Una de leones
Muchos andan comentando por ahí la última publicidad televisiva de Nextel Argentina cuyos responsables intitularon "Leones". Mayormente, los comentarios a este aviso afirman que la pieza no se entiende. Por esta vez, me sumo a las mayorías perplejas, nacionales y populares. El comercial puede verse y oirse en la televisión y, además, en tanto sitio web que lo ha colgado para beneplácito de sus espectadores. Acá no voy a colgar nada así que, quien lo desee, lo mira y vuelve. O no; es decir, no lo mira o no vuelve.
La cosa es más o menos así. A lo largo de minuto y pico, un humanoide con cabezota de león y manazas de león cruza una avenida céntrica, hace un viaje en subterráneo, juega un partido de golf, acuna a un bebé humano, recibe un mensaje vía Nextel y gesticula un sordo rugido desde lo alto de un techo urbano. Sobreimprime: "Mucho más que un celular" y a continuación: "Nextel". The end.

Pero, ¿se trata de un león o de más de uno? He aquí lo primero que no se entiende o, mejor, se entiende de modos opuestos. La mayoría tiende a ver un único león atravesando segmentos de la vida -su vida- citadina. La idea persiste, incluso después de leer un breve artículo publicado por Luis María Hermida en su weblog de Clarín que asume la presencia de leones múltiples. Los mismos que anuncia el título, plural, de esta joyita del séptimo arte.
La lectura en uno u otro sentido no carece de importancia: si el fulano del disfraz es uno y único, el texto tiende a la narrativa; si se trata de varios, de muchos, la cosa es más bien descriptiva. A partir de esto puede derivarse cualquier interpretación: imagínese uno de esos avisos de tratamientos reductores en el que no quedara claro si la señora adelgazada es la misma que tenía esos kilitos de más o bien otra, o bien cualquiera, o bien todas.
Pese al título "Leones" y a la opinión de Hermida, parece primar una lectura en clave de secuencia: la de un tipo mal disfrazado de león que hace seis cosas sucesivas pero no vinculadas y cuyo resultado final, moraleja implícita, metáfora abierta o simplemente sentido no se comprende en absoluto. Hermida, que tiene un largo oficio en el metier de la crítica positiva, empieza por allí: no se entiende. Pero de inmediato condena esta cerrazón sujeta a una lógica realista (?) y halla en la pieza una supuesta capacidad de emocionar que bastaría y, quizás, sobraría: "una buena película de Pucho Mentasti tan llena de posibles metáforas como de sensaciones puramente emocionales". Una buena película es El Padrino, dejémonos de joder.
Al menos Hermida pone en juego algún trabajo de escritura donde otros sólo ponen piloto automático, copy and paste. Decenas de caraduras como, por ejemplo, InfoBAEprofesional transcriben esto: "Con una estética muy cuidada y una destacada banda musical, la pieza subraya las características especiales que le otorga a Nextel el servicio de radio, que es su atributo diferencial". La verdad es que no. Dejemos de lado tal estética cuidada que no ha cuidado la producción de ese híbrido abominable entre lo humano y lo leonino –producción que evoca a esos míseros Mickey montados en estivales trencitos de la alegría-: no hay en todo el aviso una sola referencia a ningún atributo, mucho menos a tal supuesto servicio de radio. No lo digo yo sino cien comentarios que derivan hacia lugares múltiples, impensados, delirantes, pero ninguno vinculado al mentado atributo diferencial de la marca.
No obstante, hay una amplia minoría que comprende tan bien el aviso y le resulta tan obviamente directo, que tiende a cierta soberbia condescendiente del tipo: "a ver si se avispan, giles intelectualosos, la cosa es así de clara". Esta lectura, muy masiva, sostiene que el león es el rey de la selva y la ciudad es la jungla de cemento. Luego, dos más dos: el que tiene Nextel domina a todos los demás. Mirá vos. Algunos que la tienen especialmente clara agregan que el mensaje es negativo porque incentiva el ansia de poder sobre el prójimo, etc.
