Apocalypse now
Hace un par de semanas cometí el error de ir a ver "2012". Convengamos que aquello de "estábamos advertidos" es muy noble por parte de su creador, ver una nueva película apocalíptica de Roland Emmerich, padre de engendros como Día de la independencia y El día después de mañana, es estar advertido respecto de lo que veremos.
Efectos especiales a full, de esos que tanto ama (tanto que los repite en una misma película), un guión paupérrimo, plagado de lugares comunes y todos los estereotipos del cine catástrofe de Emmerich: la mala relación de padre e hijos que se afianza al enfrentar el peligro y descubrir que papá es un héroe; Estados Unidos siempre primero y generoso, advirtiéndole al mundo (a algunos) que se está por acabar (una joya la escena en la que el loco de Yellowstone se inmola al grito de "recuerden que Charly les avisó primero"); la increíble valentía y honor del presidente (de EEUU, claro); los perros, que en manos de los desplazados que buscan su destino son símbolo de que el amor es más fuerte, y en manos de la Reina de Inglaterra, de la bajeza de los poderosos; velocidad, escapes y destrucción a niveles superlativos, detenidos de repente para que alguien haga un discurso en el cual, nuevamente desde EEUU, se muestre a la humanidad lo que es ser humano, discursos tan obvios como el de cualquier político.
En síntesis, una basura. Emmerich ya destruyó a la humanidad de cuantas formas se le cruzaron, supongo que si aún no hizo catarsis seguirá haciendo explotar cosas en su Día de la Independencia 2, la cual amenazó con estrenar en breve. Y así nos seguimos acostumbrando a que todo es una película.
Pero hay un detalle, tanto Emmerich como otros seguidores de la teoría apocalíptica de 2012 (mayadictos, nostradamuólogos, revelacionistas, etc.) ponen la culpa lejos de los humanos. Nosotros sólo somos las víctimas de alguna erupción solar, alineación planetaria, agujero negro nebular o asteroide errado de camino. Dicen que Dios, que obviamente sabe de todo, es el que nos avisa, según algunos religiosos para que nos demos cuenta y cambiemos ese destino (pequeña paradoja). Un poco difícil se les hace explicar cómo podríamos cambiar algo si todo viene de afuera.
Ayer, sin estridencias ni efectos especiales, tembló Haití. Hablan de más de cien mil muertos, de Puerto Príncipe destruída, de más de tres millones de personas afectadas. No hablan mucho acá, porque acá habla Redrado, Cristina, Boudou, Patronelli, Abbondanzieri, o sea, acá pasan cosas, y Haití quedá allá. La noticia pasa por el gendarme argentino que murió debajo de los escombros de lo que era la sede de la ONU, o por sus miembros, el arzobispo y los cascos azules.
Miami queda ahí nomás de Haití, y convengamos que si la tierra hubiese temblado allí, aunque no hubiera más que un puñado de víctimas, sería noticia en todos los medios. Pero Haití es apenas un tercio de la isla La Española, un lugar conocido por ser el más pobre de América y uno de los más pobres del mundo, recordado quizás por ser centro de devastación de huracanes en los últimos años, nunca reconocido por ser el primero en el cual los esclavizados se rebelaron y acabaron con la esclavitud.
Un lugar en el cual el 80% de la población vive en la más absoluta pobreza, esa que no conocemos, que recién se estaba empezando a recuperar del último huracán de 2009 y se encontró en pocos segundos con su pequeño universo destruido. Admitamos que si hay algún dios tiene un extraño sentido del humor.
No hay que ser demasiado detallista para ver que algo no está del todo bien en este planeta, sin teorías apocalípticas ni ecologismo extremo, sólo con leer algunos diarios y tener un poco de memoria de los últimos años. Con un simple recuento queda en evidencia que en la última década murió mucha más gente por catástrofes naturales que en la Primera Guerra Mundial. No le quiero dar ideas a Emmerich, pero parece que habría que mirar un poco para adentro antes de echarle la culpa al sol, a la única especie que destruye su propio hábitat.
Casualmente hace poco estuve leyendo algunas conclusiones publicadas en el Congreso de Geología realizado en Londres en septiembre de 2009, en el cual se establece la relación entre el cambio climático y la actividad geológica, y relevando algunos datos parece evidente el crecimiento exponencial de la actividad sísmica.
