lunes, mayo 25, 2009

¿Campañas o proyectos?: ¡campañas!

Desde hace unos días quería decir algo acerca de una cuestión puntual -¿fútbol gratis por TV?- del Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. No porque el resto de las cuestiones que aborda no sean relevantes sino porque ésa me permitía ejemplificar de qué modo el gobierno nacional miente cuando hace campaña por su proyecto; es decir, de qué modo el gobierno nacional miente que hace campaña por su proyecto cuando en rigor sólo lo usa -como usa a muchos forros- para hacer campaña electoral mediante fondos públicos.
La cosa es que me pongo a tomar algunos apuntes y, cuando voy a guardarlos en la carpeta en que los guardo, me encuentro con un archivo de nombre casi idéntico al que iba a ponerle. "¿Y esto?", me dije. "Esto" era un artículo completo que produje hace exactamente dos meses y por alguna razón olvidada decidí no publicar o postergar o alguna cosa que, justamente, no recuerdo. Olvidada la razón pero hallado el artículo, lo releo, lo corrijo -es difícil resistirse al toqueteo de forma o de fondo de la propia escritura- y me propongo publicarlo, quizás como introducción a otros sobre el tema: quizás no.
Pero como me resulta medio extenso me pregunto si no habrá sido ése el motivo por el cual desistí publicarlo y no me respondo nada porque, ya lo dije, no me acuerdo.

En el último año y pico ha proliferado un tipo de blog -también de sitio web con pretensiones mayores que las usuales de un blog- cuya discursividad se halla explícitamente alineada con la del gobierno nacional y, más específicamente, con los lugares y motivos que fija la agenda, un poco estentórea y otro poco estertórea, del presidente del Partido Justicialista que adopta ipso facto el coro numeroso que sostiene el discurso, la política y el modelo -¿pero cuál carajo es el modelo? Como bien sugería aquí Grismar, estar en contra del actual gobierno no significa aliarse a la actual oposición -me refiero a ésa que se autodefine y es definida como tal- y existen terceras, cuartas y quintas posiciones; también décimosextas y trigésimas por decir unos ordinales cualesquiera.
En esa agenda que el kirchnerismo fija de una noche a su mañana, acaba de aparecer la falsa propuesta de debatir un proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Se sabe que tal operación oportunista se halla enmarcada en la aparente disputa que el gobierno mantiene con el monopolio mediático de Clarín. Con el de Telefé, por ahora, parece estar de parabienes, quizás debido a esa posición espantosa de que para combatir algo basta con aliarse a cualquiera que se le oponga, en cualquier nivel o aspecto, como es el de la competencia por el rating. Se sabe que a este pulpo de la industria de la comunicación que es Clarín este gobierno le ha condonado o compensado deudas y aprobado de hecho nuevas fusiones monopólicas; se sabe que, además, le ha extendido por decreto y por muchos años las licencias públicas que usufructúa; y se sabe que mañana, tras espurios acuerdos, todo podría pasar a un definitivo olvido.
Pero los fieles del kirchnerismo, oficiales u oficiosos, rentados o voluntarios, han salido a mencionar, aquí y allá, el proyecto de ley como si se tratara del colmo de una profunda reforma progresista y de la herramienta que los grandes medios y sus socios temerían tanto o más que una huelga insurreccional de la clase trabajadora. Y cuando digo que mencionan, me refiero a que mencionan: la utilización de tal proyecto suena más a argumento amenazante que a vocación de debate y, me animo a decir, el proyecto se presenta de tal modo que ni siquiera convoca a su lectura sino a su iletrada defensa: lo que dice sólo se supone, porque el proyecto tiende a su ilegibilidad. Los trust mediáticos juegan a ignorarlo y, de vez en cuando, a deslizar alguna diatriba alineada con la libertad de prensa que, en las voces de sus voceros, significa de mercado. Y los progresistas kirchneristas -perdón por el oxímoron- juegan a nombrarlo como la deuda que un cuarto de siglo de democracia no había logrado saldar. Tardaron 6 años en detectar que la normativa vigente estaba sancionada por la última dictadura hace tres décadas y entretanto extendieron licencias a El Trece y demás trusts. Pero ahora se dieron cuenta, justo durante la campaña electoral adelantada en unos cuantos meses. Ahora sí, por fin sí.
Parece que -excepto, quizás, los abogados de los grandes medios y los productores de los medios ínfimos- nadie lee ni leerá atentamente el proyecto y mucho menos lo discutirá y esto tiene una razón de peso pesado: es un mamotreto mal escrito que -uno lo descubre si es capaz de al menos ojear sus 148 artículos- no subvierte nada demasiado relevante del actual sistema de medios desde el punto de vista de los condenados usuarios.
El proyecto, la redacción, el léxico, los conceptos, el objeto, atrasan unos veinte años. Cuando comencé a leer me asaltó el dejà vu de que esto ya fue. Y claro, recordé una asignatura que cursé hace década y media y cuya bibliografía de base data de los 80 e incluso de los 70. Es lógico que así sea: desempolvaron de mucho apuro un texto que dormía la paz de su sepulcro quizás desde la primavera del 83 y le cambiaron un par de términos.
Pero quiero referirme a lo más básico, a aquello que el proyecto propone legislar y que debería ser el punto de partida de toda norma que se precie. Tengo muchas más observaciones, opiniones y posiciones pero esto no es un contraproyecto sino apenas un comentario humilde y acotado aunque ya extenso.
Y debido a tal extensión, lo interrumpo acá para prometer su segunda parte. Continuará... si la lluvia no nos cae antes.

