miércoles, septiembre 12, 2007

Artaud

"El deber del escritor, del poeta, no es ir a encerrarse cobardemente en un texto, un libro, una revista de los que ya nunca más saldrá, sino al contrario/ salir afuera/ para sacudir/ para atacar/ al espíritu público/ si no/ ¿para qué sirve?/ ¿Y para qué nació?" decía Antonin Artaud en su Carta a los Poderes (compilado de textos escritos para la publicación La Révolution Surréaliste, 1925).
Fue el primer texto de Artaud que leí, cuando aún era una niña que se creía una adolescente que se creía adulta, y me fascinó. Tuve un instante "de esto se trata" de esos que recorremos para ir creciendo, o, como diría mi hijo, el instante "te cayó la ficha".
El Flaco Spinetta con su propio Artaud profundizó mi fascinación surrealista.
Pasaron luego Bretón, Verlaine, Baudelaire, Rimbaud... pero jamás alcancé con ellos esa magia empática que Artaud reclamaba desde El Teatro y su Doble, y jamás alcanzó.

Hace unos días vino un reciente desconocido a mi casa, alguien que cree firmemente en el "dime lo que lees y te diré quién eres", y se entretuvo en recorrer mi biblioteca. "Cuánto surrealismo, te hacía más posmo" dijo, riéndose hasta que mi expresión lo decidió a cambiar de tema. "Artaud me cansa, era un depresivo total" desvió, tomando la curva demasiado rápido como para ver el barranco.

Artaud pasó parte de su vida internado en instituciones psiquiátricas, los Asilos de Locos, esas "víctimas individuales por excelencia de la dictadura social". Seguramente era depresivo, definición que he leído en más de una biografía, pero lo que "sacó afuera" es su angustia.
La depresión es egocéntrica, el yo deprimido se ahoga en su propio caldo de dolor e impotencia y desde allí sume y consume al mundo en su opaca resignación. La angustia reconoce el mundo desde la receptividad del absurdo y la muerte, y desde allí produce, crea la destrucción.
Leer Artaud es caer en su poder onírico, pero, lejos del sentido social del sueño, caemos en la pesadilla.
Nada en sus textos exuda la ominosa cadencia depresiva, sino una violenta implosión que arrasa con el universo establecido, que cuestiona el juicio social desde la condena.
Leer Artaud es resistir el cada vez más masivo discurso de la locura como valor agregado del ser social, en el cual todos somos locos y eso es cool, para reconocer su verdadero valor, el concreto y efectivo quiebre que aterra tanto como la muerte, lo incontrolable.
Y esa locura, la que no se reconoce a sí misma como tal, como uno no se reconoce como otro, no busca ocultarse, sostiene "la legitimidad absoluta de su concepción de la realidad". Es el otro, el que identifica su realidad con la social, quien intenta olvidarla, ocultándola detrás de algún muro, desmembrándola en psicopatías específicas, desvirtuándola en civilizados y amables "qué loco que sos". O negando la enceguecedora brillantez con un "era depresivo".
Artaud ofende. Sus palabras agreden. Leerlo desde nuestra civilizada socialidad implica un esfuerzo, una negación a todo lo establecido para leer desde nuestra individualidad, ya que "todos los actos individuales son antisociales".
Leerlo me dejó siempre sin palabras, sin pensamientos, sólo allí, con la extraña sensación del ser desarticulado, como frente a una tormenta.

5 comentarios:

Patricio G. Bazán

Qué buena evocación! No recuerdo haber leído algo de Artaud (sí el disco del Flaco), pero comulgo con la frase, que me hizo recordar otra dicha hace tiempo: "El Arte debe ser revulsivo", o algo así.
Y es cierto. La misión del artista es ser espejo de su tiempo y, sin embargo, arrancar a su propia sociedad del sopor de la auto-satisfacción, tomar de los hombros a los gordos satisfechos y sacudirlos, diciéndoles: Despierta, insensato!
Y en cuanto a tu huésped... ¿Qué habrá en su biblioteca? Mmmmm...
Confieso que no tengo libros posteriores a 1989; me gusta releer y descubrir a viejos autores (Ramos Signes, Libertella, Moledo, Hartman, Gorodisher, etc) que no haya leído antes. No me alcanza el tiempo para leer todo lo que quisiera. ¡Hay un mundo inexplorado allá afuera!
Besos.

Isa

Ante todo, lo obvio: yo aquí vengo a leer. Este blog me deja siempre sin palabras. Por suerte a veces puedo tomar unas prestadas...
"La enfermedad es un estado,
la salud no es sino otro,
más desgraciado,
quiero decir más cobarde y más mezquino.
No hay enfermo que no se haya agigantado,
no hay sano que un buen día no haya caído en la traición, por no haber querido estar enfermo, como algunos médicos que soporté.
He estado esfermo toda mi vida y no pido más que continuar estándolo.
pues los estados de privación de la vida me han dado siempre mejores indicios sobre la plétora de mi poder que las creencias pequeñoburguesas de que:
BASTA LA SALUD..."

Grismar

Padre Tiempo: tengo el vicio de la relectura yo también, como el de volver a ver algunas películas varias veces. Recuerdo que una vez me prestaron un libro y días después me preguntaron si ya lo había leído, y expliqué que no porque estaba terminando de releer otro, y no entendieron por qué "perdía el tiempo" releyendo cuando tenía algo nuevo. Nadie pregunta por qué perdemos el tiempo escuchando un tema musical mil veces, pero sí si volvemos a leer. Como si cada lectura no fuese única, aún si ya lo leímos varias veces. Besos.
Isa: gracias, me alegra que aquí vengas a leer, si vinieras a tomar mate se me complicaría un poco. Si no me equivoco esa cita de Artaud es de "Los enfermos y los médicos", una maravilla. saludos.

Isa

Si, lo sé, mi comentario quedó medio pavote. Fue un vano intento de justificar, no que leo (obbbbbbbvio), sino que no comento... ¡Y más de una vez los leo tomando mate! Beso!

Vitore

Hoy leo y no comento...