No quiero parecerme a Al Gore y mucho menos olvidar que la pobreza de Haití, y de tantos lugares que, casualmente, han sido los más afectados por la naturaleza, como algunos países de la costa asiática, es una cuestión política, como lo es la poca relevancia que el tema tiene para los medios. Pero una cosa no quita la otra, más bien suma. Países más pobres no sólo tienen una infraestructura mucho más expuesta a la destrucción sino que no cuentan con los recursos para sobrellevar la crisis y recuperarse de ella. Es humanamente vergonzante que los dos hospitales de Puerto Príncipe, como casi toda la ciudad, hayan colapsado y aún, a 24 horas, estén esperando que de otros países llegue ayuda sanitaria y maquinaria que les permita encontrar sobrevivientes y remover escombros. Pero también lo es que, antes del sismo, un tercio de la población dependiese de la ayuda económica que le envían sus familiares desde esos otros países.
Algo no está del todo bien en este planeta, en gran parte es metástasis de un sistema ya histórico, pero le agregamos un virus letal: la reacción del otro sistema, el natural, que funciona como palillos chinos y al que le quitamos su base.
No sé si el mundo se acabará en 2012, pero parece que Emmerich tiene razón, sólo los más poderosos están en condiciones de ponerse a salvo del diluvio.
Efectos especiales a full, de esos que tanto ama (tanto que los repite en una misma película), un guión paupérrimo, plagado de lugares comunes y todos los estereotipos del cine catástrofe de Emmerich: la mala relación de padre e hijos que se afianza al enfrentar el peligro y descubrir que papá es un héroe; Estados Unidos siempre primero y generoso, advirtiéndole al mundo (a algunos) que se está por acabar (una joya la escena en la que el loco de Yellowstone se inmola al grito de "recuerden que Charly les avisó primero"); la increíble valentía y honor del presidente (de EEUU, claro); los perros, que en manos de los desplazados que buscan su destino son símbolo de que el amor es más fuerte, y en manos de la Reina de Inglaterra, de la bajeza de los poderosos; velocidad, escapes y destrucción a niveles superlativos, detenidos de repente para que alguien haga un discurso en el cual, nuevamente desde EEUU, se muestre a la humanidad lo que es ser humano, discursos tan obvios como el de cualquier político.
En síntesis, una basura. Emmerich ya destruyó a la humanidad de cuantas formas se le cruzaron, supongo que si aún no hizo catarsis seguirá haciendo explotar cosas en su Día de la Independencia 2, la cual amenazó con estrenar en breve. Y así nos seguimos acostumbrando a que todo es una película.
Pero hay un detalle, tanto Emmerich como otros seguidores de la teoría apocalíptica de 2012 (mayadictos, nostradamuólogos, revelacionistas, etc.) ponen la culpa lejos de los humanos. Nosotros sólo somos las víctimas de alguna erupción solar, alineación planetaria, agujero negro nebular o asteroide errado de camino. Dicen que Dios, que obviamente sabe de todo, es el que nos avisa, según algunos religiosos para que nos demos cuenta y cambiemos ese destino (pequeña paradoja). Un poco difícil se les hace explicar cómo podríamos cambiar algo si todo viene de afuera.
Ayer, sin estridencias ni efectos especiales, tembló Haití. Hablan de más de cien mil muertos, de Puerto Príncipe destruída, de más de tres millones de personas afectadas. No hablan mucho acá, porque acá habla Redrado, Cristina, Boudou, Patronelli, Abbondanzieri, o sea, acá pasan cosas, y Haití quedá allá. La noticia pasa por el gendarme argentino que murió debajo de los escombros de lo que era la sede de la ONU, o por sus miembros, el arzobispo y los cascos azules.
Miami queda ahí nomás de Haití, y convengamos que si la tierra hubiese temblado allí, aunque no hubiera más que un puñado de víctimas, sería noticia en todos los medios. Pero Haití es apenas un tercio de la isla La Española, un lugar conocido por ser el más pobre de América y uno de los más pobres del mundo, recordado quizás por ser centro de devastación de huracanes en los últimos años, nunca reconocido por ser el primero en el cual los esclavizados se rebelaron y acabaron con la esclavitud.
Un lugar en el cual el 80% de la población vive en la más absoluta pobreza, esa que no conocemos, que recién se estaba empezando a recuperar del último huracán de 2009 y se encontró en pocos segundos con su pequeño universo destruido. Admitamos que si hay algún dios tiene un extraño sentido del humor.
No hay que ser demasiado detallista para ver que algo no está del todo bien en este planeta, sin teorías apocalípticas ni ecologismo extremo, sólo con leer algunos diarios y tener un poco de memoria de los últimos años. Con un simple recuento queda en evidencia que en la última década murió mucha más gente por catástrofes naturales que en la Primera Guerra Mundial. No le quiero dar ideas a Emmerich, pero parece que habría que mirar un poco para adentro antes de echarle la culpa al sol, a la única especie que destruye su propio hábitat.