Avances de la próxima entrega:
El artículo 1, "Alcance", afirma que "El objeto de la presente ley es la regulación de los servicios de comunicación audiovisual" y el artículo 2, "Carácter y alcances de la definición" -la cual no ha tenido lugar en el anterior- sostiene que "La actividad realizada por los servicios de comunicación audiovisual se considera una actividad de interés público". Bien dicho, pero sigo ignorando el alcance de la definición de tales "servicios", que jamás se hace. El artículo 4, que se llama "Definiciones", promete resolver todas mis dudas:

4 comentarios:

Isa

Estoy empezando a sospechar la inspiración en el viejo lema: Calidad, servicio y limpieza... Celebro la vuelta y la propuesta folletinesca, pero pregunto por la calendariedad: ¿será para coincidir con los festejos del bicentenario? Y ya que estamos, ¿por qué los festejos del bicentenario empiezan en el 199 otario? Saludos.

Miguel Dao

Yo estoy más oficialista que nunca, pero evito discutir con gente que estimo y que evalúo como compañera de ruta, más allá de la contingencia. Aunque en este caso, no puedo dejar de mencionar que habiendo Perón desempolvado proyectos del socialismo, se comprobaron eficaces una vez puestos en marcha. No me parece grave, entonces, que se haya apelado a un proyecto del '83. Quizá lo que atrase sea el país, por todo lo que vino en los '90, y lo viejo pueda convertirse en nuevo...

Cinzcéu

Isa: No he comprendido la alusión a la lemalidad, quizás por ignorar (o haber olvidado, como ya leyó) el lema que cita. Respecto de la calendariedad resulta de una absoluta azaridad. Los festejos del bicentenario empiezan el 199 otario porque en este país -y probablemente en muchos otros- es lo único que podemos prever con todo un año de anticipación.
Un beso.

Miguel: Lamento que estés más oficialista que nunca -de hecho lamento que estés oficialista- pero pese a ese problemita, el camino es tan tortuoso e intrincado que es muy posible que seamos como esos compañeros de road movie que cada tantos kilómetros se putean y cada tantos otros se abrazan. Viniendo de vos, que evites discutir es todo un mérito (je), así que yo tampoco lo voy a hacer.
Quiero abordar el tema de "lo que atrasa" porque tu crítica me parece justa y me permite precisar la cuestión. Primero, no considero que las grandes estrategias políticas deban aggiornarse cada 3 ó 4 años para ponerlas a tono con una moda. Segundo, las cosas cambian en su composición, en sus formas, en sus relaciones, en su inscripción social y, entonces, deben cambiar las tácticas de abordaje del problema.
Tercero, no quería referirme a lo primero ni a lo segundo sino a un proyecto que normaría unos "servicios de comunicación audiovisual" con profundas dificultades -por no decir omisiones- para dar cuenta de los fenómenos contemporáneos con base en la llamada convergencia tecnológica que avanza día a día ni a modalidades discursivas instaladas hace añares. Caso 1: me parece que legislar sobre el espacio radioléctrico, patrimonio del Estado -y este es el centro-, hoy no puede prescindir del capítulo de la telefonía celular, íntimamente ligada a los monopolios mediáticos. Caso 2: me parece que legislar sobre publicidad televisiva en base a la vetusta aunque aún vigente "tanda" y dejar todo el resto -¿90% del pingüe negocio?- a reglamentar a futuro, no es serio.
Es decir, creo que el proyecto atrasa y mucho, no porque no esté en sintonía con la moda noventista -lo cual ya sería atrasar- sino porque tiene problemas en incorporar los fenómenos actuales sobre los que pretende legislar. Es como si una modernísima ley de telefonía comenzara definiendo que teléfono es un aparato negro que tenés adentro de tu casa y que te permite dialogar a distancia con tu familia. No, perdón, no es así: es como si el proyecto lo dijera de un modo tan complejo, rebuscadísimo, que permitiera interpretar que si el aparato no es negro o no está adentro de tu casa, eventualmente no sería un teléfono y no estaría alcanzado por la norma. (Digresión: ¿cómo puede ser que en un país de 40 millones de habitantes, la Justicia abra 4 millones de causas al año? Porque no hay Ley sino putas leyecitas que van cumpliendo funciones de índole no jurídica excepto para el siempre canónico perejil).
En síntesis: desempolvemos proyectos viejos si se demuestran útiles para avanzar en algún terreno; pero, por favor, atendamos a la materia que se estaría legislando y su actual estadio de desarrollo técnico e inserción social porque, si no, me da la impresión de que me están meloneando una vez más. Máxime si los sacan sin desempolvar en medio de una enrarecida campaña electoral de no se sabe bien qué.
Ok, me fui al carajo con la extensión, pero ameritaba la aclaración.
Un abrazo no oficialista.

migueldao57

Mucho más claro ahora. Espero que los legisladores, tanto opositores como oficialistas tengan la capacidad de introducir las reformas que sean necesarias, en el sentido que apuntás. Un abrazo no testimonial.