The gates of delirium
Sol y Luz (juro que son sus nombres) tenían tres años cuando se conocieron, en Jardín de Infantes, y son amigas desde entonces. Amigas de esas que están juntas incluso a distancia.
Hoy tienen 18 años (Sol es una semana mayor que Luz, lo cual es coherente) y viven junto a mi casa con Juan, el pequeño hijo de Luz, de 9 meses. Conozco a ambas desde que nacieron y verlas entrar para usar mi lavarropas, heladera, teléfono y/o tiempo es un ritual cotidiano.
Aún no eran las 9 de la mañana cuando entraron con gesto de espanto. Las miré interrogante. "Hay una cosa viva, peluda y negra así de grande en el departamento" dijo Sol mientras con sus manos indicaba unos 50 cm. Conociéndola reduje a la mitad ese dato, y aún así me pareció algo muy grande para ser peludo, negro, vivo y en un departamento. "¿En qué lugar?" respondí calmada, intentando contagiarlas. "Entre la ropa, en el placard, ahora está en el piso, entre la ropa del nene, está ahí, no sé dónde" respondió una de ellas mientras la otra asentía. "¿Un ratón? ¿un perro? ¿un gato?" arriesgué. "Una rata, o un murciélago" dijeron a lo Pimpinela.
Hacía unas semanas un pequeño murciélago despistado había entrado por su ventana provocando un ataque de histeria en ellas y en él al escucharlas. Pero un murciélago en un placard, caminando, me sonaba extraño, a menos que estuviese enfermo, pensamiento que me alarmó un poco.
"Me llevo a Janis" dijo Sol mientras levantaba a mi gatita que se había acercado inocentemente a saludarlas, y se fue con ella. Siempre les había dicho que el olor de un gato es lo más efectivo contra las ratas, pero no llevarse una y esperar que actúe como fuerza de choque en un sitio desconocido. Y mucho menos Janis, que fue criada por una perra y suele olvidar su naturaleza felina.
Fui detrás de mi gata en busca del peludo animal, un tanto indecisa respecto de qué hacer. El dormitorio parecía Bagdad después de Bush, con un palo habían sacado toda la ropa del placard creando una gran montaña en el suelo, haciendo mucho más complicada la búsqueda. Pero no era sólo la ropa, en una habitación de 3 x 3 había una cama doble, una cuna, una mesa, un placard y una silla, el espacio libre se reducía a unos pocos centímetros que ahora estaban cubiertos por ropa y algunos papeles.
"Está ahí" dijeron ambas señalando la puerta de ese caos. Ahí estaba también Janis, llorando desde lo que parecía ser un agujero negro, asustada. Intenté rescatarla, pero al meter la mano debajo de la cama, para llamarla, algo vivo, peludo, negro y así de grande se movió, y no era mi gata, de hecho parecía ser más grande que ella.
Hice una retirada táctica para meditar mientras les pedía más datos. "Mirá ahí" dijo Luz angustiada señalando una remerita blanca de su hijo sobre la cual se podía ver claramente lo que sería excremento de rata o murciélago. "¿Y Juan?" le pregunté notando su ausencia. "Está en la casa de mi vieja" aclaró Luz.
"Podemos traer a Crazy" dijo Sol, pero la idea de arriesgar también a mi perra no me sedujo. Tomé aire y volví a entrar en busca de Janis, quien asomó su cabeza por debajo de la cuna pidiéndome ayuda con la mirada.
"Es un murciélago" repetía Sol. No le temo a los murciélagos, al contrario, me parecen fascinantes, pero estando sanos no se arrastran, y son muy asustadizos y chillones, si se trataba de uno sin duda estaría enfermo. Si era una rata la lógica era la misma, y ambos seguramente atacarían al verse acorralados. La idea de que alguno resultase mordido por ese ser vivo, negro y peludo, o que continuase allí, a pocos metros de la cuna del bebé, no era admisible.
"Voy a pedir que me asesoren" les dije, y me fui. En el pasillo me crucé con el flaco del segundo piso y le pregunté qué podía hacer. "Llamá al 911" me dijo. Ante mi sonrisa continuó "en serio, llamalos, ellos te dan el número de la gente de la Municipalidad que se encarga de cosas así, por ahí te dicen que cuando lo agarres se los lleves para ver si está sano o te dan una idea de cómo cazarlo".
