martes, abril 03, 2007

Libros sapienciales

Hace un tiempo una tía de mi papá dejó como parte de su "herencia" un centenar de revistas, las cuales encontré embaladas y listas para ser dejadas al alcance del primer cartonero que pasara. Por pura curiosidad abrí el paquete y comencé a hojearlas, una a una.
Encontré viejas TV Guía, Vosotras, Claudia, Para Ti, lo cual me dio una imagen de esa tía que casi no había conocido.
Había también una veintena de Selecciones del Reader's Digest, amarillentas y manchadas de humedad, de la década del cincuenta. Las guardé en una bolsa y me las llevé.
Mayo de 1953, diciembre de 1950, julio de 1958... parafraseando un viejo dicho podría decir que quien leyó una Selecciones las leyó todas.
Pioneros de la literatura catástrofe, siempre hay un terremoto, incendio o inundación, narradas desde la perspectiva "humana": el sobreviviente, la lucha, el sacrificio y el final feliz.
La "moral" (occidental y cristiana, claro) como único eje, larguísimas sentencias éticas en cada artículo, y en sus secciones especiales, Citas citables, De la vida real, etc.
Al mejor estilo Hallmark abundan las narraciones de enfermos terminales que lograron vencer a la muerte, o que llegaron a ella "dignamente", accidentes cuasifatales, desgracias varias superadas, todo con moraleja, requisito imprescindible para ser parte de esas "selecciones".
Páginas y más páginas de pura enseñanza, amables con árabes, palestinos y otros seres extraños a los cuales les conceden gentilmente el derecho de ser humanos. Alguna biografía ejemplar, y, por supuesto, manuales de vida, "cómo ser feliz en el matrimonio", "cómo educar a un niño inquieto", "cómo cuidar a nuestras mascotas"...
Y el humor, un humor que reconozco que me sorprendió en cuanto a su estilo. Humor de chiste de celular, de los miles que abundan en la web (de hecho ya había leído algunos en páginas o blogs), cortos, ácidos, algunos ingeniosos otros simplemente tontos, casi siempre basados en la célula madre de ese humor: el equívoco.
Me detuve una y otra vez en lo que me fascinaba: la publicidad.
Bujías Champion, Fijador a la Colonia Atkinsons, el nuevo modelo 1953 de lavarropas K.C, que lava cuatro kilos, anteojos Cliper, la nueva fibra Orlon de Du Pont que vestiría a las mujeres del futuro, sal de fruta Eno, combinado RCA Victor... todos similares, página completa, primer plano de imagen del producto, su nombre y la sonriente cara de alguien parecido a Cary Grant o Julie Andrews.
Estaba por desistir de mi lectura cuando una más ajada que las demás llamó mi atención. Febrero de 1944.
Veintitrés artículos, más sus secciones especiales.
"El combate de los altoparlantes" narra cómo los ingleses engañaron a las tropas alemanas simulando un ataque sólo con "cuatro torpederas, unos altoparlantes y unos cuantos discos de fonógrafo". Con lo estúpidos que eran los alemanes y la inteligencia de los aliados no se entiende por qué la guerra no terminó unos cuantos millones de muertos antes.
"Cómo organizó el mando Einsenhower", "Vigía de las noches estrelladas", "Lo que hace un médico de aviación", "Los aviadores que pelean sin armas". La Segunda Guerra Mundial en breves artículos que me recordaron las primeras planas de los diarios en 1982, cuando siempre le estábamos ganando a los ingleses en las Malvinas. Claro que ellos sí ganaron, pero ese es otro tema.
Sin perder el estilo, esos artículos, intimistas, humanos, le daban a cada soldado aliado el caracter de ese presidente de EEUU derrotando alienígenas con su avión que nos regalara Independence Day.
Aquellos textos que no se referían a la guerra, casualmente, eran, "¡No hay razón para ser pesimistas!", "¡Cincuenta años sin una sola huelga!", o "Primeros ensayos del socorro mundial".
La publicidad, obviamente, no podía sustraerse de la guerra. No sólo como referente, introdujo también un elemento distinto, el texto explicativo. La de épocas de paz contenía sólo un slogan y pequeñas descripciones del producto y sus bondades. La publicidad de la guerra requería una explicación referida a las aplicaciones del producto en el frente de combate. Y si no tenía aplicación alguna, se podía inventar.
Recios soldados desembalando motores junto a la leyenda "vale la pena esperar por un Caterpillar diesel", y una larga y detallada información respecto de su distribución por la War Production Board, que desembocaba en el sentido del título, la guerra se estaba llevando todo y apenas podían satisfacer las demandas particulares, pero "vale la pena esperar".
"Ya se encuentren en alta mar o en las costas del ártico o en los trópicos, los marinos de los Estados Unidos tienen, en la radio, el lazo invisible pero efectivo que los une con su patria... ¡a través de unos cuántos Zenith!" explicaba otra, agregando un sugerente "en los modelos de la post-guerra irán incorporados adelantos que se conservan todavía secretos, pero que ya se usan en los equipos radiónicos que Zenith provee a los ejércitos de las Naciones Unidas". Descubrí que el "secreto militar" parecía estar presente en todos los productos ofrecidos.
Admito que sentí cierto respeto por aquellos soldados que llevasen entre sus pertrechos las "portátiles" máquinas de escribir Smith-Corona.
Fui a buscar algo que no pudiese relacionarse tan directamente con el frente, y me encontré con las heladeras Norge, de Borg-Warner. Qué equivocada estaba, como me explicó la leyenda bajo la imagen de una heladera detrás de la cual emergían aviones y tanques, "la guerra le ha dado ímpetu a nuestros estudios en el ramo de alimentación porque, con todas las tácticas y todas las armas modernas, nada hay que sustituya las provisiones, y hoy, como antaño, un ejército avanza sobre el estómago, como dijo Napoleón". Tenía que buscar algo menos bélico.
Whiskey Schenley, Royal reserve, nada más alejado del frente, a menos que quisieran sugerir que los soldados se emborrachaban. Otro error, "ya era famosa esta bebida cuando el yanqui peleó primero en Argel en 1815", me explicaron, agregando que "el whiskey americano se ha usado para festejar todas las victorias norteamericanas porque es más antiguo que los Estados Unidos".
La revista y la publicidad que contiene logran una simbiosis perfecta. Todo habla de grandeza, sacrificio, victoria, casi como un discurso de Bush.
Si no me equivoco aún se editan las Selecciones del Reader's Digest, y supongo que deben mantenerse tal como hace sesenta años, enseñándonos a ser buenos cristianos, amables, solidarios, tolerantes, dándonos ejemplos de vida, salud y moral.
Después de leerlas quien no se sienta iluminado debe ir a suicidarse dos veces. Y si aún así no aprendió, que se siente a esperar la lluvia, dicen que viene del norte.

