada uno lo que quiera?. Pero Pastorutti precisa "leele [a tu hijo] un libro". Entonces es así: el padre o la madre se hace de un ratito, agarra un libro cualquiera y le lee un cuento a su hijo. Está bien, pero eso promovería la lectura en voz alta de los padres y la escucha silenciosa de los hijos. En términos de promoción de la lectura en los padres, es inútil. Casi nadie lee ni precisa leer en voz alta, lo cual además implica una serie de técnicas vocales ajenas a lo que se entiende socialmente por proceso intelectual de lectura: modulación, entonación, inflexión, cadencia y volumen. E inútil para los hijos, beneficiarios de la campaña, excepto si se concibiera que la lectura consiste en incorporar "contenidos" y "mensajes" por cualquier canal sensorial, por ejemplo, el auditivo.

La promoción de la lectura en voz alta por parte de unos que leen para la escucha de otros que no leen es, por lo menos, anacrónica. La escuela pública del siglo XIX ya tenía el objetivo más demócratico de que todos aprendieran a leer para sí. Con errores, horrores y falsas promesas de orden y progreso el Estado se asignó unas tareas básicas que, funcionales al plan burgués, también proveían a la clase obrera analfabeta -la cosa nunca es simple ni lineal- las armas necesarias de la lectoescritura.
Yo no sé cómo se diseña en pleno siglo XXI una Campaña Nacional de Promoción de la Lectura. Tampoco creo que haga falta una cosa con ese nombre. Más allá de qué hagan o no los padres -muchas veces iletrados porque la Ley no implica garantía ni igualdad de oportunidad- la escuela pública, laica, obligatoria y gratuita debería ocupar un rol central en tal fomento de la lectura e incorporarla como una necesidad cotidiana, no como el dudoso placer de tener cualquier libro entre manos de seis a seis y media de la tarde.
De lo contrario condena al hijo del iletrado al semianalfabetismo, excepto si, pese al Estado, el pibe logra abrirse camino de un modo análogo al que muchos tuvieron la inquietud, la decisión, la lucidez y la chance de hacerlo en los lejanos siglos que la Historia llama oscurantistas.
Siglos en que -dicen- llovía mucho pero no sé si tanto como lloverá.

jueves, febrero 01, 2007

Crazy (get back)