Llegué a mi casa y llamé. La chica que me atendió no estaba dispuesta a darme ningún número a menos que antes le dijese mi nombre y la dirección donde se produjo "el hecho". Se los di y respondió "ya le paso el dato a un móvil"... y me cortó cuando intentaba decirle que no. Volví a llamar, no quería a la policía, pero el teléfono que nunca da ocupado demostraba que no es cierto. Antes de darme tiempo a comunicarme una camioneta flamante de la Policía de la Provincia estacionó frente a mi puerta. Salí y le expliqué a la mujer y al hombre de azul lo que en realidad quería.
"Nosotros no sabemos cómo resolver la situación" me dijo la mujer mientras entraba al departamento y su compañero se alejaba para hablar con alguien por radio. Un par de minutos después un segundo patrullero se detenía en la puerta y de él descendían dos corpulentos policías. "Ellos saben" dijo el que los había llamado. Y un tercer patrullero apareció "de respaldo", y un cuarto porque vio a los otros tres desde la esquina por la cual circulaba.
"Es sólo una rata o un murciélago", les dije a los ocho policías que miraban el dormitorio sin hacer nada, "¿tenía que venir toda la fuerza? ¿quieren que salga en Crónica?" continué. La mitad de ellos se rió, y del resto tres entraron valientemente en busca del ser peludo y el otro se quedó en la puerta diciéndome "yo no entro ni loco".
La mujer policía me pidió que la acompañe a la calle para tomar algunos datos "para el informe". Cuando llegamos vi estacionar un taxi desde el cual la abuela y la tía de Sol gritaban, pálidas "¿Qué pasó?". "Es sólo una rata o un murciélago" les dije y antes de poder explicar escuché gritos aterrados de las chicas. Entré corriendo, pensando que al fin habían localizado al ser peludo, pero no, uno de los miembros de la fuerza había encontrado un peluche negro y gritando "ahí está" se los había tirado a los pies a las dos aterrorizadas amigas. "Esto es para Policías en acción" les dijo Luz mientras Sol, más diplomática, les gritaba "no sean hijos de puta".
La búsqueda se había intensificado, al mejor estilo allanamiento sacaban todo de todos lados, colchones, ropa, muebles. Por supuesto, dejándolo regado por lo que quedaba sano del departamento.
Yo fumaba en un rincón imaginando la placa roja de Crónica (Murciélago toma adolescentes y bebé de rehenes - Policía ya lo tiene identificado) cuando llegó la tía de Sol para contarme que acababa de ir a la panadería de la esquina en la cual le habían informado que el despliegue policial se debía a que habían secuestrado a Juan.
Casi una hora después el más grande de los uniformados me preguntó con seriedad bizarra "¿qué hicieron las menores al momento de descubrir al animal?". "Corrimos a la casa de ella" respondieron ambas anticipándome. "Bien" continuó "hemos buscado en todo el inmueble y concluímos que quizás el animal se dio a la fuga en el momento en el que las menores lo abandonaron". No pude evitar la carcajada que pareció ofenderlo, dio media vuelta y se fue.
Minutos después no había más policías en el barrio, el departamento parecía haber sido sacudido por un terremoto y las chicas me miraban desconcertadas. La rata, o el murciélago, había escapado del largo brazo de la ley.
Miré la hora, descubrí que llegaría tarde a trabajar y me despedí. "¿Qué hacemos?" preguntaron suplicando una respuesta. Antes de cerrar la puerta las tranquilicé asegurándoles que, si no llueve, mañana les consigo un gato.
Hoy tienen 18 años (Sol es una semana mayor que Luz, lo cual es coherente) y viven junto a mi casa con Juan, el pequeño hijo de Luz, de 9 meses. Conozco a ambas desde que nacieron y verlas entrar para usar mi lavarropas, heladera, teléfono y/o tiempo es un ritual cotidiano.
Aún no eran las 9 de la mañana cuando entraron con gesto de espanto. Las miré interrogante. "Hay una cosa viva, peluda y negra así de grande en el departamento" dijo Sol mientras con sus manos indicaba unos 50 cm. Conociéndola reduje a la mitad ese dato, y aún así me pareció algo muy grande para ser peludo, negro, vivo y en un departamento. "¿En qué lugar?" respondí calmada, intentando contagiarlas. "Entre la ropa, en el placard, ahora está en el piso, entre la ropa del nene, está ahí, no sé dónde" respondió una de ellas mientras la otra asentía. "¿Un ratón? ¿un perro? ¿un gato?" arriesgué. "Una rata, o un murciélago" dijeron a lo Pimpinela.