5 comentarios:

Maun

Fijate si no encontrás alguna revista de la época de la guerra con Vietnam, esa que siempre fueron ganando también.
Para cuando la publicidad de los Pasotti?
Saludosss!!

Anónimo

Recuerdo que de niño leía esas cosas porque en mi casa se recibía. Algunos chistes de "La risa, remedio infalible" me divertían, visto mi corta edad. De hecho es posible que haya aprendido a leer con Selecciones. Así quedé pero hay cosas peores... Un gran hallazgo ese elogio de la guerra en todas las publicidades, hay que ser muy creativo para ligar heladeras y whisky con avanzadas bélicas en Normandía. Y por último, aún se edita: hay una hija de puta en mi edificio que hace años que no paga las expensas pero abona puntualmente su suscripción a Selecciones. Un día me la apropiaré (de hecho la pago indirectamente) para postear la segunda parte... What a (fucking) wonderful world!

Grismar

Maun: voy a buscar, también de Corea (la vieja o la nueva). Me encantaría encontrar una en la que me expliquen cómo ayudan a los iraquíes. De los Pasotti te paso un link (después les paso la cuenta): http://www.pasottiombrelli.com/. Creo que deberíamos poner uno en la descripción del blog, ya son parte nuestra. Besos.
Cinzcéu: no sólo de la guerra, de "América". Si cliqueás en la foto de las Smith-Corona ves que dice "los ejércitos de las Naciones Unidas utilizan las máquinas de escribir de América". No quedaste tan mal, peor sería que hubieses aprendido con TV Guía. Un beso.

Vitore

Por casa andan algunos ejemplares de Selecciones. Eran tan previsibles como imprevisibles los artículos que se publicaban en las revistillas aquellas. Tu detallada disección de la revista de febrero de 1944 me ha hecho recordar la película de Clint Eastwood: "Las banderas de nuestros padres" que se desarrolla en la batalla de Iwojima y en la famosa foto de los marines poniendo la bandera y como rentabilizaron a los tres pobres "héroes" para obtener dólares para esa guerra.

P.D. Me quedo con la "versión japonesa" del mismo episodio: "Cartas desde Iwojima" también dirigida por Eastwood y para mí, excelente; mucho mejor que la "versión americana".

Besos.

Grismar

Vitore: no vi la película, así que no puedo opinar, pero siempre tuve la sensación de que sería una de esas en las que saldría indigestada del cine. Cada vez que vi esa famosa foto no pude evitar recordar otra parecida, aquella en la que clavan la banderita yanqui en la Luna. Besos.