A mí -y no sólo a mí- me asaltan dudas radicales. Una, boba: ¿por qué el rey cruza la calle como un peatón más y después (¿pero es después o es otro rey?) viaja en subte? Otra: ¿por qué el rey pasa desapercibido -doblemente extraño pues el tipo es el único freak (¿es el único o hay más reyes?) que anda disfrazado con una cabeza de león- entre la multitud? Y una más: ¿por qué el rey todopoderoso, que encima tiene Nextel, anda agobiado, tristón, abrumado o lo que sea le ocurra a ese gato desdichado? Suscribo sin reservas este comentario de un tal Ricardo al artículo de Hermida: "[...] por su expresión pasiva y su aspecto, parece más que un rey de la selva uno de esos leones trashumantes viejos y algo apolillados de los circos de pueblo".
El aviso, con su fulano disfrazado de león (¿pero es un león o son varios?), más que evocar la saga de la fiera dominante parece reformular aquel consejo que un tigre vencido le daba a El oso libertario: "Conformate, me decía un león viejo, con Nextel tenés más que un celular". Y no quiero meterme con la Carta de un león a otro porque no sé de cuántos leones estamos hablando.
Por último, dos lecturas específicas que ponen sentido allí donde, evidentemente, no lo hay. Como las dos leen rasgos que ni a palos están en la pieza, júzguese si alguna de ellas es en joda. O si ambas. O si lo que es en joda es el comercial:
N. del E.: Las imágenes que ilustran el artículo no son de "Leones" de Pucho Mentasti sino de Bronenosets Potyomkin (El acorazado Potemkin, 1925) de Sergei Eisenstein, otro realizador de buenas películas.
La cosa es más o menos así. A lo largo de minuto y pico, un humanoide con cabezota de león y manazas de león cruza una avenida céntrica, hace un viaje en subterráneo, juega un partido de golf, acuna a un bebé humano, recibe un mensaje vía Nextel y gesticula un sordo rugido desde lo alto de un techo urbano. Sobreimprime: "Mucho más que un celular" y a continuación: "Nextel". The end.

Pero, ¿se trata de un león o de más de uno? He aquí lo primero que no se entiende o, mejor, se entiende de modos opuestos. La mayoría tiende a ver un único león atravesando segmentos de la vida -su vida- citadina. La idea persiste, incluso después de leer un breve artículo publicado por Luis María Hermida en su weblog de Clarín que asume la presencia de leones múltiples. Los mismos que anuncia el título, plural, de esta joyita del séptimo arte.
La lectura en uno u otro sentido no carece de importancia: si el fulano del disfraz es uno y único, el texto tiende a la narrativa; si se trata de varios, de muchos, la cosa es más bien descriptiva. A partir de esto puede derivarse cualquier interpretación: imagínese uno de esos avisos de tratamientos reductores en el que no quedara claro si la señora adelgazada es la misma que tenía esos kilitos de más o bien otra, o bien cualquiera, o bien todas.
Pese al título "Leones" y a la opinión de Hermida, parece primar una lectura en clave de secuencia: la de un tipo mal disfrazado de león que hace seis cosas sucesivas pero no vinculadas y cuyo resultado final, moraleja implícita, metáfora abierta o simplemente sentido no se comprende en absoluto. Hermida, que tiene un largo oficio en el metier de la crítica positiva, empieza por allí: no se entiende. Pero de inmediato condena esta cerrazón sujeta a una lógica realista (?) y halla en la pieza una supuesta capacidad de emocionar que bastaría y, quizás, sobraría: "una buena película de Pucho Mentasti tan llena de posibles metáforas como de sensaciones puramente emocionales". Una buena película es El Padrino, dejémonos de joder.
Al menos Hermida pone en juego algún trabajo de escritura donde otros sólo ponen piloto automático, copy and paste. Decenas de caraduras como, por ejemplo, InfoBAEprofesional transcriben esto: "Con una estética muy cuidada y una destacada banda musical, la pieza subraya las características especiales que le otorga a Nextel el servicio de radio, que es su atributo diferencial". La verdad es que no. Dejemos de lado tal estética cuidada que no ha cuidado la producción de ese híbrido abominable entre lo humano y lo leonino –producción que evoca a esos míseros Mickey montados en estivales trencitos de la alegría-: no hay en todo el aviso una sola referencia a ningún atributo, mucho menos a tal supuesto servicio de radio. No lo digo yo sino cien comentarios que derivan hacia lugares múltiples, impensados, delirantes, pero ninguno vinculado al mentado atributo diferencial de la marca.