Meses atrás Crazy, mi canina compañera, ignorando todas las reglas del racismo perruno, se unió a su amigo, Patricio. La naturaleza tiene sus propias leyes, y, tiempo después, el veterinario me explicaba que "a veces pasa".
"A veces pasa" no era exactamente la razón científica del no que yo esperaba, pero entendí que era la más honesta. Simplemente no sabía, "a veces pasa", y uno se queda con la esperanza frustrada.
La primera semana de noviembre Crazy entró en un nuevo período de celo. Rápidamente los dueños de ovejeros alemanes vinieron a ofrecerme el "servicio" de sus machos. Creo que no existe un término más desagradable pero significativo. Como cada vez respondí "es decisión de ella".
Llegó entonces Graciela, una vecina lejana en todo sentido, con Rocky, un hermoso animal signado por su nombre.
En cuanto lo vió Crazy se escondió detrás mío, con un pequeño gruñido, mientras él se distraía unos minutos siguiendo el felino rastro de Janis, quien lo observaba desde la terraza más ofendida que asustada.
Aprovechando el instante de distracción Crazy escapó hacia la calle, hacia la esquina, a la casa de Patricio, quien salió a tiempo para mostrar su dentadura a Rocky, que había corrido detrás de ella. Sorprendido, se detuvo, meditó la situación e intentó un avance por retaguardia, cruzando la calle, pero Patricio tenía cubiertos todos los frentes mientras Crazy, detrás de él, acompañaba con todo su cuerpo erizado, gruñendo. Escuché el grito un tanto histérico con el que Graciela intentó evitar una pelea y desperté de la fascinación que me había producido la escena para pedirles a ambos, Crazy y Patricio, que se calmaran.
Quizás por verse en desventaja, quizás por comprender que estaba de más, Rocky marcó orgullosamente territorio en la vereda de enfrente y se alejó.
"No debe estar todavía en buen momento" me dijo Graciela. "Sí, está, pero no quiere otro perro" respondí decidiendo no permitir que nadie más viniese con un macho a provocarle un momento tan desagradable. "Es raro que rechace a un perro joven de su misma raza" continuó, sin resignarse.
Lo que menos le preocupaba a Crazy era la juventud y raza, eso es cosa de humanos. Ella eligió a su amigo, y él a ella. Dicen que no existe algo así como amistad entre animales, no lo sé. Sé que entre ambos, hace años, hay confianza, cariño, complicidad, entendimiento. No sé cómo lo llamarán.
"A veces pasa" significa que a veces no pasa.
El 6 de enero el calor era un poco más benigno que en días anteriores, y aproveché para hacer un lugar para que Crazy tuviera un parto tranquilo, conciente de la proximidad de ese momento. Desde chiquita se acostumbró a dormir debajo de mi cama, es su lugar, su seguridad, pero no el mejor para parir. Eran las once de la noche cuando la escuché gemir. Intentó quedarse en el lugar que le había preparado, pero su instinto fue mayor y corrió a la protección, debajo de mi cama. Allí estaba cuando la bolsa se rompió, indicando el principio del parto, creando un pequeño lago.
Salió asustada, mirándome cuando le dije en un tono más sobresaltado del que debería "uy, ya empezó". Nerviosa empezó a correr de un lado a otro de la casa, mientras yo intentaba tranquilizarla. Empujó la puerta de una habitación semivacía en el fondo, que nunca usamos más que como depósito, y se acostó allí.
Luego comprendí, el pacto entre ambas cuando acordamos que durmiese bajo mi cama era que jamás ensuciaría, pacto que ella respeta religiosamente. Acababa de dejar un lago, sabía que estaba mal, que eso no debía pasar, pero no pudo evitarlo. ¿Cómo explicarle que estaba bien?.
Llegué junto a ella cuando acababa de nacer su primer hijo. Lo limpiaba y me miraba con angustia. Me acerqué y descubrí que no respiraba, lo tomé, intenté que reaccionase, pero fue inútil. Comprendió que yo no estaba enojada y se tranquilizó, increíblemente en uno de los momentos más trascendentes de su vida se preocupaba por mí. Me sentí estúpidamente angustiada, por ella, por su hijo, por mí.
Entonces nació el segundo. Mientras mordisqueba su cordón el recién nacido se movía inquieto, como intentando comprender qué era lo que estaba pasando. Aproveché para sacar de allí al pequeño que no había logrado sobrevivir.
A lo largo de las cinco horas siguientes nacieron siete cachorros, hermosos, vitales, frágiles.
No era la primera vez que veía el nacimiento de cachorritos, pero cada vez me maravillé del mismo modo. Hay tanta sabiduría que nos supera. Entre uno y otro la naturaleza da el tiempo necesario para limpiar, acomodar y tranquilizar al recién nacido, como si la madre pudiese controlar cada nacimiento. Ellas, las irracionales, parecen tener más poder que las hembras humanas sobre la vida.
Crazy me miraba, agotada pero feliz, mientras yo tomaba a cada uno y le daba la bienvenida, agradeciendo la confianza con la que me permitía alzar a sus hijos, una confianza que debe superar todo su instinto.

Hoy tienen 25 días, los mismos que Crazy tenía cuando la conocí. Los veo tan unidos a su mamá, entre ellos, necesitándose tanto aún, que más me indigna pensar en la poca conciencia de quien vendió a Crazy.
Los vamos conociendo, y nombrando, aunque sabemos que no se quedará con nosotros más de uno y aunque la idea de alejarnos de ellos nos resulta extraña, en sólo 25 días se apropiaron de nuestras vidas.
Osa Mayor, siempre investigando debajo de los muebles, Osa Menor practicando todos los tonos de ladrido, Buda siempre durmiendo y protestando cuando la despiertan, Lua con su media luna enmarcando el cuello, inquieta, y reflexiva, Dorada y su manía de trepar a todo, Tuca, tal igual a su mamá, siempre detrás de ella, y Moro, bonachón, tranquilo, con algo de Collie y lobo estepario, como su papá. Todos tan humaneros, tan distintos y tan parecidos, aprendiendo cada día a ser perros, alucinando con todo, cariñosos y traviesos, regalándonos cada minuto una sonrisa nueva.
Siempre es una maravilla la vida que se enfrenta a la tormenta.