Anormalidades normales, anormales y otras
El otro día Duro de domar, programa televisivo que se nutre explícitamente de otros, reprodujo una charla grupal de no sé qué envío en el cual un ignoto médico afirmaba que la homosexualidad no es normal. Osvaldo Bazán, periodista, le retrucó que desde hace años la OMS (Organización Mundial de la Salud) no la considera enfermedad y el médico dijo que sabe que ya no está en el DSM-IV (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders- Fourth Edition, American Psychiatric Association) pero quizás vuelva a estarlo. En el tono liviano y jocoso que caracteriza la enunciación de Duro de domar, el médico fue caratulado como troglodita. Esto último es altamente probable pero no es el punto. El punto es que en las tres posiciones (el retruque, la réplica, la crítica) sanidad queda asimilada a normalidad y enfermedad a anormalidad.
Lo normal no es más que lo que se ajusta a una norma y, no sólo en medicina, la norma suele consistir en un estadístico basado en la observación de casos. Para una variable cualitativa de nivel de medición nominal como es la orientación sexual de un sujeto, la norma estaría dada por la clase modal, es decir, la más numerosa en una población dada. Dicen (no me consta ni me importa) que tal categoría es la heterosexualidad y, por lo tanto, cualquier otra orientación resultaría anormal. Claro que de Sigmund Freud a esta parte aprendimos a no simplificar la complejidad de la sexualidad humana y que tampoco queda claro cómo médicos, psicólogos, técnicos, burócratas o cualesquiera otros hacen para medir la orientación sexual de la gente ni con qué aceptable nivel de fiabilidad.
Voces militantes por los legítimos derechos de cada cuál a hacer su propia vida ponen el grito en el cielo cuando se etiqueta la homosexualidad como anormal porque, dicen, no es una enfermedad. En defensa de la libre opción sexual (que es un oxímoron) invocan entonces algunas de las citas de autoridad más reaccionarias respecto ya no de la sexualidad sino de la salud y la enfermedad: la OMS y el DSM-IV.
Digamos que uno va al médico (no yo, que no voy para evitar lo que sigue) y el médico le pide estudios clínicos. Luego los examina con ojo experto y donde dice que los valores normales son de 100 a 120 halla un 150, 180 ó 200, por lo que dictamina: sus valores son anormales (¡bravo, doctor!). A continuación comienza a prescribir más estudios y, por las dudas, a recetar medicación múltiple, dietas rigurosas, cambios de hábitos, suspensiones varias y a colgar en la historia clínica carteles con nombres de síntomas que él toma por enfermedades o, al menos, riesgos inminentes de enfermedad fatal.
Yo lo sé porque a lo largo de mi vida he sido un anormal de diversas y cambiantes y sinérgicas categorías: algunas basadas en simples valores o síntomas fuera de rango, otras en inferencias trágicas del galeno de turno.
¿Debería, tal vez, exaltarme y vociferar que se me discrimina y margina de la sociedad? ¿Por qué el médico que me pregunta si fumo y coloca en mi historial un rotundo "tabaquismo" (enfermedad adictiva crónica según el DSM-IV, enfermedad pandémica mundial según la OMS) es un profesional serio y responsable y no un mero troglodita?
En todo caso, el médico sólo puede ver pacientes. Es decir, por un lado, quienes tienen paciencia para soportarlo de por vida; por el otro, quienes afecta el pathos, la pasión. Paciente es otro nombre del sujeto humano que la medicina utiliza para erigir su Olimpo de semidioses que bajan a repartir remedios y terapias a quienes se desvían de sus (suyos de ellos como dicen en español los aymaras) valores normales.
Decir paciente es entonces decir sufriente y ¿quién no? Usted, doctor, ¿sufre? (¿sufre Ud.?, si prefiere el juego con el apellido del vienés), y eso ¿es normal, anormal o aún por establecerse en el Statistical Manual of Medical Disorders?
Entonces, quizás, no haya que repetir que la homosexualidad no es una enfermedad, manuales en mano de las autoridades dominantes de la inquisición médica. Quizás haya que preguntarse por esas nominaciones y esas instituciones, es decir, por el criterio mismo de salud y enfermedad estadísticamente asociado a clases e intervalos de clase que hacen de casi todo hijo de vecino un paciente, un enfermo y un anormal en algún nivel o aspecto.
Y defender, claro, el derecho inalienable de cada cual a tener sexo con uno, otro o ninguno, a comer embutidos, cereales o tofu, a beber ginebra, leche de soja o agua, a fumar tabaco, marihuana o nada y a hacer de su siempre corta vida lo que quiera y pueda antes de que se ponga a llover.
11 comentarios:
Tal vez por eso voy a un médico que fuma.
Si se leen como sinónimos anormalidad y enfermedad cualquiera cuyo CI superase los 120 sería un enfermo. Usar como parámetro de los derechos la normalidad dejaría a muchos afuera de la ecuación.
Y huyendo del puro entorno médico (como eufemismo o no). Alguna vez, va y te dice un amigo un poco depre: "A mi es que me gustaría ser normal". Y yo agudizo (o hago desaparecer) su estado al responder: "Pero para tí; ¿qué es ser normal?". Saludos.
Creo que los valores "normales" de los análisis clínicos apuntan a un ideal imposible de alcanzar. Para el médico, como para el mecánico que siempre encuentra alguna tuerquita que ajustar, casi todos estamos enfermos de un modo u otro. Entonces, si la norma la impone la mayoría, la asociación debería ser la inversa: normalidad = enfermedad / anormalidad = salud.
