Another brick in the wall
Tengo serios problemas para comprender a algunas personas, pero como por lo general no comprendo a la mayoría de la humanidad no me traumatizo, me quedo simplemente observando.
Sábado. 18:30 p.m. Barcito frente a la Facultad de Ingeniería. Le pido un café al mozo que se me acerca con gesto de iniciar una charla sobre la interminable lluvia y empiezo a buscar los cigarrillos en el bolso como quien busca la piedra filosofal. Se aleja resignado y aprovecho para dar un vistazo de reconocimiento. Dos chicas adolescentes por allá, riéndose varios minutos ante el comentario de cada una. Más acá una pareja, ella de unos 50 años y 5 de botox, él flaco, demacrado, silenciosos ambos. Frente a mí una chica joven con su hijo de unos 10 años. Tres mozos y una cajera gritándose cada tanto alguna complicidad de la cual sólo ellos podían reírse. Y yo.
Minutos después llega un hombre de no más de 35 años con un niño de unos 6 y se sientan en la mesa central. El mismo mozo de la charla trunca se les acerca. "¿Qué querés, Diego?" pregunta el padre. "Un tostado" responde el hijo. El padre mira al mozo, pide cuatro tostados, una cerveza, y es interrumpido por el hijo. "Papi ¿puedo tomar una Coca?". El Padre sufre una repentina transformación, se sienta erguido, parece de pronto ser más alto, y con voz lo suficientemente elevada como para ser escuchado hasta por el taxista que estaba estacionado en la puerta responde con tono de sermón de la montaña: "Mirá, hijo, yo prefiero que tomes un jugo, la Coca no te hace bien, pero te dije que podías elegir lo que quieras, así que si querés la Coca te la pido, aunque no es lo que a mí me gustaría que tomes". Al terminar no pudo evitar mirar a su alrededor para ver la opinión del público. Las adolescentes miraban con cara de qué lindo, la señora botox le obsequiaba una amplia sonrisa de publicidad de dentífrico, su acompañante sonreía una nada socializada, la joven madre aprobaba con la mirada y su hijo contenía el aliento expectante. Y yo.
Me parecía escuchar el sonido de bujía empastada del cerebro del pequeño, "Coca o Papá, Papá o Coca". That's the question. "Pero yo quiero Coca" se animó a decir en voz baja. Bien por él, pensé, tiene el resto de su vida para lidiar con la culpa. Pero Papá no podía permitir que su enseñanza no concluyera como lo tenía planeado, por lo tanto en un alarde de coherencia le responde firme: "Te dejé elegir, pero si no podés darte cuenta de lo que es mejor para vos, tengo que elegir yo". Se da vuelta y le pide al mozo (quien se mantenía quieto presenciando todo el acto como si estuviese en el Margarita Xirgu) un jugo de naranja. Esperé los aplausos, pero no llegaron, la gente se ubica.
Mientras desde el ventanal del bar observaba llover en la calle semidesierta de enero divagué imaginando a Diego tres décadas mayor.
"Claro que no me molesta que vayas al cine con tu amiga, querida, hacé lo que quieras, sabés que confío en vos". Su mujer responde con un beso mientras busca el teléfono para confirmar con su amiga la noche de cine. Cena normal, ambiente calmo, ella se prepara para salir. Pocos minutos antes de partir tiene un instante de indecisión y lo comenta con Diego. "No sé si ir a ver tal o cual película, no sé cuál será mejor". Y se queda esperando que Diego le dé su opinión respecto a ambas, pero él aprovecha para atacar sutilmente: "Ya que lo mencionás, no sabría decirte cuál es mejor, hace unos días me invitaron a mí a ver una pero dije que no, siempre vamos juntos, no se me ocurriría decirle a un amigo que voy con él y vos no". Ella seguramente contratacaría, y él cerraría la discusión con un "se te hace tarde". Y ella se iría al cine, o no. Coca o Papá. De una u otra forma ya tendrían la noche arruinada ambos.
Y probablemente un tiempo después Diego tome una Coca con algún amigo preguntándose cómo fue que si no había visto nubes de repente se largó a llover.
