sábado, mayo 12, 2007

Pequeños sueños

Cuando era aún tan chica como para creer que todo lo importante del mundo pasaba allá arriba, encima de mi cabeza, vi en una revista una antigua Casa de muñecas. Quedé fascinada, aunque ya entonces comprendía que el mundo también pasaba por una dimensión a la que no alcanzaría ni subiéndome a una silla.
Pero ese mundo no me impediría tener mi Casa de muñecas. Cajas, papeles, tijeras, goma, era todo lo que necesitaba.
Inconciente de la trascendencia futura del término escuchaba a mi mamá decirle a mis hermanos "eso no lo tires, dáselo a la cartonera", y así comenzó mi breve vida de arquitecta.
La ventaja de construir mi propia Casa de muñecas era que podía mudarme cuantas veces quisiera, o redecorarla más asiduamente que Liz Taylor la suya. Me sentía toda una adulta decidiendo si pondría cortinas en el dormitorio, o aquella mesa redonda que alguna vez fue un frasquito de Vick Vaporub quedaba mejor en la cocina.
Claro que una casa sin quien la habite no son más que paredes, y mis pocas muñecas eran demasiado grandes para poder dormir en una cama hecha de cajas de fósforos. Nuevamente fue mi madre la que me ofreció la solución, en forma de algunos sobrecitos de Plastilina. Empezó así mi breve vida de escultora.
Tiempo después el mundo comenzó a trascurrir al nivel de mis ojos, y olvidé mis Casas y mis muñecas.
Caminaba por el centro, distraída como siempre, con la mente proyectada en lo que haría unas horas más tarde, cuando un cartel en la vidriera de una juguetería me llamó. "Casa de muñecas de Barbie- original- $600". Creí que era un error ¿seiscientos pesos? ¿más que la mitad del sueldo que los docentes lograron con amenazas de paro? ¿más que el sueldo de miles?. Siempre supe que los productos de Barbie, esa muñeca sin gracia que tanto recuerda a la rubia tarada a la que Luca Prodan le cantaba, eran caros, pero me pareció exagerado. Tenía que verla, así que entré.
Una amabilísima vendedora me la mostró. Un engendro plástico de unos cincuenta centímetros, estilo palacio de Disney pero rosa, muy rosa, en cuyo balcón hacía precario equilibrio una de las tantas Barbies Algo, vestida de princesa, enorme para ese pequeño lugar.
"La muñeca está de muestra" se apresuró a aclararme la vendedora. Era extraño que "la casa de Barbie" no permitiera que Barbie entrase en ella. "Es la original, de dos pisos" continuaba, intentando ver mi Visa o Mastercard.
Por dentro una mezcla de estilos con un mal gusto impecable mezclaban en molduras del mismo plástico microondas, jacuzzi, mesas, sillones, etc. Todo moldeado en el cuerpo de la casa, e inamovible, excepto un par de pequeños muebles centrales. Todo tan rosa que asqueaba.
Ni su mejor voluntad pudo impedir que vea la desilusión de la vendedora cuando me fui.
Volví a sentir que el mundo pasa por una dimensión a la que no llegaré ni subiéndome a una silla, una dimensión a la cual tampoco quiero llegar, pero alcanzo a ver. Y me quedé allí, en aquella en la cual no existían las muñecas "originales" o "truchas", en la que una Casa de muñecas era crear un universo, jugar a ser grande, apostar a la fantasía. Me pregunté a qué jugarán, a qué apostarán, aquellas niñas a las que les compren la original Casa de Barbie.
Mientras me alejaba me di cuenta que faltaba un objeto en esa casa. No había visto ningún paraguas.

4 comentarios:

Vitore

Yo espero que algunas de las niñas a las que le regalen la casa de Barbie, sigan teniendo imaginación y no jueguen con lo que el dinero de sus padres parece obligarles a ello, sino que con un cartón y varios trapos construyan su mundo infantil con sus tijeras sin punta y dejen en un rincón esa casa rosa tan fea... Hablando de casas rosas. Acabarán sacando una Casita Rosadita para que los niños y las niñas jueguen a ser pingüinitos Presidentitos de Argentinita... ¡Qué miedo!. ;) Un beso y un paraguas para tu casita.

Cinzcéu

Nunca entendí los precios de algunos "juguetes". He visto, por ejemplo, cochecitos plásticos con motorcitos eléctricos a precios por los que se consiguen nafteros usados "de verdad" y casitas plásticas con techitos plásticos cercanas al costo de una prefabricada habitable. Pero más allá de los precios desorbitados, lo menos interesante es que se trata de "juguetes" terminados y definitivos que frustran todo el placer y el aprendizaje de "producir". La gracia está en hacer una minimesa a partir de un frasco de Vick Vaporub o una minicama con una caja de 222 fósforos. O despanzurrar aquellos autitos baratos (que eran para despanzurrar), rellenarlos de masilla, quitarles el tren delantero y ensartarles una cuchara en la trompa para fabricar unos bólidos que había que aprender a manejar.
Supongo que esas niñas con sus Barbies originales que no caben en sus Casas originales, apostarán al mundo caro, descartable, fácil e improductivo en el cual, quién sabe, vivan sus madres y padres. O, mucho peor, sus madres y padres sueñen para ellas y se esfuercen por brindarles. Eso sí, un mundo la mar de divertido en el cual vivir hoy/ no pensar/ disfrutar (???).
Un beso.

Grismar

Vitore: la imagen de Casitas rosaditas me da frío, pero debo confesarte que cuando vi esa Barbie en el balcón me pregunté si esa sería la Barbie-Evita. Besos.
Cinzcéu: el juguete parece haber perdido su sentido, he visto más de una vez a padres impedirle a sus hijos jugar con alguno "porque es caro" ¿entonces para qué se los compraron? qué sé yo, el mundo sigue siendo un lugar extraño. Un beso.

Anónimo

cuanto tiempo sin pasarme por aquí...

un abrazo primero...

luego decir que tienes razón que hay dimensiones en las que mejor no entrar, que me encanta como escribes y por último que tengo nueva "casa" donde sigo apostando por la fantasia: http://www.lacoctelera.com/palpito
otro abrazo, volveré...