Hacía unas semanas un pequeño murciélago despistado había entrado por su ventana provocando un ataque de histeria en ellas y en él al escucharlas. Pero un murciélago en un placard, caminando, me sonaba extraño, a menos que estuviese enfermo, pensamiento que me alarmó un poco.
"Me llevo a Janis" dijo Sol mientras levantaba a mi gatita que se había acercado inocentemente a saludarlas, y se fue con ella. Siempre les había dicho que el olor de un gato es lo más efectivo contra las ratas, pero no llevarse una y esperar que actúe como fuerza de choque en un sitio desconocido. Y mucho menos Janis, que fue criada por una perra y suele olvidar su naturaleza felina.
Fui detrás de mi gata en busca del peludo animal, un tanto indecisa respecto de qué hacer. El dormitorio parecía Bagdad después de Bush, con un palo habían sacado toda la ropa del placard creando una gran montaña en el suelo, haciendo mucho más complicada la búsqueda. Pero no era sólo la ropa, en una habitación de 3 x 3 había una cama doble, una cuna, una mesa, un placard y una silla, el espacio libre se reducía a unos pocos centímetros que ahora estaban cubiertos por ropa y algunos papeles.
"Está ahí" dijeron ambas señalando la puerta de ese caos. Ahí estaba también Janis, llorando desde lo que parecía ser un agujero negro, asustada. Intenté rescatarla, pero al meter la mano debajo de la cama, para llamarla, algo vivo, peludo, negro y así de grande se movió, y no era mi gata, de hecho parecía ser más grande que ella.
Hice una retirada táctica para meditar mientras les pedía más datos. "Mirá ahí" dijo Luz angustiada señalando una remerita blanca de su hijo sobre la cual se podía ver claramente lo que sería excremento de rata o murciélago. "¿Y Juan?" le pregunté notando su ausencia. "Está en la casa de mi vieja" aclaró Luz.
"Podemos traer a Crazy" dijo Sol, pero la idea de arriesgar también a mi perra no me sedujo. Tomé aire y volví a entrar en busca de Janis, quien asomó su cabeza por debajo de la cuna pidiéndome ayuda con la mirada.
"Es un murciélago" repetía Sol. No le temo a los murciélagos, al contrario, me parecen fascinantes, pero estando sanos no se arrastran, y son muy asustadizos y chillones, si se trataba de uno sin duda estaría enfermo. Si era una rata la lógica era la misma, y ambos seguramente atacarían al verse acorralados. La idea de que alguno resultase mordido por ese ser vivo, negro y peludo, o que continuase allí, a pocos metros de la cuna del bebé, no era admisible.
"Voy a pedir que me asesoren" les dije, y me fui. En el pasillo me crucé con el flaco del segundo piso y le pregunté qué podía hacer. "Llamá al 911" me dijo. Ante mi sonrisa continuó "en serio, llamalos, ellos te dan el número de la gente de la Municipalidad que se encarga de cosas así, por ahí te dicen que cuando lo agarres se los lleves para ver si está sano o te dan una idea de cómo cazarlo".
Llegué a mi casa y llamé. La chica que me atendió no estaba dispuesta a darme ningún número a menos que antes le dijese mi nombre y la dirección donde se produjo "el hecho". Se los di y respondió "ya le paso el dato a un móvil"... y me cortó cuando intentaba decirle que no. Volví a llamar, no quería a la policía, pero el teléfono que nunca da ocupado demostraba que no es cierto. Antes de darme tiempo a comunicarme una camioneta flamante de la Policía de la Provincia estacionó frente a mi puerta. Salí y le expliqué a la mujer y al hombre de azul lo que en realidad quería.
"Nosotros no sabemos cómo resolver la situación" me dijo la mujer mientras entraba al departamento y su compañero se alejaba para hablar con alguien por radio. Un par de minutos después un segundo patrullero se detenía en la puerta y de él descendían dos corpulentos policías. "Ellos saben" dijo el que los había llamado. Y un tercer patrullero apareció "de respaldo", y un cuarto porque vio a los otros tres desde la esquina por la cual circulaba.