Casualmente hace poco estuve leyendo algunas conclusiones publicadas en el Congreso de Geología realizado en Londres en septiembre de 2009, en el cual se establece la relación entre el cambio climático y la actividad geológica, y relevando algunos datos parece evidente el crecimiento exponencial de la actividad sísmica.
No quiero parecerme a Al Gore y mucho menos olvidar que la pobreza de Haití, y de tantos lugares que, casualmente, han sido los más afectados por la naturaleza, como algunos países de la costa asiática, es una cuestión política, como lo es la poca relevancia que el tema tiene para los medios. Pero una cosa no quita la otra, más bien suma. Países más pobres no sólo tienen una infraestructura mucho más expuesta a la destrucción sino que no cuentan con los recursos para sobrellevar la crisis y recuperarse de ella. Es humanamente vergonzante que los dos hospitales de Puerto Príncipe, como casi toda la ciudad, hayan colapsado y aún, a 24 horas, estén esperando que de otros países llegue ayuda sanitaria y maquinaria que les permita encontrar sobrevivientes y remover escombros. Pero también lo es que, antes del sismo, un tercio de la población dependiese de la ayuda económica que le envían sus familiares desde esos otros países.
Algo no está del todo bien en este planeta, en gran parte es metástasis de un sistema ya histórico, pero le agregamos un virus letal: la reacción del otro sistema, el natural, que funciona como palillos chinos y al que le quitamos su base.
No sé si el mundo se acabará en 2012, pero parece que Emmerich tiene razón, sólo los más poderosos están en condiciones de ponerse a salvo del diluvio.
4 comentarios:
Interesante reflexión.
Esto de buscar a "el argentino" en la noticia, a mi me saca de quicio muchas veces, en ocasiones tratando de encontrar al "héroe" y en otras, a la víctima, pero siempre hay que buscar algún protagonista argentino (se entiende que acá somos argentina, que acá compramos diarios argentinos, pero tampoco exageremos), incluso a veces, buscando por otros lado y no la nacionalidad del sujeto ("vivió en argentina muchos años, tiene un primo argentino, es hijo de padres argentinos, y variantes).
Lo de la geología ya que mencionás esos datos voy a consultarlo (no porque dude, sino para ver si me pueden agregar información) con un conocido que está en el tema para ver si, aparte del "calentamiento global" (que uno lo emparenta más con las temperaturas, deshielos, y cuestiones que pasan por sobre la superficie digamos) tiene esa relación con lo que ocurre debajo (o en qué proporción), digo, de curioso nomás.
Saludos.
A mi me molestan las superproducciones "con mensaje" porque, como siempre repito, ya lo decía Hitchcock: "Para los mensajes está el correo"
SirThomas: coincido, también a mí me saca, primero el argentino, después el pariente argentino, después el turista yanqui o europeo, después de algún país del Mercosur, y si queda tiempo los miles de haitianos.
Si te interesa el tema, además del Congreso de Londres podés buscar información del Instituto de geología de EEUU, o un informe de la Nasa de agosto de 2009 (supongo que en la web habrá bastante más), sobre la relación entre el deshielo por el calentamiento y la diferencia de presión sobre las placas tectónicas. Es interesante.
Saludos.
Fede: Completamente de acuerdo. Después critican a la brujita por decir "para espectáculo que vayan al teatro".
Saludos.
Cuatro días después y cuando los muertos ya se estiman arriba de 200 mil se hace carne que "sólo los más poderosos están en condiciones de ponerse a salvo del diluvio". El acotado aparato financiero, maquinario y asistencial destinado a ayudar a Haití parece priorizar a los vinculados a organismos supranacionales y a miembros de la burguesía haitiana. Los pobres negros de mierda que perdieron todo siguen en lista de espera, es decir, de muerte.
¿Contra quién combatir ese padre bueno de Emmerich?, ¿contra la madre tierra?, ¿contra la eterna pachamama?, ¿contra qué? Me parece que, en par de años, el film Haití podría ser un éxito mundial si se centrara en ese agregado de la ONU que permaneció perdido pero, heroico en su supervivencia, entre las ruinas. O en ese médico sin fronteras de Illinois o Colorado que viajó para ayudar y salvó a un pobre negrito que terminó adoptando. Sobran guiones que encarrilen semejante horror, que reduzcan la cosa a un sujeto que obra por interés individual pero superior.
De los verdaderos miserables de Puerto Príncipe, ni hablar, claro, nunca.
Un beso.
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