Al margen: Coincido en la dificultad para establecer estadísticas sobre temas mayoritariamente condenados como la homosexualidad, siempre que leo cosas como "el consumo de drogas ilegales aumentó del 5,9 al 6,1% de la población" me pregunto qué carajo es eso. ¿Te toca el timbre un encuestador para preguntarte con qué te drogás?
Papelito abrochado al margen: Perdón si me alejé del tema del post.
¡Muy interesante! he leído que las farmacéuticas han presionado al establishment médico para ajustar restrictivamente los valores cuantitativos que miden los riesgos para la salud. Así, por ejemplo, hace unos años, los valores admisibles para el colesterol eran mucho más amplios o no se tenían en cuenta, y lo mismo con otras dolencias. No cabe duda que esto tiene una repercusión económica innegable por la venta de tratamientos crónicos en cantidades masivas. Se medicaliza la sociedad. No es que Ud. no esté enfermo; simplemente, no le hemos descubierto todavía lo que tiene. Cosas que antes se consideraban normales ahora se han convertido en enfermedades: alopecia, cinturón abdominal, baja frecuencia de relaciones sexuales, tristeza, desinterés por el trabajo... Un tema muy interesante! Hay unos blogs médicos buenísimos en inglés.
Hang: Un médico que fuma un anormal y un inconciente. Me alegro por vos y por tu médico.
Grismar: Mi supuesto CI fue una de mis primeras anormalidades constatadas junto con peso, altura y densidad (porque era un pendejo denso, doy fe).
Vitore: ¿Quién no quisiera ser normal? Normal es... pues, ¡normal! (lo que pasa es que la anormalidad es un viaje de ida).
1+: No te alejaste de los temas. La normalidad estadística prevé un rango en el que, se supone, cae la mayoría, lo que pasa es que eso no tiene relación con la salud. Respecto del sondeo sobre drogas ilegales, es así: te tocan timbre un encuestador, dos oficiales de la Federal, un Juez de turno y tres grupos comando.
Emilio: Muy interesante comentario. En esa puja económica entran los estudios científicos (¿?) que hoy prohiben el huevo y mañana mandan comerlos de a docena. Un viejo refrán dice que "todo lo que no mata, engorda": según los nuevos parámetros, comer conduciría, entonces, a la muerte o a la obesidad (ese otro flagelo).
Maun: Felicitaciones por tener esos médicos anormales. Los buenos médicos son como las brujas (en más de un sentido): yo no creo... pero que los hay, lo hay.
Saludos a todos.
"En el pais de los ciegos el tuerto es el anormal"
Ya decía el maestro Erich Fromm: el capitalismo crea la enfermedad y después nos vende el remedio.
Filomena: "La mediocridad para algunos es normal, la locura es poder ver más allá" (Charly García: El tuerto y los ciegos, 1974).
Mono: "Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio" (Nano Serrat, Sinceramente tuyo, 1983).
Sin duda el derecho a la persona a morir con dignidad debería ser reconocido. En el código deontológico el médico, poco a poco, va variando su posición del médico paternalista que antes fue a un "funcionario" que acata las decisiones de su paciente.
Como siempre, esto tiene ventajas e inconvenientes. Ventaja que el paciente goza de más autonomía. Inconveniente que no se le puede pedir al médico que sea un simple observador pasivo. En los casos en que el médico se pilla los dedos (como sería en las huelgas de hambre) al menos puede pedir autorización al juez para actuar en contra de la voluntad del paciente.
Suena fácil decir, por ejemplo, en el caso anterior: ese paciente decide no comer, ¿por qué obligarle? ¿con qué derecho?
Siempre he pensado que hay que respetar a la persona, cada uno hace con su vida lo que quiere. Pero, personalmente, es muy difícil dejar a un paciente morir delante de tus ojos cuando la solución es tan simple.
Lo mismo sucede con quitar los respiradores a los pacientes en coma, por ejemplo, por mucho que sepas que no tienen solución. Aunque en esos casos los que se niegan normalmente son las familias.
Creo que, tarde o temprano, la eutanasia deberá ser legalizada, como claro derecho del hombre a decidir sobre su vida y, por supuesto, sobre su muerte. Principalmente en enfermedades terminales o degenerativas en las que no queda otra que el sufrimiento. Pero costará.
Un beso y muy muy interesante tu blog, y muy bien informado.
Un beso
(Un par de comentarios a los comentarios: los valores se reajustan con el tiempo y los estudios. En el caso del colesterol, por ejemplo, se reajustó porque además de subir mucho la prevalencia de enfermedad, se dieron cuenta de que es un factor de riesgo vital que no puede ser tomado a la ligera. Con el tiempo se descubren cosas nuevas, como cuando hablais del "Cinturón abdominal" considerado uno de los principales factores de riesgo cardiovascular aunque antes no se sabía)
Mma´heona´e: Gracias por su comentario. No se le escapa que no acuerdo con muchas de sus apreciaciones y que otras refieren al subsiguiente post de Grismar. Quizás el viejo juramento hipocrático debería ser amoldado a la actual declamación de la libertad personal porque de lo contrario constituiría parte de la censura neofascista. Un problema para el médico y para todos.
Comentar lo acá dicho