Sábado. 18:30 p.m. Barcito frente a la Facultad de Ingeniería. Le pido un café al mozo que se me acerca con gesto de iniciar una charla sobre la interminable lluvia y empiezo a buscar los cigarrillos en el bolso como quien busca la piedra filosofal. Se aleja resignado y aprovecho para dar un vistazo de reconocimiento. Dos chicas adolescentes por allá, riéndose varios minutos ante el comentario de cada una. Más acá una pareja, ella de unos 50 años y 5 de botox, él flaco, demacrado, silenciosos ambos. Frente a mí una chica joven con su hijo de unos 10 años. Tres mozos y una cajera gritándose cada tanto alguna complicidad de la cual sólo ellos podían reírse. Y yo.
Minutos después llega un hombre de no más de 35 años con un niño de unos 6 y se sientan en la mesa central. El mismo mozo de la charla trunca se les acerca. "¿Qué querés, Diego?" pregunta el padre. "Un tostado" responde el hijo. El padre mira al mozo, pide cuatro tostados, una cerveza, y es interrumpido por el hijo. "Papi ¿puedo tomar una Coca?". El Padre sufre una repentina transformación, se sienta erguido, parece de pronto ser más alto, y con voz lo suficientemente elevada como para ser escuchado hasta por el taxista que estaba estacionado en la puerta responde con tono de sermón de la montaña: "Mirá, hijo, yo prefiero que tomes un jugo, la Coca no te hace bien, pero te dije que podías elegir lo que quieras, así que si querés la Coca te la pido, aunque no es lo que a mí me gustaría que tomes". Al terminar no pudo evitar mirar a su alrededor para ver la opinión del público. Las adolescentes miraban con cara de qué lindo, la señora botox le obsequiaba una amplia sonrisa de publicidad de dentífrico, su acompañante sonreía una nada socializada, la joven madre aprobaba con la mirada y su hijo contenía el aliento expectante. Y yo.
Me parecía escuchar el sonido de bujía empastada del cerebro del pequeño, "Coca o Papá, Papá o Coca". That's the question. "Pero yo quiero Coca" se animó a decir en voz baja. Bien por él, pensé, tiene el resto de su vida para lidiar con la culpa. Pero Papá no podía permitir que su enseñanza no concluyera como lo tenía planeado, por lo tanto en un alarde de coherencia le responde firme: "Te dejé elegir, pero si no podés darte cuenta de lo que es mejor para vos, tengo que elegir yo". Se da vuelta y le pide al mozo (quien se mantenía quieto presenciando todo el acto como si estuviese en el Margarita Xirgu) un jugo de naranja. Esperé los aplausos, pero no llegaron, la gente se ubica.
Mientras desde el ventanal del bar observaba llover en la calle semidesierta de enero divagué imaginando a Diego tres décadas mayor.
"Claro que no me molesta que vayas al cine con tu amiga, querida, hacé lo que quieras, sabés que confío en vos". Su mujer responde con un beso mientras busca el teléfono para confirmar con su amiga la noche de cine. Cena normal, ambiente calmo, ella se prepara para salir. Pocos minutos antes de partir tiene un instante de indecisión y lo comenta con Diego. "No sé si ir a ver tal o cual película, no sé cuál será mejor". Y se queda esperando que Diego le dé su opinión respecto a ambas, pero él aprovecha para atacar sutilmente: "Ya que lo mencionás, no sabría decirte cuál es mejor, hace unos días me invitaron a mí a ver una pero dije que no, siempre vamos juntos, no se me ocurriría decirle a un amigo que voy con él y vos no". Ella seguramente contratacaría, y él cerraría la discusión con un "se te hace tarde". Y ella se iría al cine, o no. Coca o Papá. De una u otra forma ya tendrían la noche arruinada ambos.
Y probablemente un tiempo después Diego tome una Coca con algún amigo preguntándose cómo fue que si no había visto nubes de repente se largó a llover.
14 comentarios:
"recuerdo una vez en un viejo país..."
esta pebeta, la que teclea y no pinta, solía salir los domingos con su idolatrado papi...
como es algo trillado el cuento y ya me tiene algo podrida, te la hago corta
yo quería esas moneditas de chocolate Nestlé, viste?
te juro que me conformaba con el tamaño chico
pero élquetejedi, después de su acostumbrada negativa, repetía la même chose:
- tu abuelo nunca me compraba el naranjín, y ahora comprendo el porqué -
recuerdo como si fuera hoy el replay de mi pensamiento luego de aquella fatídica frase...
