lunes, julio 02, 2007

Hablando de la libertad

Hay momentos de vida que son metáforas. No los reconocemos como tales hasta un tiempo después, cuando tomamos la distancia suficiente.
Una tarde encontré a mi hermano mayor, adolescente, lavando un pantalón que acababan de comprarle. No cualquier pantalón, era un Levi's, uno de esos jeans que entraban en la categoría de lo casi prohibido para el sueldo de un par de maestros, que es lo que casualmente eran mis viejos.
Que lo lavase ya era extraño, pero que además lo estuviera raspando con una piedra era surrealista.
"¿Qué hacés? lo vas a romper" le dije asustada (por entonces no era cool usar ropa rota). "Lo gasto" me respondió "¿querés que me crean un burgués?". Entendí, mi adolescente hermano mayor era un roquero que tocaba la guitarra en un grupo, tenía una imagen que preservar. Aunque no entendí del todo, él era quien había insistido en que le comprasen ese Levi's al cual gastaba y quitaba la etiqueta.
Después crecimos y nos fuimos del barrio, decía Moris. Y volví a toparme una y otra vez con ese Levi's gastado, en cientos de formas. Y me descubrí a mí misma gastando mis Levi's, cuando era la adolescente rock, paz y amor y al mismo tiempo la militante por la revolución, cuando aún era incoherente usar una remera del Che en un recital.
Gastar el Levi's no era lo formal, la demanda social de ciertas apariencias, sino el vestido de un ideal en el que creíamos, y creo. Un ideal que quebraba (creíamos) la rigidez de esas reglas sociales, que nos ponía en la vereda de enfrente de los que viven de la apariencia, pero en definitiva era la misma vereda, sólo cuidábamos una imagen diferente.
Dime qué pareces y te diré quién eres, reza, más o menos, el viejo dicho. Una consigna universal que funciona. Y si funciona, por qué no ayudarnos con un poco de maquillaje que nos permita estar en un todo a tono con quien decimos o queremos ser. A menos, claro, que lo que uno quiere ser no comulgue con maquillajes.
Después crecimos, decía, y aprendimos. Y dejamos de gastar Levi's, o al menos eso creemos, hasta que nos encontramos dudando en decir algo, algo tan tonto como "yo uso celular", o "me encanta el fútbol", o, más bizarro aún, "yo uso Dove". Porque una es una mujer adulta, comprometida y todo eso, que sabe un poco de manipulaciones, política, fascismos varios, posiciones y apuestas de vida. Pero una, también, es una mujer adulta que usa celular, le encanta el fútbol y usa Dove. Y sabe que son esas cosas que no cierran con la imagen, son algunas de esas tantas etiquetas que hay que quitar para mantener intacto el quien somos, pero que no hacen más que ocultar quién somos. O que hay que defender con actitud beligerante: "¿y qué si uso Dove? ¿tenés algún problema?", lo que no es más que gastar el Levi's con la cara del otro.
Después, decía, convertimos momentos en metáforas, y tratamos de recordarlas cuando nos damos cuenta de que, si nos descuidamos, podemos empezar a ser parte de la lluvia.

8 comentarios:

1+

Me hiciste recordar que, en una etapa de mi adolescencia, yo andaba con unos pantalones Grafa porque decía que usar jeans era seguirle el juego al sistema. Poco después, cuando me puse los mucho más cómodos jeans que usaban mis amigos (o tal vez no entonces, sino más adelante) comprendí cómo aquellos viejos Grafa eran el vestuario imprescindible para el personaje que, con toda mi honesta convicción, había elegido montar. También me hiciste reflexionar sobre que, quizás, hoy en día muchas de mis posturas sean igualmente "Gráficas". Un beso y gracias por provocar el recuerdo y la reflexión.