No obstante, hay una amplia minoría que comprende tan bien el aviso y le resulta tan obviamente directo, que tiende a cierta soberbia condescendiente del tipo: "a ver si se avispan, giles intelectualosos, la cosa es así de clara". Esta lectura, muy masiva, sostiene que el león es el rey de la selva y la ciudad es la jungla de cemento. Luego, dos más dos: el que tiene Nextel domina a todos los demás. Mirá vos. Algunos que la tienen especialmente clara agregan que el mensaje es negativo porque incentiva el ansia de poder sobre el prójimo, etc.
A mí -y no sólo a mí- me asaltan dudas radicales. Una, boba: ¿por qué el rey cruza la calle como un peatón más y después (¿pero es después o es otro rey?) viaja en subte? Otra: ¿por qué el rey pasa desapercibido -doblemente extraño pues el tipo es el único freak (¿es el único o hay más reyes?) que anda disfrazado con una cabeza de león- entre la multitud? Y una más: ¿por qué el rey todopoderoso, que encima tiene Nextel, anda agobiado, tristón, abrumado o lo que sea le ocurra a ese gato desdichado? Suscribo sin reservas este comentario de un tal Ricardo al artículo de Hermida: "[...] por su expresión pasiva y su aspecto, parece más que un rey de la selva uno de esos leones trashumantes viejos y algo apolillados de los circos de pueblo".
El aviso, con su fulano disfrazado de león (¿pero es un león o son varios?), más que evocar la saga de la fiera dominante parece reformular aquel consejo que un tigre vencido le daba a El oso libertario: "Conformate, me decía un león viejo, con Nextel tenés más que un celular". Y no quiero meterme con la Carta de un león a otro porque no sé de cuántos leones estamos hablando.
Por último, dos lecturas específicas que ponen sentido allí donde, evidentemente, no lo hay. Como las dos leen rasgos que ni a palos están en la pieza, júzguese si alguna de ellas es en joda. O si ambas. O si lo que es en joda es el comercial:
"El león anda por la calle, entra en el subte, se levanta a la chica, luego juega al golf y entrecierra los ojos porque la recuerda (signo de que él también se enamoró). Luego acuna al niño producto de ese amor. Por último, está cansado en un bar cuando lo llaman por el Nextel. Luego ruge triunfal. ¿Fue el llamado de la naturaleza? Sin duda. Ahora él dejará a su esposa y la vida en la ciudad para volver a la selva". (Lo dice Ezequiel pero lo atribuye a su mujer: el debate ya llegó al seno de la cotidianidad de pareja).Para mí que el león no es un león -de acuerdo, es muy obvio- sino el miembro de una tribu urbana que está compitiendo en un reality- show- virtual- online para ver quién aguanta más tiempo haciendo su vida con una cabezota de león sin sacársela ni para dormir. A través del Nextel -un desafío extra porque con los mitones puestos no puede teclear- manda fotos a su Fotolog, sube videos a YouTube, manda SMS a CallTV, publica su diario en Twitter y actualiza sus MySpace, Facebook y FuckYou. Pero el aviso lo capta en aquellos momentos en que se deprime y piensa en su infeliz existencia y no en aquellos otros en que se autoconvence de que va por el mejor camino hacia su meta: hacerse rápidamente famoso, dedicarse a la libre creatividad e inventar, de preferencia en noches de alcohol, cosas incomprensibles pero muy jugadas antes de que sobre su jaula de hormigón -metáfora urbana muy gastada pero ¿se entiende?; si no la explico- se largue la lluvia.
"Me parece que nadie entendió el final. Se trata del mismo león y su vida en distintos momentos. Nunca se dio cuenta que el hijo no se le parecía en absoluto, y en el último momento se lo avisa un amigo por Nextel: ¿Qué le queda sino rugir al saber que el hijo no era de él?" (Lo dice María Inés).
N. del E.: Las imágenes que ilustran el artículo no son de "Leones" de Pucho Mentasti sino de Bronenosets Potyomkin (El acorazado Potemkin, 1925) de Sergei Eisenstein, otro realizador de buenas películas.