(nono hijodemil)
podés creer que los bepis míos andan vivitos y cocacoleando?
eso sí, nunca supe ni sabré
de aquél famoso porqué
(haceme valer rima, plis)
com usted é siempre a llover... :)
texto mui bien escrito, com una mensagem, iso é bueno porque a blogoesfera tien pouquitas mensagens, pero no con vosotros.
saludos,
Por desgracia y según dicen las estadísticas -creibles o no- los maltratadores de sus parejas o bien han sido maltratados de niños o bien han visto aterrorizados como su padre pegaba a su madre. A mi me parece terrible pues por lógica parecería que debería ser al contrario...
Como dice mixtu; muy bueno el mensaje y muy visual la historia en sí.
El eterno dilema de los que eligen "lo mejor" para nosotros. Vaya forma de ayudar a crecer a un hijo.
Clase de Educación Cívica para Diego: Democracia es el sistema que te hace elegir para después cagarse en tu opinión.
Hay padres soñadores como yo que escuchan la opinión de sus hijos en lugar de prepararlos para el mundo que les tocará vivir. En fin... que de adultos me lo demanden.
genial
parece que ahora si que puedo dejarte el comentario aquí:
Tu post de "papá o coca" me ha parecido genial. Bien escrito, ameno, visual, suave y contundente. algún día lo usaré cuando hable de la mala educación. un saludo.
Imagino que Papá es profesor de alguna materia "cultural" y se pasa el año diciendo tonterías sobre lo bueno y lo malo, una suerte de "crítico" que instruye contra McDonalds, la TV y los videogames que globalizan no sé qué cosa. Quizás no, nada que ver, pero hoy estoy malo. Y con ganas de tomar una Coca.
Viruta: el por qué suele ser bastante complicado, pero lo que queda claro es que tu viejo tenía la excusa perfecta para decir que no, quedaba medio esotérico y encima le echaba la culpa al padre. Yo que vos, ahora, le regalaba el naranjín.
Mixtu: muito obrigado. Va a llover, no tenemos dudas, pero después, aún hay tanto por decir.
Vitore: tenés razón, la lógica indicaría no repetir lo que sufrimos, pero a veces parece ser más fuerte aquello que aprendimos. La psicología lo explica, yo no lo justifico, con ese criterio disculpemos a Videla o Franco porque su papá le pegaba.
Hang Tucker: lo peor es que no sólo eligen lo mejor para nosotros, sino que eligen por nosotros.
1+: demandarán, sin duda, por suerte, porque no aceptarán callados, cuestionarán, se rebelarán, y serán ellos mismos.
Pálpitos: muchas gracias, por tu lectura y por tus palabras aquí y allá.
Masgorellie: muy borrosa, me tomaré cinco cocas y te diré que sos libre si hacés lo que yo espero que hagas.
Cinzcéu: No te quedes con las ganas.
Diego la tiene clarísima. Sabiendo que el padre no le permite tomar coca, no sólo la pide, sino que lo interrumpe!!
Además lo desafía eligiendo lo que no tenía que elegir y sabiendo que era lo contrario al gusto de su padre. Y si quieren más, lo desacreditó delante de todos (no convence ni a su niñito).
Preocuparse por el futuro de Dieguito??? Mientras no dirija el Servicio meteorológico.....
Bueno, muy bueno el post, y ahora decime, en quien te inspiraste para el personaje de Diego adulto??
Besos
Filomena: un chico que aprovecha el día que le dicen que puede elegir para pedir lo prohibido, y se juega, y a cambio recibe que no le den ni cinco al menos aprendió algo de política.
Forrest Gump: extraña pregunta. Si te digo que en nadie no me creés ¿no? Harías bien.
besos
Un relato maravilloso. Realmente muy visual. Te imagino chiquita y pidiéndole una filmadora de 35 milímetros y varios rollos de film vírgenes a tu papi...
A veces una buena frustración también da sus frutos...
Cierto Mono, no hay nada más frustrante que no tener una buena colección de frustraciones.
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