Mario

Grismar (¿un mar gris plata plácido o un mar gris turbio y picado?): Tienes toda la razón en que todo es metáfora de otra cosa. "Todo es otra cosa", repetía uno de los personajes de un cortito que Arturo Ripstein hizo en la década de 1970: una mujer obsesionada con llevar el lapiz de labios bien plantado, sin correrse más allá de sus comisuras. Y esa mujer que decía que todo es otra cosa, hacía cosas que eran metáfora de las cosas que verdaderamente quería hacer; compraba compulsivamente pensando que a cada orgasmo frente a la caja registradora correspondería un momento de placer íntimo. Pero no, la pobre acababa con la cara gastada sobre todas las metáforas de la vida que no se había atrevido a vivir... Al contrario del pantalón, me pasaba con los libros. Siempre acababa rayándolos, desgastándolos, haciendo que sus hojas se desprendieran del maltratado lomo. Así acabó mi antología de Pessoa, mi libro favorito de Kundera. Dicen que no es de buena educación rayar un libro, señalar tiránicamente una idea que a ti te ha gustado y que entorpecerá la lectura del siguiente que lo tome. Por eso la gente te ve mal si rayas los libros. Un libro no rayado es síntoma de buena educación, aunque de poco amor por él. No sé si sea una metáfora muy fácil: pero los libros gastados, rayados a más no poder, son como las cicatrices de la guerra amorosa... Un gran abrazo, Grismas

Gabriel Báñez

Es un claro relato, bello, escrito en espejo. Con las metáforas que se revierten nos encontramos al comienzo, cierto, después de algunos años. Un abrazo, buen blog.

Grismar

1+: no te imaginás la cantidad de veces que, con toda mi honesta convicción, le hice el juego al sistema por no hacérselo. Por suerte crecemos. Un beso.
Mario: mis únicos libros prolijos son aquellos que me interesaron poco. Y sí, como en el amor, si no quedan marcas es porque no pasaron de la portada. Besos.
Gabriel: bienvenido y gracias por tu lectura y palabras. Visité tu blog y me pareció muy interesante, pero Blogger no me permitió dejar ningún comentario. Parece que ya se solucionó, así que volveré a intentarlo. Saludos de una platense.

Cinzcéu

El artículo que es tan bueno, polisémico y convocante a la (mi) reflexión que lo he leído muchas veces y no sé bien qué comentar. Todos fuimos y somos el Levi's gastado o el Levi's impecable o incluso el nunca Levi's. También algunos somos, a la larga, la prescindencia respecto de "lo Levi´s" pero eso lleva un largo tiempo porque (Ringo Bonavena dixit) la experiencia es el peine que te regalan cuando te quedás pelado. También se sabe que nunca somos tan expertos, ni tan peines, ni tan pelados, ni tan. Y también se sabe que, siempre (¡ay!), gastamos algún Levi´s en caras ajenas. Un beso.
PS: Como ha comentado Grismar aquí y en algún blog amigo, dejar un comment en sitios de Blogger es un parto, pero si esto al fin se lee es porque lo parí... Y ahora parece que me deja publicarlo porque entré como administrador, lo cual está pésimo.

Grismar

Cinzcéu: gracias, solemos comprar el pack completo, ideales, imágenes, opiniones, amores y odios. A mi post le faltaría la segunda parte, la del juicio y reacción de los otros cuando te atrevés a decir tranquilamente que usás Dove. Quizás lo escriba. Un beso.
P.D.: Respecto a lo comentarios, Blogger parece estar en un estado un tanto neurótico. En algunos casos abriendo varias veces la ventana de comment aparece la opción de publicarlos, en otras haciéndolo desde la individual de cada post, y en otras de ningún modo.

Vitore

Es tan difícil comentar últimamente en cualquier blog de Blogger que cuando parece que lo consigues, ya casi no recuerdas lo que querías decir del placer que te da haber vencido al dispensador de comentarios. Interesante post como siempre. A mí me ha hecho reflexionar sobre la "culpabilidad" que uno va teniendo al recordar sus utopías juveniles mientras compra sin titubear el último modelo de móvil/celular subiendo en su flamante coche/carro a salvo de cualquier lluvia. Besos.

Grismar

Vitore: tenés razón, había pensado una respuesta pero después de abrir y cerrar veinte veces esta ventanita para poder dejarla lo único que me queda es un gran deseo de putear sin culpas a Blogger. Algunos sienten culpa, otras una sonrisa de "qué idiota era", otros tratan de olvidarlo u ocultarlo, lo único seguro es que para algunas lluvias no hay coche/carro que te salve. Besos.