domingo, mayo 18, 2008

Y ahora la escritura

Vengo de la época histórica del manuscrito, es decir, de la escritura manual. Tanto vengo de allí que pasé años de vida completando a mano unos secundarios cuadernos calitécnicos al reverendo cuete, más o menos al mismo tiempo que aprendía a calcular bajo ciertas técnicas ya a punto de caducar.
En mi primera escolaridad aún se pontificaba la preeminencia de la lapicera a fuente contra la de cartucho y el inocente bolígrafo todavía era objeto de diatriba y censura institucional.
En mi tardía infancia tuve acceso a mi primera máquina de escribir, una vieja Remington que databa de los años 30 y mi viejo atesoraba como signo de alguna cosa. Con ella aprendí casi todo lo que ahora tipeo en este teclado hace años vetusto.
La antigua Remington dio paso a una Lettera 32 de Olivetti, más liviana y maleable pero esencialmente lo mismo. En ella armé la edición de lo que presumo mi primer y único libro, con un tremendo esfuerzo artesanal y resultados más bien pobres.
Poco después, en mi laburo de entonces, accedí a la máquina eléctrica: una maravilla que imprimía grafismos en el papel sin juzgar la potencia del eventual dedo operador. Pero la verdadera revolución fue mi encuentro con una Brother con memoria, en ocasión de mi militancia en función responsable de una imprenta obrero- partidaria. Ese bicho (hablo de hace casi un cuarto de siglo) era capaz de almacenar texto y ponerlo a disposición de su corrección y diseño.
Después vino, inevitable y bienvenida, la PC. Recién hacia 1991 me hice de una e instalé el Chi Writer, un soft que tenía sus ventajas pero demostró que resultaba incompatible con el resto del mundo. Escribí en él una novela y cuando imprimí su primer borrador, quedó claro que ocho horas no es un plazo admisible de impresión de nada. Migré al toque a Word 5.1 for DOS.
Y después de un tiempo, a partir del nuevo siglo, adopté definitivamente el soft de Word for Windows. Y ahí sigo, por ahora.
Es preciso recorrer (un poco) la historia para entender (un poco) nuestro presente. Ha habido mil instrumentos de escritura hasta la pluma y, después, mil plumas. Y hoy tenemos una metafórica pluma, potenciada en sus recursos técnicos, que nos hace responsables de la escritura pero también de esa historia.
Hagámosle ese flaco honor antes de que, definitivamente, se largue a llover.

6 comentarios:

Isa

Acabo de ver el programa sobre ciencia de Diego Golombeck en Canal Encuentro justo cuando contaba como Eratóstenes logro medir hace XXII siglos la circunferencia de la Tierra con un margen de error menor al 0.5% usando una vara. Yo no puedo calcular ni la superficie de mi departamento. Creo que algo parecido pasa con la escritura. Cada vez es más fácil, pero parece que tenemos menos que decir... Aunque, no todos, claro. ¡Qué bueno volver a leerlo, Cinzcéu!

Anónimo

Tras la lectura de este post y el anterior no puedo menos que concluir en lo afortunados que somos aquellos que usamos tantas cosas al reverendo cuete, como Ud. bien dice, Cinczéu.

Después de todo creo que pertenecemos a una generación que por haber dibujado palotes y trazado letras con firuletes, mancharnos con la cinta de la Lexicon y aprender a por de machetes escondidos en el anverso de la corbata, bien nos hemos ganado la gloria del Office, discurriendo con macros y cientos de otras yerbas. Y no lo digo con soberbia sino con ánimo de humildad, agradecido por el espíritu aventurero de querer ir más alla sin detenerse en el mero resultado de la pantalla, aunque vayamos a la extinción.

SirThomas

Me sumo a este comentario de recién, más no por toda la experiencia vivida, claro, porque soy menor en edad (eso calculo) pero sí he pasado por la etapa de la máquina de escribir, por ejemplo. Tanto en casa, con una común como con una eléctrica, como cuando estudié periodismo deportivo, ya que allí nos obligaban a hacer los trabajos en máquina de escrbir, a tantos espacios y en tanas líneas, algo que merece destacarse (digo, la actitud de la escuela [Tea] de proponer eso).

De la escritura a mano, prácticamente me he olvidado, debo confesar. Casi no escribo a mano, y creo que una gran cantidad de jóvenes tampoco lo practica (fuera de lo que es la facultad, o el colegio, donde uno está obligado a escribir a mano, obviamente). Pero de gente cercana, de edades similares a la mía y que no tienen esa obligación de la escritura manual, me comentan que también les cuesta agarrar la birome y escribir...

La lapicera a fuente creo que no la conocí :P, la de cartucho sí, y también manchaba. Recuerdo que pasar a usar "Lapicera", allá por tercer o cuarto grado, era todo un acontecimiento porque significaba que uno iba creciendo.

Saludos.

Cinzcéu

Isa: ¿No probó medir la superficie de su departamento con la vara de Eratóstenes? Creo que lo poco que decir suele vincularse al mal escribir. Y al mal hablar: a veces hago zapping y juego a ver cuándo la figurita en pantalla comete el primer horror de léxico, conjugación, consistencia y/o sintaxis. Me divierto barato.
Un beso.

Hang: La hipótesis sería que quien no ha trazado letras con firuletes (paradigma del trabajo humano al pedo) no es capaz de investigar, descubrir y utilizar las funciones disponibles del Office. Es probable: quizás los firuletes de los trazos se dupliquen en el cerebro y den lugar a lógicas más vuelteras. Iremos a la extinción, sí, pero iremos con humildad y al reverendo cuete.
Saludos.

SirThomas: En primer lugar, como calcula ser menor de edad, le advierto que su permanencia frente a esta pantalla es responsabilidad de los señores padres. Me parece que la falta de hábito de la escritura manual es común a todos los que usamos teclados, más allá de la edad. En la Facultad hay que escribir a mano pero si yo le mostrara algunos resultados ya me diría Ud. si eso es escritura u otra cosa.
Saludos.

Vitore

Debemos tener edades parejas, pues aunque con nomenclatura distinta, me "suena" lo de haber utilizado pluma y tintero, lapices y hasta pluma estilográfica, pasando a una Olivetti Pluma22 donde escribía yo cosas automáticas. Y es verdad que ya nadie escribimos a mano. He tenido que escribir en dos de mis últimos exámenes y casi hasta me dolían los dedos del "esfuerzo". Saludos.

Cinzcéu

Vitore: Tenemos edades bastante parejas pero yo soy más joven... La pluma y el tintero acababan de fallecer en mi primera escolaridad. Volvieron a la carga en mi segunda (con el dibujo técnico que te es cotidiano) por razones más bien absurdas pues ya estaba disponible el higiénico y preciso Rotring. Que más tarde también feneció, claro. Quizás nuestro capital técnico- intelectual se base (como sugería Hang) en el aprendizaje forzoso de cosas ya inútiles. Saludos.