"Es sólo una rata o un murciélago", les dije a los ocho policías que miraban el dormitorio sin hacer nada, "¿tenía que venir toda la fuerza? ¿quieren que salga en Crónica?" continué. La mitad de ellos se rió, y del resto tres entraron valientemente en busca del ser peludo y el otro se quedó en la puerta diciéndome "yo no entro ni loco".
La mujer policía me pidió que la acompañe a la calle para tomar algunos datos "para el informe". Cuando llegamos vi estacionar un taxi desde el cual la abuela y la tía de Sol gritaban, pálidas "¿Qué pasó?". "Es sólo una rata o un murciélago" les dije y antes de poder explicar escuché gritos aterrados de las chicas. Entré corriendo, pensando que al fin habían localizado al ser peludo, pero no, uno de los miembros de la fuerza había encontrado un peluche negro y gritando "ahí está" se los había tirado a los pies a las dos aterrorizadas amigas. "Esto es para Policías en acción" les dijo Luz mientras Sol, más diplomática, les gritaba "no sean hijos de puta".
La búsqueda se había intensificado, al mejor estilo allanamiento sacaban todo de todos lados, colchones, ropa, muebles. Por supuesto, dejándolo regado por lo que quedaba sano del departamento.
Yo fumaba en un rincón imaginando la placa roja de Crónica (Murciélago toma adolescentes y bebé de rehenes - Policía ya lo tiene identificado) cuando llegó la tía de Sol para contarme que acababa de ir a la panadería de la esquina en la cual le habían informado que el despliegue policial se debía a que habían secuestrado a Juan.
Casi una hora después el más grande de los uniformados me preguntó con seriedad bizarra "¿qué hicieron las menores al momento de descubrir al animal?". "Corrimos a la casa de ella" respondieron ambas anticipándome. "Bien" continuó "hemos buscado en todo el inmueble y concluímos que quizás el animal se dio a la fuga en el momento en el que las menores lo abandonaron". No pude evitar la carcajada que pareció ofenderlo, dio media vuelta y se fue.
Minutos después no había más policías en el barrio, el departamento parecía haber sido sacudido por un terremoto y las chicas me miraban desconcertadas. La rata, o el murciélago, había escapado del largo brazo de la ley.
Miré la hora, descubrí que llegaría tarde a trabajar y me despedí. "¿Qué hacemos?" preguntaron suplicando una respuesta. Antes de cerrar la puerta las tranquilicé asegurándoles que, si no llueve, mañana les consigo un gato.
5 comentarios:
Ustedes ríanse de "la mejor del mundo", que cuando les invadan los murciélagos, a ver a quién le van a pedir que los rescate..., a ustedes, no a los murciélagos. Un saludo para Janis.
22/12/06 6:17 PM
A lo mejor era una rata murciélago. Dios sabe los experimentos que no sabremos nunca que llevan a cabo los científicos locos...
Saludos a las heroínas.
Besos.
24/12/06 9:21 AM
Grismar:
Lástima que no cazaron al bicho, hubiera sido impagable ver como le tomaban declaración, jajajajajajajajaja
Delicioso el relato .
Un beso y FELIZ NAVIDAD para todos
24/12/06 11:56 AM
Lástima que no se supo si además era suave porque quizás fuera Platero. Veo que la Bonaerense, cuando no roba, se dedica a riesgosas acciones, ¿no hay algún comando especializado en cosas vivas, peludas y negras?
Buena noche y felicidades para vos, comentaristas y lectores.
24/12/06 3:03 PM
Emilio: jamás osaría reírme de "la mejor del mundo", tuve el placer de observar de cerca su arduo accionar, su impecable poder deductivo, su valentía... también el murciélago, que fue encontrado por Sol abrazado a un peluche horas después (sospechamos que ese peluche fue una zona liberada).
Vitore: ahora que lo mencionás, la policía parecía salir de uno de esos raros experimentos, aquí tuvimos muchos de esos científicos locos, tipo Ruckauf.
Filomena: yo quería ver cuando le tomaran las huellas...
Cinzcéu: a raíz del incidente parece que van a crear el G.E.O.R (Grupo especial de operaciones roedoras).
Buena noche y besos para todos.
24/12/06 5:43 PM
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